Segunda ocupación militar de Estados Unidos en Cuba

Segunda ocupación militar norteamericana en cuba
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Bandera de Cuba Cuba

Segunda ocupación militar norteamericana en Cuba. Se produce gracias a que el presidente Tomás Estrada Palma, temeroso ante la insurrección que había motivado su fraudulenta reelección, y en vez de procurar un acuerdo pacífico entre cubanos, pidió nuevamente la intervención militar de Estados Unidos en Cuba, el 12 de septiembre de 1906. El gobierno de Estados Unidos aceptó la solicitud y el 29 de septiembre de 1906, el Secretario de la Guerra de Estados Unidos, William H. Taft, asumió el cargo de Gobernador Provisional de Cuba.

Tomás Estrada Palma

Tomás Estrada Palma, el Presidente escogido e impuesto a Cuba por el gobierno de Estados Unidos, confirmó su alejamiento de los ideales independentistas al constituir su Gabinete. Todos los secretarios seleccionados por él provenían del autonomismo: ni un solo veterano de la guerra, ni un solo emigrado revolucionario, ni un hombre que hubiera sufrido cárcel o deportación por defender la independencia de su patria. Mal podía defender ese Consejo de Secretarios los intereses del pueblo cubano.

En 1904 el gobierno de Estrada Palma contribuía a endeudar a la República concertando con la banca norteamericana un empréstito de 35 millones de pesos para pagar pensiones a los miembros del disuelto Ejército Libertador. En 1903 se concluyó un mal llamado Tratado de Reciprocidad Comercial, según el cual una pequeña lista de productos cubanos disfrutaría, al entrar en Estados Unidos, de una tarifa arancelaria un 20% más baja que la de cualquier otro país. En cambio, una larga lista de productos norteamericanos entrarían en Cuba con una rebaja arancelaria que oscilaba entre el 25% y el 40%. Como se ve, la ventaja para los productos norteamericanos era notable. Además, teniendo en cuenta la penetración del capital yanqui en la economía cubana, la rebaja arancelaria a los productos de la isla beneficiaría principalmente a los inversionistas yanquis. El mecanismo de este Tratado permitió a Estados Unidos colocar en Cuba buena parte de la producción excedente de la economía norteamericana, estorbando el desarrollo de una fuerte burguesía nacional en este país.

Dando cumplimiento a la Enmienda Platt, se firmó un Tratado Permanente de Relaciones entre Cuba y Estados Unidos que reproducía los ocho artículos de ese apéndice constitucional, con sus limitaciones a la soberanía cubana. También al amparo de ese apéndice se arrendaron a Estados Unidos porciones de territorio cubano ubicadas en Bahía Honda (costa norte de Pinar del Río) y en la bahía de Guantánamo (costa sur de Oriente), lugar éste donde se construyó la base naval que aún mantiene Estados Unidos contra la voluntad del pueblo cubano.

Años más tarde, Estados Unidos abandonaría el territorio que ocupaba en Bahía Honda, a cambio de una importante ampliación del área de la base de Guantánamo. Siendo esta última bahía la tercera de Cuba por su extensión y con magníficas condiciones de resguardo y profundidad, tenía para EE.UU. una gran importancia estratégica: se hallaba situada en un punto clave para garantizar el control militar sobre el Caribe y sobre América Central y del Sur, incluido el canal de Panamá. La base comprende un territorio de 117 km2, 78 de los cuales corresponden a su parte terrestre y 39 al área marítima. Este enclave extranjero en tierra cubana ha sido causa de múltiples problemas desde su instalación y ha constituido un elemento de constante amenaza y presión sobre el pueblo de Cuba.

Bajo el gobierno de Estrada Palma continuó la penetración del capital norteamericano en la industria azucarera y tabacalera, en las tierras, ferrocarriles, minas y otras ramas de la economía, en competencia con otros capitales foráneos: inglés, francés, alemán, español, etc. Todavía el valor de las inversiones inglesas superaba al de las norteamericanas. En 1905 había 29 ingenios de propiedad estadounidense, que producían el 21% del azúcar de Cuba y tenían grandes latifundios; trabajaban en la isla 13 000 colonos de esa nacionalidad, que adquirieron tierras valoradas en $50 000 000; el trust tabacalero norteamericano había aventajado ya al inglés: poseía la mayor parte de las marcas y controlaba cerca del 90% de la exportación de tabaco torcido.

