San Felipe Neri

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San Felipe Neri
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Religión o MitologíaCatólica
Día celebración26 de mayo
Fecha de canonización12 de mayo de 1622
Venerado enIglesia Católica

San Felipe Neri. Declarado santo en el año 1622 y las gentes de Roma lo consideraron como a su mejor catequista y director espiritual.

Vida

Nació el 22 de julio de 1515 y bien pronto perdió a su madre. Su madrastra, sin embargo, le educó con el mayor cariño. Uno de los testigos que mayor número de noticias aportó a los procesos, Fabricio Massimo, nos cuenta que ya desde niño le llamaban "el buen Pippo", anticipándose al sobrenombre que habría de recibir en Roma años después: "Felipe el Bueno".

Estudios

En su edad adulta se le verá en Roma conversando con los eruditos más distinguidos de su tiempo y orientando hacia los trabajos del espíritu a aquellos discípulos suyos que considera más capaces. Tuvo una infancia feliz, alegre, de una pureza sin tacha. Que en su adolescencia gustó de la poesía, de la música y del entusiasmo por la naturaleza.

Hacia 1532 abandonó su casa, por consejo de su padre, para irse a vivir a un lugar llamado San Germán, próximo a Montecasino, "donde estaba —nos dice un testigo de su proceso— un tío suyo rico con muchos miles de escudos y que era mercader". Su padre le había enviado para que se ejercitase en la mercadería, y el muchacho, aunque no muy hábil para esas cosas, se mostró, en cambio, tan encantador, que su tío pensó dejarle heredero de toda su fortuna. Pero Felipe sentía otros deseos y se marchó a Roma, pese a todas las reconvenciones cariñosas, con un plan no muy definido de vivir en la Ciudad Santa a la manera de ermitaño laico. Esto ocurrió hacia el año 1536. Y ya no volverá a salir de Roma jamás. Uno de sus criados y confidentes cuenta que varias veces le preguntaba por qué no se iba a pasar unos días a su tierra natal. Y que él siempre contestaba con gracia: "Lo haré más adelante. Ahora estoy ocupado".

Trayectoria

En Roma se encuentra en una situación de pobreza total. No quiere, sin embargo, recurrir a los suyos y se acoge a un compatriota, Galeotto Caccia, director de la Aduana pontificia, con quien vive durante catorce años entregado a los ayunos y a la oración. Hace sus estudios de filosofía en la Sapienza y de teología en los agustinos, y, una vez terminados aquéllos, inicia sus trabajos de apostolado. Iba a ser el apóstol de Roma, por excelencia.

Entregado sin límites a los pobres, a los humildes, a los jóvenes más abandonados, le corresponde trabajar en un ambiente particularmente difícil. Por aquellos mismos días el Papa PAdriano V escribía: "Sabemos bien que el mal se ha extendido de la cabeza a los pies, del Papa a los prelados... Todo está viciado". San Felipe toma abiertamente partido entre los apóstoles de la reforma e inicia para ello una porción de curiosas empresas.

Unas veces le encontramos en la célebre cofradía Oratorio del Divino Amor, esforzándose en restablecer la visita a los hospitales. Años después se une a una pequeña asociación fundada por su confesor con el nombre de La Santa Trinidad de los Peregrinos, para atender a los que se encontraban en necesidad. La asociación va tomando mayor auge, tiene que marchar de la iglesia de San Salvador a la de San Bernardo y va extendiendo sus actividades. San Felipe, con sus cofrades, visita las prisiones, ayuda a los estudiantes pobres, atiende a los convalecientes y parece llegar a todos con su espíritu y su caridad.

Alguno de sus éxitos apostólicos llega a tener enorme resonancia. Así cuando, condenado a muerte el célebre hereje Paleólogo, antiguo dominico de una extraordinaria capacidad intelectual, sale Felipe a su encuentro cuando le conducían a la hoguera, y le habla con tal convicción y entusiasmo, que consigue su conversión. Así también en su intervención para obtener, gracias a su crédito ante la Santa Sede, la conversión del "buen rey Enrique IV", que no olvida jamás, según se lee en la Vida de Morosini, "que fue potentemente ayudado por este santo hombre para recobrar la gracia de la que la herejía le había tenido alejado".

Sacerdocio

En 1551, San Felipe se decide a recibir el sacerdocio. Tonsurado en marzo, cuando tenía treinta y seis años, recibe la ordenación sagrada en mayo. Deja entonces la casa de su bienhechor Caccia y se retira a la iglesia de San Jerónimo de la Caridad. Allí le esperaban las humillaciones y los sufrimientos. Uno de los testigos del proceso nos cuenta, por ejemplo, haber visto con sus propios ojos a San Felipe revestido de una vieja alba y de unos pobrísimos ornamentos, retirándose con lágrimas del altar porque se le impedía decir misa. Una de las novedades de que se le acusaba era precisamente ésa: la de exhortar a los sacerdotes a decir misa todos los días y a los fieles a comulgar frecuentemente.

