Revolución educacional en Cuba

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Revolución educacional en Cuba
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Concepto:En el año 1959 ocurren las primeras medidas del Gobierno Revolucionario de Cuba, asociadas a su primera Revolución Educacional en el país.[1]

Revolución educacional en Cuba. La Revolución cubana (1959) fue el hecho cultural más trascendental de la vida de la nación cubana, al garantizar su definitiva independencia. La cohesión de las amplias mesas tras los postulados del Programa del Moncada, la participación de los obreros, campesinos y sectores populares en el Ejército Rebelde, en las organizaciones y células revolucionarias, en el movimiento de resistencia cívica, en los sindicatos y en la gran huelga general de enero de 1959, constituyeron factores dinámicos del movimiento nacional de reafirmación patriótica que se desató tras el Triunfo revolucionario del 1 de enero de 1959 y en sus jornadas sucesivas.[2]

En La historia me absolverá, documento que expresa el programa de la generación que inició con el Asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, el fin del capitalismo en Cuba; Fidel Castro definió la tarea central que en el campo educacional acometería la Revolución triunfante: «Un gobierno revolucionario procedería a la reforma integral de nuestra enseñanza».

No se olvidan las palabras del Apóstol: «Un pueblo instruido siempre será fuerte y libre».

Antecedentes

La reforma educacional que postulara el Programa del Moncada se dirigía a la creación de un sistema auténticamente popular de educación ética, formación patriótica y desarrollo cultural, científico y tecnológico.

El bajo nivel educacional de la población ―al igual que su deficiente salud―, era un fuerte obstáculo al desarrollo económico, y sobre todo a la incorporación consciente de las grandes mayorías al proceso revolucionario. Ya en plena guerra, en los campamentos rebeldes, en las zonas liberadas de los frentes guerrilleros, la dirección revolucionaria había desarrollado diversas iniciativas educacionales entre la tropa y la población campesina.

Para luchar contra la situación existente, la Revolución tenia que enfrentarse a tres tipos de problemas: de orden pedagógico, de recursos materiales y de fuerza profesional. El Ministerio de Educación heredado del neocolonialismo carecía de un sistema docente-educativo científico y coherente, debidamente articulado en sus niveles. En la formación de profesores sobresalía la falta de planificación y control pedagógicos, el atraso científico técnico, y las secuelas de la más indignante corrupción administrativa.

El estado caótico de la educación al triunfo de la Revolución puede apreciarse a través de elocuentes datos:

El 50 % de los niños cubanos en edad escolar (unos 800 000) no asistían a las escuelas. Solo existían 170 000 aulas, cuando se necesitaban el doble, y las escuelas estaban mayoritariamente ubicadas en zonas urbanas y semiurbanas. Unos 285 000 niños entre 5 y 14 años de edad carente de maestros. Solo el 15 % de los niños matriculados superaban el tercer grado, y solo el 6 % culminaban el sexto grado. Unos 500 000 alumnos de la enseñanza primaria estaban desfasados para su edad con el nivel que cursaban y de ellos 200 000 eran mayores de 12 años de edad.

La educación de adultos se reducía a 304 escuelas nocturnas en las que solo estaban matriculados 2965 alumnos. Paradójicamente más de diez mil maestros carecían de empleo.

Los datos del censo realizado en 1953 reflejaban los contrastes del desigual desarrollo del país. Mientras en las áreas urbanas solo el 11,6 % de las personas eran iletradas, en el campo este índice llegaba al 41,7 %. En el territorio de las actuales provincias orientales, el 35,5 % de los pobladores no sabían leer ni escribir y en la occidental Pinar del Río carecían de esa instrucción elemental, el 30,3 % de los habitantes. En general, de cada cuatro cubanos uno era analfabeto, y el nivel de los restantes, en general, no rebasaba los tres primeros grados primarios.

