Murieron con las botas puestas (película de 1941)

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Murieron con las botas puestas
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Western. Bélico | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
Otro(s) nombre(s)They Died with their Boots On
Estreno1941
GuiónWally Kline & Aeneas Mackenzie
DirectorRaoul Walsh
Dirección de FotografíaBert Glennon (B&W)
ProductoraWarner Bros. Pictures
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

Murieron con las botas puestas (Filme). Película norteaméricana de 1941 dirigida por Raoul Walsh e interpretada por Errol Flynn y Olivia de Havilland.

Sinopsis

En el año 1857 llega un grupo de aspirantes a cadetes llega a la academia militar de West Point, de entre ellos destaca un curioso joven que llega a lomos de un mulo y vestido con un curioso traje militar, era el aspirante a cadete George Amstrong Custer (Errol Flynn). El joven rápidamente llama la atención de los veteranos, teniendo un fuerte enfrentamiento con el sargento Sharp (Arthur Kennedy), que a punto está de costarle la expulsión de la academia. Custer destaca pronto como cadete conflictivo y poco dotado para la disciplina y el estudio, pero por el contrario es el número uno en artes de combate y en equitación. Los caballos son su gran pasión y su personaje más admirado el general Murat, considerado como el rey de la caballería europea. La llegada de Abraham Lincoln a la presidencia de la Unión trae la guerra civil entre el Norte y el Sur. Los militares de West Point se dividen en dos bandos y marchan a luchar en la guerra. Mientras los primeros cadetes reciben sus despachos, Custer marcha arrestado en el patio de la academia, en ese momento se acerca a él una bella joven, Elisabeth Bacon (Olivia de Havilland), con la que queda citado a un encuentro al que nunca llegará. Custer es llamado en ese mismo momento a incorporarse a un batallón. En Washington la situación parece desesperada, pero la burocracia militar impide que Custer consiga un destino donde poder prestar sus servicios. Un encuentro providencial con el general Scott le permite incorporarse al 2º de Caballería a donde Custer se dirige ilusionado por entrar en combate. Al llegar a Michigan encuentra de nuevo a Sharp, que ahora es jefe del batallón, saltando la tensión entre ambos desde el primer instante. Las tropas del Sur están muy cerca y el 2º de Caballería entra en combate, Custer desobedeciendo órdenes y peleándose con Sharp -su superior- consigue detener el avance de las tropas sudistas y es herido en un hombro, lo que le aparta del servicio unos días y le vale su primera condecoración. Con un permiso y una carta de recomendación de su general, Custer regresa a Monroe´s -su pueblo natal- para estar con su amada Elisabeth Bacon. La mala fortuna hace que tenga una discusión con el padre de ella, al que no conocía, y a pesar del amor que la joven siente hacia él, sólo puede tener un encuentro furtivo con ella y ha de regresar a filas, no sin antes prometerle que volverá para casarse con ella siendo general. En el salón del pueblo conoce a un soldado británico -con el que coincidirá en el futuro-, que le enseña el himno de los lanceros reales, marcha que impresionará a Custer y quedará en su recuerdo. La guerra civil continua y las tropas del Sur invaden Pennsylvania. Un error administrativo provoca que Custer sea nombrado general de los destacamentos de caballería de Michigan. Éste, a pesar de intuir el error, asume el mando de la caballería y entra en combate contra un ejército sudista muy superior en número de efectivos. Custer lanza tres ataques, todos