Pobreza

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Concepto:Es una situación o forma de vida que surge como producto de la imposibilidad de acceso o carencia de los recursos para satisfacer las necesidades físicas y psíquicas básicas humanas que inciden en un desgaste del nivel y calidad de vida de las personas, tales como la alimentación, la vivienda, la educación, la asistencia sanitaria o el acceso al agua potable.


Pobreza

Como Categoría se suelen considerar la falta de medios para poder acceder a tales recursos, como el desempleo, la falta de ingresos o un nivel bajo de los mismos. También puede ser el resultado de procesos de exclusión social, segregación social o marginación. En muchos países del tercer mundo, la situación de pobreza se presenta cuando no es posible cubrir las necesidades incluidas en la canasta básica de alimentos. La situación persistente de pobreza se denomina pauperismo.

Tres significados básicos

El concepto de pobreza, tal como el fenómeno que describe, posee una antigüedad respetable. Su etimología nos lleva a la palabra latina paupertas, que remite originalmente a la condición de pauperos que significa, literalmente, parir o engendrar poco y se aplicaba al ganado y, por derivación, a la tierra pobre, es decir, infértil o de poco rendimiento.2 De esta acepción de pobreza como falta de potencialidad o capacidad de producir deriva un concepto distinto que apunta a la carencia misma de una serie de bienes y servicios básicos. Este es el origen del concepto de pobreza absoluta. También surgió tempranamente el concepto de pobreza como contraposición al de riqueza, donde el sentido de cada uno de estos términos se define por la relación misma entre ellos. De allí proviene el concepto de pobreza relativa.3 La pobreza, por lo tanto, es una forma de vida que aparece cuando las personas carecen de los recursos necesarios para satisfacer sus necesidades básicas. Esta condición se caracteriza por deficiencias en la alimentación, por la falta de acceso a la asistencia sanitaria y a la educación, y por no poseer una vivienda que reúna los requisitos básicos para desarrollarse correctamente. Existen diversas situaciones involuntarias que pueden llevar a un individuo a la pobreza; el desempleo, los salarios insuficientes y las catástrofes naturales son algunas de las más frecuentes. Asimismo, una enfermedad cuya recuperación exija gastos desmesurados suele ser el lamentable camino a la quiebra de muchas familias. Por otro lado, cabe señalar que el uso inconsciente del dinero puede acabar con grandes fortunas. Se suele considerar que una familia cae por debajo de la línea de pobreza cuando sus ingresos no le permiten alcanzar a la canasta básica de alimentos. Cuando dicha situación desesperada se extiende en el tiempo, se habla de pauperización. Los seres vivos no podemos evitar que nuestro sentido de supervivencia nos impulse a seguir avanzando cuando todo parece haber terminado; y es justamente la pobreza, la necesidad extrema, una de las situaciones sociales en las que muchas personas descubren cuán fuertes son, cuántos sacrificios están dispuestos a hacer para cuidar a sus seres amados y procurarles un futuro mejor. Las carencias básicas pueden representar una pesadilla para muchas personas, pero del mismo modo mostrarles lo mejor que hay en ellos mismos. El sistema social al que nos sometemos no está preparado para que salgamos de un pozo tan profundo como la falta de techo y comida; no parece posible asistir a entrevistas de trabajo sin haber podido asearse, sin contar con ropa limpia y planchada. Pero mucha gente consigue atravesar estas etapas gracias a pensar diferente, a actuar como nunca antes lo habían hecho; no se dejan caer ante la imposibilidad de transitar el camino convencional, sino que se enfocan en la posibilidad de esas decisiones que, quizás, los conducirán a las mejores oportunidades. Esa fuerza de voluntad, esa lucidez en los momentos críticos es su verdadera riqueza. En ocasiones se utiliza el término subdesarrollo para hacer referencia a la pobreza, lo que supone un eufemismo. El subdesarrollo está vinculado a la incapacidad de un país o una región para alcanzar un adecuado nivel de desarrollo de sus capacidades. Más allá de la noción económica o material, el término pobreza también puede usarse para hablar del vacío espiritual propio de alguien que no ama o que no es amado, de la soledad de una persona que no ha sabido rodearse de otros seres vivos que completen su existencia. Esta acepción es claramente literaria, aunque también aparece en el contexto de conversaciones centradas en los sentimientos, independientemente de su formalidad o de su belleza lingüística.