Apenas alcanzada la victoria se trabajó para sentar las bases de la lucha por la cultura democrática y socialista. Frente a la cultura reaccionaria impuesta par el Imperialismo y sus secuaces nativos, la Revolución comienza a desarrollar los elementos de la cultura democrática y popular que estaban presentes en nuestro pueblo, en especial rescata el sentimiento martiano con su amor al hombre, a la dignidad humana, igualdad y libertad, con su concepción central de independencia y antiimperialismo, donde la cultura nacional se asume como directriz suprema de autodesarrollo, realización y defensa de lo cubano y universal.

«El mundo nuevo requiere la escuela nueva», había sentenciado José Martí y la dirección revolucionaria estaba consciente de que tenia que transformar la escuela. Para ello se puso al frente de la batalla educacional. Así se hizo cuestión de opinión pública y de interés fundamental del Gobierno revolucionario.

Como parte del legado martiano, la dirección revolucionaria tuvo una clara conciencia del papel que debía desempeñar la ciencia y la técnica. En el acto conmemorativo del 80.º aniversario de la Sociedad Espeleológica de Cuba, el 15 de enero, Fidel Castro expresó lo que seria la idea motriz del desarrollo científico-técnico del país: «El futuro de nuestra patria tiene que ser, necesariamente, un futuro de hombres de ciencia».

Inicio de las transformaciones

En la primera etapa de conformación de este sistema, mientras las fuerzas revolucionarias resolvían las tareas de la Revolución y se creaban las premisas históricas para llevar a cabo las transformaciones socioeconómicas socialistas, se trazaron tres objetivos básicos: liquidar el corrompido sistema de dirección de la educación, trabajar de forma activa y creadora para construir, el fundamento del nuevo sistema de educación popular, y destruir las numerosas barreras que imponían una selección clasista en el acceso a la educación. En primer lugar era vital destruir la barrera del analfabetismo.

La Revolución puso fin a la corrupción y a la incapacidad que se atrincheraba en el Ministerio de Educación y comenzó a tomar las medidas para aplicar al programa moncadista: cambiar radicalmente todo el sistema educacional neocolonial y ponerlo al servicio de las grandes mayorías populares. El 19 de enero se crea la Comisión Investigadora y Depuradora del Personal del Ministerio de Educación y sus dependencias, con el objetivo de «efectuar una eficaz depuración que rectifique y adecente los servicios educacionales que constituye el instrumento fundamental de la formación ciudadana y el progreso de la república».

Prestigiosos educadores como Dulce María Escalona, integrarían la comisión depuradora. En coordinación con la vanguardia revolucionaria de los colegios profesionales de Pedagogos y maestros, la comisión libraría una eficaz batalla contra las lacras que minaban el aparato educacional. Paralelamente los directivos revolucionarios que toman la conducción de los colegios, inhabilitan y expulsan a los colaboracionistas de la derrocada dictadura, cómplices de desmanes y corruptelas.

El 29 de enero a la convocatoria de Fidel Castro surge el primer destacamento de profesionales al servicio de la Revolución bajo la dirección del Ejército Rebelde, y personalmente de Fidel Castro partió hacia las zonas más intrincadas de la Sierra Maestra un contingente de 300 maestros, más de 100 médicos y 40 abogados e ingenieros.

Fidel informó que los profesionales ―la mayoría sin empleo― saldrían con un equipo de dos uniformes verde olivo, botas, mochila, cantimploras y mapas, que «comerían la malanga» que le brindaran los campesinos, ya que no recibirían salario por su trabajo. El 2 de febrero de 1959, Fidel Castro, al frente de la columna de profesionales, llegó a Guayabal de Nagua (Sierra Maestra). Allí en una enorme concentración campesina rindió cuenta de la promesa hecha al Ejército Rebelde de llevar la educación y la salud pública a las zonas más difíciles y apartadas del país.

Así, a solo un mes del triunfo revolucionario, se impulsa con métodos novedosos, la alfabetización e instrucción del campesinado; el reconocimiento y cura de los afectados por el parasitismo y otras enfermedades, la construcción de ciudades escolares, hospitales, carreteras, caminos, campos deportivos y otras instalaciones socioculturales.

