Santa Camila de La Habana Vieja

Santa Camila de La Habana Vieja
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Obra de teatro | Bandera de Cuba Cuba
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EstrenoAgosto de 1962
DirectorJosé Ramón Brene
PaisBandera de Cuba Cuba

Santa Camila de La Habana Vieja. Obra teatral del dramaturgo José Ramón Brene, estrenada en agosto de 1962. Santa Camila es la historia de una mujer, Camila, cuyo mundo son los orishas y los ritos santeros, que se siente incapaz de adaptarse a lo que la revolución cubana supuso para la sociedad cubana: nuevas oportunidades de educación y trabajo, igualdad efectiva entre hombres y mujeres, ruptura con los cultos tradicionales en aras de un racionalismo vivificador, entre otras cosas.

La obra ha constituido uno de los más ambicionados papeles para las actrices del teatro cubano, habiéndolo asumido algunas de las divas de las artes escénicas como Verónica Lynn, desde su estreno, creadora de una caracterización que es todo un mito de las tablas, así­ como Daisy Granados, para la televisión por Luisa Marí­a Jiménez, y en su última versión, también por Susana Pérez.

Aquel memorable estreno de 1962 estuvo bajo la dirección de uno de los más exigentes y talentosos directores cubanos, el desaparecido Adolfo de Luis quien, en la década de los 50, junto a los hermanos Vicente y Raquel Revuelta, tiene el mérito de haber introducido en la Isla el método de Konstantin Stanislavski.

Descripción de la obra

Época

La obra se estrenó en 1962, pero está ambientada en mayo de 1959, poco después del triunfo de la Revolución. Así se puede decir que la obra se escribe en el mismo momento en que ocurren los hechos, sin embargo hay una mirada al pasado a través de las creencias y vivencias de los personajes en transformación.

Trama

La obra se divide en dos actos. En el primero se halla Camila, una santera que vive de su profesión y que mantiene a Ñico como chulo. El conflicto se plantea cuando Ñico empieza a sufrir una transformación, pues empieza a preocuparse de cuestiones sociales. También empieza a revisar su propia situación, pues todos sus ingresos proceden del trabajo de su mujer. Por ello decide embarcarse y resarcir así económicamente a Camila. Ella, consciente del cambio que se está operando en su marido, se obceca en proteger su mundo y recurre a los santos para solucionar de forma mágica el problema y volver a la situación anterior. Para ello invoca a Changó, del cual ella es hija, para rogarle que evite su partida. En ese momento el capitán, jefe de los milicianos, ofrece trabajo a Ñico en una fábrica, por lo que ya no tiene que partir. Convencida de que esto es obra del orisha, le da las gracias y le ofrece un ebbó (ofrenda).

Ñico se centra en su trabajo y comienza a interesarse por la lectura, sobre todo la de tipo social, pero paralelamente abandona el comportamiento habitualmente zalamero que mantenía con Camila, algo que ella atribuye a que hay otra mujer, por lo que, para confirmarlo, le vigila día y noche. Pero esa supuesta mujer no es otra que la Revolución, la cual, según Camila, está rompiendo la vieja relación que mantenía la pareja. Preocupada hace venir a su madrina, la cual le hace una ceremonia para que se le aclaren las ideas y vea la realidad con perspectiva, y la Revolución como una oportunidad para eliminar los malos hábitos de dependencia entre los seres.

En el acto segundo, Leonor, una compañera de trabajo de Ñico, le ayuda en su evolución. Éste se siente atraído por ella, pues es diferente a las mujeres que él ha conocido, inteligente e independiente.

Camila seguirá sospechando de la actitud de Ñico, totalmente reticente a seguir con los rituales de santería, lo cual provoca una violenta discusión que hace a Ñico abandonar la casa común. Camila, por boca de un amigo de la pareja, se entera de que hay otra mujer, Leonor, y desesperada sale en busca de ella, pero ésta no le abre la puerta. Ñico aparece a tiempo para prevenir del desastre a Leonor y le ofrece un collar a modo de protección. Ella se siente defraudada por la irresponsabilidad de Ñico y sus creencias irracionales. Le rechaza como pareja, pues comprende que él todavía ha de aprender a tomar las riendas de su vida y a no depender siempre de una mujer. También se da cuenta de que éste sigue amando a Camila.

