Primavera de Praga

Primavera de Praga
Información sobre la plantilla
Primavera praga-001.jpg
Imagen emblemática de los jóvenes dialogando con los tanquistas e intentando convencerlos para que dieran marcha atrás
Fecha:De enero a agosto de 1968
Lugar:Bandera de Checoslovaquia Checoslovaquia
Descripción:
Checoslovaquia vivió una emocionante etapa de cambios democráticos, finalmente abortada por las armas
Resultado:
El fin de la primavera de Praga provocó la emigración de más de 70.000 checoslovacos
Consecuencias:
El gobierno de Alexander Dubcek no planteó abrazar el Capitalismo, sino crear la vía checoslovaca al Socialismo democrático
País(es) involucrado(s)
Bandera de Checoslovaquia Checoslovaquia Bandera de la Unión Soviética Unión Soviética Bandera de Hungría Hungría Bandera de Bulgaria Bulgaria Bandera de Polonia Polonia
Líderes:
Alexander Dubcek, Leonid Brezhnev,
Organizaciones involucradas:
Ejercito Rojo

La Primavera de Praga desarrollada en los primeros meses de 1968, por Alexander Dubcek quien ensayó en Checoslovaquia uno de los intentos más serios de conjugar comunismo y democracia. La guerra fría se llevó por delante el experimento y sumió al país en la frustración. Las reformas de la Primavera de Praga fueron un fuerte intento de Dubček para otorgar derechos adicionales a los ciudadanos de Checoslovaquia en un acto de descentralización parcial de la economía y democratización. Las libertades otorgadas incluyeron un aflojamiento de las restricciones en los medios de comunicación, la libertad de expresión y de desplazamiento.

Consecuencias de la Primavera

La última vez que los soldados soviéticos habían entrado en Checoslovaquia había sido como héroes, en 1945, para liberar el país de la ocupación nazi, lo que despertó grandes simpatías por la URSS. Además, Checoslovaquia había sido traicionada por las potencias democráticas occidentales en 1938 con los Acuerdos de Múnich, cuando Inglaterra y Francia le entregaron a Hitler la región checa de los Sudetes, cosa que al año siguiente le permitió invadir el país entero con total impunidad.

En las elecciones de 1946, el Partido Comunista de Checoslovaquia fue el más votado (38%) y su líder, Klement Gottwald, formó gobierno. Menos de dos años más tarde, en febrero de 1948, los comunistas checoslovacos dieron un golpe de Estado que alineó definitivamente a Checoslovaquia con la URSS, suprimió las elecciones libres e inició una feroz represión de cualquier disidencia.

Alexander Dubcek, miembro del Partido Comunista Checo, cuando encabezó el cambio, pero enseguida se ganó al pueblo (foto 1968).

A comienzos de los cincuenta, Checoslovaquia sufrió las consecuencias de Stalin, que llevaron a la ejecución de Rudolf Slansky, uno de los cabecillas del golpe del 48 y otros dirigentes comunistas, acusados de simpatizar con la herejía yugoslava de Tito.

En los sesenta, el país entró en una severa crisis económica debido a la subordinación de todo su aparato productivo a los intereses de la Unión Soviética. Se produjo una escasez de alimentos que llevó a la población a pasar hambre. Antes de la guerra, Checoslovaquia era el país más industrializado y democrático de Europa centro-oriental. La introducción del comunismo, con sus colectivizaciones forzosas y su economía planificada, había supuesto un claro empobrecimiento.

En 1967, tras dos décadas actuando al dictado de Moscú, la crisis se hizo evidente, a las ideas les habían seguido los procesos de desestalinización que, aunque lentos e incompletos, permitieron la expresión de una cierta disconformidad, algo que se manifestó en un floreciente movimiento artístico, en las obras de escritores como Kundera, Ivan Klíma o Pavel Kohout y las películas de los directores Milos Forman, Jirí Menzel y otros de la nueva ola del cine checoslovaco.

En junio de 1967, el congreso de la Unión de Escritores se convirtió en el escaparate de ese estado de opinión, el descontento se tradujo en un claro rechazo al presidente de la República, Antonín Novotny, un comunista de la línea dura, en el poder desde 1953, que empezó a ser seriamente cuestionado dentro del propio partido. En octubre hubo manifestaciones estudiantiles en Praga, duramente reprimidas, y a eso se sumó la oposición eslovaca al centralismo checo. La conjunción de todos esos factores heterogéneos desencadenó el cambio.

Era un plan verdaderamente transformador que hacía gran hincapié en la restauración de las libertades públicas (expresión), reunión y manifestación; libertad de culto y de movimiento, lo que incluía viajar a países occidentales y limitaba radicalmente la intromisión del Estado en la esfera privada del individuo (se hablaba de justicia independiente y control de la policía).

