Nulidad del Tratado de París

La Nulidad del Tratado de París es una noción de derecho creada por juristas españoles[1] e hispanoamericanos a finales del siglo XIX. Sobre ella se basaron las reivindicaciones políticas de los primeros independentistas puertorriqueños. En 1920 esta idea es retomada por Pedro Albizu Campos[2] para justificar la lucha del movimiento revolucionario anticolonial en Puerto Rico, reivindicando la aplicación de los Protocolos I y II de la Convención de Ginebra en el momento en que fue capturado y procesado por cargos de sedición para el derrocamiento de Estados Unidos. También en Cuba se utilizan estos considerandos para sustentar la irregularidad del contrato por el que los que los Estados Unidos ocupan hoy la Base Naval de Guantánamo.[3] Este artículo resume la historia de este concepto desde finales del siglo pasado hasta la actualidad.

Contexto histórico

España tuvo que acordar la Autonomía a sus territorios ultramarinos el 25 de noviembre de 1897, presionada por la insurrección separatista y la inminencia de la intervención de los Estados Unidos. La publicación en la Gaceta de Madrid del Real decreto del 27 de noviembre de 1897[4] tiene como efecto inmediato la formación del primer Gobierno Autonómico de Cuba, presidido por José María Gálvez Alonso, presidente y fundador del Partido Liberal Autonomista.

La guerra de Cuba se termina de hecho el 25 de abril de 1898 con la intervención de la marina norteamericana dirigida por el Almirante Sampson en Santiago de Cuba. La ulterior derrota de la flota del también Almirante Pascual Cervera y Topete, acabó por desarticular el antiguo imperio español, marcando su retirada definitiva de América, que a partir de ese momento cayó completamente bajo la esfera de influencia de la nueva potencia emergente, guiada por la doctrina Monroe la cual establecía desde 1823 que “el continente americano debería considerarse como cerrado a toda tentativa ulterior de colonización por parte de las potencias europeas”.

Aunque la opinión pública española apoyaba la guerra, para los conocedores del estado de las fuerza militares españolas, el resultado de la contienda no dejaba lugar a dudas. En efecto, Santiago de Cuba se rindió el 16 de julio de 1898. Temerosa de la extensión del conflicto en Europa, España comienza casi enseguida las negociaciones de paz con el objetivo de firmar un acuerdo. Oficialmente fueron solicitadas a las Cortes del reino las habilitaciones necesarias para poder firmar dicho convenio por medio del decreto real del 6 de septiembre de 1898. Tras duras y amargas negociaciones que se extendieron durante cuatro meses, el documento final conocido con el nombre de Tratado de París fue firmado el 10 de diciembre de 1898, ratificado definitivamente el 19 de marzo de 1899.

Territorios y nacionalidades en litigio

Cuando concluyó la guerra hispano-cubano-norteamericana de 1898, los territorios cedidos o vendidos por España en el Caribe y en el Océano Pacífico pasaron bajo el control de los Estados Unidos. El Tratado fijaba las reglas por las que se regirían lo territorios conquistados por la nueva potencia emergente. El artículo I del documento explica claramente que España renuncia a la soberanía de la isla de Cuba y que como compensación de guerra, cedía a Puerto Rico y otras posesiones, especificando también que “En atención a que dicha isla, cuando sea evacuada por España, va a ser ocupada por los Estados Unidos, los Estados Unidos mientras dure su ocupación, tomarán sobre sí y cumplirán las obligaciones que por el hecho de ocuparla, les impone el Derecho Internacional, para la protección de vidas y haciendas.” Sin embargo el Derecho Internacional no fue respetado y los territorios fueron anexados o puestos bajo protectorado hasta bien entrado el siglo XX .

