Miguel José Gastón de Iriarte

don Miguel José
Información sobre la plantilla
Nombredon Miguel José Gastón de Iriarte y Elizacoechea
Nacimiento4 de febrero de 1716
Errazu, en el valle de Baztán del reino de Navarra
Fallecimiento1 de enero de 1797
OcupaciónTeniente General de la Real Armada Española
Hijosdon Miguel María Gastón de Iriarte y Navarrete
Padresdon Antonio Gastón de Iriarte Borda y Arrachea y su esposa doña Estefanía de Elizacoechea

don Miguel José Gastón de Iriarte: Teniente General de la Real Armada Española. Caballero de la Real Orden Militar de Santiago. Capitán Comandante de las Reales Compañías de Guardiamarinas.

Síntesis biográfica

Infancia y Juventud

Vino al mundo en la casa familiar de Iriartea situada en la población de Errazu, en el valle de Baztán del reino de Navarra, el día cuatro de febrero del año 1716. Siendo su familia de acrisolada hidalguía, fueron sus padres don Antonio Gastón de Iriarte Borda y Arrachea y de su esposa doña Estefanía de Elizacoechea.

Por su alto rango no le fue difícil conseguir la Carta-Orden de ingreso en la Real Compañía de Guardiamarinas del Departamento de Cádiz, única existente entonces, sentando plaza el día treinta de diciembre del año 1733, comenzando sus estudios, de los que previamente ya había recibido una buena formación, sobre todo en el domino de las matemáticas, por lo que no le costó mucho tiempo pasar con holgura los exámenes.

En el año 1736 se le ordenó embarcar para las prácticas finales en los buques de la Flota de Indias, que al mando del general don Manuel López Pintado, ya marqués de Torre Blanca cruzó el océano haciendo el recorrido natural de esta Flota, arribando a La Guaira, Cartagena de Indias, Veracruz y la Habana, donde en los primeros se desembarcaban los azogues y de paso en todos se cargaba el situado de los impuestos, zarpó del último puerto mencionado con rumbo a la Península, no teniendo ningún mal encuentro en su travesía, logrando dejar caer las anclas en la bahía de Cádiz el día veintiocho de agosto del año de 1737.

Ya conseguido su título de guardiamarina se le ordenó embarcar en la escuadra al mando del general don Rodrigo de Torres, mientras se hacían los preparativos recibió la grata nueva de ser ya oficial, por Real Decreto del día 7 de abril del mismo año 1740, en el que se le comunicaba su nuevo grado de alférez de fragata, zarpó de la bahía de Cádiz mediado el mes de septiembre del mismo año, poniendo rumbo a Cartagena de Indias donde ya el general don Blas de Lezo, se encontraba desde el día 11 de marzo del año 1737, preparando las defensas de la plaza por el avistamiento continuo de fuerzas navales británicas.

Pasó a formar parte de las fuerzas destinadas a la defensa de Cartagena de Indias, teniendo como jefe al teniente general don Blas de Lezo, ya que la escuadra con la que había viajado al mando del general don Rodrigo de Torres, zarpó de Cartagena el día ocho de febrero del año de 1741, con rumbo a reforzar la isla de Cuba y principalmente su capital el puerto y ciudad de la Habana.

Entre el día 15 de marzo que comenzaron los combates y ya vencidos entre los días 15 a 19 de mayo, fueron realizando al estilo británico, o sea muy pausadamente los preparativos de reembarque de los materiales y tropas, siendo el día 20 de abril, cuando la flota aparejó y comenzaron a desfilar por el canal, que tanto les había costado conseguir abrir y que tan poco tiempo habían conservado; estando ya en aguas libres pusieron rumbo a Jamaica.

Otra etapa de su vida

Para nuestro biografiado fue su bautismo de fuego, es indudable que fue una gran ocasión, quizás la segunda más grande que vieron los tiempos, por lo que dada su juventud y ganas, estuvo en la mayor parte de los combates, donde derrochó valor y dotes de mando, lo que le significó, que a aparte de ser uno de los vencedores (satisfacción personal de muy alta estima), por el reconocimientos de sus superiores, S. M. firmó la Real Orden del día diecisiete de noviembre siguiente, por la que se le ascendía al grado de alférez de navío, continuando en la plaza destinado.

