Partido Liberal (Cuba)

Para otros usos de este término, véase Partido Liberal (desambiguación).
Partido Liberal Autonomista
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LíderRafael Montoro
Fundación25 de agosto de 1878
Disolución1898
Ideología políticaReformista
SedeSanta Clara
PaísBandera de Cuba Cuba

Partido Liberal, también denominado Partido Liberal de Cuba. Fue un partido político fundado en 1878, aprovechando las escasas libertades reconocidas por el Pacto del Zanjón, por los antiguos reformistas, con la colaboración de algunas importantes personalidades de la guerra del 68. Poco después cambió el nombre por el Partido Liberal Autonomista.

Representantó los intereses de los hacendados cubanos en proceso de disgregación, y la sociedad cubana que intentaron consolidar, la de propietarios criollos medios y blancos. Los autonomistas fueron en general defensores intransigentes de una ideología blanca y racista. El amplio espectro racial que se observaba en la Isla, significaba para ellos el principal obstáculo en la construcción política de la nación, donde la población de origen español constituía en su criterio, el núcleo de la sociedad cubana y el único capaz de promover un desarrollo nacional.[1]

Historia

Fue fundado el 25 de agosto de 1878 en Santa Clara. En su dirección se destacan conocidos intelectuales de la gran burguesía cubana (abogados, periodistas, historiadores, economistas, oradores) como José María Gálvez, Eliseo Giberga, José Antonio Cortina y Rafael Montoro, este último fungió como un destacado orador, y se convirtió por espacio de casi veinte años en su principal ideólogo, dedicándose por entero a su organización y defensa, en la que evidenció tanto su capacidad política como su rectitud de principios, a pesar de su posición opuesta al independentismo.

Entre los principales puntos del programa de esta organización estaban: lograr que España concediera a Cuba los mismos derechos de que gozaban los españoles en la Península, que la Isla se rigiera por las mismas leyes y códigos vigentes allá, que se separaran el poder civil y el militar, que se aboliera la esclavitud mediante una indemnización a los dueños de esclavos, que se estimulara exclusivamente la inmigración blanca, y que se hiciera una reforma de los aranceles y las cargas fiscales en beneficio de los productores cubanos.

Principales figuras

En sus filas se contaron figuras del relieve intelectual de Miguel Figueroa, José Antonio Cortina, Raimundo Cabrera y Eliseo Giberga, sin olvidar a Enrique José Varona, que lo abandonaría para sumarse a la causa de José Martí. Rafael Montoro fue su ideólogo emblemático. Defendía la teoría de un cambio evolutivo, no revolucionario, de la sociedad cubana.

Accionar del Partido

Los miembros de la cúpula dirigente del autonomismo, expusieron claramente que el fin último del partido era la autonomía y nada más allá. El 18 de abril de 1879, El Triunfo publicó un extenso artículo, titulado “Nuestra Doctrina”, en el que se declaró, por vez primera, que el objetivo político del partido era la autonomía, y que solo a través de esta podrían lograrse los cambios que necesitaba la Isla, para formarse como sujeto político. El artículo, que se vería completado con otros dos del mismo nombre, incluía la creación de una Diputación insular que sería elegida por el voto popular y revestida de amplios poderes en el orden administrativo, encargada de todos los asuntos que afectasen particularmente al país sin la intervención del gobierno de la Metrópoli, además de aprobar los presupuestos generales para Cuba. También insistía en una vieja demanda, la separación de los poderes militar y civil. De allí no se moverían jamás.[2]

En 1882, el Partido Liberal se pronunciaría por la «libertad inmediata y absoluta» de los esclavos. Dos grandes bloques políticos se estructuraron en la sociedad insular tras el fin de la Guerra de los Diez Años (1878): el Partido Liberal, llamado después Liberal Autonomista, y el Partido Unión Constitucional. Ambas agrupaciones rechazaban la independencia y existieron hasta 1898.

Se nutrían de elementos de la burguesía, pero mientras Unión Constitucional nucleaba a los «buenos españoles», el Liberal Autonomista se presentaba como el de los «buenos cubanos». En verdad, nunca representó a la nación ni fue un partido de masas. Su militancia fue siempre exigua y al final llegó a ser calamitosa (tenía 259 miembros en 1895). Más importante que el número de sus afiliados fue el peso de las ideas que sustentó, pues sus críticas al colonialismo español influyeron en la sociedad cubana de su tiempo.

