Pablo de Tarso

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San Pablo Apóstol
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Santo
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Religión o MitologíaCristianismo
Día celebración25 de enero (conversión de Pablo), 29 de junio (martirio junto a Pedro)
País o región de origenTarso (actual Turquía)

San Pablo Apóstol. También llamado el Apóstol de los Gentiles y San Pablo de Tarso. Nacido entre los años 5 y 10, en la ciudad de Tarso (actual Turquía) y ejecutado por órdenes del emperador Nerón, en el año 67 en Roma). Aunque no perteneció al círculo de apóstoles de Jesús, Pablo es reconocido por los católicos como un Santo. Fue el principal propagador del Cristianismo entre los gentiles, teniendo una participación decisiva en la expansión de la Iglesia. Sus escritos son considerados fuentes significativas de la doctrina de la primitiva iglesia cristiana. Los colectivos protestantes le señalan una presencia y acción cimeras en la difusión del cristianismo primtivo, y lo conocen simplemente como Pablo. [1]

Síntesis biográfica

Nacimiento y educación

Pablo nació en una familia judía acomodada, de la tribu de Benjamín, en Tarso. Se le dio el nombre de Saúl, en memoria del primer rey de los judíos. Por ser Tarso una ciudad dentro del Imperio Romano, gozó de ciudadanía romana. Como todo ciudadano de la época, tenía dos nombres: Saúl, su nombre judío, que significa invocado, llamado, y su segundo nombre romano, el único usado en sus epístolas, Paulo o Pablo, que significa pequeño o poco.

Según la costumbre judía, desde los cinco años aprendió a leer la Biblia hebrea. A los quince años, fue enviado a Jerusalén para formarse a fondo en el conocimiento de la Escritura y de las tradiciones y métodos rabínicos. A su educación rabínica debe Pablo, no sólo muchas ideas religiosas y un conocimiento a fondo del Antiguo Testamento, sino también su dialéctica y su método exegético.

Aunque criado en una ortodoxia rigurosa, mientras vivía en su hogar de Tarso estuvo bajo la influencia de la cultura griega, que en ese tiempo había penetrado todos los niveles de la sociedad en el Asia Menor. Por lo que desde su juventud, aprendió igualmente la lengua griega, que era la corriente en Tarso.

Según la costumbre judía, aprendió también el oficio de fabricante de tiendas,[2]. Durante su actividad apostólica Pablo lo ejercía para ganarse el sustento[3], y vivir independientemente[4].

La personalidad de Pablo

Pablo predicando a los gentiles

El exterior del apóstol no era impresionante ni atrayente; sus adversarios le echaban en cara que «su presencia era poca cosa y su palabra despreciable»[5]; él mismo alude también a su exigua estatura corporal[6]. Su salud era débil: sufría una enfermedad que él mismo califica de aguijón de su carne y bofetón de Satán[7]; es un sufrimiento doloroso, humillante y crónico, como lo confirma [8].

El apóstol poseía temperamento de jefe, voluntad de hierro, constancia inquebrantable, sentido para la iniciativa, extraordinaria capacidad de trabajo y resistencia. Su temperamento era, además, apasionado, impetuoso y dominador, y se entregaba de modo total al amor o al odio. Sin embargo, junto a su férrea voluntad, tenía también un alma de fina sensibilidad y condescendencia, y un corazón lleno de ternura [9], que se pegaba a los hombres y despertaba fuerte simpatía, que sentía profundamente la necesidad y el dolor de los demás.

Como pensador, fue esencialmente un espíritu intuitivo, que concebía la religión más por visión inmediata que por razonamiento discursivo. La naturaleza y el arte le decían muy poco; era más bien un psicólogo introspectivo. Sus comparaciones e imágenes están tomadas generalmente de la vida ciudadana, de los soldados o del derecho.

Era un hombre que creaba interés en torno a sí, que atraía a los demás y emanaba amistad. La lista de veintisiete nombres en la Carta a los Romanos[10] nos descubre una pequeña parte del círculo de sus amigos íntimos. Escribe una carta a un amigo rico para salvar la vida y recomendar a un esclavo al cual ha hecho su hermano en Cristo en la prisión. Es agradecido con los pequeños favores, y se interesa por la iglesia en Jerusalén cuando los malos tiempos ponían a los pobres en dificultad.