1743

Hasta que a principios del año 1743, se le ordenó embarcar para regresar a la Península, arribando a la bahía de Cádiz, pero al desembarcar se le destino al Departamento de Cartagena, pasando como oficial subordinado al navío Hércules, que formaba parte de la escuadra del mando del general don Juan José Navarro, con la que zarpó con rumbo a Génova. Al sufrir el fracaso sobre esta ciudad, la escuadra tuvo que dejar estas aguas y poner rumbo a la base francesa de Tolón, donde fue bloqueada por la británica al mando del almirante Mathews.

En vista de esto, don Felipe V guiado por el buen logro de que la escuadra española pudiera romper el bloqueo firmó el primer Pacto de Familia, con su tío rey de Francia Luis XV y éste ordenó a su anciano almirante La Bruyère de Court, que zarpara dando protección a la española, pero con la orden de no combatir si no eran atacados.

1744

El día veintidós de febrero del año de 1744 zarpó la escuadra combinada y poco a poco fue formando la línea ya mencionada, por lo que el almirante británico que se mantenía a barlovento fue dejando pasar a la escuadra francesa, al comenzar a salir la española su división dando arribadas se fue acercando hasta colocarse a tiro de cañón, en ese momento rompió el fuego sobre los españoles.

Cuando ya se hacía de noche, los británicos habían sufrido el desarbolo de cuatro de sus navíos y la pérdida de cuatrocientos hombres, por parte española (ya que la escuadra francesa no efectuó ni un solo disparo) dos navío estaban muy mal tratados, el Real Felipe y el Constante mientras que el Poder que era uno de los mercantes armados, después de batirse contra tres enemigos y con media tripulación fuera de combate fue apresado, pero fue recuperado al día siguiente por los franceses, quienes dijeron que estaba en muy mal estado y le pegaron fuego, las bajas fueron de algo más de seiscientos hombres entre heridos y fallecidos.

1745 al 1747

Al año siguiente de 1745, se le ordenó embarcar en una Flota de Indias, con la que volvió a realizar el mismo viaje a Tierra Firme, Veracruz y la Habana, regresando sin problemas de mención a la bahía de Cádiz, donde desembarcó pasando a destino en el propio Departamento, a principios del año 1747 se le ordenó embarcar en el navío Glorioso, que estaba al mando del capitán de navío don Pedro Mesía de la Cerda, con el que zarpó con rumbo a la Habana para cargar el situado, siendo cargado con cuatro millones de pesos en plata amonedada. (Acuñada).

Zarpó de la Habana con rumbo a la bahía de Cádiz, pero al estar a la vista de las islas Azores, siendo el día 25 de julio (fecha siempre emblemática para las armas españolas) y martes, divisaron por el ENE a un convoy británico, pero que quedaba desdibujado por la niebla, al ir acercándose se pudieron distinguir, que eran diez los buques y entre ellos, los de su protección que eran tres buques de guerra, a saber, un navío el Warwick de 60 cañones, una fragata la Lark de 40 cañones y un bergantín de 20 cañones; viendo que la escolta era muy superior a él y que sus órdenes eran el llegar a puerto español, para desembarcar su carga, hizo caso omiso e intento zafarse de entablar combate; pero no sin dar la orden de zafarrancho de combate y mandar ceñir el viento, para mantener el barlovento, no era cobardía, sino más bien el estricto cumplimiento de una orden, lo que le hacía tomar esa decisión.

Sobre el medio día, la niebla se fue levantando, entonces se pudo apreciar con claridad que el convoy estaba compuesto por quince buques, de ellos el bergantín se acercó a reconocer al Glorioso, pero se mantuvo por su aleta de estribor a una distancia de unas dos millas; al distinguir la nacionalidad del navío, comenzó a hacer señales a los suyos por banderas, que en esos instantes se mantenían a unas cuatro leguas de la posición del navío español.