En este sentido, es también necesario un esfuerzo muy grande para superar la pobreza y, del mismo modo que en el terreno material, el éxito no está garantizado. Desprenderse de las propias necesidades al punto de quedarse solo, alejarse de los demás, permitiendo que el alma se reseque y convirtiéndose en un ser antisociable, no son decisiones que puedan revertirse fácilmente el día en el cual nos damos cuenta de nuestros errores.

Pobreza como falta de desarrollo humano

El enfoque más moderno y en boga sobre la pobreza, es decir, aquel que lleva el sello del premio Nobel Amartya Sen, se inspira en la acepción primigenia de pobreza como falta de capacidad de producir o de realizar su potencial productivo. En este enfoque el énfasis está puesto no tanto en el resultado (ser pobre en el sentido de no disponer de ingresos o bienes suficientes) sino en el ser pobre como imposibilidad de alcanzar un mínimo aceptable de realización vital por verse privado de las capacidades, posibilidades, y derechos básicos para hacerlo. Esta forma de ver la pobreza se inspira, como Sen mismo lo destaca, en la filosofía aristotélica que define la “buena vida” como aquella en que se han realizado o florecido todas las capacidades encerradas en la naturaleza de los seres humanos (que según Aristóteles pueden ser muy diversas, como aquella que lleva a algunos a ser señores y a otros a ser esclavos). Esta concepción es parte de la ontología o doctrina del ser de Aristóteles donde las cosas tienen una naturaleza que determina y fija las finalidades o plenitud de su desarrollo. Así, en La política nos dice que “la naturaleza de una cosa es precisamente su fin, y lo que es cada uno de los seres cuando ha alcanzado su completo desenvolvimiento se dice que es su propia naturaleza”. El pleno florecimiento humano requiere, según Aristóteles, de la polis o ciudad, como conjunto organizado y autosuficiente de seres humanos que han realizado sus diversas naturalezas y las ponen al servicio unos de otros. Este concepto de pobreza, actualizado por Amartya Sen y despojado de sus rasgos incompatibles con una sociedad basada en la igualdad básica de los seres humanos, podría ser definido como pobreza de desarrollo humano. Este es el enfoque que ha sido instrumentalizado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), estableciendo una serie de criterios de satisfacción de necesidades básicas –esperanza de vida, logros educacionales e ingreso, que son la base del así llamado Índice de Desarrollo Humano (IDH)– que formarían la base de recursos y habilidades que permiten el “desarrollo humano, definido como el proceso de ampliación de las opciones de las personas y mejora de las capacidades humanas (la diversidad de cosas que las personas pueden hacer o ser en la vida) y las libertades”.5 A partir de ello el PNUD ha elaborado un Índice de Pobreza Humana (IPH) que se describe de la siguiente manera: “En lugar de utilizar los ingresos para medir la pobreza, el IPH mide las dimensiones más básicas en que se manifiestan las privaciones: una vida corta, falta de educación básica y falta de acceso a los recursos públicos y privados.

