P. Pedro Arrupe sj

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P. Pedro Arrupe. Superior General de la Compañía de Jesús.

Síntesis biográfica

Pedro Arrupe nació el 14 de noviembre de 1907, en el llamado Casco Viejo de la cuidad de Bilbao en España. En la misma tierra vasca que naciera, en 1491, Iñigo de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús y durante 16 años 1540-1556, su primer Superior General. Pedro Arrupe, 28 Superior General durante 18 años 1965- 1983. Luego de más de diez años enfermo y casi inmovil muere el 5 de febrero de 1991

Los Estudios

Del 1 de octubre de 1914 hasta 1922, Pedro cursó los años básicos de su vida estudiantil en el colegio de los escolapios de Bilbao. En 1923, Pedro comenzó los estudios de Medicina en la facultad de San Carlos, en Madrid. Él mismo registra los desafíos que el cambio de lugar y de ambiente le lanzó: “Experimenté la nueva emoción de quien se ve, de repente, arrancado del santuario de una familia cristianamente austera y echado en los vértigos sin freno de una vida juvenil, en una gran ciudad” . Entre sus profesores se destacaba el doctor Juan Negrín catedrático de fisiología que luego en 1936 llegaría a ser el Presidente de la República. Entre sus compañeros más allegados se encontraban Valentín Matilla, Enrique Poyuelo y el que con el tiempo llegaría a ser nada menos que premio Nobel de medicina, Severo Ochoa. El expediente de tres cursos del estudiante de medicina Pedro Arrupe, manoseado y amarillento por el tiempo, no puede ser más brillante: de dieciocho asignaturas cursadas, dieciséis obtuvieron la calificación de sobresaliente, quince de ellas con matrícula de honor. Sus compañeros y estudiantes de medicina, fueron descubriendo que Arrupe estaba pensando en ser jesuita.

La Vocación

El 25 de enero de 1927, Pedro Arrupe ingresó al noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola, tierra natal de Iñigo. Tiempos después el profesor Juan Negrín visita a Arrupe en el noviciado y le confiaba: “A pesar de todo, tú me caes muy simpático” . Y en esa ocasión, se abrazaron el futuro presidente de la Republica y el futuro General de la Compañía de Jesús. El 30 de Julio de 1936 fue ordenado sacerdote en Marneffe, Bélgica.

Dios prepara su camino al Japón

En septiembre de 1936 viajó a los Estado Unidos. El joven Arrupe creó y mantuvo largos contactos con el P. Moore, famoso maestro de moral en la Universidad de Washington, especialista en Moral Médica. Sumergido en sus estudios de especialización, vino inesperadamente la orden de su Tercera Probación en Cleveland, bajo la dirección del instructor P. Mc Mennany. El P. Arrupe aprovecho para pedirle al P. Mc Mennany que intercediese ante el Padre General para ser finalmente enviado como misionero al Japón. Su pedido fue escuchado. “Muchas veces reflexione sobre el proceso histórico de mi vocación al Japón. No fue una línea recta. Hubo oposiciones, dificultades, órdenes determinantes en sentido contrario, otras expectativas. Y todo eso porque Dios me quería aquí, en el Japón” . Escribiría P. Arrupe 13 años después de aquel día feliz en que recibió la carta del Superior General destinándolo a Japón. El 30 de septiembre de 1938, el P. Arrupe embarcó en Seattle rumbo a Japón, el 15 de octubre el barco atraca en el puerto de Yokohama, en la bahía de Tokio. El P. Arrupe recuerda: “¡Dios mío! ¡Qué emoción sentí entonces! Con una fuerza interior que me ahogaba, se precipitó sobre aquel instante de vida todo el peso de mis 10 años de sueños y anhelos. Sí 10 años pidiendo ser enviado al Japón; y, finalmente ¡anclando en sus costas! Sentí las terrible debilidad de las grandes emociones y lloré…” .

¿Y qué le esperaba en Japón?

