Residencia del General Máximo Gómez en Calabazar

El General Máximo Gómez, un vecino ilustre de Calabazar
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Obra Arquitectónica
Residencia de Máximo Gómez en Calabazar.jpg
Descripción
Localización:calle Meireles #19, Calabazar, BoyerosBandera de Cuba Cuba

El General Máximo Gómez, un vecino ilustre de Calabazar

El 30 de julio de 1900 el Generalísimo Máximo Gómez fija su residencia en la casa marcada con el número 19 de la calle Meireles, en Calabazar. Allí estará lejos del bullicio de la ciudad y cerca de la tumba de Francisco Gómez Toro, su querido Pancho, a donde iría cada sábado.

En la última habitación de la vieja casona ubicó sus libros y las cajas de perfumado cedro donde conservara su archivo durante las dos contiendas independentistas. Al final del patio colonial, guardaba su caballo Zaíno, el mismo que cabalgara durante la última guerra y que lo acompañara luego en la paz. Su casa se convierte en centro de atención de toda la nación. Allí recibe a los buenos amigos, a los veteranos de la manigua, a los patriotas sinceros, a la gente humilde del pueblo que desde todas partes venía a visitarlo como a un viejo amigo. Con serena visión, repasaba el panorama de su agitada vida dedicada durante tres décadas a la lucha de liberación del pueblo cubano, por desdicha, inconclusa, como refleja en su correspondencia personal:

"Nunca, ni cuando combatimos a Weyler con sus más de 250 000 soldados, corrió mayores peligros la patria cubana como en estos momentos. Tenemos al extranjero metido en la casa"

Durante el tiempo que vivió en esta población se dedicó a trabajar en la lista de combatientes del Ejército Mambí, escribir a las amistades, ordenar su archivo y visitar las escuelas de niños. Era la época de los preparativos para elegir la Asamblea Constituyente y del surgimiento de una poderosa corriente de opinión que reclamaba su aprobación para aspirar a la presidencia de la futura República La historia recoge una anécdota narrada por su nieto, Pedro Máximo Vargas Gómez, que muestra su modestia y desinterés, anécdota que les contaba su madre, Margarita:

“Él aprovechaba las sobremesas para consultar con la familia sus ideas, sus preocupaciones, y un día, cuando estaban terminando de almorzar les pidió: -Levante la mano el que quiera que yo sea Presidente de Cuba. Y se le vio respirar hondamente cuando ni mi abuela ni los hijos quitaron las manos de la mesa. Esa respuesta lo reconfortó”
.

Muchos vecinos conocieron al jefe mambí y quedaron impresionados por su carácter, sus ademanes corteses y su amor por los niños ante los que desarrugaba su ceño adusto de militar para mostrar un rostro de padre que ama a sus hijos y ofrece su ternura a los hijos de los demás. Mucho se recordaba a aquel hombre delgado, de mediana estatura, de barba y bigote blancos cuando visitaba las escuelas de la población. Era proverbial su relación con el niño José Salcido, un niño que ganó su simpatía por la valiente conducta que mantuvo durante la guerra correteando toda la manigua en busca de alimentos para el sostén de su familia y a quien llamaba “general”, apelativo que cariñosamente lo identificó en el pueblo hasta su desaparición física en 1973.

Viviendo en Calabazar, en uno de sus acostumbrados viajes, ocurrió el conocido encuentro con don Luciano Martínez que llevaba a su hijo Rubén en brazos, al que vaticinó, admirando sus grandes ojos verdes,...“Tu vida tendrá plena luz de mediodía”.

Aquí encontró la paz que necesitaba, se sintió como en su terruño, así lo escribió a una amiga:
...“Cuando tú quieras y puedas venir a pasar un día con nosotros (...) Te bajas en mi Calabazar y mi casa está en la misma calle del paradero, a dos cuadras”
. Por estos años las crisis de asma nunca lo abandonaron, sólo el aire de la manigua disipaba el mal.
“A cualquier hora de la noche se producía la falta de aire; entonces le pedía a Morón, su último asistente, que le ensillara a Zaíno y salía a galopar, muchas veces hasta la Víbora. Al regresar ya estaba calmado”
cuenta Pedro Máximo, recordando las conversaciones con su madre.
Familia Gómez Toro
La familia Gómez Toro continuó vinculada al municipio donde reposan los restos de Panchito. De 1928 a 1930 Margarita, con sus hijos, residió de nuevo en Calabazar, en la misma calle Meireles en que viviera con su padre, en una casa enorme que queda frente al parque, que tenía dieciocho cuartos, uno de ellos destinado sólo a su archivo y pertenencias. Allí estaba su montura y siempre que podía se colaba el nieto en el cuarto a dar carreras con alguna de las banderas que allí se guardaban o se subía a la montura colocada sobre un burrito de madera, para sentirse como un valiente guerrero, héroe de mil batallas.

En los años del machadato los Gómez Toro la recuperaron, temerosos de que se sustrajera un acta de Consejo de Guerra que se siguió al prefecto padre de Machado que negociaba con el enemigo. Después de la caída del tirano regresaron las gloriosas reliquias al Archivo Nacional y cuatro hijos de Gómez, Máximo, Bernardo, Urbano y Margarita, formaron parte de la Comisión a cargo del archivo que en 1940 publicó, por vez primera, el Diario de Campaña.

En abril de 1959 Pedro Máximo vino a vivir a Fontanar, Boyeros, Margarita vino en 1964. En los últimos años de su vida Margarita pasó una EBIR (Escuela Básica de Instrucción Revolucionaria). Cuando falleció, en 1974, todavía vivía en el reparto Fontanar, en el que permaneció su hijo, obrero de la Fábrica de Fósforos de Boyeros, miliciano y Coordinador de la Zona de los CDR del reparto, con su esposa Teresa López Pellón, hasta la muerte de ambos, ocurrida en 1998.


Fuentes

  • Archivo Nacional. Fondos Realengos, legajo 58, No. 20. 2.
  • Museo municipal Santiago de las Vegas, Ley del censo de 1766, Actas capitulares, tomo 1772-1774 3. Archivo parroquial Santiago de las Vegas, libros de defunciones de pardos, morenos y blancos (1817, 1827, 1846, 1861, 1877, 1887).
  • Ciudad de la Habana, la identidad de la provincia y sus municipios, Historia de Boyeros, Azucena Estrada Rodríguez y Ángela Nuri Campos Orovio