En el aspecto económico, se mantenía la propiedad colectiva de los bienes básicos de producción, pero se estimulaban las cooperativas y las asociaciones de productores, se abogaba por la descentralización y la producción de bienes demandados por los consumidores en oposición a la concentración en la industria pesada, impuesta por la URSS y se permitía la iniciativa privada en la pequeña industria.

También se defendían el derecho a la huelga y a la existencia de sindicatos independientes. Muy importante era la reorganización federal que se hacía del Estado, de forma que hubiera un mayor equilibrio entre Chequia y Eslovaquia.

Pesaba además el antecedente de la Revolución Húngara de 1956, cuando el intento de implantar la democracia a rebufo del deshielo de Kruschev acabó en un baño de sangre y con sus líderes ejecutados.

Desarrollo de los hechos

Un grupo de ciudadanos leen en plena calle de Praga las noticias sobre las reformas.

En los meses previos a la intervención, Dubcek y Bréznev hablaron y se encontraron en varias ocasiones y el resultado fue siempre una completa falta de entendimiento. Dubcek, que se enfrentaba a una creciente presión de la calle para avanzar en el camino de la democracia, pretendía convencer a Bréznev de que nada de lo que estaban haciendo suponía una amenaza para el comunismo; antes al contrario, lo haría más atractivo. Pero para el líder ruso ese era un argumento inaceptable, entre otras cosas porque sufría la presión de sus aliados especialmente, la RDA y Polonia, que entendían que el experimento checoslovaco constituía un peligro para todos.

Esa coyuntura fue aprovechada por los elementos más reaccionarios y anticomunistas que pretendieron apartar a Checoslovaquia del campo socialista. La respuesta soviética fue enviar sus tanques al corazón de Praga, una medida que fue muy examinada y criticada, incluso, dentro de las fuerzas progresistas del mundo.

La noche del 20 de agosto de 1968, las imponentes fuerzas combinadas de cinco Estados miembros del Pacto de Varsovia, con la URSS al frente, cruzaron la frontera checoslovaca e invadieron el país. De madrugada, el líder reformista Alexander Dubcek y otros miembros del Gobierno fueron detenidos por tropas especiales de paracaidistas y conducidos a un lugar secreto.

Mientras tanto, la población se echaba de forma espontánea a la calle a defender las conquistas democráticas de los meses anteriores.

Fue una resistencia completamente pacífica y cargada de imaginación, que dejó para la posteridad imágenes icónicas: personas enfrentándose a tanques, vehículos blindados arrollando tranvías, ciudadanos intentando razonar con soldados impasibles; una actitud civilizada que no evitó que las tropas abrieran fuego contra civiles desarmados.

Terminó así la llamada Primavera de Praga y con ella el “socialismo con rostro humano”, el intento de construir una sociedad más libre dentro del propio bloque comunista en plena Guerra Fría.

Resistencia pacífica

El 3 de agosto, después de varios días de conversaciones, Dubcek se vio obligado a firmar, junto a otros líderes comunistas, la Declaración de Bratislava, en la que afirmaba la lealtad inquebrantable al marxismo-leninismo y la lucha contra la ideología burguesa.

Fue en esa ocasión cuando se expresó por primera vez la Doctrina Bréznev, según la cual el Pacto de Varsovia intervendría militarmente, sin importar el coste, en cualquier país del este europeo que quisiera abandonar el comunismo.

Las garantías otorgadas por Dubcek no fueron suficientes y, a mediados de agosto, el ministro de Defensa soviético, Andrei Grechko, anunció que la invasión de Checoslovaquia se llevaría a cabo “incluso si conducía a la Tercera Guerra Mundial”. La noche del 20 de agosto, 250.000 soldados del Pacto de Varsovia que pronto se convertirían en medio millón, 2.000 tanques (luego más de 6.000) y 800 aviones ocuparon el país.

Además del Ejército Rojo, participaron tropas de Polonia, Hungría, Bulgaria y en menor medida para no despertar amargos recuerdos del dominio nazi, la RDA. Toda esta operación venía envuelta en una retórica de “ayuda fraternal” supuestamente pedida por los propios checoslovacos.

Pero la primera medida fue que Dubcek y sus colaboradores fueron “fraternalmente” secuestrados y conducidos a la Unión Soviética, donde permanecieron varios días en una situación de total aislamiento.

Esa noche, la población salió masivamente a defender los avances democráticos conseguidos en los meses anteriores. Se inició así un movimiento de resistencia de varias semanas en el que los manifestantes utilizaron métodos completamente pacíficos –no hubo resistencia armada de ninguna clase– y recurrieron al diálogo y la imaginación.