También a solo un mes del triunfo se convoca, inspirada por Ernesto Che Guevara y Camilo Cienfuegos, la campaña contra el analfabetismo de las filas del Ejército Rebelde. Más del 80 % de los combatientes eran analfabetos, incluido el cuerpo de oficiales. Por orden de Camilo y el Che se realizó antes de terminar el mes de enero de 1959 el primer concentrado de alfabetización para oficiales, en la guarnición de La Cabaña.

Hemos ganado la guerra, compañeros, y ahora nos toca garantizar que la guerra que terminó no vuelva a repetirse. En nuestras manos esta, es nuestra gran misión y para sostenerla y hacerla posible hay varias formas y una de ellas es estudiando. La Cuba nuestra necesita de hombres conscientes, de hombres responsables que sepan par que y de qué manera van a defender sus vidas, defendiendo una causa.
Camilo Cienfuegos, el 9 de enero de 1959.

El 11 de febrero de 1959 en un acto en el Polígono del Campamento Libertad ―antes Columbia―, se inicia el curso de alfabetización del Ejército Rebelde.

Los primeros alfabetizados

El Ministerio de Educación secunda la iniciativa del Ejército Rebelde. El 17 de febrero de 1959 declara iniciado el Plan Urgente de Alfabetización de Cuba, que tenía por objetivo dar respuesta a las perentorias necesidades de orientación pedagógica sobre la alfabetización. Mientras, a nivel ministerial, se estudiaba la incorporación de este tema a la planificación integral de la educación.

El 5 de marzo de 1959, el Ministerio de Educación da respuesta institucional a la problemática del analfabetismo. Crea la Comisión Nacional de Alfabetización y Educación Funcional. La Comisión tenia inicialmente dos objetivos: asesorar en cuestiones técnicas y apoyar la campaña que se llevaba a cabo en el Ejercito, La Marina y la Policía Nacional Revolucionaria; así como organizar y dirigir una campaña de alfabetización en zonas urbanas.

«La primera preocupación del Gobierno revolucionario es la creación de escuelas, la lucha contra el analfabetismo», afirmó Armando Hart, titular del Ministerio de Educación. La táctica que seguiría la Revolución sería la de crear, en los dos primeros años de poder, las aulas de enseñanza primaria indispensables y después, en el tercer año, acometer la batalla definitiva contra el analfabetismo.

La primera dificultad de carácter inmediato en el campo educacional eran los niños sin escuelas. Escaseaban los recursos para construir escuelas y abrir modestas aulas en cantidades suficientes, y así poder dar respuesta a los pronósticos de matricula. No existía tampoco un sistema que garantizara con eficiencia la Base material de estudio mínima. Había un déficit de 17 000 aulas y en la solución de estas se volcó el esfuerzo del Gobierno, de las Organizaciones de masas y el pueblo en general.

El 18 de septiembre de 1959 con la promulgación de la Ley No. 561, se crearon 10 000 aulas y se autoriza el nombramiento de 4000 maestros. El crédito existente solo cubría la inversión de 5000 aulas. La voluntad de duplicar las posibilidades existentes se hizo realidad por la actitud patriótica de los maestros. Los nuevos docentes nombrados para ejercer, renunciaron al 50 % de su salario nominal. También se crearon otras 800 aulas rurales, con la reubicación de 875 inspectores escolares de la enseñanza primaria, reintegrados a la docencia.

La entrega al Ministerio de Educación del antiguo Campamento Militar de Columbia, cumple la promesa de la Revolución de convertir los cuarteles en escuelas, e inicia el traspaso de decenas de cuarteles de la dictadura al sistema de educación. Sesenta y nueve Fortalezas militares pasaron a ser centros de enseñanza. Unidades completas del Ejército Rebelde se volcaron a la construcción de escuelas en zonas rurales. De ellas fue insignia la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos en plena Sierra Maestra. A su vez el movimiento obrero dona 1500 locales de los sindicatos donde podrían funcionar tres mil nuevas aulas. El Gobierno Revolucionario les garantizó el trabajo a todos los maestros desempleados.