John Hay, Secretario de Estado de EE.UU., firmando la ratificación del Tratado de París

El caso de Cuba se trató de manera diferente, pues los Estados Unidos intervinieron directamente en la guerra, accediendo a petición de los rebeldes cubanos. Desde muy temprano, un Comité Internacional del Partido Revolucionario Cubano, creado por José Martí, se dedicó dentro del territorio norteamericano a recaudar fondos para la guerra. Este Comité lo presidía Tomas Estrada Palma, pero lo animaba eficazmente el abogado de origen cubano Gonzalo de Quesada, que no sólo conocía al dedillo el funcionamiento de las instituciones norteamericanas, sino que estaba además muy bien relacionado con los medios financieros y los creadores de opinión. Disponiendo de tales apoyos, pero igualmente, tras haberse asegurado del apoyo de los rebeldes, el presidente norteamericano MacKinley ordenó el bloqueo de los puertos en Cuba precipitando la declaración de guerra de Madrid.

Dados estos elementos, se hacía difícil darle a Cuba el mismo tratamiento reservado a los otros territorios conquistados a España, por ello, tras tres años de ocupación militar y luego de asegurarse del control de la isla por medio de una clausula inscrita en la Constitución, la Enmienda Platt, los Estados Unidos otorgaron a los cubanos una independencia formal[5] que fue proclamada oficialmente el 20 de mayo de 1902.

Derecho de personas

Sin embargo, desde el principio muchos especialistas del Derecho Internacional, sobre todo puertorriqueños[6] y españoles[7] señalaron la debilidad formal del Tratado de París, apoyándose sobre todo en el “derecho de personas”. El historiador Alejandro Torres Rivera comenta[8] las tesis de los independentistas puertorriqueños. Según Eugenio M. Hostos “el Tratado de París no podía implicar a Puerto Rico sin el acuerdo explícito de sus habitantes que en aquel momento eran todos ciudadanos españoles”. En la actualidad este problema jurídico mantiene su vigencia ya que el estatuto de Puerto Rico no ha sido resuelto satisfactoriamente, como lo prueba el referendo que tuvo lugar el pasado 6 de noviembre de 2012. Efectivamente, en las mismas elecciones en las que se eligió al gobernador del Estado, los puertorriqueños fueron consultados por tercera vez en la historia sobre la relación que desean mantener con los Estados Unidos. La incorporación como Estado 51 de Unión Americana fue la opción triunfadora, sin embargo al día siguiente, el portavoz del Senado norteamericano declaró que no se tomarían en cuenta de dichos resultados.

Desde el principio del siglo pasado otros problemas jurídicos fueron señalados, por ejemplo, como consecuencia de la pérdida de la nacionalidad de origen los naturales de los territorios conquistados que no tenían derecho a reclamar la española en virtud del artículo IX del Tratado, fueron excluidos de las pensiones militares, jubilaciones y otros beneficios a los que tenían derecho como súbditos de la Corona; es por eso que el Almirante Cervera en persona reclama justicia ante la Reina y las Cortes con estas palabras. “En mi propio nombre y en el de todos los súbditos leales de España, naturales de las provincias perdidas, que lo sacrificaron todo en aras de la patria (…). Pido justicia contra el abandono, contra la ingratitud de que hemos sido víctimas (…). Se nos ha condenado a la miseria a nosotros, a nuestras mujeres, a nuestros hijos, a cuantos de nosotros dependen, y a los herederos y derecho habientes de los que sirvieron lealmente a España, y perdieron sus vidas y sus haciendas por ella; se ha negado todo derecho hasta el de ciudadanía, entregando como vil rebaño, atados de pies y manos al extranjero[9]

La nulidad del Tratado de París según los independentistas puertorriqueños

Los primeros a desarrollar argumentos para invalidar en Tratado de París fueron los abogados puertorriqueños Pedro Albizu Campos[10] y Eugenio M de Hostos,[11] para este último la cesión de la isla por España sin tomar en consideración la opinión de sus habitantes,- que a diferencia de los cubanos no estaban enfrascados en una guerra civil-, fue simplemente un acto ilegal; por esa razón fundó el 2 de agosto de 1898 la Liga de Patriotas Puertorriqueños, un partido que tenía como objetivo el de “volver a poner dentro del Derecho a nuestra Madre Isla” cinco meses antes de que se conocieran los términos exactos del tratado.

