Resurreción de Jesucristo

Resurreción de Jesucristo
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Concepto:La resurrección de Jesús es un episodio evangélico y un tema muy representado en el arte cristiano, dentro del ciclo de la Pasión. En la literatura cristiana Jesús es, por antonomasia, "el Resucitado".

Resurrección de Jesús: se celebra en el calendario cristiano con la festividad del domingo de pascua o de resurrección. El domingo de resurrección se denomina también en los synaxarion y calendarios litúrgicos de la iglesia ortodoxa "domingo de las miróforas con el noble José.

Historia

Según el Nuevo Testamento, ocurrió al tercer día de que Jesús fuera crucificado, muerto y sepultado en una tumba. El momento preciso de la resurrección no se describe, ni aparece como presenciado por nadie (ni siquiera por los soldados que custodiaban el lugar); sí su consecuencia: las miróforas (tres Marías o santas mujeres) encuentran la tumba vacía (en uno de los evangelios, el de Mateo, en medio de un estruendo causado por la llegada de un ángel -en los demás evangelios también aparecen ángeles, aunque en otra actitud).

La expresión al tercer día, que suscita una curiosa controversia cronológica (menos de cuarenta y ocho horas se cuentan como tres días), es la más utilizada por recogerse en el Credo: resucitó al tercer día, según las Escrituras; y proviene de un fragmento del Evangelio de Lucas: ya van tres días que sucedieron estas cosas (la muerte de Jesús) y, más literalmente, de otro de la primera Epístola de San Pablo a los corintios: os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras.

Interpretación teológica

El que Cristo resucitara, triunfando sobre la muerte, es el punto clave de la doctrina y teología cristiana. Tal importancia se declara desde los propios textos bíblicos: Y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes es inútil y sus pecados no han sido perdonados. Primera epístola de San Pablo a los corintios, capítulo 15, versículo 17. La frase, muy citada, suele darse también en esta otra traducción al castellano:

si Cristo no ha resucitado, vana es vuestra fe;

pero también con una significativa diferencia:

si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe.

La muerte de Jesús y su posterior resurrección fundamentan la doctrina de la salvación (soteriología), que establece cómo estos acontecimientos causaron la redención del género humano (condenado desde el pecado original que pesaba sobre él desde los primeros padres) y abrieron la posibilidad de que cada hombre pudiera también, tras su propia muerte, gozar de la vida eterna en la Gloria.

La resurrección en los evangelios canónicos

La resurrección y las escenas subsiguientes son el fin natural de los evangelios canónicos, que (tanto en los tres sinópticos como en el de Juan, a pesar de sus diferencias) trazan una narración lógica y cronológica continuada desde la encarnación.

1 Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro.

2 De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella.

3 Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve.

4 Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos.

5 El ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado.

6 No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba,

7 y vayan en seguida a decir a sus discípulos: «Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán». Esto es lo que tenía que decirles».

8 Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

9 De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: «Alégrense». Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.

10 Y Jesús les dijo: «No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán».

Evangelio de Mateo, capítulo 28.


1 Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús.

2 A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro.

3 Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?»

4 Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande.

5 Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas.

6 pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto.

7 Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho».

8 Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo.

9 Jesús, que había resucitado a la mañana del primer día de la semana, se apareció primero a María Magdalena, aquella de quien había echado siete demonios.

10 Ella fue a contarlo a los que siempre lo habían acompañado, que estaban afligidos y lloraban.

11 Cuando la oyeron decir que Jesús estaba vivo y que lo había visto, no le creyeron.

Evangelio de Marcos, capítulo 16.


1 El primer día de la semana, al amanecer, las mujeres fueron al sepulcro con los perfumes que habían preparado.

2 Ellas encontraron removida la piedra del sepulcro

3 y entraron, pero no hallaron el cuerpo del Señor Jesús.

4 Mientras estaban desconcertadas a causa de esto, se les aparecieron dos hombres con vestiduras deslumbrantes.

5 Como las mujeres, llenas de temor, no se atrevían a levantar la vista del suelo, ellos les preguntaron: «¿Por qué buscan entre los muertos al que está vivo?

6 No está aquí, ha resucitado. Recuerden lo que él les decía cuando aún estaba en Galilea:

7 «Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día».

8 Y las mujeres recordaron sus palabras.

9 Cuando regresaron del sepulcro, refirieron esto a los Once y a todos los demás.

10 Eran María Magdalena, Juana y María, la madre de Santiago, y las demás mujeres que las acompañaban. Ellas contaron todo a los Apóstoles,

11 pero a ellos les pareció que deliraban y no les creyeron.

12 Pedro, sin embargo, se levantó y corrió hacia el sepulcro, y al asomarse, no vio más que las sábanas. Entonces regresó lleno de admiración por que había sucedido.

Evangelio de Lucas, capítulo 24.


1 El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.

2 Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».

3 Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro.

4 Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes.

5 Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró.

6 Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo,

7 y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte.

8 Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó.

9 Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

10 Los discípulos regresaron entonces a su casa.

11 María se había quedado afuera, llorando junto al sepulcro. Mientras lloraba, se asomó al sepulcro

12 y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados uno a la cabecera y otro a los pies del lugar donde había sido puesto el cuerpo de Jesús.

13 Ellos le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?». María respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto».