El bergantín recibió órdenes por el mismo sistema de señales, de que sin arriesgar demasiado procurara entretener al navío, por ello sobre las 2100 horas, rompió fuego contra él pero intentándolo coger de través, por lo que don Pedro Mesía ordenó trasladar dos cañones de a 18 y dos de a 24 a popa, lo que dio por resultado que el enemigo no se pudiera acercar en demasía y solo se hacía un fuego a mucha distancia, por ello resultó ineficaz a todas luces.

Pero el bergantín no dejo de hacer fuego durante toda la noche, lo que obligaba a la tripulación del Glorioso a mantenerse sobre los cañones; sobre las 1100 horas del día siguiente el resto de los buques de la escolta del convoy, pudieron llegar a distancias más cortas, al mismo tiempo que el bergantín se acercó a ellos para pedir nuevas instrucciones, momento que aprovechó don Pedro, para dar la orden de que se diera la comida y que sus hombres descansaran un poco, pero todo ello sin dejar sus puestos.

Sobre las 1400 horas sobrevino un chubasco que dejó al Glorioso sin viento, lo que permitió a los enemigos darle alcance pues curiosamente ellos si tenían viento, hecho que se produjo sobre las 2100 horas; ante la proximidad de los buques británicos, el Glorioso desplegó al viento su gallardete y viró, para presentar su costado a quienes tan porfiadamente le habían estado persiguiendo. Al mismo tiempo que el bergantín recibió la orden de dirigirse a proteger al convoy, por no ser un buque que pudiera prestar mucha ayuda en el combate dado su pequeño porte.

Al mando de la fuerza enemiga estaba Jonh Crooksanks, que de inmediato dio orden a la fragata que diera caza al español, dada su mayor velocidad era factible y si le causaba algún daño en el aparejo, y mermaba su velocidad él podría darle alcance, siguiendo sus aguas con el navío con el que pensaba dar por terminado el combate; efectivamente la fragata le dio alcance y se colocó a distancia de tiro, por la banda de estribor de nuestro navío, pero sabía que no podía ponerlo fuera de combate por sí sola, confirmándose casi al instante, pues el nuestro a las pocas descargas, dejó seriamente averiada a la fragata en casco y arboladura, ya que en este poco fuego fue desarbolado del mastelero de sobremesana, además la batería baja (o primera) del navío lo hacía sobre el casco, lo que le produjo grandes desperfecto y agujeros, por ello se debió de retirar de la acción y como causa de todo ello se fue a pique al poco tiempo, (lo que viene a confirmar que los nuestros no solo tiraban a la arboladura); todo esto sucedía siendo noche cerrada pero con tanta luz por la Luna que estaba en fase llena, que se podía apuntar perfectamente y así sucedió.

Su sacrificio no había sido en vano, el navío británico pudo dar alcance al nuestro y de nuevo se entablo combate, eran las dos de la madrugada cuando se rompió el fuego, el Glorioso había virado en redondo para presentar su banda de estribor, pero dejándolo llegar a tiro de pistola « para que le alcanzasen hasta los tacos y así no desperdiciar tiro ninguno » una hora y media después, el fuego del Glorioso había hecho mella en el buque enemigo, había perdido su palo mayor y su mastelero de trinquete, estando desmantelado por completo, lo que le obligó a abandonar el enfrentamiento.

Nuestro navío había sufrido daños (no tiraban caramelos), tenía cinco muertos con cuarenta y cuatro heridos, con casi todas sus velas dañadas, además de haber encajado cuatro impactos de bala a flor de agua, que fueron los primeros en ser taponados, la tripulación se puso manos a la obra para reparar los daños que se pudiesen con los medios de a bordo; pero su misión no había acabado, ya que sus órdenes eran las mismas que recibió al salir de las Antillas, llegar a España y desembarcar la valiosa mercancía en un puerto seguro, por lo que prosiguió su navegación y no se entretuvo en rematar al británico (acción que tiene a sus detractores, poco menos que de cobardía, pero no son españoles).