Ñico, desolado por la negativa de Leonor, abandona la fábrica, se pone a beber y aparece en casa de Camila pidiéndole perdón. Vuelve a su antigua vida pero insatisfecho. Mientras tanto, aparece Teodoro, que propone a Ñico participar en una aventura marítima en pro de la revolución. Ñico se apunta ilusionado y por fin abandona el regazo de Camila.

La última escena nos presenta a una Camila feliz por la llegada triunfante de Ñico y toda la tripulación. Camila no sabe si tiene cabida en la vida de este nuevo Ñico que necesita salir del ambiente que lo hizo un chulo y olvidar su pasado, y así se lo pide a ésta. Camila se resiste, no quiere dejar su casa, pero la puede el amor.

Personajes

Sin lugar a dudas, la figura central de la obra es Camila, santera de profesión, mujer atractiva, de unos treinta años. Dominada por la pasión hacia Ñico, se aferra al mundo que la sostuvo, apela a la santería y al chantaje para retener a su hombre.

Gloria Parrado establece un paralelismo entre Medea y Camila, a pesar de las diferencias de época y género. Las dos se muestran vengativas con sus amantes y piden ayuda a las fuerzas mágicas para evitar el inminente abandono, y también ambas engendran un temor irrefrenable en sus respetivos hombres. Camila, a diferencia de Medea, retendrá a su amado y lo acompañará en su nueva vida, pero sin renunciar a sus creencias religiosas. Es una forma de integrar el pasado y el futuro.

Figura relevante, pero en un segundo plano respecto a Camila, es Ñico, personaje que sufre una considerable evolución, pues pasa de chulo, que depende para todo de su mujer, a persona preocupada por los problemas sociales. Como fruto de este cambio, logra asumir su plena capacidad humana y social. Es el motor del cambio que arrastra a la propia Camila contra su voluntad. Dos figuras influirán decisivamente en él: Leonor y Teodoro.

Leonor es secretaria del capitán de la fábrica y miliciana. Es la antítesis de Camila. Aparentemente su rival por su condición de mujer. Representa la mujer diferente, con intelecto desarrollado y, sobre todo, afirmada en su plena igualdad como ser humano. Ñico aprenderá de ella cómo debe tratar a su mujer.

Teodoro, esposo de Jacinta y marino idealista, será el que dé el último empujón a Ñico en su esfuerzo por encontrarse a sí mismo, luchando por algo, la dignidad de todos los hombres.

Relevante es también la figura de la Madrina, la que enseñó a Camila los secretos de los santos y la hizo santa. Es un verdadero oráculo para Camila y su consejera. La anciana, paradójicamente, confirma que la contradicción fundamental para la amante de Ñico, Camila, es la realidad que los circunda.

Menos entidad tienen otros personajes como Pirey, que experimenta una evolución parecida a Ñico, pues al principio de la obra se dedicaba al contrabando de tabaco americano y a la venta de productos robados; Bocachula, amigo de Pirey y compañero de aventuras, cuya trayectoria vital sigue; Jacinta, mujer a la vieja usanza, no comprende a su marido, Teodoro, y es clienta de Camila. Protesta por las idas y venidas de su marido, marinero que siempre tira para la mar.

Papel de los dioses en la obra

En principio, hay que señalar que en la obra no interviene directamente ningún dios, aunque eso no significa que su presencia no se note, sobre todo a través de los rituales de santería que protagonizan Camila y la Madrina, o bien a través de la mención que de ellos hacen en diversas circunstancias los personajes.

Está presente, de este modo indirecto, en primer lugar Changó. Camila es hija de este dios. Cuando los ahijados de Camila vienen a pedirle ayuda, ella les indica el ebbó (u ofrenda) que el dios está reclamando y si no se le satisface, el orisha se enfada y se olvida de sus hijos, o les busca la desgracia. Es el caso de Pirey, a quien Changó pide que refresque su collar, y de Bocachula, a quien Changó reclama un carnero. Camila achaca los males de los humanos a no seguir las normas de la religión. También lo nombra Ñico, en tono socarrón, cuando su mujer atribuye a la intervención de Changó todas las alegrías de la vida en vez de al esfuerzo humano.