Sobreviene poco después, en [1555]], en la vida de San Felipe un nuevo personaje verdaderamente singular: Bensignore Cassiaguerra, héroe de una novela que no desmerecía Las mil y una noches, a la que puso fin una visión de Jesucristo con la cuerda al cuello y llevando la cruz. Bonsignore es nombrado superior de la casa, participa plenamente de las "ideas avanzadas" de San Felipe y transforma aquella naciente comunidad de sacerdotes en un primer esquema de lo que habría de ser años después el Oratorio. A los dos amigos viene a unírseles Tarugi, senador de Roma y futuro arzobispo de Aviñón, que tanta influencia tuvo en la magnífica reforma pastoral que se obró en Francia en el siglo XVII. Se une también Baronio, al que, como el anterior, esperaba el cardenalato, y que logra una espléndida labor literaria, entre la que destacan sus Anales eclesiásticos.

El 15 de julio de 1575 una bula pontificia instituía una Congregación de sacerdotes y clérigos seculares bajo el nombre del Oratorio, encomendándoles la iglesia de la Vallicella. Pocos fundadores habrá habido que se hayan negado tan obstinadamente a serlo. Si aceptó el ponerse al frente de aquel sencillísimo grupo, para el que nunca quiso votos ni nada que pudiera asemejarlo a una Congregación religiosa propiamente dicha, rehusó rotundamente todo lo que pudiera parecer una extensión del Oratorio fuera de Roma. Pese a que la contradicción venía de personalidades como San Carlos Borromeo y los cardenal Tarugi Y Baronio, él se mantendrá siempre firme en su deseo de la absoluta independencia de unas casas respecto a otras.

Oratorio

El Oratorio es su creación genial. Cada casa autónoma agrupa a unos cuantos sacerdotes, sin otro vínculo que el de la caridad. Viven vida común, bajo la autoridad del padre o prepósito, al que eligen trienalmente, y tratan de santificarse con la observancia libre de los consejos evangélicos. Con diferencias de matiz, el Oratorio, que en vida del Santo se extendió a Nápoles, escribiría páginas gloriosísimas en la historia de la Iglesia en Francia, en Inglaterra, en Alemania y en España. Hoy mismo subsiste pujante, después de haberse confederado los diversos Oratorios el año 1942.

Los papas bendicen el Oratorio. Es más, en repetidas ocasiones, y muy en especial en el pontificado de Gregorio XIV, ofrecen a su fundador el capelo cardenalicio. Pero él se mantiene firme en se deseo de continuar como hasta entonces, sin otro cuidado que el de ejercitar su apostolado con la mayor sencillez que le sea posible. A sus hijos, los oratorianos, les pondrá en la regla la prohibición de "osar bajo ningún pretexto cortejar o acompañar a cardenales u otros personajes, porque habrían de estar al servicio de Dios únicamente".

A su admirable actividad unió también un profundo espíritu de oración. Viviendo en la Vallicella, transformada después en la magnífica Chiesa Nuova, solía marcharse días enteros a su "asilo de soledad", que era San Jerónimo. Durante largas horas se entrega a la oración, muy frecuentemente premiado con extraordinarias gracias místicas. Los testigos de su proceso de beatificación nos contarán cómo con frecuencia le costaba recobrarse después de los éxtasis y volver a atender a las cosas de este mundo. Sin embargo, todos a una confiesan que bastaba que se interpusiese en lo más mínimo el bien de las almas, para que San Felipe interrumpiera su oración. Incluso durante la acción de gracias después de la misa, hora por él preferida para el máximo recogimiento, se podía recurrir a él en la seguridad de que inmediatamente se ponía en el confesonario.

Muerte

En 1595 su salud se agravó más y más. Recibió la extremaunción y después comulgó de manos de San Carlos Borromeo. Fallecido el 26 de mayo de 1595, [ya el 2 de agosto empiezan a recogerse testimonios. Esto hace que, de una parte, los testigos sean abundantísimos (baste el dato de que en los cinco primeros meses se oye a ciento cuarenta y seis testigos), y, de otra parte, sus testimonios tengan una viveza, un colorido, una abundancia de detalles que no suelen ser frecuentes en esta clase de procesos, muchos de los cuales se redactan tardíamente, cuando ya el tiempo ha hecho perder brillantez a la contemplación de las cosas ocurridas. El mismo notario que intervino en la mayor parte de la declaración de los testigos tuvo el buen cuidado de recoger las declaraciones casi taquigráficamente. Se nota una diferencia abismal entre el lenguaje elegante, depurado, de unas declaraciones y el lenguaje popular, lleno de incorrecciones, abundante en frases sin terminar de otras. Incluso como documental de una época, el proceso, que ha sido recientemente editado, constituye un documento inapreciable. Su cuerpo fue transportado el 24 de mayo de 1602 a una capilla edificada por Nero de Neri y Tarugi.

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