El problema de este intento de instrumentalizar el enfoque de Sen radica en la reducción de sus elementos determinantes a algunas variables –como expectativa de vida, escolarización o ingreso disponible que si bien son relativamente fáciles de medir dejan fuera del análisis del desarrollo a otros componentes esenciales del mismo como ser la libertad individual o los derechos democráticos. Se reduce así la perspectiva de la pobreza de una manera que el mismo Sen ha considerado inaceptable: “La pobreza económica no es la única que empobrece la vida humana. Para identificar a los pobres debemos tener en cuenta, por ejemplo, la privación de los ciudadanos de regímenes autoritarios, desde Sudán a Corea del Norte, a los que se niegan la libertad política y los derechos civiles.”7 Esto muestra la dificultad de instrumentalizar satisfactoriamente el amplio enfoque de Sen y puede llevar a absurdos como llegar a considerar que quienes viven bajo regímenes fuertemente autoritarios o simplemente totalitarios gozan de mayor “desarrollo humano” que quienes viven en sociedades que respetan los derechos y las libertades humanas. Así, según el informe de 2009 del PNUD Kuwait permitiría a su población un desarrollo humano más alto que por ejemplo Portugal o la República Checa, y Cuba se ubica a este respecto en mejor posición que Costa Rica o Rumania.

Pobreza absoluta

A esta forma previa de ver la pobreza, centrada en las capacidades para realizar las propias potencialidades, se opone otra definición igualmente antigua, aquella que ve la pobreza y la condición de pobre (pauper) como un estado de privación o falta de recursos para poder adquirir una “canasta de bienes y servicios” necesaria para vivir una vida mínimamente saludable. Este enfoque fue sistematizado a comienzos del siglo XX por el británico Seebohm Rowntree en Poverty: A Study of Town Life (1901), un estudio pionero sobre la pobreza que se transformaría en el punto de partida y referencia de los futuros estudios sobre el tema. La razón de ello es doble. Por una parte, este estudio se basa en una amplia investigación empírica realizada en York, la ciudad natal de Rowntree, que abarcó nada menos que 11.560 familias, lo que equivalía a unas dos terceras partes de todas las familias de York. La segunda razón es que para llevar adelante su investigación Rowntree elaboró una serie de conceptos y métodos de medición que pasarían a formar instrumentos centrales en prácticamente todos los estudios posteriores sobre el tema. Entre estos instrumentos se destaca la elaboración de una “línea de pobreza”, que no sólo incluía la alimentación sino además el acceso a la vivienda, a prendas de vestir adecuadas y otros ítems absolutamente necesarios para mantener lo que Rowntree llamó “un funcionamiento puramente físico”. Esto le permitió definir dos tipos de pobreza, la “pobreza primaria” y la “pobreza secundaria”. En pobreza primaria vivían aquellas “familias cuyo ingreso total no era suficiente para obtener el mínimo necesario para mantener un funcionamiento puramente físico”. En pobreza secundaria vivían las familias que podían alcanzar ese mínimo pero no disponían de excedentes. Estamos aquí frente a lo que habitualmente se denomina pobreza absoluta y es aún hoy la medida globalmente más usada para determinar la extensión de la pobreza, tal como lo muestran los cómputos realizados por el Banco Mundial en base a una “línea internacional de pobreza”. Esta línea fue tradicionalmente fijada en 2 dólares estadounidenses de 1985 per cápita, en paridad de poder adquisitivo, para definir la pobreza y en 1 dólar para definir la pobreza extrema. En agosto de 2008, la línea de pobreza extrema fue reajustada a 1,25 dólares. Esta cantidad refleja el promedio del ingreso mínimo necesario para sobrevivir en los diez a veinte países más pobres del mundo.