A pesar del patriotismo y la entrega del maestro cubano, de su sólida disciplina pedagógica, la fuerza profesional formada por el Estado neocolonial tuvo un débil acceso a la más moderna base científico-técnica. Había que erradicar no solo el intelectualismo, el verbalismo y la memorización, sino también desarrollar la cosmovisión de la mayoría de los docentes, y sobre todo luchar contra posturas lastradas por gremialismos estériles y prejuicios seudo profesionales.

No fue fácil romper los esquemas, la estrechez y el coorporativismo de no pocos profesores educados en los conceptos gremiales, en la defensa del título como condición, más que de excelencia, de sobrevivencia, de empleo seguro. Lo que Carlos Marx llamó «el cretinismo profesional» dio su batalla dentro y fuera de los colegios de pedagogos y maestros normales y equiparados. El cambio sustancial de poseedores del saber, como mercancía que garantizaba su sobrevivencia económica, hacia el de sujetos plenipotenciarios del pueblo en la formación y educación; constituía una radical transformación ideológica lastrada aún, más que por conceptualizaciones precisas, por los prejuicios e individualismos sembrados en la psicología social por la excluyente cotidianidad de la sociedad capitalista.

El acto del 9 de abril en la Ciudad Deportiva donde miles de maestros al igual que otros trabajadores, entregaron el 4 % de su salario a la Revolución, con el propósito de generar recursos para la Industrialización del país, probó la posición que asume la mayoría del magisterio cubano. Con los pocos que no se suman al proceso por sus limitaciones clasistas y formación ideológica reaccionaria, se sigue una política de persuasión.

En agosto de 1959, al resumir el acto de apertura del Primer Congreso Nacional de Maestros, Fidel Castro se dirigió a los educadores: «No invito al egoísmo, sino al patriotismo. En esta oportunidad única de nuestra patria, que no se quede un solo maestro esperando, que no se quede un solo niño esperando».

El testimonio de Raúl Ferrer, entonces miembro de la Mesa Ejecutiva del Colegio de Maestros, es vital para conocer el pensar de los maestros revolucionarios de entonces:

Cuando fuimos a ocupar los colegios ocupados por una gavilla de esbirros que detentaban posiciones al servicio de los ministros ladrones y de los directivos orientados por el imperialismo yanqui, lo hicimos decididos a no dejar jamás la bandera de la patria y levantar la escuela nueva que soñamos siempre; la escuela fiel a las tradiciones de Cuba, la escuela de Mendive y de Varona.

La reforma de la enseñanza y la Ley 680

La reforma de la enseñanza empezó pues en aquel proceso de depuraciones, en aquel ataque frontal al burocratismo y a todos los fallos de los organismos oficiales. Por eso nos dimos las manos con el poder revolucionario... Desde el primer momento sabíamos que la Reforma no iba a ser una cuestión de editar un libro, de tener una discusión más o menos, que la Reforma era un problema de proceso y de lucha... El trabajo creador de la Revolución nos inspiró.

El proceso de reforma educacional a medida que avanza encuentra la resistencia encarnizada de los enemigos de clase de la Revolución: la escuela privada y sectores del clero ―propietarios en buena medida de numerosos centros educacionales―, van a liderar la arremetida de la reacción.

Aparecen declaraciones y artículos que «alertan» acerca del «totalitarismo» en la educación. Sermones y Hojas parroquiales denuncian que el Comunismo se quiere introducir en las escuelas. Se atizan los Prejuicios racistas contra los maestros negros que han encontrado ocupación laboral con la Revolución.