En varias ocasiones se nombra a Elegguá, pues está presente en cualquier ritual, dado que, como ya se ha dicho, es el primer orisha a quien se saluda.

A través del oráculo de los caracoles hablan dos orishas, Olokun y Yewá, y a este procedimiento adivinatorio recurren los personajes en varias ocasiones.

A través de la ofrenda que tiene que hacer uno de los personajes secundarios, Pirey, según el oráculo de los cocos, se mencionan otros dos deidades, Yemayá y los Jimaguas, que, como se ha dicho, simbolizan en el panteón santero la buena suerte.

Patakíes y ritos

Uno de los aspectos más interesantes de la obra es la frecuente aparición en escena de rituales de la religión afrocubana. En estos actos rituales intervienen en primer lugar los personajes que hacen las veces de oficiantes del culto o el ritual yoruba, la Madrina y Camila, y luego los personajes que creen en los santos y que acuden a ellas para hacer alguna consulta.

El primer encuentro que tienen la Madrina y Camila sigue en todo el rito santero: se chocan los hombros tras encontrarse, luego la anciana camina hasta el pilón (el trono, propiedad de Changó), da en él tres golpecitos y se besa los nudillos. Sólo entonces habla directamente a Changó.[1]

Uno de los ritos adivinatorios más frecuentes del culto yoruba es el de echar los caracoles. Así, al principio de la obra, Camila echa los caracoles a Cuca, que pregunta por la situación de su marido Pirey:

Sí, vamos a ver lo que dicen los santos. (Se llega hasta un pequeño armario que hace de canastillero y saca de él una bolsita que contiene los caracoles y una estera. Tiende ésta en el suelo y se sienta en un extremo de ella. Cuca en el otro. Camila como en un rezo.) Susurra palabras en yoruba y continúa (lanza los caracoles en la estera y trazando una línea imaginaria separa un número de caracoles que corresponderán a su mano derecha y otro a la izquierda y los vuelve a lanzar. Mira los caracoles atentamente)[2]

Hablan los dioses Olokun y Yewá. Camila interpreta lo que dicen los dioses. Entre enigmas avisa de un peligro con la justicia y también de lo que tiene que hacer para evitar la desgracia:

Aquí habla de enfermedad, y esa persona, tú o algún ser querido, no pueden pasar por encima de ningún hoyo y que, o ha estado en cuestiones de justicia o va a tenerlo que sacar de una prisión. En sus manos está su salvación. [...] tiene que adorar mucho a Elegguá, a Yemayá y a los Jimaguas. Ponle mucha fruta a los muchachos[3]

También Camila describe en qué debe consistir el ebbó u ofrenda:

Como ebbó, un gallo, tres palomas, una jícara, un ecó, manteca de corojo, tela blanca y punzó, ori, babosa, algodón y cuatro pesos con veinte quilos. Más nada[4]

Entre los ritos descritos se mencionan la rogación de cabeza, que sólo se puede practicar cuando el sol se ha ido y que es llevada a cabo por la Madrina:

(Saca dos platos de loza blanca) Akotó fun-fun... (Saca dos velas.) Ataná... (Saca dos cocos verdes ya abiertos.) Obí... (Saca un pedazo de tela blanca.) Achó funfun...(Saca un pedazo de algodón.) Oú Obatalá... ( Saca una barrita de manteca de cacao.) Orí...(Saca una jícara con cascarilla) y Efún...(Saca un pescado ahumado.) Eyá (Saca un pedazo de jutía ahumada), Ekun... (entra Camila vistiendo un amplio sayón con mangas y de un blanco inmaculado, y descalza. Se sienta en una silla con las manos en las rodillas y las palmas hacia arriba. La madrina enciende las velas y tomando un coco hace con él una cruz sobre la cabeza de Camila y después deja caer el agua sobre la cabeza de Camila mientras reza lentamente.)...[5]

