Pacto de Miami

Pacto de Miami
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Fecha:noviembre de 1957
Lugar:ciudad de Miami,
estado de Florida,
Estados Unidos Bandera de los Estados Unidos de América
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba
Líderes:
Felipe Pazos (1912-2001)
Ejecutores o responsables del hecho:
grupo de fuerzas políticas opuestas al dictador Fulgencio Batista pero obedientes a los intereses del Departamento de Estado de los EE. UU.


Pacto de Miami. Proclamado en noviembre de 1957 por un grupo de fuerzas políticas opuestas a Batista, incluidas representaciones burguesas y el economista Felipe Pazos (1912-2001), quien respaldó el documento en nombre del Movimiento 26 de Julio, aunque sin autorización. El documento estaba diseñado para asegurar la instauración de un régimen pro Estados Unidos, a la caída de Batista. Fidel Castro denunció el acuerdo en una carta abierta dirigida a los firmantes y públicamente separó al Movimiento 26 de Julio de este pacto.

Antecedentes

A diferencia de Raúl Chibás, Felipe Pazos había salido de Cuba anteriormente bajo la protección de una embajada extranjera, y al llegar a los Estados Unidos comenzó a maniobrar con organizaciones revolucionarias y partidos políticos no electoralistas, para la constitución de un organismo de unidad, porque, según él, esa tarea le correspondía como firmante del Manifiesto de la Sierra Maestra en el que se hacía ese llamamiento. En sus malintencionadas gestiones logró convencer a Léster Rodríguez Pérez, responsable de asuntos bélicos del M-26-7 en el exterior y al capitán Jorge Sotús Romero, recién llegado de la Sierra, quien auxiliaría a Léster en el envío de armas al Ejército Rebelde.

Felipe Pazos también obtuvo el apoyo de diferentes organizaciones, como el Directorio Revolucionario 13 de Marzo, el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), la Organización Auténtica (OA), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y el Directorio Obrero Revolucionario, para suscribir, en octubre de 1957, un documento por el que se pretendía llevar a cabo una supuesta unidad de los sectores revolucionarios. El documento fue denominado Acuerdo de la Junta de Liberación de Cuba, conocido también como Pacto de Miami.

La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) celebraba en esos días en Washington su reunión anual, oportunidad que los firmantes del Pacto aprovecharon para darle publicidad y resonancia internacional.

El Pacto

El pacto se había fraguado a espaldas del M-26-7. Léster Rodríguez y Felipe Pazos se habían arrogado facultades que no tenían y habían alterado, en lo fundamental, los planteamientos suscritos en el Manifiesto de la Sierra Maestra. En el Pacto de Miami los firmantes señalaban la forma en que se debía conducir la Revolución y el programa político que se pondría en práctica después del triunfo.

En relación con la constitución de un Gobierno Revolucionario, expresaba:

Reiterar que se aspira a un gobierno constitucional, legal y democrático, en el que el pueblo de Cuba pueda expresar sus aspiraciones, y declarar que la tiranía nunca ha sido capaz ni lo será nunca, de ofrecer algo que no sea anarquía, recesión y pillaje.

El M-26-7 conoció el documento por una copia tirada en mimeógrafo, que le fue enviada desde los Estados Unidos a una maestra de la Organización Auténtica, en La Habana.

Faustino Pérez convocó a los dirigentes del M-26-7 que residían en La Habana para una reunión a la que concurrieron Marcelo Fernández Font, Arnold Rodríguez Camps, Manolito Suzarte Paz, Enrique Oltuski Ozacki y Luis M. Buch Rodríguez. En representación de la Resistencia Cívica asistió Manuel Ray. La reunión se efectuó en en Avenida 1ra. No. 1606, en Miramar.

Allí se tomó el acuerdo de no aceptar, por espurio, el supuesto Pacto. Este debía ser sometido a la consideración del resto de la Dirección Nacional en Santiago de Cuba y, cuanto antes, a la de Fidel. Además, se dispuso que Armando Hart le informara personalmente al líder del Movimiento sobre ese Pacto y el acuerdo que se había tomado, con el fin de evitar que la Junta de Miami designara un presidente provisional y la situación se volviese más engorrosa. A Luis M. Buch Rodríguez le encomendaron la tarea de ponerle ese cargo al doctor Raúl de Velazco Guzmán, presidente del Conjunto de Instituciones Cívicas y del Colegio Médico Nacional.

Luis M. Buch Rodríguez cita al doctor Raúl de Velazco en su casa para comunicarle la propuesta de la dirección del Movimiento, pero él no aceptó. Viaja a Santiago de Cuba con el propósito de entrevistarse con Armando Hart. Tenía que entregarle una copia del Pacto de Miami, informarle sobre los resultados de la reunión del M-26-7 en La Habana y comunicarle la negativa del doctor Raúl de Velazco de ocupar la Presidencia.

En Santiago de Cuba, Armando Hart convocó a una reunión en la cual se ratificó lo acordado en La Habana: desautorizar a los firmantes del Pacto de Miami y no reconocer a la Junta de Liberación.

En la reunión también se trató el rechazo de Raúl de Velazco para ocupar la presidencia provisional de la República y la necesidad de cubrir el cargo. Se sugirieron nombres de distintas personas, pero todos coincidimos en el doctor Manuel Urrutia Lleó, presidente de la Sala Tercera de lo Penal de la Audiencia de Santiago de Cuba, que había emitido un voto particular absolutorio de los acusados en la Causa No. 67 de 1956, por haber participado en la expedición armada del Granma. Su voto se apoyaba, esencialmente, en el artículo 40 de la Constitución de la República de Cuba de 1940.

