Oseas (profeta)

Oseas
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OSEAS comenzó a ejercer la actividad profética unos años después que Amós.
OcupaciónProfeta

Oseas, comenzó a ejercer la actividad profética unos años después que Amós. Como este último, y a diferencia de Isaías, su gran contemporáneo de Jerusalén.

Actividad profética

Oseas predicó en el reino del Norte, a quien él llama "Israel", "Jacob" y más frecuentemente "Efraím". Su época fue un período de abierta decadencia. Después del largo y próspero reinado de Jeroboám II (787-747), el país se hundió en la anarquía.

La realeza

La realeza, dominada por las intrigas de los jefes militares, se debatía en medio de crisis constantes, provocadas por la incontenible expansión de Asiria, que conquistaba territorios, sometía a los pueblos, les imponía pesados tributos y les exigía una sumisión incondicional. En el libro de Oseas hay numerosas alusiones a este período turbulento, pero ningún indicio seguro nos permite saber si el profeta llegó a ver la caída de Samaría en el 722-721 a. C.

Imagen de rituales cananeos.

Texto hebreo

El texto hebreo de este Libro no está muy bien conservado y muchos pasajes del mismo resultan poco inteligibles. De ahí que la traducción sea con frecuencia conjetural. Como casi todos los libros proféticos, también el de Oseas fue escrito en parte por el mismo profeta y en parte por sus discípulos. Además, numerosos pasajes parecen ser más bien un resumen que una reproducción exacta de su predicación oral. Las frases breves y la expresión extremadamente concisa, que dan tanta fuerza y belleza al estilo de este profeta, lo hacen a veces oscuro y difícil.

Huellas

El mensaje de Oseas ha dejado huellas profundas en el Antiguo Testamento. A partir de él, el simbolismo conyugal se hizo clásico en los escritos proféticos. El Nuevo Testamento, por su parte, cita pasajes de Oseas o se inspira en ellos no menos de quince veces. De una manera especial, san Pablo y el Apocalipsis aplican a la unión de Cristo con la Iglesia el símbolo del matrimonio de Dios con su Pueblo (2 Cor. 11. 2; Ef. 5. 25-33; Apoc. 19. 7; 21. 2; 22. 17). Y san Juan llevará a su plenitud la revelación inaugurada por Oseas, al afirmar que "Dios es Amor" (1 Jn. 4. 8).

Fe separada de la vida

En tiempos de Oseas, la vida religiosa del reino estaba contaminada por el baalismo. Esperaban que Baal fecundara el suelo y para ello adoptaban rituales cananeos como la prostitución sagrada y ritos de fertilidad, o bien, atribuían a Yahvé las mismas funciones de los baales cananeos. La moral estaba divorciada de la práctica religiosa: sólo se preocupaban de ofrecer oraciones, ofrendas, ceremonias pomposas con las que creían contentar a Dios y lo que él quería era que se convirtieran y siguieran sus caminos, practicando el derecho y la justicia y que el culto estuviera respaldado por una vida santa. Yahvé siguió siendo el Dios de Israel, pero quien satisfacía las necesidades primarias era Baal. Es una religión muy moderna, pues hoy mucha gente se considera creyente pero su vida moral es peor que si Dios no existiera, al margen de Dios. ¡No quieren que Dios les diga cómo tienen que comportarse pero, eso sí, le piden que les dé de todo! Oseas dirá que Yahvé es un Dios que no permite competencia de ninguna clase.

El mensaje de Oseas

Denuncia las injusticias y la corrupción reinante (4,1-2), critica la superficialidad y falsedad del culto (6,4-6; 5,6), condena durísimamente la idolatría que tiene dos vertientes: cultural y política. La cultural es la adoración a Baal, con sus ritos de fecundidad (4,12b-13; 7,14b; 9,1). La otra vertiente es la política: en esa época tan convulsionada, Israel busca la salvación fuera de Dios, en las alianzas con Egipto y Asiria, las grandes potencias mundiales del momento, que ante Israel aparecen como nuevos dioses capaces de salvar. Israel se va tras ellos olvidando a Yahvé. Con la idolatría contravienen el primer mandamiento.

Fuentes