El despertar espiritual

Pablo en el camino a Damasco

Hacia el año 34 aparece como un recto joven fariseo, fanáticamente dispuesto contra los cristianos. Creía que la nueva secta era una amenaza para el judaísmo por lo que debía ser eliminada y sus seguidores castigados. En los Hechos de los Apóstoles se narra que estuvo presente cuando San Esteban, el primer mártir, fue apedreado y muerto, aprobando la acción. Fue poco después cuando Pablo experimentó la revelación que iba a transformar su vida.

Mientras iba a la ciudad de Damasco para continuar su persecución contra los cristianos y hacerles renegar de su fe, Jesús se le apareció y tirándolo al suelo le pregunta: «Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?» [11]. Por la luz sobrenatural quedó ciego. Pablo le preguntó: «Señor, ¿qué quieres que haga? ». Jesús le pide un profundo acto de humildad ya que se debía someter a quienes antes perseguía:«vete donde Ananías y él te lo dirá». [12]

Después de su llegada a Damasco, siguió su despertar espiritual, la sanación de su ceguera por el discípulo Ananías y su bautismo. Pablo aceptó, entusiasmente la misión de predicar la palabra de Cristo; se apartó del mundo para pasar tres años en Arabia en meditación y oración antes de iniciar su apostolado. Jesús lo constituyó Apóstol de una manera especial, sin haber convivido con Él. Es por tanto, el último apóstol constituido. Su vida es totalmente transformada en Cristo:[13]

"Lo que era para mí ganancia, lo he juzgado una pérdida a causa de Cristo. Y más aún: juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo."

Desde entonces se convierte en un hombre verdaderamente nuevo y totalmente movido por el Espíritu Santo para anunciar el Evangelio. Saúl desde ahora se llamará con el nombre romano: Pablo. La ira santa de los judíos ortodoxos contra este "traidor" era tan fuerte que tuvo que escapar, siendo bajado por la pared de la ciudad en una canasta. Al llegar a Jerusalén, fue vigilado por los judíos cristianos, que no podían creer que él, que tanto los había perseguido, se haya convertido.

Los viajes misioneros

Este periodo de doce años (45-57) fue el más activo y fructífero de su vida. Comprende tres grandes expediciones apostólicas, de las que Antioquía fue siempre el punto de partida y que, invariablemente, terminaron por una visita a Jerusalén.

Primera misión

Primer viaje de Pablo

De regreso a su ciudad nativa de Tarso, se unió a Bernabé y juntos viajaron a Antioquía, donde encontraron tantos seguidores que fue fundada una iglesia. Fue aquí donde los discípulos de Jesús fueron llamados cristianos por primera vez (del griego Christos, ungido).

Después de ir a Jerusalén, para asistir a los miembros de la iglesia que estaban escasos de alimentos, estos dos misioneros regresaron a Antioquía y después navegaron a la isla de Chipre; durante su estancia convirtieron al procónsul, Sergius Paulus. Una vez más en tierra de Asia Menor, cruzaron las montañas Taurus y visitaron muchos pueblos del interior, particularmente aquellos en que habitaban judíos. Generalmente en estos lugares Pablo primero visitaba las sinagogas y predicaba a los judíos; si ellos lo rechazaban entonces predicaba a los gentiles.

En Antioquía de Pisidia, lanzó un discurso memorable a los judíos, concluyendo con estas palabras: «Era necesario anunciaros a vosotros en primer lugar la Palabra de Dios; pero ya que la rechazáis y vosotros mismos no os juzgáis dignos de la vida eterna, mirad que nos volvemos a los gentiles. Pues así nos lo ordenó el Señor: Te he puesto como la luz de los gentiles, para que lleves la salvación hasta el fin de la tierra.»[14]

Después de esto, volvieron a Jerusalén donde los ancianos trataban el tema de la posición de la Iglesia (constituida todavía en su mayoría por judíos), hacia los gentiles convertidos. La cuestión de la circuncisión fue problemática porque para los judíos era importante que los gentiles se sometieran a este requisito de la ley judía. Pablo se mostró en contra de la circuncisión, no porque quisiera hacer un cristianismo fácil sino porque comprendía que el Espíritu ahora requería una circuncisión del corazón, una transformación interior. Planteó que la ley no puede justificar al hombre sino sólo la gracia recibida por medio de Jesús.