rechazados, contra las tropas sudistas y en el cuarto intento, al mando del 1º de caballería consigue vencer al ejército. Las victorias de la caballería se suceden y la fama de su general aumentan día a día, convirtiéndolo en un héroe de guerra para todo el país. Acabada la guerra Custer es recibido con todos los honores en Monroe´s, donde Elisabeth le espera para contraer matrimonio. La vida de Custer ha cambiado mucho, la inactividad lo hacen desesperar y buscar su salida en el alcohol. Un día dos caballeros aparecen por su casa ofreciéndole utilizar su fama para convertirse en un importante hombre de negocios que lleve el comercio y el ferrocarril al Oeste. Custer rechaza el ofrecimiento y vuelve a su estado depresivo y de degradación personal. Su esposa, ante la situación decide utilizar sus amistades en Washington, logrando que su marido vuelva ser llamado al servicio militar activo. El Coronel Custer es destinado a Fort Lincoln, guarnición militar en territorio indio, formada por soldados que provienen de los peores estratos de la sociedad -borrachos, asesinos, ladrones,...- sin ningún tipo de disciplina ni vocación. Nada más llegar al fuerte, Custer encuentra a un viejo conocido, Sharp, que se ha convertido en un despiadado especulador que se enriquece vendiendo alcohol a los soldados y armas a los indios. Custer cierra la tienda y el salon y expulsa a Sharp, que le jura venganza. Los esfuerzos del nuevo Coronel consiguen transformar al grupo de desarrapados en ejemplares soldados, formando a ritmo del himno de los lanceros reales el famoso 7th de Caballería. Los enfrentamientos con los Sioux empiezan a ser habituales y a diario se producen bajas en uno y otro bando. Custer se reune con Crazy Horse (Anthony Quinn), jefe de los sioux, que le ofrece la paz con la única condición de que los blancos respeten las Colinas Negras (Black Hills) como territorio sagrado indio. Custer, con el beneplácito del presidente de los EEUU, acepta la oferta de los indios y se convierte en principal defensor del pacto. Pero los especuladores que quieren que el ferrocarril atraviese las colinas no aceptan la solución adoptada y Sharp, con la ayuda de un comisario del Gobierno, provoca a Custer y consigue que este sea relevado del mando del 7th de Caballería. A la vez hacen correr el bulo de que hay oro en las montañas para atraer a los buscadores de oro, que rápidamente acuden a las colinas donde son atacados por los indios. La maniobra da resultado inmediato, se rompe el pacto con los indios y Washington ordena el inicio de hostilidades contra los indios. Custer, que se encuentra en Washington acude al presidente Ulises S. Grant para suplicarle que le permita, aun estando en contra de la guerra, ser el jefe de su destacamento. Finalmente accede, Custer regresa a Fort Lincoln, donde en una escena de fuerte tensión dramática se despide de su esposa sabiendo ambos que no volverán a verse. El Coronel parte junto a sus hombres hacia una muerte segura, sabiendo que se han de enfrentar contra todas las tribus indias unidas por Crazy Horse y Sitting Bull. Está a punto de amanecer en el campamento de la caballería, todos saben que es una misión suicida pero nadie quiere abandonar el pelotón. Con las primeras luces del día los soldados se dirigen hacia Little Big Horn, allí están los indios. El 7th de Caballería se lanza hacia ellos, pero rápidamente se ven rodeados por una abrumadora mayoría de pieles rojas. Los soldados abandonan los caballos para hacer un círculo alrededor de su pendón, donde irán muriendo uno a uno. El último en caer después de disparar la última bala de su revolver será Custer.