En la Información pública sobre la Reforma de la Enseñanza que se realiza en el Capitolio Nacional en noviembre, los representantes de las escuelas privadas organizan una abierta provocación. Interrumpen el programa y gritan a favor de una autoproclamada libertad de enseñanza. Reclaman privilegios como el de otorgar títulos de validez oficial en sus planteles sin interferencia estatal.

El 23 de diciembre de 1959, se promulgó la ley 680 que lleva a efecto la Reforma Integral de la educación. La ley plantea que la enseñanza pública se constituirá de forma orgánica, de modo que exista una adecuada articulación y continuidad entre todos sus grados, incluyendo el superior y que esta enseñanza debe estar inspirada en un espíritu de cubanidad y de solidaridad humana tendiente a formar el amor a la Patria y a sus instituciones democráticas y a todos los que lucharon por alcanzar la independencia de la nación.

La ley precisa que la educación se propondrá el desarrollo pleno, integro de la personalidad humana, no centrándose solo en el cultivo del intelecto, sino que atenderá también los efectos y sentimientos, el carácter y los hábitos, aspirando a que el individuo viva para un ideal en el que se cultiven de modo armónico los valores físicos, intelectuales éticos y estéticos, así como los valores vocacionales, con vistas a la superación del ser humano dentro de un enfoque socialmente integrado.

La nueva legislación revolucionaria fija la obligatoriedad de la enseñanza en el sexto grado y anuncia su propósito de extender esta condición hasta el nivel secundario, bajo el principio de la gratuidad de la enseñanza. La eliminación del Verbalismo, la hipertrofia de cursos y programas, la pasividad del Aprendizaje, son fuertemente criticados en el texto de la Reforma, a favor de una educación que respondiera a las necesidades de investigar y atender a las características del niño y el adolescente cubano.

El control y sometimiento de la Enseñanza privada en lo relativo a planes de estudio nacionales y normas generales era la materialización de un propósito enunciado en la Constitución de 1940 y cuya concreción fue sistemáticamente eludida por los gobiernos de la Neocolonia. Con el énfasis en la creación de Escuelas de oficios y de una red de Enseñanza tecnológica la Reforma también rescataba otra de los postulados de la incumplida Constitución de 1940. Por el logro de tales propósitos, los maestros cubanos y las fuerzas democráticas y progresistas del país habían sostenido durante años un intransigente combate. Ambos temas ahora constituían los aspectos más novedosos de la ley 680.

Algunos resultados al concluir el año 1959

Culmina el primer año de la Revolución en pleno enriquecimiento revolucionario, con el desarrollo de la educación y la Cultura popular como armas en el combate clasista que se despliega en el país. El nuevo Estado y las organizaciones revolucionarias promueven la desenajenación de las masas trabajadoras, procuran la independencia de los obreros y campesinos en el terreno de la educación, en busca del objetivo martiano que identifica a la cultura, como necesidad de la libertad.

El presupuesto del Ministerio de Educación, a pesar de la difícil situación económica en que dejó al país la derrotada dictadura, y el inicio de las agresiones económicas y la hostilidad del gobierno de Estados Unidos, aumenta sustancialmente: en 1958 era de $ 74 177 088.32; en 1959 ya es de $88 339 455.18 y para 1960 seria de $ 110 170 872.22.

En un solo curso escolar se crearon en el país tantas aulas rurales como en los 50 años anteriores al triunfo revolucionario. De esta manera, la dirección revolucionaria tomó medidas necesarias para asegurar que toda la población rural, en edad escolar, tuviera la posibilidad de alcanzar un nivel mínimo de enseñanza primaria. La diferencia de maestros rurales que trabajaban en el curso escolar 1959-1960 con relación al curso anterior, fue de 4972. En el curso 1958-1959, se graduaron de sexto grado 15 000 niños, en el primer curso desarrollado por el poder revolucionario lo hicieron 20 000. Por demás se amplió la actividad docente en la atención a los infantes, al desarrollar en primaria la doble sesión de clases, en lugar de una, como había sido hasta entonces.