Pobreza relativa

Frente a este criterio o forma de medir la pobreza ha existido otro enfoque igualmente clásico que apunta a la posibilidad de adquirir una canasta de bienes y servicios que puedan asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y estándares de una sociedad determinada. En este caso tenemos la así llamada pobreza relativa, que varía con el desarrollo social que va determinando, en cada época y sociedad, aquel mínimo de consumo bajo el cual más que ver amenazada la supervivencia se cae en un estado de exclusión o imposibilidad de participar en la vida social. El ejemplo clásico de esta forma de pobreza fue dado por Adam Smith en La riqueza de las naciones al escribir: “Por mercancías necesarias entiendo no sólo las indispensables para el sustento de la vida, sino todas aquellas cuya carencia es, según las costumbres de un país, algo indecoroso entre las personas de buena reputación, aun entre las de clase inferior. En rigor, una camisa de lino no es necesaria para vivir. Los griegos y los romanos vivieron de una manera muy confortable a pesar de que no conocieron el lino. Pero en nuestros días, en la mayor parte de Europa, un honrado jornalero se avergonzaría si tuviera que presentarse en público sin una camisa de lino. Su falta denotaría ese deshonroso grado de pobreza al que se presume que nadie podría caer sino a causa de una conducta en extremo disipada.”11 El riesgo de esta forma de ver la pobreza y, en general, de toda la idea de la pobreza relativa ha sido bien apuntado por Amartya Sen, quién hace un llamado a no perder de vista el “núcleo irreductible de privación absoluta en nuestra idea de pobreza”. El riesgo es llegar a una relativización total de “la pobreza” siguiendo la famosa frase de Mollie Orshansky acerca de que “la pobreza, como la belleza, está en el ojo de quien la percibe”.12 Además, las expectativas sociales se mueven constantemente en la medida en que una sociedad se desarrolla, elevando sucesivamente nuestra vara de medir el umbral de lo que Smith llamaba “ese deshonroso grado de pobreza”. De esta manera se puede relativizar y hasta banalizar el concepto de pobreza, hasta el punto de decir que, por ejemplo, en Estados Unidos hay un porcentaje mayor de pobres que, en los países del África subsahariana. También se puede llegar a la conclusión que la pobreza aumenta al aumentar el bienestar general de una sociedad ya que las expectativas sobre el “mínimo socialmente aceptable” pueden aumentar más rápidamente que el bienestar real de la población. Pobreza relativa como desigualdad Otra forma muy común pero altamente dudosa de usar el concepto de pobreza relativa es simplemente hacerlo sinónimo de una cierta medida de la distribución del ingreso en un país dado. Esta pobreza relativa aparente acostumbra a ser definida a partir de un umbral de ingreso medido como porcentaje del ingreso medio del país respectivo. Así por ejemplo, es usual llamar pobres o “en riesgo de pobreza” a todos aquellos que disponen de menos del 60% del ingreso disponible medio de la sociedad en que viven. Actualmente se aceptan comúnmente tres categorías derivadas de esta forma de medir la pobreza: la población que dispone entre un 50 y un 60% del ingreso medio es catalogada como “en riesgo de pobreza”, aquella que dispone entre 40 y 50% de ese ingreso es catalogada como “pobre” y la que dispone de menos del 40% se encontraría en “pobreza extrema”. En 2007 dentro de la Unión Europea, que usa justamente estos porcentajes, el 6% de su población estaba en una condición de “pobreza extrema” (menos del 40% del ingreso disponible medio), esta cifra se elevaba al 10% si usamos la línea del 50% (pobreza) y al 17% si la línea se ubica en el 60% del ingreso medio. Esta es el mismo tipo de medición de la pobreza usada en España y según el cual un 20,8% de los españoles se encontraba en una situación de “pobreza relativa” o “riesgo de pobreza” el año 2010.13 Sin embargo, el poco sentido que tiene este tipo de mediciones de la pobreza relativa aparente se hace evidente cuando constatamos que en 2007 un luxemburgués se encontraba, según la UE, “en riesgo de pobreza” pudiendo disponer de un ingreso de hasta 17.575 euros anuales, mientras que el riesgo de pobreza de un rumano empezaba con apenas la décima parte, es decir, con 1.765 euros anuales del mismo poder adquisitivo.14 Esta forma de definir la pobreza puede llevar a resultados incluso más absurdos, como ser el poder constatar un gran aumento de la pobreza (relativa aparente) durante épocas de fuerte disminución de la pobreza (abs oluta). Este es, por ejemplo, el caso de China durante los últimos tres decenios, durante los cuales un crecimiento económico espectacular ha sacado a más de 600 millones de chinos de la pobreza (absoluta) pero a la vez, en razón de una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, ha aumentado