Segunda misión

Segundo viaje de Pablo

Duró del año 49 a 52, llevó Pablo a Silas, su nuevo asistente, a Frigia, Galacia, Troas, y a través de Europa, a Filipos en Macedonia. Lucas, el médico, era ahora un miembro del grupo. Fueron a Tesalónica, y después siguieron a Corinto y Atenas. En esta última ciudad, Pablo predicó en el Areópago y algunos de los estoicos y epicúreos lo escucharon y discutieron con él informalmente atraídos por su intelecto vigoroso, su personalidad magnética, y su enseñanza ética. Pero mas importante, el Espíritu Santo tocaba los corazones de aquellos que abrían su corazón podían comprender que Pablo tenía una sabiduría nunca antes enseñada.

Pasando a Corinto, se encontró en el mismo corazón del mundo griego-romano, y sus cartas de este período muestran que él está consciente de la gran ventaja en su contra, de la lucha incesante contra el escepticismo e indiferencia pagana. Él, sin embargo, se quedó en Corinto por 18 meses, y tuvo un éxito considerable. Un matrimonio, Aquila y Priscila, se convirtieron y llegaron a ser muy valiosos servidores de Cristo. Volvieron con él a Asia. Fue durante su primer invierno en Corinto que Pablo escribió las primeras cartas misioneras. Estas muestran su suprema preocupación por la conducta y revelan la importancia de que el hombre reciba el Espíritu Santo, ya que solo así hay salvación y poder para bien.

Tercera misión

Tercer viaje de Pablo

Cubrió el periodo del 52 a 56. En Éfeso, ciudad importante de Lidia, donde el culto a la diosa griega Artemisa era muy popular, Pablo fue motivo de un disturbio público ya que los comerciantes veían peligrar sus negocios de imágenes de plata de la diosa que allí florecía.

Después, en Jerusalén, causó una conmoción al visitar el templo; fue arrestado, tratado brutalmente y encadenado. Pero cuando fue ante el tribunal, él se defendió de tal forma que sorprendió a sus opresores. Fue llevado a la ciudad de Cesarea por el rumor de algunos judíos en Jerusalén, que lo habían acusado falsamente de haber dejado entrar a gentiles en el templo; así planeaban matarlo. Fue puesto en prisión en esa ciudad, esperando juicio por aproximadamente dos años bajo el procónsul Félix.

Los gobernadores romanos deseaban evitar problemas entre judíos y cristianos, por lo que postergaron su juicio de mes en mes, pero Pablo, que conocía perfectamente las argucias de sus enemigos, apeló al Emperador. En consecuencia, esta causa podía sólo ser despachada en Roma.

El cautiverio

Viaje de Pablo a Roma

El viaje desde Cesarea a Roma fue descrito por Lucas con una viveza de colores y una precisión que no dejan nada que desear. El centurión Julio había enviado a Pablo y a otros prisioneros en un navío mercante en el que Lucas y Aristarco pudieron sacar pasaje. Dado que la estación se encontraba avanzada, el viaje fue lento y difícil.

Bordearon las costas de Siria, Cilicia y Panfilia. En Licia los prisioneros fueron transferidos a un barco dirigido a Italia, pero unos vientos contrarios persistentes los empujaron hacia Chipre, alcanzado la costa con mucha dificultad. Pablo aconsejó invernar allí, pero su opinión fue rechazada y el barco derivó sin rumbo fijo durante catorce días terminando en las costas de Malta.

Desde aquí toma el camino hacia Roma y tiene la alegría de ser recibido por los hermanos -que han recorrido a pie 50 kilómetros-, pues el Apóstol no es ningún desconocido: habían recibido, tres años antes, su gran Carta a los Romanos. En Roma, existía una comunidad de cristianos, cuyo origen se ignora y que Lucas describe como numerosa y célebre por su fe y sus obras. El cristianismo había sido llevado a Roma por mercaderes judíos y permaneció al lado de las sinagogas. Cuando el emperador Claudio murió, la ciudad contaba con unos 50.000 judíos procedentes de regiones muy distintas, diseminados en las varias sinagogas de la capital del Imperio.

Pablo, llega a Roma en el 61 para ser juzgado. Durante dos años, reside vigilado en una casa particular en el centro de la ciudad, cerca del Tíber, años que emplea para evangelizar y escribir. Pasado ese tiempo, el proceso se desvanece por falta de acusadores.

