Marisabel Sáenz

Marisabel Sáenz
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NombreMarisabel Sáenz
Nacimiento1897
La Habana, Bandera de Cuba Cuba
NacionalidadCubana
CiudadaníaCubana
OcupaciónActriz


Marisabel Sáenz. Fue una actriz cubana de la primera mitad del siglo XX, que poseía un temperamento envidiable y una determinada agudeza interpretativa, la cual acumuló durante la experiencia como actriz, pero estaba limitada por la carencia de una técnica moderna, dado que fue educada con el método de representación que era indispensable la dicción efectiva y perfecta.

Síntesis biográfica

Nació en 1897 en La Habana. Desplegó el grueso de la labor como actriz durante el período que diversos estudiosos del teatro republicano han denominado “etapa del teatro de arte” (1936 y 1954). Debutó el 5 de febrero de 1941, como actriz en el Women´s Club, bajo la dirección de Schajowicz, con la impactante pieza de Eugene O´Neill, Antes del desayuno.

Luego pasa al Patronato del Teatro, sin abandonar las filas, participa en 25 representaciones del grupo ADAD durante el lustro 1945-1950, agrupación en la que el nombre también fungió como tesorera.

Simultáneamente, protagoniza varios de los estrenos llevados a cabo por las agrupaciones más relevantes de la época, como el Patronato del Teatro, el Teatro Popular, ADAD y Prometeo. De ahí que haya sido considerada como una intérprete de trayectoria artística muy compleja en el panorama del “teatro de arte”, porque no solo participó en un alto número de obras, sino que además, incursionó en todos los géneros y estilos; interpretó no solo muchos, sino también desemejantes caracteres difíciles, y por ello, anhelados por cualquier actriz con pretensiones de grandeza interpretativa.

El alto nivel profesional que demostró, se debió a protagonizar autores y personajes de renombre. Fue la primera actriz en Cuba que encarnó personajes como Amanda Winfield, en Mundo de cristal, de Tennesee Williams o la Lizzie de La ramera respetuosa, de Sartre en el estreno absoluto de esa gran obra de la Modernidad en Cuba, en 1947 y 1948 respectivamente.

En 1948 encarnó dos heroínas de estatura envidiable: en julio, la Blanche Dubois de Un tranvía llamado deseo, también de Williams, dirigida por Centeno; y el 23 de octubre en el teatro de la Escuela Municipal José Manuel Valdés Rodríguez, con el Grupo Prometeo y bajo la égida de Francisco Morín representó la Clitemnestra de Electra Garrigó, primer texto de Virgilio Piñera llevado a la escena, el cual tuvo una resonante acogida del público.

Se desempeñó en caracteres de naturaleza diversa. En 1944 llevó a cabo la Doña Rosita la soltera y en 1945 La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca; en esta última puesta en escena se consideró la labor, en opinión de figuras como Modesto Centeno y Adolfo de Luis, como una de las creaciones inolvidables.

Fue una actriz ampulosa en los personajes dramáticos o trágicos y La zapatera prodigiosa, cuyo carácter tiene mayor marca popular y gracia cómica, la liberó de propensión a los tonos exagerados, que al parecer fueron una limitante suya durante toda la trayectoria artística.

Antonio Reyes, a raíz del estreno de Las de Barranco, apuntaba:

Trabajó en uno de los papeles centrales de la obra la eminente actriz Marisabel Sáenz. Preocupada, tal vez por no caer en el pecado de aparecer demasiado trágica —su rol de Carmen así lo exigía— nos obsequió en contadas ocasiones con su linda sonrisa, pronunciando algunos parlamentos con excesiva precisión y demasiada seguridad, como el alumno que ha aprendido una lección y la recita al galope. Aparte de esto, fue uno de sus mejores trabajos para el Teatro Popular".

Características

Fue una actriz notable, poseyó una elevada cultura, dueña de numerosos recursos histriónicos valorados con mérito por la voz crítica que acompañó el grueso del desempeño actoral. La presencia en la escena expresaba un dominio del decir así como un intuitivo concepto psicológico que trasladaba a los personajes.

Fue virtuosa en la precisión de los movimientos, mostraba elegancia en los movimientos, propios de una figura escénica. Representó la forma de actuar de las actrices de esa época, pero sobresalió por la voluntad y dedicación. Artista de mérito, sino que alcanzó la integridad interpretativa debido al rigor y la exigencia, acompañados por una estricta disciplina que llevó al extremo en la labor artística y docente.

Actriz culta, considerada merecidamente una gloria del teatro de arte, presencia en los años 1950 el eclipse de la carrera, la sostenida e incesante intervención en relevantes estrenos de esa época son cada vez menos frecuentes, se le puede ver en algún que otro programa de televisión o escuchar ocasionalmente en la radio, con más demora en el teatro, aunque en relación con este último mostró siempre un apasionado interés, al cual entregó con todo el talento e inteligencia.

Permaneció aferrada a antiguas normas que la condujeran por el camino del éxito. A todo ello contribuyó que los directores emprendieran una búsqueda de rostros vírgenes. En lo adelante se fortalece la labor pedagógica que iniciara junto a la carrera como actriz.

Labor docente

El claustro de la Academia Municipal de Artes Dramáticas (AMAD), desde la fundación, contó con la presencia de ella, allí impartió clases de Teatro en Verso y Entonación, asignatura que comenzaba el plan de estudios en el segundo año de la carrera.

El repertorio que hacía aprender a los alumnos eran el monólogo de La moza de cántaro, de Lope de Vega; el de Segismundo, de La vida es sueño, de Calderón y el Peribáñez, también de Lope, en una escena dialogada. Pedía mucho al actor que se entregara a la emoción implícita en cada parlamento, que aclaraba el sentido y la lógica formal del verso en la estructura, que exigía una pronunciación perfecta, en la que se escucharan claramente todas las Z y las S.

Era estricta en la emisión y el sentido del verso, y luchaba denodadamente contra el sonsonete de la rima. En cuanto al gesto, exigía que este fuera preciso y expresivo, siempre enérgico. Todo lo cual es comprensible ya que la expresión briosa y temperamental, descansada sobre una partitura de acciones precisas fuera lo que, en mayor grado, la inmortalizó.

Como directora artística al frente de los alumnos de la AMAD, representó en enero de 1956, en el Palacio de Bellas Artes, Palabras en la arena, de Antonio Buero Vallejo. Al parecer el único montaje conocido hasta la fecha. El ánimo de dirigir se vio interrumpido debido a una hemiplejia severa que padeció.

En 1960 pasó a ser colaboradora del Archivo General de Cultura y allí, dado que sentía la necesidad de continuar siéndole útil al teatro, redactó cuidadosamente la relación de datos fundamentales, exposición y análisis, de los repertorios y los programas de cada uno de los estrenos ocurridos durante el período del teatro de arte.

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