rápidamente el número de pobres (relativos). En buenas cuentas, con esta medida de la pobreza relativa aparente podríamos llegar a considerar al país más pobre de la tierra como un país sin pobres si su distribución del ingreso fuese lo suficientemente pareja. Pobreza relativa como privación Este mismo riesgo corre otro de los enfoques más influyentes sobre la pobreza, aquel que usa el término de deprivation (privación) para definir la pobreza.15 Se trata de una medida relativa, que indica la ausencia de ciertos atributos, recursos o estatus que otras personas poseen. La privación relativa puede ser definida de manera objetiva, como una medición del contenido real o material de ese “tener menos que otros”, pero también de manera subjetiva, atendiendo fundamentalmente al sentimiento de tener menos que otros. Como tal podría ser llamada una medida de la envidia humana y de hecho, aplicando este criterio, prácticamente cualquiera podría ser definido como pobre. Ahora bien, para transformar algo tan relativo en un indicador que realmente tenga algo que ver con la pobreza o la vulnerabilidad se requiere buscar un umbral de privación o de distancia respecto del nivel de vida normal de una sociedad que impida mínimos satisfactorios de desempeño o participación social. Peter Townsend apunta al respecto que es fundamental “definir el estilo de vida generalmente compartido o aprobado en cada sociedad y evaluar si [...] hay un punto en la escala de la distribución de recursos por debajo del cual las familias encuentran dificultades crecientes [...] para compartir las costumbres, actividades y dietas que conforman ese estilo de vida.”16 De esta manera estaríamos prácticamente de vuelta en la pobreza relativa, tal como por Adam Smith la trató. Sin embargo, el uso de este concepto puede tener un valor importante si lo aplicamos en el sentido más clásico del término, aquel de privación relativa subjetiva elaborado por Robert Merton, ya que entrega elementos importante para entender la dinámica de la formación de la conciencia y los conflictos sociales, los que parten del sentimiento de privación más que de la privación o la pobreza en sí mismas. Otro autor clásico que resumió muy bien esta idea es Karl Marx al escribir: “Sea grande o pequeña una casa, mientras las que la rodean son también pequeñas cumple todas las exigencias sociales de una vivienda, pero, si junto a una casa pequeña surge un palacio, la que hasta entonces era casa se encoge hasta quedar convertida en una choza […] y por mucho que, en el transcurso de la civilización, su casa gane en altura, si el palacio vecino sigue creciendo en la misma o incluso en mayor proporción, el habitante de la casa relativamente pequeña se irá sintiendo cada vez más desazonado, más descontento, más agobiado entre sus cuatro paredes.”17 HistoriaLa pobreza en las sociedades preindustriales La pobreza no es algo nuevo en la historia de la humanidad. Su causa fundamental radica en la baja productividad del trabajo en las sociedades preindustriales, a lo cual hay que sumar la desigual distribución de la riqueza y el ingreso. Vivir en una condición de premura material fue la situación normal del género humano hasta que los progresos tecnológicos de la era moderna hicieron posible, para las amplias mayorías, tener acceso a niveles de consumo, salud, educación y bienestar en general impensables en épocas anteriores. Según los cálculos del historiador económico Angus Maddison18 la renta per cápita promedio en las sociedades tradicionales ha oscilado en torno a los 400/500 dólares (dólares estadounidenses de 1990 de igual poder adquisitivo) anuales por persona. Esto equivale a lo que hoy, internacionalmente, se considera la línea de pobreza extrema. Todavía para economistas clásicos como David Ricardo la pobreza, definida como un nivel de consumo que básicamente aseguraba la subsistencia, era el destino natural de las clases trabajadoras industriales. Thomas Malthus profetizó, en su célebre Ensayo sobre los principios de la población publicado en 1798, la necesaria pobreza de la gran masa de los seres humanos dada la tendencia de la humanidad a reproducirse más allá de las posibilidades de la agricultura de producir alimentos a un ritmo que igualase la rapidez del crecimiento poblacional. A mediados del siglo XIX, Karl Marx basó su pronóstico sobre la necesaria caída del capitalismo en la pauperización del proletariado industrial, hecho que él consideraba como una “ley férrea” del desarrollo capitalista. Sin embargo, ya Marx veía esta pauperización como un hecho básicamente social, determinado no por la falta de medios sino por la distribución desigual de los resultados de la producción. Es por ello que su utopía comunista, hija del optimismo tecnológico que va cundiendo durante el siglo XIX, postula la salida definitiva de la humanidad de su estado de necesidad.