La política financiera de Estrada Palma se basó en el ahorro. El superávit del presupuesto se elevó a $27 000 000 en 1905, aunque la adquisición de armas, pertrechos y otros gastos militares lo redujo a menos de 14 millones al terminar su mandato, a pesar de haber engrosado sus fondos con un empréstito interior de 11 millones de pesos. El afán de llenar las arcas del Estado hizo que Estrada Palma no utilizara los grandes recursos de que disponía para subsanar los estragos causados por la guerra ni fomentar el desarrollo de la economía nacional.

La agricultura se mantuvo abandonada; no se les dieron las tierras ni los recursos que reclamaban los libertadores, los que continuaron en el mayor desamparo; se abrieron las puertas a importaciones procedentes de Estados Unidos, en una competencia desigual con los productos nacionales los que, además, fueron gravados con altos impuestos para pagar los empréstitos concertados. Las obras públicas se concretaron a 256 km de carreteras, unos pocos puentes y acueductos, menos de 150 escuelas públicas y algunas otras inversiones de menor cuantía.

Descontento popular y agitación obrera

El descontento contra la administración de Estrada Palma y contra la creciente dependencia del país, se generalizó pronto. Al año siguiente de su ascenso al poder, el gobierno enfrentó dos levantamientos armados que fueron aplastados brutalmente. En ese mismo año, 1903, se produjeron grandes protestas populares por los términos desventajosos en que se habían concertado el Tratado de Reciprocidad y el Tratado Permanente de Relaciones. Prestigiosos representantes del mambisado, incluso en el seno del Congreso de la República, condenaron enérgicamente el sometimiento del gobierno a Estados Unidos. El senador Manuel Sanguily presentó un proyecto de ley —que no prosperó— contra el latifundio y contra la entrega de tierras a los extranjeros. Un papel destacado en la defensa del legado mambí, de las riquezas del país y de la soberanía nacional, correspondió al movimiento obrero. En noviembre de 1902, poco después de asumir Estrada Palma la presidencia, se produjo la primera huelga general de Cuba republicana, la llamada «huelga de los aprendices».

La iniciaron los tabaqueros y fue secundada después por otros numerosos sectores proletarios del país, e incluso de Tampa y Cayo Hueso. También manifestaron su activa solidaridad con esa acción destacados mambises como Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily, Fermín Valdés Domínguez y Diego Vicente Tejera. El motivo de la protesta fue la discriminación a que estaban sometidos los obreros cubanos, sobre todo los negros, por parte de los patronos. La huelga alcanzó grandes proporciones, pero fue liquidada brutalmente por las fuerzas represivas, con saldo de varios muertos y heridos. Se produjeron en estos años las primeras acciones importantes de los trabajadores azucareros, también reprimidas violentamente. A través de la prensa obrera y de sus luchas, los obreros se pronunciaron contra la penetración de los trusts norteamericanos y el sometimiento del gobierno, además de plantear sus demandas específicas.

Se crean a partir de 1903, —en La Habana, Manzanillo y otras regiones—, las primeras organizaciones políticas de carácter marxista, encabezadas por el dirigente obrero y luchador independentista Carlos Baliño y otros líderes de la emigración revolucionaria que regresaron a Cuba. Entre ellas se encuentran: el Club de Propaganda Socialista (1903), el Partido Obrero (1904), el Círculo «Carlos Marx» y el Partido Socialista de Manzanillo (1905), la Agrupación Socialista de La Habana (1905) y el Partido Socialista de la Isla de Cuba (1906).

El fraude electoral y la «guerrita de agosto»

Se acercaba el fin del mandato presidencial de Estrada Palma, y fueron convocadas las elecciones para el 23 de septiembre de 1905. El malestar contra el gobierno se generalizó al conocerse la intención del mandatario de reelegirse como presidente, alentado por el Ministro de Estados Unidos en La Habana y por los politiqueros beneficiados con la administración estradista. Varias organizaciones políticas se integraron en el Partido Moderado, que postuló a Estrada Palma, y otras se unieron en el Partido Liberal, que llevaba como candidato presidencial al general José Miguel Gómez.

