Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta

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Miguel Ángel de Quevedo
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NombreMiguel Ángel de Quevedo Zubieta
Nacimiento27 de septiembre de 1862
Guadalajara, Jalisco,Bandera de los Estados Unidos Mexicanos
Fallecimiento15 de julio de 1946
Ciudad de México, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos
NacionalidadMexicana
CiudadaníaMexicana
OcupaciónEcologísta

Miguel Ángel de Quevedo y Zubieta, fue un ingeniero e investigador ecologista mexicano que dedicó gran parte de su vida al estudio y cuidado de la flora. Es a veces llamado el «Apóstol del árbol». Fue nombrado jefe del Departamento Forestal de la Secretaría de Agricultura. Miguel Ángel de Quevedo ganó renombre por su dedicación a la defensa forestal de México. Fue hermano de Salvador de Quevedo y Zubieta y del ingeniero Manuel G. de Quevedo y Zubieta.

Síntesis biográfica

Nació en Guadalajara, Jalisco, el 27 de septiembre de 1862, en el seno de una familia próspera, educado en la clase alta, gozó de varios privilegios, estudió en las mejores escuelas de Guadalajara y no desarrolló especial interés en la naturaleza, sino hasta después. Su vida cambió cuando tenía 10 años y su madre muere por las penurias de atender a su esposo enfermo, quien también sucumbe siete años después, dejándolo bajo la custodia de su tío, un canónigo en Bayonne, Francia. Eso lo enfrentó no sólo a la muerte de sus padres sino a una cultura extranjera y a la decisión de seguir el camino del celibato. El paisaje de los Pirineos despertó entonces su gusto por la naturaleza. Asistió a colegios que se encontraban cerca de las montañas, sus maestros entremezclaron sus enseñanzas con viajes al campo, y posteriormente, ingresó a la Universidad de Burdeos, donde recibió el grado de bachiller en Ciencias en 1883. Con su título y una recomendación de Gastón Planté, miembro de la Academia de Ciencias de Francia, marchó a París. En 1887, en pleno Profiriato, regresó a México para participar en diversas obras de la capital, como la construcción del desagüe del Valle de México (el “Gran Canal”), donde se encargó de advertir que la desecación de los lagos que rodeaban a la ciudad, como el de Texcoco, podían acabar con la biodiversidad de la zona, así como afectar la salud de los habitantes. Es decir, predijo los efectos dañinos que producirían contaminantes como los que hoy se conocen como “partículas suspendidas”. También advirtió que el crecimiento de la Ciudad de México, aunado a la aniquilación de sus ríos y lagos, la harían propensa a inundaciones, un problema que todavía padece la capital, pero que durante la primera mitad del siglo 20 afectó gravemente a zonas como el Centro Histórico.

Carrera profesional

Constructor de parques y activista ecológico

Ya de regreso a la Ciudad de México, convertido en un experto en temas forestales, fue todo un activista que impulsó la creación de leyes modernas en temas como la conservación de bosques, ríos y lagos para evitar impactos negativos al ambiente y a la salud pública. En sus días, la Ciudad de México padecía unas espectaculares tolvaneras provocadas por el polvo que el viento levantaba en las zonas que antes eran parte del gran lago y que empezaban a secarse (de hecho, la ciudad las siguió padeciendo, aunque un poco más leves, hasta finales de los 70), por lo que se encargó de sembrar árboles en diversas zonas de las afueras de la ciudad para ayudar a mitigarlas, además de reforestar algunos cerros. Como todo en el Porfiriato, que ya vivía sus últimos días, las modas venían de París, y una que llegó decía que las grandes ciudades debían tener, por lo menos, 15 por ciento de zonas arboladas, por lo que Miguel Ángel de Quevedo consiguió la colaboración de importantes personajes, como Frederick Law Olmsted, quien diseñó el Central Park de Nueva York, para asesorarse en sus acciones que llevaron a que en la Ciudad de México se construyeran 34 parques, cuando sólo tenía dos, lo que representaba un 16 por ciento de áreas verdes.

El Desierto de los Leones y los Viveros de Coyoacán

Mientras desarrollaba este trabajo, consiguió la donación de unos terrenos en Coyoacán, que pertenecían a un rancho llamado “Panzacola”, con el fin de crear un gran vivero. Tras padecer constantes recortes presupuestales y desinterés de las autoridades que debían darle el dinero para sus proyectos ecológicos, logró que el mismísimo Porfirio Díaz le ayudara a crear el primer gran vivero de México sostenido por el Gobierno, lugar que hoy se conoce como “los Viveros de Coyoacán” (de hecho, actualmente, en una de las entradas hay un busto de Miguel Ángel de Quevedo rememorando su obra).

La ecología en la Constitución de 1917

Con Victoriano Huerta no se llevaba tan bien, ya que este político no le prestaba importancia a los temas ecológicos y de conservación y, como veía con malos ojos su labor, lo desterró a Francia. Cuando cayó Huerta, regresó a México y convenció a los constituyentes de 1917 que en el artículo 27 se incluyera la leyenda: “La Nación siempre tendrá el derecho de imponer sobre la propiedad privada las reglas que dicte el interés público, y de reglamentar el uso de los elementos naturales, susceptibles de apropiación, de modo de distribuir equitativamente la riqueza pública y salvaguardar su conservación”. En los años siguientes, siguió con su activismo para que, en 1926, consiguiera que el Presidente Plutarco Elías Calles promulgara una ley forestal en México, de la cual todavía está basada la ley actual.

  • Miguel Ángel de Quevedo murió el 15 de julio de 1946.

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