Paramahamsa Yogananda

Swami Paramahansa Yogananda
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NombreSwami Paramahansa Yogananda
Nacimiento5 de enero de 1893
Gorakhpur, India, cerca de los Himalayas.
Fallecimiento7 de marzo de 1952

Swami Paramahansa Yogananda fue un yogui y gurú hindú. Cuyo nombre original fue Jogindranath Chowdhury. Fue uno de los dieciséis discípulos o apóstoles de Ramakrishna y un importante propagador del yoga en Occidente. Su obra "Autobiografía de un Yogui" es una joya de la literatura espiritual.

Biografía

Nació el 5 de enero de 1893 en Gorakhpur, India, cerca de los Himalayas. A los 21 años recibió el título de Bachiller, pero su dedicación se dirigía hacia los libros de texto con ideas filosóficas y religiosas, pues sabía ya que su verdadera vocación era la de realizar a Dios en su interior. En 1914 entró en la orden de los Swamis, por mediación de su gurú Sri Yukteswar, recibiendo el nombre de Yogananda (buenaventura a través del Yoga).

En 1935, su gurú le llamó un año antes de su muerte para concederle el título de Swami Yoganadaji hasta esos momentos, para llamarse Paramahansa (Cisne Supremo), y sólo se le otorga a los que han mostrado la irrevocable unión con Dios, es decir, el estado inmutable, que a él se le entregó después de 15 años de labor espiritual.

En agosto de 1936 dejó la India y ya no regresó más. Aunque en algunas ocaciones su deseo manifiesto fue el de poder vagar por el Ganges o los Himalayas, en meditación con el Amado Cósmico, debido a las indicaciones de su gurú Sri Yuteswar (que hizo el mahasamadi el 9 de marzo de 1936), tuvo que diseminar en Occidente las enseñanzas del Yoga de la India. Comenzó su labor en Occidente en 1920 y ya no la abandonó hasta su mahasamadhi (muerte).

Swami Yogananda y el yoga

El fue un verdadero defensor del Yoga y suyas son estas palabras: "La teoría de que el Yoga es peligroso o inadecuado para los occidentales es completamente falsa, y lamentablemente ha disuadido a muchos estudiantes de buscar en él sus múltiples beneficios. El Yoga es un método que enseña cómo calmar la turbulencia natural de los pensamientos, los cuales impiden por igual a todos los hombres de todo lugar el vislumbre de su verdadera naturaleza, el Espíritu. Los beneficios del Yoga no conocen barrera alguna entre Oriente y Occidente, así como la luz del sol despliega sus curativos rayos sobre todos. Puesto que los pensamientos de la mayoría son inquietos y caprichosos, existe una manifiesta necesidad del Yoga: ¡La ciencia del control mental!"

Por medio del Yoga podemos llegar al Samadhi o a la unión con Dios, comunión divina. Nos explica que en un primer paso de comunión con Dios, (sabikalpa samadhi), la conciencia del devoto practicante se une con el Espíritu Cósmico. En este samadhi, su energía vital se retira del cuerpo, parece como muerto, estando en todo momento rígido y sin movimiento. El yogui que alcanza este estado, se da cuenta de la animación suspendida en que se encuentra su cuerpo y, poco a poco, va avanzando hacia estados más espirituales, llegando así al nirvikalpa samadhi, siendo capaz de tener la comunión con Dios, sin ninguna rigidez corporal, pudiendo realizarlo en cualquier lugar, incluso en medio de la muchedumbre y con ruido.

Este estado de nirvikalpa samadhi, es propio de los maestros que vienen a este mundo plenamente avanzados: no les molesta el mundo externo, sino al contrario, son capaces de aprovechar las situaciones negativas del ambiente para beneficiar su estado de elevación, permaneciendo en este estado. Yogananda no fue una excepción, permaneció toda su vida en ese plano. Para tomar plena identificación con el espíritu se tiene que alcanzar el estado de nirvikalpa samadhi. Hay varios escalones: Vikalpa (diferencia, no-identificación); Sabikalpa (estado de Samadhi donde hay diferencia); Nirvikalpa (estado de Samadhi donde no hay diferencia). En el Sabikalpa Samadhi, el devoto aún mantiene una separación de Dios.

Sus ideas

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Los verdaderos yoguis a diferencia de las personas normales, jamás son sorprendidos en el momento de la muerte. Yogananda conocía a la perfección el plan de su vida. Tenía una misión y sabía cómo cumplirla. Pertenece a los espíritus elevados que Dios envía a esta tierra con objeto de enseñar a la Humanidad los pasos a seguir para llegar a la unión con El.

Su misión era extender la práctica del Yoga en Occidente, pero en algún momento manifestó misiones particulares, como el día 17 de noviembre de 1951, cuando falleció una hermana seguidora suya, llamada Gyanamata, él dijo a otro discípulo: "Ahora no sobreviviré mucho tiempo a la hermana".

Como persona era un conversador, dedicaba tiempo a la meditación yóguica y a la actividad corporal, según él era importante combinar la actividad corporal y la mental. Le gustaba cocinar comida india, muchas veces era él quien preparaba algunos platos, sobre todo en momentos de las celebraciones que tenía lugar en sus centros esparcidos en toda América. Pero a pesar de ello comía muy poco.