Ninguno de los dos candidatos presentó un programa de beneficio popular; pero en el Partido Liberal se nucleaba un grupo de hombres de mayor arraigo en las masas, muchos de ellos veteranos de las guerras de independencia. El grupo gobiernista que impulsaba la reelección formó un llamado «Gabinete de Combate» y apeló a todos los medios para garantizar el triunfo. Fueron destituidos los alcaldes, funcionarios y autoridades opuestos a la realización de fraudes, arbitrariedades y presiones; los elementos del Partido Moderado coparon todas las mesas electorales y elaboraron a su capricho las listas de electores; y se preparó a la Guardia Rural para intervenir en el proceso a favor de Estrada Palma. El día antes de las elecciones fue asesinado por la policía en Cienfuegos el coronel del Ejército Libertador Enrique Villuendas, jefe liberal de Las Villas. Este asesinato colmó de indignación a la ciudadanía, y el Partido Liberal se retiró de la contienda. Estrada Palma quedó como único candidato, al igual que había ocurrido en 1901, con lo que se dio por ganador en los comicios.

Sin embargo, los jefes liberales no aceptaron pasivamente el escandaloso fraude y tomaron las armas en varios lugares del país en agosto de 1906. La insurrección se hizo fuerte en las provincias de Pinar del Río, La Habana y Las Villas. Los veteranos de la independencia mediaron en el enfrentamiento, pero Estrada Palma exigió la rendición total e inmediata de los alzados para iniciar conversaciones. Hubo órdenes de arresto contra los jefes liberales, encarcelamientos y crímenes. La Guardia Rural asesinó a machetazos en La Habana al general Quintín Banderas, uno de los más aguerridos jefes de las guerras de independencia. Pero la insurrección, conocida históricamente como «la guerrita de agosto», fue cobrando fuerza hasta amenazar con la toma de la capital habanera. Ante la gravedad de la situación, Estrada Palma manifestó una vez más su vocación anexionista, y en vez de procurar un acuerdo pacífico entre cubanos, pidió nuevamente la intervención militar de Estados Unidos. El gobierno norteamericano aceptó la solicitud y el 29 de septiembre de 1906, el Secretario de la Guerra de Estados Unidos, William H. Taft, asumió el cargo de Gobernador Provisional de Cuba.

La segunda ocupación norteamericana, Taft suspendió las funciones del Congreso y se arrogó las facultades legislativas; disolvió las fuerzas insurrectas y las milicias creadas por Estrada Palma, y nombró un supervisor y varios asesores norteamericanos en la Guardia Rural. Pero en realidad, su mandato tenía el propósito de dar paso a quien ocuparía la gobernación del país mientras durara la intervención: Charles E. Magoon. Pese a los pretendidos fines moralizadores que se le atribuyeron oficialmente, la intervención se caracterizó por el derroche de los fondos públicos, la corrupción política y administrativa, el endeudamiento de la República y las transacciones onerosas. Estableció el uso ilimitado del soborno, la compra de conciencias y la botella (cargo por el que una persona cobra sin trabajar). Las obras públicas constituyeron una rica fuente de peculado: basta decir que cada kilómetro de carretera construida costó siete veces más que bajo el gobierno de Estrada Palma.

Del Tesoro de la República, Magoon pagó prolijamente los gastos ocasionados por la «guerrita de agosto», aumentó los sueldos a la Guardia Rural, cobró los costos de la intervención yanqui y entregó a la Iglesia Católica una elevada suma por concepto de indemnización de los bienes que le había ocupado el gobierno español en el siglo XIX, no obstante que España había indemnizado con creces a la Iglesia y Leonard Wood le había entregado otra gruesa suma. Por otro lado, Magoon dejó comprometido un empréstito de $16 500 000 para obras en el alcantarillado de La Habana. En fin, habiendo recibido del gobierno anterior fondos por la suma de $13 625 539, Magoon dejó a su sucesor sólo unos $2 800 000, de los cuales un millón estaba en bonos de la deuda exterior. Puede decirse que la segunda intervención yanqui sentó las bases de la corrupción desenfrenada, que sería desde entonces uno de los más graves males de la república neocolonial.