Todo ello, claro está, en lengua yoruba. Y el «amarramiento», encantamiento para retener el amor de un hombre. Camila le explica a la Madrina que ya hizo uno para retener a Ñico:

Las plantillas de sus zapatos, siete alfileres, un pedazo de su camiseta, paja de maíz, amansaguapo, pelos de él, mi nombre y el de él en cruz, lo amarré con una madeja, lo enterré todo y luego le pagué al santo[6]

Una variante de esta práctica es la que lleva a cabo Camila a petición de Jacinta para evitar que su marido Teodoro se marche, embarcándose para recuperar el bacalao pescado en el Polo Norte. Este «trabajo», para que sea efectivo, deberá ser realizado en casa de Jacinta utilizando ropas de su marido.[7]

La Madrina, sin embargo, le recomienda otro:

Hierba de la niña, uñas de pies y las manos, piedra de imán, tres manises, pelos de tres distintos lugares del cuerpo, amorseco y amansaguapo. Lo tuestas todo y se lo das en el café.[8]

Entre las prácticas mágicas se menciona el endiambo, o encantamiento, de que es víctima Ñico.

Relación hombres-dioses

Santa Camila tiene una clara y evidente finalidad social: mostrar el conflicto en que se debate una sociedad tradicional, apegada a sus viejos ritos, que simboliza Camila, donde la mujer tiene un papel secundario, subordinada al hombre —como se observa en la relación entre Camila y Ñico—, y una nueva sociedad emergente, la de la Revolución, que se burla de los cultos tradicionales, aunque los tolera, que asigna un nuevo papel a la mujer, más digno y en condiciones de igualdad con el hombre —como la relación que no fragua entre Leonor y Ñico—, y que es capaz de recuperar para la sociedad a personajes marginados que, de otro modo, habrían caído en la delincuencia, cuando entran a trabajar en la fábrica Ñico, una especie de chulo que nunca ha hecho nada y que ha vivido del dinero que le entregaba Camila, y sus amigos Pirey y Bocachula, dos pequeños contrabandistas.

En estas circunstancias, aunque los dioses no actúen directamente como personajes, sí influyen en el desarrollo de la acción a través de figuras como Camila y Madrina, las santeras, y Jacinta, la mujer de Teodoro, que no duda en recurrir a los orishas ante el más mínimo contratiempo en sus vidas. Ello provoca una relación de conflicto entre los personajes, que se dividen, respecto a la religión, en dos grupos enfrentados: los que, como los tres mencionados, viven aún sometidos a los ritos afrocubanos y todo lo atribuyen al influjo divino —y nada hacen por sí mismos, esperanzados en la ayuda de sus orishas—, y los que, inspirados por la liberación que la Revolución supone, se burlan de todo lo que tiene que ver con lo religioso y encuentran en el trabajo y en la acción el auténtico motor del cambio. Por el final de la obra está claro que son estos últimos los que triunfan, pues sólo cuando los hombres se deciden a actuar acaban con las injusticias del pasado.

Como es fácil suponer, para los personajes del primer grupo, en la vida cotidiana no hay un límite claro entre realidad y mito, quizás porque para ellos la propia vida y sus eventos son únicamente mito —o, mejor dicho, rito—, que le ponen en contacto directo con sus dioses, especialmente con Changó.

A él Camila, su hija, se lo pide todo, principalmente, el amor de Ñico, pues se siente insegura [9] . Y cuando nos enteramos de que Ñico no se irá —por razones obvias, pues no puede abandonar a su madre—, Camila, fiel creyente, da las gracias a su Babá (Changó) por su supuesta intercesión y le promete un ebbó u ofrenda [10]

Esta familiaridad con los dioses —la propia Camila llega a decir: «Mi vida es vivir con mis santos y querer al hombre que me gusta»[11] — sólo es explicable porque para estas mentes sencillas los dioses no son algo lejano o abstracto, sino seres concretos, que están cerca y a los que se les hace partícipes de sus penas y alegrías.