Surgen los primeros alfabetizados y con ellos la experiencia convertida en ferviente anhelo en la conciencia de miles de analfabetos. Se cumple la demanda campesina de escuelas y maestros. Ese maestro junto al título de propiedad de la tierra, es lo primero que simboliza y concreta la Revolución triunfante en la conciencia del hombre del campo.

En el proceso que se iniciaba, aún en ciernes, se abría paso un claro concepto de la multilateralidad, de la interacción y simultaneidad del esfuerzo educacional con otras impostergables acciones a favor de los desposeídos, que no casualmente coincidían con los más necesitados de instrucción.

El informe del trabajo desarrollado por el Departamento de Asistencia Técnica, Material y Cultural al Campesino del Ejército Rebelde, hasta septiembre de 1959, se muestra convincente el carácter revolucionario que asumiría la experiencia cubana:

  • escuelas organizadas: 1119;
  • unidades técnicas: 15;
  • talleres de corte y costura: 10;
  • maestros voluntarios: 2162;
  • maestros agrícolo-técnicos: 200;
  • médicos: 207;
  • alumnos en edad escolar asistiendo a las aulas: 86 440;
  • adultos alfabetizándose en las escuelas: 23 043;
  • total de alumnos atendidos por el departamento: 120 513.

Los esfuerzos del Gobierno Revolucionario en la atención a las urgentes necesidades sociales, espirituales y materiales y en particular, la ofensiva educacional, constituyen una obra que jamás se había emprendido en Cuba. Obra de paz, de profundas raíces populares, contrasta con la hostilidad creciente de los capitalistas y latifundistas nativos, y con el clima anticubano y las medidas de hostigamiento y bloqueo que desde muy temprano comienza a articular el gobierno de Estados Unidos. Estado y sociedad civil insertos en el gran movimiento educacional que se desarrolló, dieron la ecuación perfecta para el despegue educativo y cultural de la Revolución cubana.

El hecho cultural que fue ―y aún hoy es― la propia revolución triunfante, se convirtió en una gigantesca fuerza de cambio que desde la propia sociedad civil se constituyó en el dinamizador de un raigal proceso de educación y autoeducación colectiva. Con esta fuerza ―cuyo eje directriz se nutria del pensamiento martiano―, los patriotas cubanos enfrentaron los retos históricos que a muchos les parecían abrumadores. Desbrozaba caminos una genuina Revolución Educacional y 1959 quedaría para la historia como el año de despegue de un proceso ininterrumpido, que hoy continúa y nos convoca a nuevas realizaciones.

Fuentes

  • Ares Valdés, Guillermina (1989): «El primer contingente de profesionales al servicio de la Revolución», artículo del 3 de febrero de 1989 en el periódico Granma. La Habana, pág. 2.
  • Comisión Investigadora y Depuradora del Personal del Ministerio de Educación de la República de Cuba y sus dependencias (1959): Resolución 07250 (19 de enero de 1959). La Habana: Archivo Central MINED, 1959.
  • Dirección General de Estadística y Planeamiento: Boletines estadísticos.
  • Ministerio de Educación: Datos correspondientes al curso escolar 1953. La Habana, 1953.
  • Museo Nacional de la Alfabetización: Informe de la Campaña de Alfabetización. La Habana: Ciudad Libertad.
  • Ferrer, Raúl (1961): «El maestro en el "Año de la Educación"», en: Educación y Revolución (págs. 36-37). La Habana, 1961.
  • Hart, Armando (1961): «Sobre el "Año de la Educación"», en: Educación y Revolución (pág. 11). La Habana, 1961.
  • P. Fernández y Cía (1955): República de Cuba: censos de población, vivienda y electorales (28 de enero de 1953), págs. 145-146. La Habana: 1955.
  • Pérez Cruz, Felipe de J. (1988): Las coordenadas de la alfabetización (pág. 41). La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, 1988.