Al llegar la noticia al Almirantazgo británico de la derrota sufrida, por fuerzas inferiores provocó que el comodoro John Crooksanks fuera sumariado, por la denegación de auxilio y negligencia en el combate, sometido a consejo de guerra, su veredicto de culpabilidad en la derrota, se confirmo con la expulsión de la Marina británica, con lo que paso a ser uno más de la larga lista de marinos de esa nacionalidad, cuya carrera se veía truncada por la postura indomable y el heroísmo de los españoles, pero aun le seguirían otros.

El 17 de octubre al llegar a la encrucijada del Cabo de San Vicente (lugar de tantos encuentros navales, por ser de obligado paso a nuestros puertos del Sur y del Mediterráneo); había en él una división, como no, de corsarios británicos llamada Royal Family, nombre dado por los nombres de los buques que componían su agrupación, que eran cuatro fragatas que en total montaban 120 cañones, siendo sus nombre King George,Prince Frederick, Duke y Princess Amelia, llevando en total novecientos sesenta hombres de tripulación, estando al mando del comodoro George Walker.

Walker estaba observando el combate desde la lejanía, estando inclinado a recriminar al capitán de la Prince Frederick por iniciarlo y dijo: « Dottin disparará todos sus cartuchos y se verá obligado a disparar con pólvora sola, con lo cual puede ocurrir cualquier fatal accidente »; cuando estas palabras acababan de salir de su boca, se oyó un fuerte estampido y al ver el buque envuelto en llamas exclamó: « ¡Oh, cielos! Se ha ido Dottin y todos sus valientes no existirán más », pero no era la fragata la que había saltado por los aires.

No tuvo tanta suerte el buque británico, ya que después de un duro intercambio de pólvora y hierro, el Glorioso había producido varios incendios en el navío Darmouth, uno de ellos prendió en la santabárbara del británico, lo que lógicamente provocó la voladura inmediata, causando su pérdida total y la de más de trescientos hombres de su dotación, solamente se salvaron catorce (según otras fuentes fueron doce), entre ellos un joven oficial llamado O’Brien que salió despedido por una porta medio desnudo y al ser recogido flotando sobre una cureña de cañón, por un bote de la Prince Frederick, al presentarse al capitán de ésta, Dottin le dijo: « Sir, debe excusar mi falta de uniformidad al venir a un buque extraño, pero en realidad yo dejé el mío con tanta prisa que no tuve tiempo de cambiarme »

Cuando posteriormente arribó la Royal Family al puerto de Lisboa, uno de los armadores le dio a Walker una grosera bienvenida, por haber arriesgado su barco contra un buque de guerra muy superior en porte y cañones, a lo que éste le contestó « Tenía un tesoro, si hubiera estado éste a bordo, como yo esperaba, vuestro saludo hubiera sido muy otro; si hubiésemos dejado escapar este tesoro a su bordo, ¿qué hubierais dicho entonces? »

Como no podía ser de otra manera recibieron nuevos refuerzos, esta vez sí que iba a ser un hueso duro de roer, pues se trataba de un navío de 92 cañones (otros autores le dan como de 80) el Russell, (que también pertenecía a la escuadra del almirante John Byng) el que inmediatamente se puso al costado del español y comenzó un nuevo acto de este largo combate, fueron llegando las tres fragatas corsarias, uniendo sus fuegos contra el Glorioso, aún y así aguantó el tremendo castigo, consiguiendo a pesar de estar en inferioridad y en mal estado, que algunos de sus fuegos pusieran en duros apuros a alguno de sus enemigos, en estas condiciones se prolongó el combate desde las 2400 horas de la noche hasta el amanecer.

Como es de suponer el nuestro estaba ya muy castigado, el casco tenia tantos agujeros que amenazaba con hundirse, además había agotado la munición y la pólvora, lo que le imposibilitaba hacer fuego, a parte que su aparejo había casi desaparecido por completo, por lo que la defensa ya no era posible, tenia treinta y tres muertos y ciento treinta heridos y como es natural los restantes miembros de la tripulación ya carecían de fuerzas, por el agotamiento a que habían sido sometidos, todo esto decidió a don Pedro Mesía que proseguir en la defensa era solo alargar el combate y con él la muerte de muchos otros tripulantes, ordenando arriar la bandera y rendirse.