Esta cercanía y familiaridad es lo que explica que incluso el fiel llegue a enfadarse con ellos cuando, en su desesperación, teme verse abandonado por ellos. Sirvan de ejemplo las «amenazas» contenidas en las palabras de Camila hacia Changó cuando ve que Ñico se aleja de su lado y el dios no hace nada por impedirlo:

¿Qué pasa, Babá...? ¿Qué pasa...? Babá, no me abandones, no te olvides de mí, de tu hija Camila. (Llora) ¿Por qué tantos sufrimientos, Babá...Babá, mi vida eres tú y Ñico, ¿por qué lo separas de mí? (Con rabia repentina.) ¡Tráemelo, tráemelo! (empieza a tirar lejos del pilón las fuentes con comida. Mientras esto hace monologa.) ¡Te dejaré sin comida mientras no me traigas a Ñico, y si lo pierdo, te dejaré morir de hambre... ¡Me lo tienes que traer, coño! ¡Eres malo, malo! ¡Te dejaré morir de hambre sinvergüenza![12]

De otro lado, esta actitud, esta relación de Camila con Changó nos sirve de recordatorio de que en la religión afrocubana, como es habitual en las religiones primitivas, los dioses han sufrido un profundo proceso de antropomorfismo, en el sentido de que aparecen caracterizados con los mismos vicios, defectos y debilidades humanas. Ello se percibe en Santa Camila, por ejemplo, cuando Ñico habla del carácter mujeriego de Changó, lo cual le lleva a dudar del poder de los dioses para influir en los asuntos de la vida diaria. Incluso se cae en lo que para un creyente sería una pura blasfemia. Así, el mismo Ñico dice a Camila, burlándose con su propia filiación respecto a Changó: «Si tú eres su hija, yo soy su yerno».

La relación de familiaridad llega hasta el punto de que el fiel, sin descuidar los ritos, los interpreta y practica como quiere. Al menos es lo que parece ocurrir con Bocachula y Changó, pues aquel trata a éste como si fuera un amigo del barrio:

(Frente al pilón.) Despierta, Babá. (Da tres golpes sobre el pilón.) Despierta que llegué yo, el negro más sabrosón de toda la Habana Vieja. Toma pa que te refresques. (Deja caer un chorrito de la botella sobre el pilón.[13])

Esta relación fresca, espontánea, sin el rigor de un estricto ritualismo como sucedía en la religión romana antigua, sería otra de las marcas distintivas de la religión popular cubana.

Queda por recoger, por último, la actitud de ciertos personajes como Ñico que, en apariencia, se comportan como descreídos y casi blasfemos frente a la religión tradicional, pero que siguen temiendo en el fondo de su alma la acción de los orishas y las santeras. Así, Ñico ofrece un collar a Leonor para que se proteja de Camila y del poder de Changó, rogándole que se lo ponga y que «por nada del mundo te lo quites».[14]

Referencias

  1. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 501.
  2. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 471.
  3. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 472
  4. C. Espinosa Domínguez, op. cit., ibid.
  5. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 509.
  6. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 505.
  7. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 540.
  8. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 505.
  9. Cf. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág 479: «...(saluda al santo en el pilón echándose por tierra y besando tres veces el suelo. Se arrodilla) ¡Oh...Changó mío... Changó de mi alma! Haz que Ñico no se vaya de mi lado y que ni mire a ninguna otra mujer. Dame esa gracia, padre mío. Prefiero morir antes que perderlo. Si me das lo que pido te daré todo lo que me pidas. (Camila inclina la cabeza hasta tocar el suelo y lo besa tres veces...)»
  10. Cf. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 482: «¡Ya me lo decía el corazón! Suelta a Ñico y se dirige al pilón, se echa en el suelo y hace el saludo ritual besando tres veces el suelo.) ¡Changó bendito, rey de alma! Gracias... Te prometo un tambor para la semana que viene, y un carnero. ¡Todo, todo lo que me pides!».
  11. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 491.
  12. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 519.
  13. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 495.
  14. C. Espinosa Domínguez, op. cit., pág. 525.

Fuentes