Había estallado la Segunda Guerra Mundial. La flota japonesa había realizado el histórico ataque a la flota norteamericana en Pearl Harbour. El 8 de diciembre de 1941, tres policías japoneses vinieron a registrar su casa parroquial y se lo llevaron preso durante 33 días, sin que él supiera la razón sometiéndolo a interrogatorios, durando el último, 37 horas. En la noche navideña de 1941 en las inmediaciones de la cárcel un grupo de fieles católicos hicieron una rápida serenata navideña como símbolo de unión entre los feligreses con el P. Arrupe. Luego dirá: “Fui un preso común… Cuantas cosas aprendí: la sabiduría del silencio, el dialogo interior con el huésped de mi alma…”. Más tarde ya en Roma pasado ya muchos años repetirá muchas veces: ¡“Qué bonito! ¡Qué bonito!” Y que aquella soledad con Cristo se había convertido en una experiencia mística. “No había nada en mi celda. Yo a solas con Cristo” . Y sus ojos se llenaban de lágrimas. En marzo de 1942, el P. Arrupe fue nombrado maestro de novicios. El noviciado quedaba en Nagatsuka, a seis kilómetros de Hiroshima. Como superior, enfrentó grandes dificultades para mantener la comunidad compuesta por 25 jesuitas, la mayoría jóvenes. Eran tiempos difíciles, tiempos de guerra y muchas veces faltaba “el pan nuestro de cada día”. El 6 de agosto de 1945, a horas tempranas, estalló la primera bomba atómica sobre Hiroshima. Asombrado e impotente ante lo visto por sus ojos, el P. Arrupe rezó delante de el Santísimo en la capilla del noviciado, la oración fue corta y decisiva. Salió de la capilla con una decisión tomada: “Haremos del Noviciado una hospital” . Reunió a todos los jesuitas de la casa y ordenó: ¡ “Vayan a donde Dios les guié y traigan comida: y todo lo que encuentren y reciban” ! A pocas horas, el noviciado se había convertido en el lugar donde se acogía a todos los heridos por la bomba. Las heridas supuraban rápidamente y muchos aparentemente saludables, de repente, caían muertos a sus pies. Un gesto inexplicable de la Providencia salvó muchas vidas. Apareció un señor con un saco con 15 kilos de ácido bórico. Fue la medicina milagrosa que salvo a cientos de vidas. Había más de 50.000 cadáveres que podrían desencadenar una epidemia. “Ante eso, un sacerdote no puede desaparecer para salvar su propia vida” , escribiría tiempo después.

Camino a Roma

El 22 de marzo de 1944]], Arrupe fue nombrado vice-provincial de Japón. El vice-provincial decidió establecer contactos con los países del occidente para conseguir recursos y materiales. En sus viajes por los países occidentales Arrupe creó centro de ayuda para la misión japonesa en Chicago, Nueva York, La Habana, Santo Domingo, Cali, Medellín, Lima. El P. Arrupe creó sin duda un puente de ida y vuelta entre el Oriente y el Occidente. En 1956 se abrió la facultad de Teología de la Universidad Sofía de Tokio. En 1958 el Japón se constituyó en provincia jesuítica siendo así el P. Arrupe su primer provincial. Como provincial mandó a construir el Monumento de los Mártires de Nagasaki, martirizados el 5 de febrero de 1957. El 5 de octubre de 1964 moría en Roma el P. Juan Bautista Janssens, Superior General de la Compañía de Jesús. El 22 de mayo de 1965, el P. Arrupe fue elegido por la 31ª Congregación General, 28° Superior General de la Compañía de Jesús. La elección tuvo lugar durante el Concilio Vaticano II. Durante el Concilio Ecuménico Vaticano II, Arrupe mantuvo muchos y diversos contactos con obispos y cardenales. A partir de ahí conoció al Hno. Roger Schutz de Taizé. Tuvo tres intervenciones en el aula conciliar: sobre la iglesia y el mundo moderno, sobre el ateísmo y sobre las actividades misioneras. Arrupe conquistó la confianza de muchas órdenes y congregaciones religiosas, tanto así que fue presidente de la Unión de los Superiores Generales de Roma desde 1965 hasta 1983.