De poco les sirvió a los británicos el buque, se encontraba en tan mal estado que al llegar a Lisboa, tuvo que ser desguazado y además sin recompensa, por lo que ni el buque les sirvió para compensar sus pérdidas, que es como ya hemos visto lo que más les dolía.

Es cierto que nuestro navío sucumbió, pero había cumplido su misión que no era otra que el transportar los caudales y dejarlos a salvo en la Península, para ello se enfrentó sucesivamente a una fuerza siempre superior, a la que le causo daños irreparables y otros menos graves, pero su pérdida ocasionada por los diferentes encuentros no merma en ningún sentido el valor y destreza demostrados, más la resistencia de aquellos primero navíos, por todo ello causó a sus enemigos daños prohibitivos que no se podían permitir.

Al poco tiempo fueron rescatados todos y pasaron al Departamento de Cádiz, donde se celebró el Consejo de Guerra por la pérdida del navío, pero como era de esperar la sentencia fue de absolución completa para todos, pero incluso algunos fueron ascendidos, como su comandante y don Miguel Gastón que resultó herido en una de las acciones, pero éste con doble ascenso, ya que primero se le entregó la Real Orden del día 17 de junio del año 1747, comunicándole su ascenso al grado de teniente de fragata, el cual llegó cuando ya había zarpado con el Glorioso y a continuación por la defensa del mismo buque, se le entregó la Real Orden del día 30 de julio del año 1747, comunicándole su ascenso al grado de teniente de navío.

1748 al 1754

Pasó al hospital y posteriormente a su casa, donde terminó de recuperar su salud, presentándose de nuevo en el Departamento de Cádiz a finales del año 1748, al poco tiempo se le ordenó embarcar en el navío Constante, con el que realizó un tornaviaje al apostadero de Montevideo, a su arribó a la bahía se le cargó con tropas, con la comisión de ser transportadas a las islas Canarias, pasando después a los típicos cruceros de protección del tráfico marítimo procedente de ultramar, en una de sus arribadas para reabastecer el buque se le entregó la Real Orden del día 20 de marzo del año 1754, por la que se le comunica su ascenso al grado de capitán de fragata.

1754 al 1760

Al poco tiempo se le entregó el mando de la Juno, para realizar un viaje a los mares del Sur, zarpando de Cádiz en el mes de abril del año 1754 con rumbo a las islas Malvinas, arribando a su puerto Soledad donde se preparó el buque para doblar el cabo de Hornos, arribando primero a Valparaíso, posteriormente a La Concepción, Arica y el Callao, quedando allí asignado a las órdenes del Virrey, realizando cruceros de protección al tráfico marítimo y comisiones entre los diferentes puertos, transportando hombres y materiales de unos a otros, hasta que recibió la orden de regresar a la Península, haciéndolo por el mismo derrotero y a su arribada a la bahía de Cádiz, hacía seis años y tres meses que había zarpado de ella, al desembarcar se le entregó la Real Orden del día 13 de julio del año 1760, el mismo de su llegada, con la noticia de haber sido ascendido al grado de capitán de navío.

1764 al 1774

Siendo destinado al mismo Departamento en trabajos de su grado, por espacio de tres años y medio. A principios del año 1764 se le entregó el mando del navío Brillante, para realizar una comisión secreta en el [[mar Báltico]], utilizando como escalas tanto a la ida como al regreso los puertos británicos de Plymouth y Portsmount, y los franceses de Brest y Rochefort, lo que le supuso tener un pequeño conocimiento de ambos países y su poder naval recabando todo tipo de información, para evitar que el destino le pudiera jugar una mala pasada y se perdieran los documentos precavidamente arribó a Ferrol, donde hizo entrega de ellos zarpando de nuevo para arribar a la bahía de Cádiz.

Al poco de su llegada se le comisionó para realizar el corso en el Mediterráneo, ya que las regencias norteafricanas habían vuelto a las andadas, más bien nunca lo dejaron, solo que hubo épocas de calma, pero desde hacía un tiempo se habían vuelto a agitar las aguas, para garantizar el tráfico marítimo no había más que tener buques en la mar, en alguna de sus arribadas se le destinó a transportar tropas a las islas Canarias, y en otras ocasiones lo mismo más pertrechos de guerra y boca, para las plazas de soberanía española en el norte del continente africano. Permaneciendo en estas comisiones desde el citado año 1764, hasta el 1773.