Música épica

Inolvidable resulta el tema musical ‘Garry Owen’, que acompaña al Séptimo de Caballería, y que imprime a muchas escenas un tono épico y romántico que pone la carne de gallina. El film nos muestra cómo Custer escucha el tema de boca y manos (en el piano) de Butler, un inglés que se incorpora al ejército yanqui. Y lo adopta para sus hombres.

La pareja por excelencia

Ocho películas llegaron a rodar juntos Errol Flynn y Olivia de Havilland, la primera El capitán Blood, en 1935, y la última, justamente Murieron con las botas puestas, en 1941. Y entre medias, la fantástica Robin de los bosques. La química que desprenden en la pantalla es sencillamente impresionante, sabían desarrollar a la perfección la idea de un encuentro inicial poco afortunado, hasta que por fin surgía, incontenible, el amor. En este film tenemos detalles maravillosos, como el primer encuentro mientras él está de guardia, el chasco con el padre de ella, las maniobras de la esposa para lograr un destino para su marido, y la escena de la despedida, con frases evocadoras del momento en que se conocieron, y que prueba la máxima de que muchas veces ‘menos es más’.

Reparto

  • Errol Flynn
  • Olivia de Havilland

Críticas

La idealizada vida del general Custer

Idealizada biografía del general George Amstrong Custer, desde su ingreso en la academia militar de West Point hasta su muerte, junto a todo el Séptimo Regimiento de Caballería, en la épica batalla de Litle Big Horn.

A pesar de la manipulación de los hechos reales de la historia, con objeto de mitificar la figura del General Custer, que posteriormente otros cineastas se encargarían de desmitificar (Arthur Penn con "Litle Big Man" en 1970 y Robert Siodmak con "Custer of the West" en 1968), el film debería formar parte de la galería de películas míticas por diversas razones.

Magistral dirección de Raoul Walsh en su primera colaboración con Errol Flynn, que conduce con mano maestra la historia por una fascinante alternancia de géneros, viajando imperceptiblemente de la comedia al drama intimista, de la aventura al western y del cine bélico al drama épico.

Excepcional banda sonora del mítico Max Steiner, tanto en el lirismo exquisito del tema romántico, como en el épico final, donde la alternancia de la famosa canción del Séptimo de Caballería "Garry Owen" con los temas indios, adquiere matices de tragedia épica.

Excepcional interpretación de todo el reparto, desde Errol Flynn que presta a Custer su apostura, dinamismo y simpatía características, a Olivia de Havilland en su última colaboración con Flynn, que compone un tierno y valeroso personaje interpretando a Beth, la hermosa, valiente y leal compañera de Custer, pasando por los excepcionales Arthur Kennedy y Anthony Quinn en papeles secundarios, pero determinantes en el desarrollo del film.

Es en resumen un excelente film y la prueba más palpable de que el cine no debe estar comprometido con la realidad histórica, para crear con verosimilitud y sentido artístico y narrativo sus propias historias.

Pasear por la vida a su lado, señora, fue muy agradable

En algunas ocasiones -no tan frecuentemente como algunos creen-, el arte puede rectificar la historia y crear una imagen que tiene más fuerza que la verídica. Eso pasa con el cantar de gesta, y más concretamente con el “Poema de Mío Cid”. Otro de esos escasos milagros ocurre con “Murieron con las botas puestas”, George Armstrong Custer ya no será nunca él, es Errol Flyn, un actor que nació para interpretar este papel.

Rodada en la época dorada de la Warner (por favor no es de la Metro, cámbienlo) por el mismo productor de “Casablanca”, “Murieron con las botas puestas” representa como pocas el apogeo del cine de estudio donde un grupo de profesionales cumplía su trabajo de forma eficiente. Ahora todos quieren ser artistas y hacer cine de autor.

Entre ellos tenemos al director, un Raoul Walsh, en una de sus grandes películas de siempre, que hace una obra tan buena que hasta el mismísimo John Ford tuvo que copiarle en muchos sentidos en “Fort Apache”. Por cierto que el fotógrafo de esta película, era el habitual colaborador también de Ford. El caso es que Walsh homenajea a su maestro David W. Griffith, brindándonos un espectáculo con mayúsculas.

Muchas veces hablamos de química entre los protagonistas, tonterías, esa palabra hay reservarla para lo que vemos aquí entre Errol Flynn y Olivia de Havilland, su última escena de despedida forma parte de los momentos más románticos de la historia del cine. Inolvidable. Pero también el Garryowen y varias escenas más.

Pero es que además es una película que transmite una emoción y una viveza increíbles, con un ritmo que no decae en ningún momento (en dos horas y veinte minutos), es lo que llaman los americanos una película física, y con una fe en el hombre verdaderamente extraordinaria, y sobre todo una gran historia de amor.

El séptimo de caballería y Garry Owen

Notable película del maestro Walsh que narra la vida y milagros del General Custer hasta su derrota en Little Big Horn. Sobra apuntar que el retrato de nuestro amigo es más fruto de la imaginación del guionista y del director que de la realidad histórica. Hollywood necesitaba héroes y quien mejor para encarnar al impetuoso Custer que el gran Errol Flynn. El arranque tiene mucho de comedia. Observar la entrada de Custer en West Point es digno de aplauso.