Otra característica negativa de este período, fue la violenta represión contra los obreros que reclamaban racionales demandas como jornada de ocho horas, salarios justos, seguridad en el empleo, trato adecuado. La única acción proletaria que se desenvolvió normalmente fue la llamada «huelga de la moneda», en demanda de que se pagaran los salarios en moneda americana porque la española estaba devaluada. Era una demanda legítima, pero, no fue por esto que el gobierno se mostró receptivo: lo que interesaba a Magoon era generalizar el uso de la moneda norteamericana para contribuir al afianzamiento del control yanqui sobre la economía cubana. La huelga fue ganada por los obreros. No ocurrió lo mismo, sin embargo, con las huelgas de los ferroviarios, tabaqueros, azucareros y otros sectores. En estos casos, la represión ocasionó golpes, detenciones, cesantías, muertos y heridos, y hasta se trajeron esquiroles de New York.

Así, se mostró sin tapujos la esencia antiobrera de los interventores yanquis. No faltaron tampoco los intentos armados contra la intervención. Uno de ellos, encabezado por un grupo de oficiales del Ejército Libertador, se descubrió el día anterior al levantamiento, en septiembre de 1907, y sus principales líderes fueron condenados a penas de cárcel. Al mes siguiente se produjo otro en la región oriental (Manzanillo), que fue aplastado por las fuerzas de la Guardia Rural. Quizás el único aspecto aceptable de esta administración yanqui, fue la elaboración de una serie de leyes complementarias a la Constitución de 1901, como la ley municipal, la ley orgánica del Poder Judicial, la ley del servicio civil, una ley electoral y otras disposiciones necesarias para el regreso a un gobierno dirigido por los cubanos. A fin de elaborar esas leyes, se creó una Comisión Consultiva integrada por tres norteamericanos, uno de los cuales la presidía, y por nueve cubanos de diversas tendencias políticas. En esa Comisión desempeñó un papel decisivo el viejo combatiente independentista Juan Gualberto Gómez, que logró importantes victorias democráticas en asuntos como el sufragio universal y la autonomía de los municipios, frente a la tesis de sufragio limitado y de organización centralizada que defendían los tres delegados americanos y algunos cubanos reaccionarios.

Pacificada la isla, terminada la labor de la Comisión Consultiva y garantizada la continuidad del dominio yanqui, fueron convocados comicios provinciales y municipales para el 1ro. de agosto de 1908 y comicios presidenciales para el 14 de noviembre del mismo año. Realizados los primeros con mayoría para los liberales —que fueron divididos a la contienda—, la atención se concentró en las elecciones generales. El Partido Conservador (Antiguo Moderado) llevó como candidato presidencial a un típico representante de la oligarquía nativa, el general Mario García Menocal. El Partido Liberal (unidas sus dos facciones) postuló a un político hábil, el general José Miguel Gómez. Realizadas las elecciones, la candidatura liberal triunfó por amplio margen, y el 28 de enero de 1909 tomó posesión de la Presidencia de la República el general Gómez. Terminaba la segunda intervención norteamericana, que había durado dos años y cuatro meses.

Acciones llevadas a cabo por los interventores

En esta segunda ocupación estadounidense, Taft suspendió las funciones del Congreso y se arrogó las facultades legislativas; disolvió las fuerzas insurrectas y las milicias creadas por Estrada Palma, y nombró un supervisor y varios asesores estadounidenses en la Guardia Rural. Pero en realidad, su mandato tenía el propósito de dar paso a quien ocuparía la gobernación del país mientras durara la intervención: Charles E. Magoon. Pese a los pretendidos fines moralizadores que se le atribuyeron oficialmente, la intervención se caracterizó por el derroche de los fondos públicos, la corrupción política y administrativa, el endeudamiento de la República y las transacciones onerosas.