En este año se creó el grado de Brigadier, siendo Gastón uno de los primeros en serlo, puesto que por Real Orden del día 20 de diciembre del propio año, se le ascendió a este nuevo empleo. El día 23 de junio del año 1774, se le entregó el mando de la escuadra de evoluciones, zarpando de su base de Cartagena con rumbo al Departamento de Cádiz, donde se le dio la orden de salir con la misma escuadra a efectuar ejercicios de instrucción, que resultaron tan eficaces que al ser puesto en conocimiento del Rey, éste firmó la Real Orden del día 20 de diciembre del mismo año 1774, por la que era ascendido al grado de jefe de escuadra. Por lo que estuvo exactamente un año en el grado de brigadier.

En este mismo año, se había decidido disponer de una escuadra en cada Departamento, siéndole entregada a Gastón la de Cádiz, con ella participó en todos los cometidos y comisiones que eran ya frecuentes en éste; auxilio a las plazas de soberanía norteafricanas, conducción de tropas a los mismo lugares y las islas Canarias, más la consabida de protección del tráfico marítimo procedente de Ultramar, alcanzando en la mayor parte de las veces las isla Terceras, dejando alguna división entre los cabos de Santa María y San Vicente de reserva.

Por Real Orden, se le comisionó especialmente para una visita como plenipotenciario a la ciudad de Lisboa, para ello y por no dejar sin vigilancia sus aguas solo la realizó con una división, a pesar de ser por el motivo dicho, los lusitanos se lo tomaron como una demostración de humildad, lo que le facilitó aún más si cabe poder conseguir el éxito en su misión. Fue tal el efecto que causo el hecho en el Rey, que por ser ya caballero de la Real Orden Militar de Santiago, le fue concedida la encomienda de la Reina, la cual daba una renta anual de doce mil seiscientos siete reales de vellón.

1779

Continúo al mando de la escuadra de Cádiz, hasta que en una de sus arribadas se le entregó la Real Orden del día 12 de febrero del año 1779, por la que se nombraba Capitán Comandante de las Compañías de Guardiamarinas, ya que tres años antes se habían creado las de Cartagena y Ferrol. Se encontraba realizando sus actualizaciones en los estudios de los futuros oficiales para mejorar su educación, cuando se le entregó la Real Orden con fecha del día 27 de abril siguiente, por la que se le ascendía al grado de teniente general.

El día 22 de junio del año 1779 se declaró la guerra a la Gran Bretaña y se armó una escuadra al mando del general don [[Luis de Córdova y Córdova]], formada por treinta y un navíos, siete fragatas, dos urcas, dos brulotes, una saetía y una tartana, siendo el buque insignia de ella el Santísima Trinidad único tres baterías existente en la Armada, zarparon de la bahía de Cádiz doblando el cabo de San Vicente y poniendo proa al Norte, al llegar a la altura del cabo de Finisterre, se le unió la escuadra del Ferrol compuesta por ocho navíos y dos fragatas, al mando del teniente general don Antonio de Arce prosiguieron rumbo al N y se encontraron con la escuadra francesa al mando del conde D’Orvillers compuesta por treinta navíos, dos fragatas, siete buques menores y tres brulotes entregándole el mando de la combinada al conde francés.

La escuadra del mando de don Miguel Gastón recibió la orden de permanecer en apoyo de la francesa en el puerto de Brest, mientras que el resto de la española pasó a la bahía de Algeciras, para apoyar con sus fuegos y presencia el recientemente comenzado gran bloqueo de Gibraltar. Al poco tiempo los franceses no consideraron seguir con su plan de invasión de la isla británica, por lo que la escuadra del general Gastón más bien molestaba a los franceses, ya que tenían que mantenerla, recibiendo la orden de regresar a la bahía de Cádiz, pero ahora no se dominaba la mar como cuando fueron unidas ambas naciones, sabedor de ello, destacó sus fragatas en descubierta, las cuales le avisaban por medio de banderas de la presencia de fuerza enemigas, así fue sorteando a las varias escuadras británicas que le querían cortar el paso, pero consiguió burlarlas a todas llegando la escuadra al completo a su base, uniéndose al resto de la escuadra.