Urrutia planteó también que después de haber fracasado toda gestión pacífica encaminada a restablecer aquellos derechos, no podía negarse que era legítima y estaba amparada por lo establecido en el inciso 1 del artículo 36 del Código de Defensa Social y en el artículo 40 de la Constitución, la acción armada que habían llevado a cabo los acusados en la Causa No. 67 de 1956.

En ese juicio Urrutia legitimó la oposición armada al gobierno de Fulgencio Batista, un régimen inconstitucional, instaurado por un golpe militar, que pisoteaba los derechos humanos más elementales del pueblo cubano.

Después de ser localizado el doctor Urrutia en su residencia de Santiago de Cuba, fue citado para la casa del doctor Jesús Buch Portuondo, situada en la Avenida Manduley no. 109, en el reparto Vista Alegre, donde lo esperában Hart y Luis M. Buch. Hart, le comunicó al doctor Urrutia el motivo de la citación: proponerlo como candidato del M-26-7 a la presidencia provisional del Gobierno Revolucionario en Armas.

El doctor Urrutia se mantuvo sereno, sin dar muestras de asombro; Al terminar Hart sus palabras, dijo:

No tengo ningún inconveniente en aceptar con toda responsabilidad el cargo que me proponen. Díganme lo que tengo que hacer. Yo estoy a la entera disposición de la Revolución. Si tengo que partir de inmediato para la Sierra Maestra, estoy en disposición de hacerlo. Lo mismo digo si debo permanecer en la clandestinidad o partir hacia el extranjero. No importa el lugar.
Manuel Urrutia

El Movimiento 26 de Julio denuncia el Pacto de Miami

Armando Hart subió a la Sierra Maestra. Llevaba el documento de la Junta de Liberación y la propuesta de Manuel Urrutia para ocupar la presidencia provisional de la República, que fue aceptada.

El 1 de febrero de 1958 Urrutia convoca una conferencia de prensa en Nueva York, señala que está en un exilio voluntario y declara que es el presidente provisional.

En carta fechada el 15 de diciembre de 1957, desde la Sierra Maestra, le comunicó al doctor Urrutia lo siguiente, en nombre de los combatientes revolucionarios:

Desde hoy le tendremos por nuestro candidato a presidir la provisionalidad y, consiguientemente, le consideramos el candidato del pueblo.
Armando Hart

Entretanto, Luis M. Buch se traslada a Miami con cartas de Hart y Faustino dirigidas a Léster y a Pazos, en las que con serenidad se enjuiciaban las falsas atribuciones asumidas y se llamaba a los miembros del Movimiento al orden, la disciplina, el respeto y la obediencia que debían a la Organización.

Se reune con otros miembros del Comité en el Exilio del M-26-7, que no habían sido consultados sobre el Pacto y entrega las cartas a sus destinatarios. Notifica oficialmente a la Junta de Liberación que los firmantes del Pacto en representación del M-26-7 no estaban autorizados para hacerlo. En lo adelante, Mario Llerena Rodríguez, presidente del Comité en el Exilio del M-26-7 y Raúl Chibás, tesorero, solo quedaban como observadores sin potestad para entrar en cualquier tipo de compromiso.

Armando Hart comunicó a Fidel todo lo relacionado con el Pacto y las gestiones que se habían realizado, y el Jefe de la Revolución citó con urgencia a los otros miembros de la Dirección Nacional que les fuera posible concurrir a una reunión en la Sierra. Era necesario enjuiciar la situación en la cual se quiso comprometer a la Organización.

Además, Fidel expresó su inconformidad por la forma en que entonces actuaban Hart y Buch, pues opinaba que debían haber denunciado el Pacto de inmediato, sin trámites mayores. En aquella reunión se tomó el acuerdo unánime de repudiar los planteamientos formulados por la Junta de Liberación, pues había puesto en juego no solo el prestigio del M-26-7, sino incluso, la razón histórica de la Organización.

Como máximo líder, a Fidel le correspondió dar cumplimiento a los acuerdos tomados. Por tal motivo, en carta fechada el 14 de diciembre de 1957, comunicó a los firmantes del Pacto la posición del Movimiento. En ella les expresaba que para la Revolución lo importante no era la unidad en sí, sino la base sobre la cual se sustentaba esa unidad, la forma en que ella se viabilizara y las intenciones patrióticas que la animaran.

Señaló que mientras los dirigentes de las demás organizaciones que suscribieron ese Pacto se encontraban en el extranjero haciendo una revolución imaginaria, a los dirigentes del M-26-7 les cabía el mérito de estar en Cuba, haciendo una revolución real.

Afirmó que el Movimiento jamás aceptaría el sacrificio de ciertos principios que eran cardinales en el modo de concebir la Revolución Cubana. Esos principios estaban contenidos en el Manifiesto de la Sierra Maestra y declaraban el rechazo enérgico a cualquier tipo de intervención extranjera en los asuntos internos de Cuba. No incluir esa cuestión tan importante era muestra de una evidente tibieza patriótica y de una cobardía que se denunciaba por sí sola.

Fidel expresaba que el Movimiento era contrario a la intervención, porque ello iría en menoscabo de la soberanía. En este documento pedía, incluso, que no se interviniera en favor de la dictadura enviándole aviones, bombas, tanques y armas modernas con las cuales Batista se sostenía en el poder.

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