Murieron con las botas puestas contiene escenas preciosas: el primer encuentro de Custer con nuestro amigo inglés al piano que nos lleva a escuchar por vez primera en el film, la bella y famosa canción llamada Garry Owen; la memorable, exquisita y educada ceremonia con la que los caballeros del sur se retiran de West Point al mando del entonces capitán Lee, mientras suenan los primeros compases Dixie, es sin duda la mejor de todas; las secuencias épicas no tienen nada que envidiar a la vanguardia del momento; y por supuesto cuando Garry Owen suena de nuevo en un polvoriento cuartel sobre las praderas de Dakota.

Destacar el breve pero correcto papel del incombustible Anthony Quinn como Toro Sentado y a la siempre interesante Olivia de Havilland como mujer de Custer. Gran producción para la época con resultado satisfactorio.

Guarros

Conversación extremadamente obscena entre Custer y el general Winfield Scott:

- Le gusta a usted la cebolleta?

- Mi pasión es comer cebolletas. y así transcurre la primera mitad de la película, en una continua referencia al pene de Errol Flynn y a sus habilidades sexuales. Otro ejemplo: la prota le enseña una foto de su hombre a su sirvienta, y la chacha (que es negra y se supone está más que acostumbrada a ver embutidos de Cantimpalos) exclama:

- ¿Qué es esa cosa tan grande que lleva delante este hombre? No es una carta, no es una espada, es.. ¡una campana!

No se nos enseña la foto, pero está claro que sale Errol al galope tocando la campana con el pene.

Total, que uno piensa que está viendo Lo que el viento se llevó con Errol haciendo el payaso, y, como ocurre con muchas pelis antiguas, llega el guión y te calla la boca, todo lo ridículo se vuelve ridículo estable y todo lo ñoño, ñoño estable. La historia, que parecía no avanzar, resulta que sí avanzaba, y los personajes, que parecían condenados a la superficialidad, resulta que estaban profundizando. Si se añade que algunas escenas, como la de Garry Owen, o las de las cargas, están rodadas con una profesionalidad asombrosa, al final todo se encarna lógico, homogéneo y sensato, dentro de su estupidez, claro, pero en cine, o en literatura, o en teatro, muchas veces el mérito radica en esto que no sé explicar por que me explico como el trasero de la chacha negra, que no habla un mamihuevo perfecto, todo sea dicho, pero sí es super gorda, evidentemente, y simpática y cachonda, y fiel. ¿Existían negras flacas en la aquella época? Parece ser que no. Entonces, ¿algún polémico episodio de la guerra no ha sido jamás desvelado, algo en plan Los Fusilamientos de Naomi's en el Rancho Bush, o La Fosa Común de Halle's? ¿Algún negro de aquel entonces osó a llevar pantalones normales, o todos llevaban mono? ¿Es una racista indirecta sutil de Hollywood?

En cualquier caso, en la peli, como resaltaban Garci y los suyos (alguno vivió la guerra en vivo, seguro), en la peli llegan a decir algo así como:

Los únicos americanos aquí son los que están en aquella colina.

Así que, aunque aún era racista con los negros, por lo menos los indios salen bien parados, algo es algo.

La séptima de los magníficos

Dos leyendas nos ofrecen en esta hermosa cinta. El aventurero de Tasmania, Errol Flynn y el personaje interpretado por el australiano en esta ocasión. El general Custer.


¿ Quien mejor que Flynn para darle vida al rebelde militar?; ya que aparte le dio al personaje la apostura y presencia propia de Errol.

Errol flynn fue en si una leyenda… formando parte de la “séptima de los magníficos” galanes cotizados por excelencia que no volverán. Al pensar en esto, experimento una extraña sensación, una mezcla de alegría, y nostalgia, una especie de dulce melancolía.

¡Los siete magníficos! Ronald Colman, Humprey Bogart, Tyron Power, Gary Cooper, Cary Grant, Clark Gable y Errol Flynn. Todos han desaparecido, cayendo al paso del tiempo como en la batalla de Litle Big Horn, pero al igual que el celebre general Custer son en realidad inmortales; ¡viven en la mente cinética! De los que adoramos el cine.

Fuentes