Una de las imágenes características de la Primavera de Praga es la de ciudadanos subiéndose a los tanques e intentando convencer a los soldados de que vuelvan a sus países porque, a diferencia de lo sucedido al final de la Segunda Guerra Mundial, ya no son bienvenidos. Y uno de los recursos más habituales fue modificar la señalización de carreteras y calles, lo que llevó a los soldados del Pacto de Varsovia a vagar perdidos por distintas partes del país. Pero eso no evitó la violencia. La operación dejó 137 muertos y cientos de heridos checoslovacos y más de cien muertos entre las fuerzas de ocupación (prácticamente todos en accidentes con vehículos o armas).

Controlado el país, objetivo cumplido en pocas horas, las fuerzas invasoras le pidieron al presidente de la República, Svoboda, que nombrara un “gobierno de campesinos y obreros”, pero éste se negó y fue a Moscú a negociar con Bréznev. Allí consiguió la liberación de Dubcek y su equipo, que volvieron a Praga el día 27. Antes, sin embargo, se vieron obligados a firmar el Protocolo de Moscú, por el cual se comprometían a restaurar la censura, desmantelar la mayor parte de las reformas y aceptar la presencia de tropas soviéticas. Debido a la presión popular, Dubcek fue mantenido como secretario general del Partido Comunista hasta abril del año siguiente, cuando fue sustituido por Gustav Husak con la excusa de unos incidentes registrados después de un partido de hockey entre Checoslovaquia y la URSS. Se inició entonces la etapa conocida como “normalización”.

El expresidente checo y activista en la Primavera de Praga, Vaclav Havel ha destacado que el gobierno de Alexander Dubcek, tenía muchas ilusiones y que éstas eran compartidas y apoyadas por la mayor parte de la población, pero que se engañaba con respecto a las posibilidades de que la URSS le permitiera llevarlas a cabo. Los miembros del Gobierno querían explicarles a los líderes soviéticos que tenían buenas ideas y que las reformas sólo pretendían cambiar la cara del comunismo, hacerlo más atractivo, pero que el comunismo en ningún momento se vería amenazado. Era una posición muy ingenua”.

El gobierno de Dubcek nunca pretendió abrazar el capitalismo, sino simplemente hacer reformas que la sociedad estaba pidiendo a gritos y explorar su propia vía checoslovaca, construir lo que llamaron “socialismo con rostro humano”. Dubcek era un comunista convencido y no estaba dispuesto a llegar tan lejos como pretendían muchos de sus conciudadanos. Nunca cuestionó, por ejemplo, la unión de Checoslovaquia con la URSS en la Guerra Fría, una de las cosas que más preocupaban a Moscú.

El fracaso de la Primavera de Praga

El fracaso, provocó la emigración de entre 70.000 y 300.000 personas, especialmente profesionales cualificados, intelectuales y artistas, algunos de los cuales desarrollaron exitosas carreras en Occidente. La imagen de los tanques rusos en Checoslovaquia produjo un hondo impacto en todo el mundo, pero las respuestas no pasaron de las previsibles declaraciones de condena.

Estaba claro que, en el contexto de la Guerra Fría, ningún país occidental iba a entrar en un conflicto que pertenecía a la esfera de intereses de la URSS. Estados Unidos, por ejemplo, tenía demasiados problemas en ese momento con la guerra de Vietnam.

Sí tuvo su importancia en la evolución de partidos comunistas europeos que, como el italiano y el francés –a diferencia del portugués, firme aliado de Moscú, condenaron la invasión. Pero Checoslovaquia se hundió en un abismo de represión y tristeza del que no saldría hasta veinte años más tarde.

El fin de la primavera de Praga provocó la emigración de más de 70.000 checoslovacos, algunos tan famosos como Milan Kundera

Fuentes

  • Hernández Holgado, Fernando. Historia de la OTAN: de la guerra fría al intervencionismo humanitario. 2000.
  • Hobsbawm, Eric John. Primer mundo y tercer mundo después de la guerra fría. 1999.
  • Dobrynin, Anatoli. En confianza: el Embajador de Moscú ante los seis presidentes estadounideses de la Guerra Fría (1962-1986). 1998.
  • Pollard, Robert A. La seguridad económica y los orígenes de la Guerra Fría (1945-1950). 1990.
  • Hardt, John P. Los efectos económicos de la guerra fría: ¿la hegemonía americana en peligro? 1963.
  • Lorbés, María Rosa. Después de la guerra fría, la paz caliente. 1995
  • Gran Enciclopedia Soviética, Moscú 1970
  • Biblioteca Virtual, Plan Marshall.
  • Historias Siglo XX, La Guerra Fría.
  • http://www.muyhistoria.es