1780

Se tuvo conocimiento de la salida de la escuadra al mando del almirante Rodney, con un convoy en socorro para el Peñón, para ello se intentó montar un dispositivo entre franceses y españoles con la intención de interrumpir su paso, por diferentes razones no se pudo llevar a efecto, por ejemplo la escuadra del general don Manuel Gastón zarpó de la bahía de Cádiz rumbo al océano, para cumplir la misión ya mencionada, pero una vez más el Dios Eolo se puso de parte de los británicos, ya que se desató un furioso temporal que obligó a Gastón a regresar como pudo a Cádiz con varios navíos dañados, causa por la que no pudo ayudar a su general en jefe Lángara, en el combate del cabo de Santa María, que tuvo lugar el día 14 de enero del año 1780.

Al tener su escuadra ya reparada y lista recibió la orden de zarpar de la bahía de Cádiz y unirse a la escuadra del general don Luís de Córdova, que ya se encontraba en la bahía de Algeciras para dar el asalto final al Peñón, al arribar pasó al navío del general en Jefe donde se le informó y recibió las órdenes oportunas para colocar a su escuadra en protección de los atacantes.

Para el ataque a Gibraltar se reunió un ejército francés y otro español, al mando en conjunto del duque de Grillon, mientras la escuadra aliada lo estaba al mando del general don Luís de Córdova, compuesta nada más que por setenta y cuatro navíos de ambas naciones, con varias fragatas. (Con con total probabilidad la mayor escuadra combinada reunida en todo el siglo XVIII para un combate).

1782

El día 13 de septiembre del año 1782 al amanecer zarparon a remolque las diez baterías flotantes invento del francés D’Arçon, pero al mando del general don Ventura Moreno quien apoyaba con su división de navíos a éstas, teniendo que volcarse en su auxilio cuando comenzaron a arder por efecto de las ‹ balas rojas › que les disparaban los defensores, envió sus embarcaciones menores a apagar los fuegos e intentar salvar a las dotaciones, mientras en primera línea se encontraban las lanchas cañoneras, inventadas por don Antonio Barceló y él a su mando, saliendo estas casi ilesas del enfrentamiento, en el que en total se estuvo cruzando el fuego de más de mil piezas de artillería entre ambos contendientes.

Al apercibirse del desastre que se avecinaba, el general don Luís de Córdova ordenó por señales de banderas, que se arriaran todos los botes de la escuadra con la misión de intentar socorrer a las indefensas tripulaciones de tan infausto invento.

En los incendios y voladuras de estas pesadas baterías en teoría insumergibles e incombustibles, con circulación de agua ‹ como la sangre por el cuerpo humano ›, hubo trescientos treinta y ocho muertos, seiscientos treinta y ocho heridos, ochenta ahogados y trescientos prisioneros; pero los efectos fueron superados en mucho por el bombardeo de las lanchas cañoneras inventadas por Barceló, que lo hacían seguro y muy efectivo. En Gibraltar se defendía valerosamente el general británico Elliot. La plaza llegó a estar en gran necesidad y le fue enviado un convoy con provisiones, escoltado por una escuadra de treinta navíos mandada por el almirante Howe.

Le salió al encuentro el general Córdova con sus fuerzas, pero las enemigas con su convoy aprovecharon un fuerte temporal de Poniente cuyos vientos les favorecían consiguiendo arribar al Peñón descargando los tan esperados auxilios. Perdiéndose el navío español San Miguel, arrojado por la tempestad bajo los mismos muros de Gibraltar.

Cuando lord Howe se hizo de nuevo a la mar con rumbo al Atlántico, el general don Luís de Córdova le salió de nuevo al paso y se trabó el combate del día 20 de octubre del año 1782, en aguas frente al cabo Espartel, de quien recibe el nombre.