Progreso y surgimiento de la pobreza como problema

Hasta comienzos del siglo XIX la pobreza era considerada como la norma de la vida humana, tal como lo eran las enfermedades devastadoras, la falta de educación o de libertad religiosa y política. Esta normalidad comenzó a cambiar durante la segunda mitad del siglo XIX, cuando se fue haciendo evidente que la industrialización iniciada en Gran Bretaña y luego replicada en diversas partes de Europa occidental estaba haciendo posible un significativo mejoramiento de los niveles generales de vida. Fue surgiendo así, paulatinamente, una nueva normalidad: la del bienestar como condición no sólo deseable sino también posible de la vida humana. En su estudio clásico de 1901, Poverty: A Study of Town Life, Seebohm Rowntree llega a la conclusión de que el 27,84% de la población de la ciudad York, en Inglaterra, vivía bajo la línea de pobreza, lo que venía a confirmar un estudio publicado en 1886 por Charles Booth sobre la pobreza en Londres. Estos resultados fueron chocantes para una opinión pública que ya comenzaba a ver el bienestar como normalidad. Sin embargo, la perspectiva optimista de Rowntree es evidente y queda plenamente reflejada en las palabras finales de su célebre obra: “La oscura sombra de la filosofía maltusiana pertenece al pasado y ninguna visión sobre el estado final de las cosas sería actualmente aceptada si en la misma una multitud de hombres y mujeres está condenada, por una ley inevitable, a una lucha tan dura por la existencia como para atrofiar o destruir las partes más elevadas de su naturaleza.”19 Posteriormente, Rowntree realizó dos nuevos estudios en York que mostraron con claridad una tendencia hacia la disminución de la pobreza hasta llegar a transformarse en un fenómeno marginal. En su estudio de 1936, Poverty and Progress, la pobreza había disminuido al 18% y en el de 1950, Poverty and the Welfare State, a tan sólo el 1,5%. Esto a pesar de que Rowntree había ampliado la “canasta de bienes” que determinaba la línea de pobreza. Estos estudios coincidían no sólo con la visión optimista del propio Rowntree sino con la idea, cada vez más dominante durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, de que la pobreza era un hecho residual destinado a desaparecer como fruto del rápido progreso económico y las intervenciones del Estado del bienestar.