En la sesión del 2 de abril de 1895 de la Junta Autonomista convocada para aprobar el lanzamiento al país de un manifiesto condenatorio del alzamiento independentista del 24 de febrero, Bruzón declararía que:

“Constituimos un partido de paz, no ciertamente porque esperemos obtener la paz por la fuerza, sino porque nuestra finalidad está igualmente en la paz y de ningún modo en la independencia (…) no debemos condenar la revolución por inoportuna, ni por los males que ocasione, debemos condenarla en sí misma, debemos condenarla hoy y siempre, sea cuales fuesen las consecuencias de nuestra actitud".[3]

Si los de la Unión Constitucional, preferidos y protegidos por el régimen, tenían como divisa el saqueo y la expoliación de la Colonia, los autonomistas pretendían que la Isla fuese vista por Madrid como una región especial de España que se regiría por leyes que se promulgarían de acuerdo con sus necesidades, aunque contribuiría al presupuesto de la Corona. Se mantendría la figura del Capitán General y habría una cámara de diputados con miembros electos en Cuba y también designados por España, así como un Presidente de Gobierno asistido por sus secretarios de despacho. Con la autonomía, Cuba seguiría siendo española. Negaba la posibilidad de la independencia. Pese a lo valioso de su prédica, se empataba en eso con Unión Constitucional. Martí le llamó «el partido de la equivocación permanente».

Hacia 1893 pareció que España facilitaría ciertas modificaciones en el estatus político de la Isla. Nada se hizo porque en Madrid los conservadores, en alianza con los elementos más obstinados de Unión Constitucional, aplazaron primero e impidieron después su presentación en el Parlamento. Otro proyecto más recalcitrante, el plan Romero-Abárzuza, fue aprobado en 1895, pero no se aplicó. La Revolución de Martí trazaba nuevos derroteros.

Desde los inicios de la Guerra de Independencia, el Partido Autonomista expresó su apoyo a España y su condena de la lucha armada. Siguió abogando por la autonomía, mientras que el Partido Reformista, fundado en La Habana en 1893, clamaba por la aplicación de las exiguas reformas del plan Romero-Abárzuza. En 1898, tres años de lucha situaban a España entre la espada y la pared. Propiciaba cambios o perdía a Cuba para siempre. El nombramiento de Ramón Blanco y Erenas, Marqués de Peña Plata, como capitán general de la Isla, en noviembre de 1897, fue un alivio para los autonomistas. Debía poner en vigor el Real Decreto que autorizaba el régimen autonómico en Cuba y Puerto Rico.

Resultado

El problema racial y la esclavitud, son unos de los puntos donde más se manifestó la actitud conservadora autonomista, abogando por la abolición indemnizada y más tarde elaborando diferentes proyectos amparados en el patronato. Solo algunas figuras políticas dentro de la corriente autonomista como Rafael María de Labra y Miguel Figueroa, contribuyeron desde el primer momento con su prédica a la abolición sin cortapisas de la esclavitud y, posteriormente, prestaron su apoyo a los negros y mulatos en la lucha por sus derechos.

Los elementos más intransigentes, liderados por Montoro y Rafael Fernández de Castro, defendieron a ultranza la abolición evolutiva y con indemnización. No obstante, algunas voces se alzaron en el seno de la Junta Central, entre ellas las de José Antonio Cortina, Francisco Augusto Conte y Francisco de Zayas, opuestas a la permanencia del régimen esclavistas, mas fueron los criterios de los primeros los que se impusieron en los años iniciales.

Resultaron el bajo rendimiento de los patrocinados y sus acciones de rebeldía, que hicieron que patronato no se justificara económicamente ni se produjera una sustitución progresiva de la mano de obra esclava por la libre, unido a que cada vez era más fuerte sentimiento abolicionista en el seno de la población cubana, lo que determinó que hacia 1881, el Partido Liberal Autonomista modificara su actitud y se pronunciara en contra del régimen en cualquiera de sus modalidades. En el tema de la esclavitud, los “liberales” cubanos quedaron muy por detrás, incluso, de los “conservadores” del Unión Constitucional que, desde el mismo momento de su fundación, habían abogado por la abolición sin indemnización alguna.

La Junta Central imperaba sobre el partido sin alternativa de cambio alguna, y la opinión de las provincias o de grupos discrepantes carecía de influencia sobre su línea política. Las únicas opciones que quedaron a los que pensaban de manera diferente, fueron la rebeldía o el abandono de la organización. Este cierre resulta la mayor expresión del carácter elitista y autoritario del Partido Autonomista cubano. El Partido se disolvió en 1898.

Véase también

Referencias

  1. Las tretas de la “historia crítica”. Disponible en Portal La Jiribilla Consultado el 23 de marzo de 2012
  2. Las tretas de la “historia crítica”. Disponible en Portal La Jiribilla Consultado el 23 de marzo de 2012
  3. Junta Central del Partido Liberal, Actas, 2 de abril de 1895, en: Biblioteca Nacional de Cuba José Martí, Colección Manuscrita Montoro, t. XXXVII.

Fuente