Residencia en la Tierra (Poema)

Residencia en la tierra
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Título originalResidencia en la tierra
Autor(a)(es)(as)Pablo Neruda
Edición1933 y 1935
PaísBandera de Chile Chile


Residencia en la tierra. Es el tercer gran libro de Neruda, su primera parte apareció en Santiago el año 1933; dos años después reaparecía en Madrid. El autor sintetiza de manera superior toda una actitud, toda una poética; toda una metafísica apuntando a una dimensión espacial antes de tiempo o de tensión interhumana.

Resumen

Residencia en la tierra (1933 y 1935) es un libro inquietante, capaz de perturbar a los lectores más veteranos. Mientras sufría una honda crisis personal, Neruda decidió sumergirse en sus angustias más delirantes como quien se hunde en un pozo oscuro, y salió a la superficie con este tesoro negro en las manos. En él, traduce mediante palabras su caos interior, el mundo de pesadilla que observa en su entorno y su incapacidad dramática para hallar un sentido en el universo.

Residencia es un libro que a veces recuerda a los textos del surrealismo, pero que va más allá de esta estética y plantea, con un lenguaje propio, unos problemas personalísimos. La extraña belleza de sus imágenes, su enorme plasticidad y la potencia de su voz poética bastan para consagrarlo como una de las grandes creaciones de la poesía en lengua española. Así lo entendieron, al menos, los miembros del grupo español de 1927 cuando recibieron su publicación con júbilo y aclamaron a Neruda como uno de los maestros de la lírica moderna.

Para leer este libro alucinado es necesario relajar el pensamiento lógico y abandonarse a un mosaico de imágenes, sensaciones y estados anímicos que parecen proceder del infierno, imagen probable de la tierra en la que residimos.

Residencia en la tierra

Débil del alba

El día de los desventurados, el día pálido se asoma

con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en gris,

sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:

es un naufragio en el vacío, con un alrededor de llanto.

Porque se fue de tantos sitios la sombra húmeda, callada,

de tantas cabilaciones en vano, de tantos parajes terrestres

en donde debió ocupar hasta el designio de las raíces,

de tanta forma aguda que se defendía.

Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo confuso,

entre el sabor creciente, poniendo el oído

en la pura circulación, en el aumento,

cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,

a lo que surge vestido de cadenas y claveles;

yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales.

Nada hay de precipitado, ni de alegre, ni de forma orgullosa:

todo aparece haciéndose con evidente pobreza;

la luz de la tierra sale de sus párpados

no como la campanada, sino más bien como las lágrimas,

el tejido del día, su lienzo débil,

sirve para una venda de enfermos, sirve para hacer señas

en una despedida, detrás de la ausencia:

es el color que sólo quiere reemplazar,

cubrir, tragar, vencer, hacer distancias.

Estoy solo entre materias desvencijadas,

la lluvia cae sobre mí, y se me parece,

se me parece con su desvarío, solitaria en el mundo muerto,

rechazada al caer, y sin forma obstinada.

Ritual de mis piernas

largamente he permanecido mirando mis largas piernas,

con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasión,

como si hubieran sido las piernas de una mujer "divina"

profundamente sumida en el abismo de mi tórax:

y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa,

sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura cabeza,

y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de noche que una

[mujer está respirando, durmiendo desnuda y a mi lado,

entonces, extrañas, oscuras cosas toman el lugar de la ausente,

viciosos, melancólicos pensamientos

siembran pesadas posibilidades en mi dormitorio,

y así, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro cuerpo,

y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis entrañas.

Como tallos o femeninas, adorables cosas,

desde las rodillas suben, cilíndricas y espesas,

con turbado y compacto material de existencia;

como brutales, gruesos brazos de diosa,

como árboles monstruosamente vestidos de seres humanos,

como fatales, inmensos labios sedientos y tranquilos,

son allí la mejor parte de mi cuerpo:

lo enteramente sustancial, sin complicado contenido

de sentidos o tráqueas o intestinos o ganglios:

nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida,

guardando la vida, sin embargo, de una manera completa.

Las gentes cruzan el mundo en la actualidad

sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en él la vida,

y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que designan el cuerpo,

y se habla favorablemente de la ropa,

de pantalones es posible hablar, de trajes,

y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de "señora"),

como si por las calles fueran las prendas y los trajes vacíos por completo

y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo.

Tienen existencia los trajes, color, forma, designio,

y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar,

demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en el mundo,

y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido,

con un pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas.

Bueno, mis rodillas, como nudos,

particulares, funcionarios, evidentes,

separan las mitades de mis piernas en forma seca:

y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes

no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.

Desde la rodilla hasta el pie una forma dura,

mineral, fríamente útil, aparece,

una criatura de hueso y persistencia,

y los tobillos no son ya sino el propósito desnudo,

la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva.

Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas,

son allí mis piernas, y dotadas

de grupos musculares como animales complementarios,

y allí también una vida, una sólida, sutil, aguda vida

sin temblar permanece, aguardando y actuando.

En mis pies cosquillosos,

y duros como el sol, y abiertos como flores,

y perpetuos, magníficos soldados

en la guerra gris del espacio,

todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies,

lo extranjero y lo hostil allí comienza:

los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto,

lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazón

con densa y fría constancia allí se originan.

Siempre,

productos manufacturados, medias, zapatos,

o simplemente aire infinito,

habrá entre mis pies y la tierra

extremando lo aislado y lo solitario de mi ser,

algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra,

algo abiertamente invencible y enemigo.

Trabajo frío

Dime, del tiempo, resonando

en tu esfera parcial y dulce,

no oyes acaso el sordo gemido?

No sientes de lenta manera,

en trabajo trémulo y ávido,

la insistente noche que vuelve?

Secas sales y sangre aéreas,

atropellado correr ríos,

temblando el testigo constata.

Aumento oscuro de paredes,

crecimiento brusco de puertas,

delirante población de estímulos,

circulaciones implacables.

Alrededor, de infinito modo,

en propaganda interminable,

de hocico armado y definido,

el espacio hierve y se puebla.

No oyes la constante victoria,

en la carrera de los seres,

del tiempo, lento como el fuego,

seguro y espeso y hercúleo,

acumulando su volumen

y añadiendo su triste hebra?

Como una planta perpetua, aumenta

su delgado y pálido hilo,

mojado de gotas que caen

sin sonido, en la soledad.

Recomendaciones

Por su rigor filológico y la riqueza de sus interpretaciones, se recomienda la edición de Hernán Loyola (Cátedra, LH), bien dotado de índices temáticos y amplias glosas a pie de página. El mismo especialista es el responsable de la edición crítica de sus obras completas, que se recomiendan con igual fervor para la lectura del resto de libros de Neruda (Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg).

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