El martirio en Roma

Cárcel Mamertina

Después del incendio de Roma en el año 64, Nerón acusa a los cristianos de ser los autores del hecho y Pablo es arrestado y encadenado en la cárcel Mamertina. Después de dos años es condenado a la decapitación, pues por ser romano, no podía ser crucificado. La sentencia será ejecutada fuera de las murallas aurelianas, en la Vía Hóstiense, en el año 67. Su muerte ocurrió al mismo tiempo que la del Apóstol Pedro), obispo y primer Papa de la Iglesia de Roma.

Las inscripciones del segundo y tercer siglo en las catacumbas nos dan evidencia de un culto a los Santos Pedro y Pablo. Esta devoción nunca ha disminuido en popularidad.

Trascendencia de su obra

Pablo Contribuyó a configurar y clarificar la identidad y fisonomía de la Iglesia. Ayudó a coordinar y a organizar mejor la misión universal de la Iglesia, de modo que unos se dedicaran a predicar a los gentiles, y otros, a los judíos, poniendo las bases para que se desencadenara un movimiento de expansión, por encima de las fronteras étnicas, culturales y religiosas, reforzando el avance territorial con la creación de pequeñas comunidades que vivieran y difundieran también el mensaje de Jesús, y estableciendo una red de comunicación entre las comunidades mediante visitas, envío de mensajeros o cartas.

Las cartas o epístolas

Se atribuyen a Pablo trece cartas o epístolas, llamadas comúnmente "las Epístolas paulinas":

De estas 13 epístolas, existe consenso en que las 7 señaladas en negrita son auténticamente paulinas. Respecto a la Epístola a los Hebreos, los eruditos críticos (no cristianos) y la Iglesia Católica están de acuerdo en que no es de autoría paulina, lo que no es obstáculo para que tanto la Iglesia Católica como las Protestantes la consideren un texto válido y la incluyan en el canon bíblico.

Del resto, no existe acuerdo sobre si son de autoría paulina o han sido escritas por colaboradores o discípulos de Pablo. Según Antonio Piñero, en su libro "Guía para entender el Nuevo Testamento", una mayoría de estudiosos cree que no son paulinas las epístolas a Timoteo y a Tito (las llamadas epístolas pastorales), mientras que sobre las epístolas a los Colosenses, Efesios y Segunda a los Tesalonicenses las opiniones están más divididas.

San Pablo en el arte

Pablo, como otros apóstoles relevantes, tuvo un amplísimo tratamiento en el Arte. El episodio de su conversión fue reflejado en memorables pinturas por maestros italianos como Parmigianino (Kunsthistorisches Museum de Viena), Miguel Ángel (mural en la Capilla Paolina del Vaticano) y Caravaggio (Basílica de Santa Maria del Popolo Roma).

La etapa final de su vida también fue objeto de diversas representaciones artísticas. Algunas de las obras más famosas son:

  • El juicio del apóstol Pablo (1875), de Nikolai Kornilievich Bodarevsky, óleo sobre tela conservado en el Museo de Arte Regional, Úzhgorod, Ucrania.
  • San Pablo en prisión (1627), de Rembrandt, óleo sobre tela.
  • San Pablo en Malta (ca.1600), de Adam Elsheimer, óleo sobre cobre que se conserva en el National Gallery de Londres.

Referencias

Fuentes

  • San Pablo. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • San Pablo. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • Biografía de San Pablo de Tarso. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • Pablo de Tarso. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • San Pablo. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • San Pablo Apóstol de los gentiles. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • El legado de San Pablo. Consultado el 7 de abril de 2014.
  • La Biblia, Versión Reina–Valera 1995. Sociedades Bíblicas Unidas, 1996.
  • Den Heyer, C.J. Pablo, un hombre de dos mundos. Ediciones El Almendro.
  • Bart D. Ehrman. Simón Pedro, Pablo de Tarso y María Magdalena. Barcelona: Editorial Crítica, 2007.
  • Fabris, Rinaldo. Pablo: el apóstol de los gentiles. Ediciones San Pablo, 1999.
  • Piñero, Antonio. Guía para entender el Nuevo Testamento. Madrid: Trotta, 2008.
  • Torres Nieto, Alberto. Tras las huellas de San Pablo. Editorial Alba, 2008.