14 Al decir esto se dio vuelta y vio a Jesús, que estaba allí, pero no lo reconoció.

15 Jesús le preguntó: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Ella, pensando que era el cuidador de la huerta, le respondió: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo».

16 Jesús le dijo: «¡María!». Ella lo reconoció y le dijo en hebreo: «¡Raboní!», es decir «¡Maestro!».

17 Jesús le dijo: «No me retengas, porque todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: «Subo a mi Padre, el Padre de ustedes; a mi Dios, el Dios de ustedes».

18 María Magdalena fue a anunciar a los discípulos que había visto al Señor y que él le había dicho esas palabras.

Evangelio de Juan, capítulo 20.

La resurrección en los evangelios apócrifos

Los evangelios apócrifos que desarrollan más ampliamente el tema de la resurrección son el Evangelio de Pedro y otros "Evangelios de la pasión y resurrección" así como el Evangelio de María (con los diálogos entre Jesús y María Magdalena tras la resurrección) y otros "Diálogos del resucitado" de carácter gnóstico.

Iconografía

La asociación del crucifijo y el triunfo (en este caso sobre el paganismo) se explícita en El triunfo de la cristiandad, fresco de Tommaso Laureti de la Sala de Constantino en las estancias del Vaticano, 1585. No sólo aparece erguido sobre una estatua rota de un dios grecorromano, sino que se centra en un contexto arquitectónico clásico que alude al arco de triunfo.

Simbolismo paleocristiano

El arte paleocristiano, fuertemente simbólico, tuvo en el triunfo sobre la muerte uno de sus principales motivos. En el periodo de las persecuciones, el tema de la resurrección (trascendental para una comunidad que venera a sus mártires) se aludía a través de los pasajes bíblicos que se consideraban alegóricos de ella, como el de Daniel en el foso de los leones. Con la cristianización del Imperio romano, el arte cristiano pasó a desarrollarse pública y monumentalmente, y el tema de la resurrección se expresó en formas derivadas de la civilización romana: tanto en el crismón (evolución del lábaro imperial, transformado en cruz por el In hoc signo vinces del sueño que Constantino tuvo antes de la batalla del puente Milvio -en sus monedas aparece ese lábaro-crismón venciendo a una serpiente-) como en el ábside de las basílicas (donde se reproduce la forma del arco de triunfo).

La cruz deja de ser un simple instrumento de tortura para convertirse en un símbolo de triunfo sobre la muerte, que recuerda al cristiano la resurrección de Cristo y la promesa de su segunda venida.

Un sarcófago procedente de la catacumba de Domitila (ca. 350) es uno de los primeros ejemplos del uso del crismón como crux invicta ("cruz invicta" o cruz triunfante) en contextos funerarios, como símbolo de la resurrección y triunfo sobre la muerte (rodeada por una corona de laurel, uno de los elementos del triunfo romano). A sus pies, dos soldados hacen referencia a los que custodiaban el sepulcro de Cristo. Posteriormente, en la Edad Media, se generalizó el uso de la cruz funeraria.

La crux gemmata ("cruz de gemas" o enjoyada) reproduce la cruz monumental de oro y piedras preciosas que Constantino mandó levantar en el monte Calvario de Jerusalén, y que se reproduce en el mosaico del ábside de la basílica de Santa Pudenciana de Roma.

Tema pictórico y escultórico

En pintura, la convención iconográfica fijada desde el Gótico para el tema de la resurrección incluye la presencia de soldados dormidos (ocasionalmente, despiertos y asombrados -mezclando anacrónicamente su actitud en el momento de la resurrección con la de la aparición del ángel, tal como se describe en el evangelio de Mateo-) en torno a la tumba abierta de Cristo de la que surge su figura semidesnuda (envuelta en su sudario) elevándose milagrosamente, rodada de un halo luminoso y portando un estandarte de la cruz.

Hay excelentes ejemplos de representaciones pictóricas de la Resurrección tanto en el Renacimiento italiano (La resurrección de Cristo de Piero della Francesca, La resurrección de Cristo de Rafael) como en el Renacimiento nórdico (una de las tablas del Altar de Isenheim, de Grünewald), en el Manierismo (La resurrección de Cristo, de El Greco) o en el Barroco (La resurrección de Cristo de Rubens).

En escultura la iconografía de la resurrección es similar, aunque en el caso del Cristo de la Minerva de Miguel Ángel (que se suele denominar como "Cristo Redentor"), se optó por representar a Cristo resucitado completamente desnudo, y abrazando la cruz, como símbolo de su victoria tanto sobre la muerte como sobre el pecado.

No debe confundirse el tema artístico de la resurrección con otros con los que puede tener alguna similitud formal o conceptual: la transfiguración (que refleja un episodio evangélico anterior a la muerte de Cristo, en el que la figura de Cristo se ilumina), la ascensión (que refleja uno posterior, en el que Cristo asciende al cielo ante la vista de sus discípulos), la anastasis Aναστασις ("resurrección" en griego, término que, como tema artístico, se refiere a la visita de Cristo al limbo -descenso de Cristo a los infiernos-, entre la resurrección y la ascensión). Algunos otros temas iconográficos participan de elementos de la resurrección y de otros episodios, como los denominados Varón de dolores o Cristo de las cinco llagas (donde, junto a un Cristo resucitado aparecen tanto elementos de la resurrección como las arma Christi -instrumentos de la Pasión-) y las denominadas Cristo muerto sostenido por ángeles.

Fuentes