Entre todos afinaron durante la primera mitad del siglo XX diferentes argumentos jurídicos para demostrar la nulidad insanable del tratado.[12][13][14] Se apoyaron no sólo en el derecho de gentes sino en el hecho que en el momento de los hechos las antiguas colonias españolas gozaban de un estatus jurídico particular –la autonomía- acordada el 27 de noviembre de 1897; por consiguiente, España no podía en ninguna circunstancia ceder la soberanía a la que ya había renunciado antes, ni mucho menos venderlas, sin el acuerdo explícito de sus habitantes.

Pero este no es el único argumento existente. Según la Constitución[15] española en vigor en el momento de los acontecimientos el Rey debía estar debidamente autorizado por las Cortes del Reino para ceder territorios. En efecto, el Título 6 Del Rey y sus Ministros, artículo 55, establece claramente[16] esta condición para poder “ceder, alienar o permutar cualquier parte del territorio nacional”. Esta autorización fue presentada,[17] pero en definitiva el Tratado nunca fue ratificado por las Cortes del Reino, pues los legisladores no admitieron, basados en le derecho de gentes,[18][19] que con los territorios se cedieran también ciudadanos españoles.

El último en demostrar la ilegalidad del Tratado de París fue Juan Mari Brás quien lo calificó de"experimento jurídico" probándolo el 18 de noviembre de 1997 con el fallo a su favor Ramírez de Ferrer vs. Mari Brás[1]: caso 144 D.P.R. Los efectos legales de este caso se concretaron con el reconocimiento de la ciudadanía puertorriqueña. El primer certificado de nacionalidad boricua fue otorgado el 13 de septiembre de 2007.[20]

La Corriente hispanista en la actualidad

Los acontecimientos que condujeron al derrumbe final del Imperio Español los resume el investigador German Rueda en su trabajo El desastre del 98[21]Un sector de los políticos norteamericanos utilizó hábilmente diversos ingredientes como la dispersión y lejanía de los restos del antiguo imperio español, la escasa atención militar y administrativa de la metrópoli, la contraposición de intereses entre los partidos y grupos peninsulares respecto a los diversos territorios, la falta de un proyecto colonial coherente por parte de España, la debilidad española como país y en el concierto internacional, los conflictos independentistas y guerras civiles en Cuba y Filipinas, el desinterés de las potencias europeas centradas en África y Asia continental a partir de un momento determinado y la inercia expansiva de los Estados Unidos desde el siglo XVIII, una vez "agotado" el territorio continental asignado en su "destino manifiesto". El resultado final fue la ocupación efectiva en 1898 de casi todos los territorios españoles en América, Asia y Oceanía”.

La derrota de 1898 desató en aquel momento un profundo cuestionamiento dentro de la sociedad española. Sin embargo las causas de la decadencia española divergen hasta en la actualidad y continúan siendo un tema polémico. Por eso la idea de un Imperio Español reunificado surgió desde el momento mismo en que se perdieron las primeras colonias de América; solo que en la actualidad, en plena crisis económica, la potencia que representaría un conjunto de naciones unidas por lazos lingüísticos y culturales profundos hace soñar a más de un político.

Un probalidad a tener en cuenta para el profesor puertorriqueño Francisco González Sosa, quien en su trabajo Descolonizando a Puerto Rico,[22] argumenta que la isla ya no es tan importante para los Estados Unidos, de hecho se les ha negado reiteradamente en el Congreso explícitamente la integración plena en la Unión Americana, alegando diferencias culturales irreconciliables.

Referencias

Fuentes

  • Carrión Juan Manuel. La nación Puertorriqueña. Ensayos en torno a Pedro Albizu Campos. Ed. de la Universidad de Puerto Rico. 1993
  • Albizu Campos Pedro, "Nulidad del Tratado de Paris", Escritos, Publicaciones Puertorriqueñas Editores, 2007
  • Historia de Cuba. La Colonia. Editora política. 1994
  • Fernos Lopez-Cepero Antonio. Ser Nosotros mismos. La angustiosa lucha del pueblo puertorriqueño por su soberanía nacional Puerto Rico. Universidad de Puerto Rico, 2003.
  • Nulidad Tratado de París: ensayo antihistórico. Fermin Arraiza. Bibliográficas, 2007.