Redescubrimiento de la pobreza

La visión optimista respecto de la eliminación prácticamente automática de la pobreza comenzó a ser desafiada en el país que era el epicentro mismo del desarrollo y la afluencia económica: Estados Unidos. Movimientos afroamericanos militantes y violentas revueltas urbanas obligaron a volver la mirada hacia el patio trasero de la abundancia: los 40 millones de pobres que a fines de los años 1950 había en Estados Unidos, lo que constituía casi una cuarta parte de su población. Entre los afroamericanos (blacks en la estadística oficial) el porcentaje de personas viviendo bajo la línea de pobreza estadounidense alcanzaba nada menos que el 55%.20 Este redescubrimiento de la pobreza fue acompañado por una serie de estudios clásicos sobre el tema, como los de Oscar Lewis (1959, 1961 y 1968) que desarrollaron el concepto de “cultura de la pobreza”, el de John Kenneth Galbraith (1958) sobre lo que él llamó “la sociedad opulenta” y el de Michael Harrington titulado The Other America: Poverty in the United States (1962). En su discurso sobre “el estado de la nación” de enero de 1964 el Presidente Lyndon B. Johnson hizo de la lucha contra la pobreza una parte central de su programa de gobierno bajo el dramático nombre de “Guerra contra la pobreza” (War on Poverty). Esto llevó, ese mismo año, a la aprobación de una ley al respecto (Economic Opportunity Act) por el Congreso con la consecuente creación de un ente federal (Office of Economic Opportunity) dedicado a la lucha contra la pobreza. Después de esta iniciativa los estudios sobre la pobreza en Estados Unidos aumentaron de manera exponencial, pero la situación inicial –caracterizada por el chocante redescubrimiento de la pobreza– bien puede ser descrita usando las palabras de Daniel Bell de 1968: “…cuando el tema de la pobreza surgió, nadie estaba realmente preparado, nadie tenía ningún tipo de datos, nadie sabía que hacer”. Paradójicamente, el redescubrimiento de la pobreza se produjo en un periodo de rápida disminución de la misma tanto en Estados Unidos como en otras sociedades avanzadas. De acuerdo a la estadística oficial estadounidense, la pobreza disminuyó de 39,5 millones de personas en 1959 a 24,1 millones en 1969. Por ello es que el verdadero shock llegó en los años 70 cuando se constató que la incidencia de la pobreza comenzaba de nuevo a crecer llegando a más de 35 millones de pobres en 1983, lo que correspondía al 15,2% de la población de Estados Unidos. Pero esta era solamente la expresión cuantitativa de un fenómeno extremadamente complejo: la patología de la exclusión social o marginalidad –según el concepto habitualmente usado en esos tiempos para describir este fenómeno– que tomaba formas nuevas y cada vez más peligrosas de expresarse, con un incremento dramático de las tasas de criminalidad, la drogadicción, los nacimientos extramaritales, las familias de madres solas y la dependencia de las ayudas sociales. La toma de conciencia acerca de lo que fue llamado “la nueva pobreza” llegó a Europa más tarde que a Estados Unidos pero el shock no fue menor. Las primeras estimaciones de la amplitud de la pobreza en la Comunidad Europea dieron una cifra de 30 millones para 1975, cifra que luego se vería incrementada por el fin definitivo del pleno empleo y el comienzo de una larga fase de desarrollo europeo caracterizada por una escasa creación de puestos de trabajo y un consecuente aumento de la exclusión laboral. Para 2007 Eurostat calculaba que en la Unión Europea existían unos 80 millones de pobres, es decir, personas que “carecen de los recursos necesarios para cubrir sus necesidades básicas”.

Causas

Causas de la pobreza en las sociedades avanzadas

El redescubrimiento de la pobreza y la existencia de diversas formas de exclusión o marginalidad social dieron origen a un amplio debate acerca de las causas de estos fenómenos. Los diversos enfoques planteados toman su punto de partida en una serie muy amplia de factores explicativos, entre los cuales destacan, combinándose de diversas maneras: el cambio tecnológico, los aspectos institucionales, los conflictos corporativos y los aspectos culturales. El mercado de trabajo ha estado en el centro del debate, pero también el Estado del bienestar, los flujos migratorios, las relaciones étnicas y raciales, la evolución o mejor dicho la disolución de la familia tradicional y el proceso de formación de subculturas. Incluso los argumentos de tipo biológico han jugado un papel importante en un debate que siempre ha tenido fuertes connotaciones político-ideológicas. El tema más controversial del debate ha sido el concepto de “underclass”, que alude a sectores degradados y excluidos socialmente que ya no pertenecen a ninguna de las clases establecidas de la sociedad. Pensadores sociales radicales como William Julius Wilson y Anthony Giddens lo han usado, pero también críticos conservadores del Estado del bienestar como Charles Murray. En un intento de capturar las ideas centrales de lo que ha sido un debate sumamente complejo, en los acápites siguientes se agrupan las distintas formas de explicar las causas de la pobreza en las sociedades avanzadas en tres grandes categorías: enfoques que enfatizan la dislocación estructural, enfoques que enfatizan el dualismo estructural, y enfoques que enfatizan la exclusión institucional.

Fuentes