Marcha triunfal del Ejército Rebelde

Marcha triunfal del Ejército Rebelde
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Datos Generales
Autor(es):Jesús Orta Ruiz
Año:enero de 1959
País:Bandera de Cuba Cuba


Marcha triunfal del Ejército Rebelde. Es el himno de la victoria entonado con motivo de la caravana del Ejército Rebelde desde Santiago de Cuba hasta La Habana, compuesto por Jesús Orta Ruiz.

Antecedentes

En la noche del 1 de enero de 1959, cuando salió al aire en el Canal 6 de la televisión el programa estelar Jueves de Partagás, el popular actor Eduardo Egea, quien hasta entonces debió mantener en secreto la simpatía por los rebeldes de la Sierra Maestra, estremeció a la audiencia nacional con la lectura de un poema recién llegado al canal.

Pronto se convirtió en un nuevo himno, un canto de victoria, de esperanza, que se hizo popular, y era repetido por escolares y adultos, hasta alcanzar la extensión definitiva en el acto realizado el 8 de enero, cuando por primera vez Fidel Castro se dirigía a los cubanos de la capital y de todo el país desde uno de los balcones del antiguo Palacio Presidencial.

Tras la entrada en La Habana de los comandantes Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, a medida que la columna del Ejército Rebelde encabezada por Fidel avanzaba por la Isla, el Indio Naborí completó el poema hasta la versión definitiva. Convirtiendose en el primer poema escrito después del triunfo de la Revolución.

Características

Posee un ritmo dactílico amétrico de base trisílaba que recuerda el ritmo de la Marcha de Rubén Darío. La carga de subjetividad, la calidez vivencial y ciertos recursos trovadorescos propios del poema y la canción de las multitudes. Los trovadores mozárabes solían marcar en sus zéjeles la frase o rima consabida que indicara el momento en que el público oyente debía sumarse, formando un gran coro, a la voz del cantor.

Fue ese recurso poético el que transformó en un gigantesco coro de un millón de voces a la masa de cubanos que aquel 8 de enero se reunió frente al Palacio Presidencial para escuchar al recién descubierto líder de una nación que comenzaba a andar con paso firme por su verdadera e irrenunciable independencia.

En los meses y años que siguieron, en cada acto patriótico o conmemoración relevante, una voz de mujer también nueva para el gran auditorio nacional, la actriz y declamadora Alicia Fernán, con el gallardo porte de juvenil miliciana, formaría un dúo inseparable con el Indio Naborí.

Marcha Triunfal del Ejército Rebelde

¡Primero de Enero!


Luminosamente surge la mañana.
¡Las sombras se han ido! Fulgura el lucero
de la redimida bandera cubana.
El aire se llena de alegres clamores.
Se cruzan las almas saludos y besos,
y en todas las tumbas de nobles caídos
revientan las flores y cantan los huesos.
Pasa un jubiloso ciclón de banderas
y de brazaletes de azabache y grana.
Mueve el entusiasmo balcones y aceras,
grita desde el marco de cada ventana.
A la luz del día se abren las prisiones
y se abren los brazos: se abre la alegría
como rosa roja en los corazones
de madres enfermas de melancolía:
Jóvenes barbudos, rebeldes diamantes
con trajes olivo bajan de las lomas,
y por su dulzura los héroes triunfantes
parecen armadas y bravas palomas.
Vienen vencedores del hambre, la bala y el frío
por el ojo alerta del campesinado
y el amparo abierto de cada bohío.
Vienen con un triunfo de fusil y arado.
Vienen con sonrisa de hermano y amigo.
Vienen con fragancia de vida rural.
Vienen con las armas que al ciego enemigo
quitó el ideal.
Vienen con el ansia del pueblo encendido.
Vienen con el aire y el amanecer
y, sencillamente, como el que ha cumplido
un simple deber.
No importa el insecto, no importa la espina,
la sed consolada con parra del monte,
el viento, la lluvia, la mano asesina
siempre amenazando en el horizonte.
¡Sólo importa Cuba! Sólo importa el sueño
de cambiar la suerte.
¡Oh, nuevo soldado que no arruga el ceño
ni viene asombrado de tutear la muerte!
Los niños lo miran pasar aguerrido
y piensan, crecidos por la admiración,
que ven a un rey mago, rejuvenecido,
y con cinco días de anticipación.
Pasa fulgurante Camilo Cienfuegos.
Alumbran su rostro cien fuegos de gloria.
Pasan capitanes, curtidos labriegos
que vienen de arar en la Historia.
Pasan las marianas sin otras coronas
que sus sacrificios: cubanas marciales,
gardenias que un día se hicieron leonas
val beso de doña Mariana Grajales.
Con los invasores, pasa el Che Guevara,
Alma de los Andes que trepó el Turquino,
San Martín quemante sobre Santa Clara,
Maceo del Plata, Gómez argentino.
Ya entre los mambises del bravío Oriente,
Sobre un mar de pueblo, resplandece un astro:
ya vemos… ya vemos la cálida frente,
el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro.
Lo siguen radiantes Almeida y Raúl,
Y aplauden el paso del Héroe ciudades quemadas,
Ciudades heridas, que serán curadas,
y tendrán un cielo sereno y azul.
¡Fidel, fidelísimo retoño martiano,
asombro de América, titán de la hazaña,
que desde las cumbres quemó las espinas del llano, vy ahora riega orquídeas, flores de montaña.
Y esto que las hieles se volvieran miel, se llama…
¡Fidel!
Y esto que la ortiga se hiciera clavel, se llama…
¡Fidel!
Y esto que mi Patria no sea un sombrío cuartel, se llama…
¡Fidel!
y esto que la bestia fuera derrotada por el bien del hombre,
y esto, esto que la sombra se volviera luz,
esto tiene un nombre, sólo tiene un nombre…
¡Fidel Castro Ruz!


Fuente

  • Artículo de la web [1]