Los pinos nuevos (discurso)

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Los Pinos Nuevos
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Martí en Tampa, lugar donde pronuncia el discurso Los Pinos Nuevos
Título originalDiscurso Los Pinos Nuevos
Autor(a)(es)(as)José Martí
GéneroOratoria
PaísTampa, Estados Unidos

Los Pinos Nuevos. Discurso pronunciado por José Martí en conmemoración del 27 de noviembre de 1891 en el Liceo Cubano de Tampa, en EEUU, en la velada-homenaje de la Convención Cubana a los estudiantes fusilados en 1871, ante un auditorio de compatriotas (gran parte de ellos, obreros emigrados a esa localidad), a donde viajó desde Nueva York para dar entre ellos, pasos decisivos en la creación del Partido Revolucionario Cubano.

Circunstancias

Mucho antes de haber logrado la reanudación de la lucha por la independencia de Cuba, José Martí había logrado un intenso combate con la fuerza de las palabras en aras de lograr la liberación de su tierra natal del dominio colonial español.

Desde 1879 había puesto de manifiesto, incluso en Cuba, de cómo era capaz de utilizar la palabra oral en función de ese objetivo al pronunciar significativos discursos.

Pero es en los años finales de la década del ochenta y principios del siguiente lustro en los Estados Unidos que sobresale como un notable orador en función de la causa independentista.

Y dos de sus más relevantes discursos en tal sentido fueron los pronunciados en la ciudad norteamericana de Tampa los días 26 y 27 de noviembre de 1891 y que en la historia de Cuba suelen ser identificados como Con todos y para el bien de todos y los Pinos Nuevos, frases con las que concluyó, respectivamente, estas dos intervenciones.

José Martí había llegado a Tampa como parte del recorrido que realizaba por distintas zonas de los Estados Unidos con el propósito de reunirse con emigrados cubanos a los que exhortaba a dar su contribución a los empeños que estaba realizando para reanudar la lucha por la independencia de Cuba.

Alocución

El 27 de noviembre en un acto conmemorativo por el aniversario 20 del injusto fusilamiento por las autoridades españolas en Cuba del ocho estudiantes de medicina, Martí pronuncia un discurso en Tampa, en cuya parte inicial expresó:

Todo convida esta noche al silencio respetuoso más que a las palabras: las tumbas tienen por lenguaje las flores de resurrección que nacen sobre las sepulturas; ni lágrimas pasajeras ni himnos de oficio son tributo propio a los que con la luz de su muerte señalaron a la piedad humana soñolienta el imperio de la abominación y la codicia.

En su discurso Martí ratificó el compromiso de las jóvenes generaciones de cubanos de luchar por la liberación de su patria oprimida, y honrar así dignamente a los caídos, al detallar:

No siento hoy como ayer romper coléricas al pie de esta tribuna, coléricas y dolorosas, las olas de la mar que trae de nuestra tierra la agonía y la ira, ni es llanto lo que oigo, ni manos suplicantes las que veo, ni cabezas caídas las que escuchan, -¡sino cabezas altas! Y afuera de esas puertas repletas, viene la ola de un pueblo que marcha. ¡Así el sol, después de la sombra de la noche, levanta por el horizonte puro su copa de oro!

Martí también destacó que los pueblos viven de la levadura heroica e igualmente expuso consideraciones sobre la muerte y al respecto significó:

Otros lamenten la muerte necesaria, yo creo en ella como la almohada, y la levadura, y el triunfo de la vida.

Aseguró igualmente que el árbol que da mejor fruta es el que tiene debajo un muerto y planteó que del semillero de las tumbas se levanta impalpable, como los vahos del amanecer, la virtud inmortal orea la tierra tímida, azota los rostros viles, empapa el aire, entra triunfante en los corazones de los vivos.

Y precisó seguidamente al detallar su concepción en torno a la muerte...

...la muerte da jefes, la muerte da lecciones y ejemplos, la muerte nos lleva el dedo por sobre el libro de la vida: ¡así, de esos enlaces continuos invisibles, se va tejiendo el alma de la patria!

Y tras recordar como murieron los inocentes estudiantes de medicina, llamó a sus compatriotas a homenajearlos con particular decisión y dijo:

Cantemos hoy, ante la tumba inolvidable, el himno de la vida.

En la parte final de su intervención Martí estableció una comparación metafórica entre el futuro desarrollo de un árbol que había visto cuando se dirigía hacia Tampa y los jóvenes cubanos que se hallaban anhelantes de participar en la lucha por la independencia de Cuba. Y expresó al respecto:

Era el paisaje húmedo y negruzco: corría turbulento el arroyo cenagoso; las cañas, pocas y mustias, no mecían su verdor quejosamente, como aquellas queridas por donde piden redención los que las fecundaron con su muerte, sino se entraban, ásperas e hirsutas, como puñales extranjeros, por el corazón: y en lo alto de las nubes desgarradas, un pino, desafiando la tempestad, erguía entero, su copa. Rompió de pronto el sol sobre un claro del bosque, y allí, al centelleo de la luz súbita, vi por sobre la yerba amarillenta erguirse, en torno al tronco negro de los pinos caídos, los racimos gozosos de los pinos nuevos: ¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!

Resultados

Cuando Martí pronunció Los pinos nuevos ante compatriotas de diversas edades, él, con sus treinta y ocho años y una madurez, de siempre, no era un jovencito: en la época, a su edad era un adulto respetable. Al decir "¡Eso somos nosotros: pinos nuevos!", hablaba en nombre de todos los que abrazarían o habían abrazado ya un proyecto renovador, que se erguía por entre las cenizas de las derrotas, las traiciones, la desunión y otras calamidades sufridas por la Patria. En ese proyecto se igualaban como pinos nuevos, como defensores de un nuevo pensamiento, adolescentes y jóvenes empinados para iniciarse en el servicio a la revolución junto a guerreros fogueados en la lucha desde 1868. Para decirlo con ejemplos de una misma estirpe carnal y heroica: desde Panchito Gómez Toro, nacido en 1876, hasta Máximo Gómez, quien nació en 1836 y no sería el combatiente de mayor edad.

Al llegar a Cayo Hueso en enero de 1892, Martí intercambió con el venerable patriota José Francisco Lamadriz saludos que se han difundido respectivamente como "Abrazo a la revolución pasada" y "Abrazo a la nueva revolución". Pero lo probado es que en el Manifiesto de Montecristi, con fecha 25 de marzo de 1895, Martí escribió que el anterior 24 de febrero no había empezado una nueva revolución, sino que aquel día la iniciada el 10 de octubre de 1868 había "entrado en un nuevo período de guerra". En un período de pinos nuevos, si de concepciones rectoras se trataba.

Fuentes