Los buques enemigos por llevar ya forradas sus obras vivas de cobre tenían mayor andar, lo que les permitió mantenerse en todo momento a la distancia que les convenía y cuando ya el resto de la escuadra española iba llegando al combate, decidieron por el mayor número de navíos españoles rehuirlo, viraron y cazaron el viento enseñando sus popas se fueron alejando del alcance de la artillería española. El coloso español, el navío Santísima Trinidad, del porte de 130 cañones sólo pudo hacer una descarga completa de todas sus baterías, su lentitud le impidió poder hacer más. Regresando la escuadra a la bahía de Cádiz en día veintiocho siguiente.

1785

Fallado todo, regresó a la bahía de Cádiz la escuadra completa, regresando a la Comandancia de la Compañías de Guardiamarinas, hasta que en el año de 1785 se le dio la orden de desembarcar de su navío, el Rayo, que había sido su buque insignia durante todas estas operaciones arriando su insignia de él.

1786

Desde el año 1779 que se le había nombrado Capitán Comandante de las Reales Compañías de Guardiamarinas, no había dejado el mando de ellas, por ello cuando no estaba embarcado se dedicaba a ellas con todo su empeño, para mejorar la preparación de los futuros oficiales, pero ya se encontraba mayor y elevó al Rey ser exonerado del mando, lo que le fue concedido por Real Orden del día siete de agosto del año de 1786, pasando a disponible en el Departamento de Cádiz, donde se le daban trabajos que desempeñaba de su alto grado.

1792 al 1793

Permaneció en el Departamento hasta que por Real Orden del día 18 de diciembre del año 1792, se le nombró capitán general del Departamento de Cartagena, para desplazarse a su nuevo destino se embarcó de transporte en el navío San Isidoro, arribando al Departamento de su mando el día 3 de febrero del año 1793, tomando posesión de él el día 6 siguiente.

Muerte

Se encontraba desempeñando su alto cargo, cuando entre la una y las dos de la madrugada del día 1 de enero del año 1797, le sobrevino el óbito de muerte natural, contaba con ochenta y un años once meses y tres días de vida, de ellos algo más de sesenta y cuatro al servicio de la Armada y de España.

Al ser comunicado su fallecimiento, los buques surtos en el puerto hicieron las correspondientes salvas en su honor, así como la guarnición mantuvo el luto reglamentario a tan alto cargo de la Real Armada.

Condecoraciónes

Entre otras condecoraciones estaba en posesión de:

  • Gran Cruz de la Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III.
  • Placa y la Gran Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo
  • Gran Cruz de la Real Orden Americana de Isabel la Católica.

Fuentes

  • Cuaderno monográfico del Instituto de Historia y Cultura Naval, nº 41. Madrid, 2002. Páginas 134 – 136.
  • Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1958. Sin iniciales del compilador.
  • Enciclopedia General del Mar. Garriga. 1968. Martínez Hidalgo y Terán, José Mª.
  • Fernández Duro, Cesáreo: La Marina Española desde la unión de los Reinos de Castilla y Aragón, Madrid. 1973.
  • González-Aller Hierro, José Ignacio: España en la Mar, Una historia milenaria. Lunwerg Editores. 1998.
  • González de Canales, Fernando.: Catálogo de Pinturas del Museo Naval. Pintura de Historia Marítima y de Batallas y Combates Navales. Tomo IV. Ministerio de Defensa. 2001.
  • Paula Pavía, Francisco de.: Galería Biográfica de los Generales de Marina. Imprenta J. López. Madrid, 1873.
  • Pinón Bouza, Ramón: El Glorioso, un navío que hizo honor a su nombre, Revista General de Marina, agosto-septiembre de 2002, págs. 383-389.
  • Rodríguez González, A.R.: Trafalgar y el conflicto naval Anglo-Español del siglo XVIII, págs. 120-126. Actas. San Sebastián de los Reyes, Madrid. Mayo de 2005.
  • Ulloa, Antonio de.: La campaña de las Terceras. Universidad de Sevilla. Salamanca, 1995.

Edición y estudio de don Pablo E. Pérez-Mallaína.