Estableció el uso ilimitado del soborno, la compra de conciencias y la botella (cargo por el que una persona cobra sin trabajar). Las obras públicas constituyeron una rica fuente de peculado: basta decir que cada kilómetro de carretera construida costó siete veces más que bajo el gobierno de Estrada Palma. Del Tesoro de la República, Magoon pagó prolijamente los gastos ocasionados por la «Guerrita de Agosto (1906)», aumentó los sueldos a la Guardia Rural, cobró los costos de la intervención yanqui y entregó a la Iglesia Católica una elevada suma por concepto de indemnización de los bienes que le había ocupado el gobierno español en el siglo XIX, no obstante que España había indemnizado con creces a la Iglesia y Leonard Wood le había entregado otra gruesa suma. Por otro lado, Magoon dejó comprometido un empréstito de $16 500 000 para obras en el alcantarillado de La Habana. En fin, habiendo recibido del gobierno anterior fondos por la suma de $13 625 539, Magoon dejó a su sucesor sólo unos $2 800 000, de los cuales un millón estaba en bonos de la deuda exterior.

Consecuencias dejadas en Cuba

Puede decirse que la Segunda Intervención estadounidense en Cuba sentó las bases de la corrupción desenfrenada, que sería desde entonces uno de los más graves males de la República Neocolonial. Otra característica negativa de este período, fue la violenta represión contra los obreros que reclamaban racionales demandas como jornada de ocho horas, salarios justos, seguridad en el empleo, trato adecuado. La única acción proletaria que se desenvolvió normalmente fue la llamada «huelga de la moneda», en demanda de que se pagaran los salarios en moneda estadounidense porque la española estaba devaluada. Era una demanda legítima, pero, no fue por esto que el gobierno se mostró receptivo: lo que interesaba a Magoon era generalizar el uso de la moneda estadounidense para contribuir al afianzamiento del control de los Estados Unidos sobre la economía cubana. La huelga fue ganada por los obreros. No ocurrió lo mismo, sin embargo, con las huelgas de los ferroviarios, tabaqueros, azucareros y otros sectores. En estos casos, la represión ocasionó golpes, detenciones, cesantías, muertos y heridos, y hasta se trajeron esquiroles de New York. Así, se mostró sin tapujos la esencia antiobrera de los interventores estadounidenses. No faltaron tampoco los intentos armados contra la intervención. Uno de ellos, encabezado por un grupo de oficiales del Ejército Libertador, se descubrió el día anterior al levantamiento, en septiembre de 1907, y sus principales líderes fueron condenados a penas de cárcel. Al mes siguiente se produjo otro en la región oriental (Manzanillo), que fue aplastado por las fuerzas de la Guardia Rural. Quizás el único aspecto aceptable de esta administración estadounidense en la isla, fue la elaboración de una serie de leyes complementarias a la Constitución de 1901, como la ley municipal, la ley orgánica del Poder Judicial, la ley del servicio civil, una ley electoral y otras disposiciones necesarias para el regreso a un gobierno dirigido por los cubanos. A fin de elaborar esas leyes, se creó una Comisión Consultiva integrada por tres estadounidenses, uno de los cuales la presidía, y por nueve cubanos de diversas tendencias políticas. En esa Comisión desempeñó un papel decisivo el viejo combatiente independentista Juan Gualberto Gómez, que logró importantes victorias democráticas en asuntos como el sufragio universal y la autonomía de los municipios, frente a la tesis de sufragio limitado y de organización centralizada que defendían los tres delegados estadounidenses y algunos cubanos reaccionarios. Pacificada la isla, terminada la labor de la Comisión Consultiva y garantizada la continuidad del dominio estadounidense, fueron convocados comicios provinciales y municipales para el 1ro. de agosto de 1908 y comicios presidenciales para el 14 de noviembre del mismo año. Realizados los primeros con mayoría para los liberales —que fueron divididos a la contienda—, la atención se concentró en las elecciones generales. El Partido Conservador (Antiguo Moderado) llevó como candidato presidencial a un típico representante de la oligarquía nativa, el general Mario García Menocal. El Partido Liberal (unidas sus dos facciones) postuló a un político hábil, el general José Miguel Gómez. Realizadas las elecciones, la candidatura liberal triunfó por amplio margen, y el 28 de enero de 1909 tomó posesión de la Presidencia de la República el general Gómez. Terminaba así la segunda intervención estadounidense, que había durado dos años y cuatro meses.

Véase también

Fuente

http://www.cubagob.cu/otras_info/historia/transito.htm http://www.uh.cu/infogral/areasuh/defensa/DifNeocolonia.htm