Al atardecer de su vida

En agosto de 1981 de vuelta a Roma después de uno de sus viajes, mientras iban en el carro empezó a hablar cosas inconexas. Rápidamente lo llevaron hacia el hospital Salvator Mundi diagnosticándose: trombosis cerebral, todo el lado derecho estaba paralizado, afectándole también su habla. Al día siguiente recibió la unción de los enfermos, comenzando así los diez años de silencio. El papa solía visitar al General de la Compañía de Jesús el último día del año. Juan Pablo II siguió la costumbre y el 31 de diciembre de 1981 fue a visitar al P. Arrupe casi inmóvil, en una butaca en la enfermería de la curia de los jesuitas. El P. Arrupe recibió al papa con palabras deletreadas y mal balbuceadas: “Santo Padre, renuevo mi obediencia y la de toda la compañía de Jesús a vuestra Santidad.” Juan Pablo II le contestó: “¡Padre General, ayúdeme con sus oraciones y plegarias!”. En la enfermería de la Curia General de los jesuitas en Roma, Pedro Arrupe pasaba sus días, semanas, meses y años, totalmente impedido de sus intensas actividades. En cierta ocasión le confió a un jesuita: “Es preciso sufrir y ofrecer el sufrimiento. Es la vida. Dios está más allá de todo. ¡Siempre, alegría en el Señor! Mi vida es estar en Dios. Tenemos que ver a Dios en todo. Yo no entiendo esto, pero debe ser de Dios, de su Providencia. Es algo muy especial. Para mí y para la Compañía. Debe ser de Dios. De vez en cuando siento una fuerza toda especial”. El 2 de septiembre de 1983, se reunía la 33ª Congregación General para aceptar la renuncia del P. Arrupe y elegir el nuevo Superior General de la Compañía de Jesús. El papa Juan Pablo II vino personalmente para presidir la celebración de la eucaristía. El papa se acercó tres veces al P. Arrupe que participaba en una silla de ruedas. La primera para darle el abrazo de la paz, la segunda para darle la comunión,la tercera, para un caluroso abrazo de despedida. La renuncia tuvo lugar en La Storta, a 40 km de Roma, junto a la capilla donde S. Ignacio oyó la voz de Dios: “Yo os seré propicio en Roma” . El P. Arrupe le gustaba pasar allí horas, rezando.

Beata Teresa de Calcuta y P. Pedro Arrupe
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El 13 de septiembre de 1983 fue elegido el sucesor del P. Arrupe, el P. Peter-Hans Kolvenbach. Tras su elección, Peter Hans Kolvenbach se dirigió a Pedro Arrupe y, abrazándole, le dijo: Ya no le llamaré a usted padre General, pero le seguiré llamando padre. En noviembre de 1985 tiene una seria recaída. Da la impresión de que Arrupe, por algunas complicaciones internas, que se piensa puedan ser un tumor o cáncer, y por la creciente inmovilidad a la que se ve obligado, se va a morir. El superior de la casa, Bernard Hale, le da la extremaunción el 29 de noviembre a las siete y media de la tarde. Aquellos días se daban cita en Roma cardenales y obispos de todo el mundo para un Sínodo, que se esperaba con especial interés: tenía por objeto revisar y reconducir el Concilio Vaticano II. Una multitud de periodistas inundaban Roma. Todos preguntaban por el padre Arrupe. Pedro Arrupe, en la cama, parecía un Cristo de Mantegna. En el silencio de su enfermedad, Arrupe recibió la visita de Teresa de Calcuta y del Hno. Roger Schutz, prior de Taizé. Con lágrimas en los ojos acompaño la celebración de su jubileo sacerdotal, el 30 de julio de 1986. El 5 de febrero de 1991 fallece en la casa generalicia de los jesuitas en Roma. Días antes, ya en agonía, le había visitado Juan Pablo II. A su funeral en la Iglesia del Gesù de Roma asistió una inmensa multitud. Sus últimas palabras fueron: “Por el presente Amén y por el futuro Aleluya”."

Fuentes

[LAMET, Pedro Muiguel. Arrupe, una explosión en la Iglesia. Ediciones Temas de Hoy: Madrid, 1989]. [Arrupe, Pedro. Ese Japón Increíble]. [Weber, Quirino. Pedro Arrupe, Un Jesuita Universal] .