Su cuerpo era un perfecto receptáculo de la divinidad, tanto a nivel espiritual, mental y corporal. Su gran realización fue el matar su individualidad, nunca deseó otra cosa que morir como Yogananda y que Dios fuera el único que existiera dentro de él. Enseñó la autoliberación por medio del Kriya-Yoga y manifestó, en repetidas ocasiones, el poder de la mente que puede mandar sobre el cuerpo.

El día anterior a su mahasamadhi dijo: "La muerte puede hacerlo todo". También enseñó a liberarse de las ilusiones terrenales que desvían al hombre del fin supremo, siendo para él las tres principales el alcohol, el sexo y el dinero, que no dejan que se manifiesten las verdaderas y perfectas, aunque por medio de la meditación se puede uno liberar de ellas. Era partidario de leer muy poco -para que la lectura fuera buena tenía que ser instructiva- prefería que la mente fuera activa mediante la meditación más que rumiar las ideas ajenas. Decía: "Si lees durante una hora, escribe durante dos, reflexiona tres y medita incesantemente".

Creía en una sociedad perfecta que podría realizarse si se aportaba la eficiencia de América y la espiritualidad de la India, él sabía, y por ello luchó toda su vida, que había algún punto común a estas dos formas de entender la vida, y ese punto llevaría a la buena convivencia en el mundo actual. Por esto, manifestó en varias ocasiones que no quería morir en el lecho, sino con las botas puestas, hablando de Dios y de la India.

Según él, los grandes maestros que regresan a la tierra en otro cuerpo físico, lo hacen con una misión que tiene que ver con este planeta, como le pasó a Yogananda, señalando que cualquiera que sea la forma de muerte de un maestro realizado en Dios, es capaz de resucitar y aparecer ante los ojos de los habitantes de la tierra.

Un maestro como él y sus predecesores, domina la mente y es capaz de producir fenómenos paranormales como adivinar el pensamiento, no tener sombra (propio de los avataras), dar samadhi a sus discípulos, no permitir que florezcan pensamientos negativos en las personas y finalmente el mahasamadhi, que dejó su cuerpo incorrupto hasta nuestros días, aquel 7 de marzo de 1952, ante el asombro de todos los testigos.

Autobiografía de un yogui

El impacto inicial de Yogananda en la cultura occidental fue realmente impresionante. Pero su legado espiritual duradera ha sido aún mayor. Su Autobiografía de un Yogui, publicado por primera vez en 1946, ayudó a lanzar una revolución espiritual en Occidente. Traducido a los idiomas más de una docena, que sigue siendo un clásico best-seller espiritual hasta nuestros días.

Autobiografía de un Yogui describe la búsqueda espiritual de Yogananda de la iluminación, además de encuentros con notables figuras espirituales como Teresa Neumann y Ma Anandamoyi. Un capítulo notable de este libro es "El Derecho de los Milagros", donde da las explicaciones científicas de hazañas aparentemente milagrosas. Él escribe: " imposible, la palabra es cada vez menos prominente en el vocabulario del hombre"

Muerte

Su verdadero mahasamadhi llegó el día 7 de marzo de 1952, pero ya el día anterior, según sus discípulos más próximos en esos momentos, decían que su estado era de una atmósfera de desapego total de esta dimensión. Fue además ese día cuando cumplió uno de los deseos más queridos, el beber leche de cocos verdes.

El día anterior a su muerte manifestó: "Mañana día 7 de marzo, tengo una gran jornada, con una cita muy importante, desearme suerte". Los discípulos pensaban que se refería a la cena con el embajador de la India en los Estados Unidos. También hubo otras predicciones más concretas, como la que pronunció ese mismo día: "Mañana vuelvo donde todo comenzó". Pero los discípulos no se daban cuenta, quizás por el temor a perderlo, a pesar de haber manifestado en más de alguna ocasión que su momento de la partida estaba cerca, o por la capacidad que tenía de no dejar que en ellos nacieran pensamientos que pudieran turbarlos.

Al amanecer del día 7, las personas que lo vieron coincidieron en el hecho de manifestar que su conciencia estaba interiorizada en grado sumo, los ojos vueltos hacia arriba, clavados en el ojo espiritual. De él emanaban unas vibraciones de amor divino intenso, y todas las personas que estaban ante su presencia las percibían. Algunos de los discípulos que lo conocían bien, decían que estaba ajeno a todo lo externo, lo que le rodeaba, como si estuviera tejiendo un velo entre el mundo y él.


Cuando se dirigía al Hotel Bilmore, donde tenía que pronunciar una conferencia ante el embajador de la India y su mujer, una de sus discípulas le preguntó si iba a dormir en la habitación que le tenían reservada, Yogananda le contestó: "No pasaré aquí toda la noche. Ahora regreso a donde todo comenzó". Los discípulos pensaban que se refería a sus comienzos en Estados Unidos, que fue donde se hospedó durante largo tiempo. Durante la cena parecía tener buena salud, no manifestó ningún síntoma de cansancio, mareo o tener dolores.

A las 9:20 pronunció su discurso, que duró unos 10 minutos, hablando más lentamente de lo acostumbrado, pero el público parecía estar atrapado por una red magnética de amor y armonía que salían de él. Concluyó este corto discurso con las palabras del poema suyo "Mi India". Entonces, elevando los ojos, se volvió ligeramente hacia su derecha y se deslizó silenciosamente al suelo. La misión de su cuerpo físico en ese mismo momento había terminado, el día 7 de marzo de 1952, a las 9:30 de la tarde, en el hotel Bilmore de Los Angeles.

Fuentes