Serafín Sánchez

Para otros usos de este término, véase Serafín Sánchez (desambiguación).


Serafín Sánchez
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Figura representativa de Sancti Spíritus en las luchas por la independencia.
Mayor general
NombreSerafín Gualberto Sánchez Valdivia
LealtadEjército Libertador Bandera de Cuba
Participó enGuerra de los Diez Años (1868-1878)
Guerra Chiquita (1879-1880)
Guerra Necesaria (1895-1898)

Nacimiento2 de julio de 1846
ciudad de Sancti Spíritus,
Las Villas, Bandera de Cuba
Fallecimiento18 de noviembre de 1896
Paso de las Damas,
Río Zaza,
Taguasco
(actual provincia de Sancti Spíritus)
Causa de la muertecaída en combate
Otros empleosagrimensor, maestro, militar
CónyugeJosefa Pina Marín
PadresJosé Joaquín Sánchez Marín,
Isabel María de Valdivia

Serafín Sánchez Valdivia (Sancti Spíritus, 2 de julio de 1846 - Paso de Las Damas, 18 de noviembre de 1896). Combatiente de las tres guerras por la independencia de Cuba donde logró alcanzar el grado de mayor general del Ejército Libertador cubano.

Participó en la Guerra de los Diez Años (1868-1878), la Guerra Chiquita (1879-1880) y el Plan Gómez-Maceo (los intentos por recomenzar la lucha armada entre 1884 y 1886), y la Guerra Necesaria (1895-1898). Durante su vida alcanzó los más altos honores militares, fue amigo entrañable y colaborador de José Martí y Máximo Gómez. Fue agrimensor y maestro.[1]

Síntesis biográfica

Serafín era hijo del matrimonio formado por don José Joaquín Sánchez Marín y doña Isabel María de Valdivia y de Salas. Ambos eran descendientes de dos viejas familias arraigadas en la villa por más de dos siglos, además, eran propietarios de fincas urbanas radicadas en la cabecera y de hacienda en Arroyo Blanco, Iguará, San Marcos, Jobosí, Jatibonico y San Felipe. Estas haciendas estaban dedicadas, fundamentalmente, a la cría de ganado, aunque también se dedicaban a la agricultura y contaban con un gran número de esclavos para su servicio y atención.

José Joaquín, nacido en Sancti Spíritus en 1821, se había casado con Isabel María de Valdivia el día 9 de abril de 1844 en la Iglesia Nuestra Señora de la Caridad de Sancti Spíritus.

El 28 de julio de 1845 nació la primera hija, Ana del Carmen (que fallecería a los pocos días de nacida). Un año después, el 2 de julio de 1846 nació su primer hijo varón, al que pusieron por nombre Serafín Gualberto. Después nacieron otros hijos, entre ellos Domitila (quien se casaría con Sabás Raimundo Zabalías, el maestro de escuela de todos los hermanos).

José Joaquín, a decir de su hijo «siempre fue un niño adulto», siempre se preocupó porque sus hijos alcanzaran la educación elemental. El pequeño Serafín, a pesar de ser estudioso, era demorado en el aprendizaje, prefería la vida campesina, los paseos a caballo y las largas temporadas en la hacienda enlazando toros desde su montura. El padre de Serafín alentaba, en parte, las aficiones campesinas de su hijo. Mantenía el criterio de que al propietario de fincas le convenía más la experiencia en las labores campesinas que la precaria instrucción de la época.

El padre llevó a Arroyo Blanco, lugar donde vivían y cuna de los Sánchez Valdivia (sólo Serafín había nacido en Sancti Spíritus) al maestro Sabás Raimundo Zabalías, para que ejerciera su profesión enseñando a sus hijos y demás niños de la comarca. En esos momentos la familia tenía propiedades dedicadas a la ganadería, fundamentalmente en la hacienda San Marcos, San Felipe, Iguará, entre otras fincas, y era una norma para el cabeza de familia que lo fundamental para un propietario era saber sumar, restar y multiplicar, así como estar al pie de los monteros y el ganado, pues el ojo del amo... De ahí que el joven Serafín y sus hermanos a excepción de Raimundo[2] no estudiaron hasta hacerse profesionales, por lo que era común ver al primogénito vestido a la usanza de los monteros sobre un caballo pastoreando y moviendo ganado, cosa esta que luego le facilitó adaptarse a la dura vida en campaña.

En 1862 fundaron los Padres Jesuitas un colegio en el antiguo Corazón de María, en este continuó sus estudios Serafín, que ya contaba con 16 años. Esto lo obligó a permanecer casi todo el curso en Sancti Spíritus, pero siempre las largas temporadas de vacaciones las pasaba en la finca de San Marcos.

Luego Serafín recibió clases del maestro y poeta espirituano Calixto Echemendía Moles. Estudió Agrimensura con Mariano Uribe. Más tarde lo encontramos como pasante en la escuela de su cuñado Sabás Raimundo Zabalías en el poblado de Morón, de donde se trasladó a Sancti Spíritus para luego de una encomiable labor al lado de Honorato del Castillo, levantarse en armas contra el gobierno colonial español el 6 de febrero de 1869, secundando los alzamientos independentistas de Oriente y Camagüey.

Como todos los muchachos de su edad, Serafín acudía con otros amigos y compañeros de estudios, a bañarse al río Yayabo, o en el charco del Güije y algunos días al arroyo de la Guanábana, con estos pasatiempos disfrutaba el joven, pero siempre prefería sus temporadas en San Marcos. Allí tenía buenos amigos en Las Delicias, una finca vecina donde residían los Legón, jóvenes como él aficionados a la vida libre del campo. En San Marcos tenía dos amigos: José, esclavo, pero de la dotación de sus padres, y José Antonio, otro esclavo, pero de la dotación de los Legón. Este último sería más tarde su compañero en la guerra.

En estas temporadas en la finca de San Marcos, aprendería Serafín a montar a caballo como el mejor jinete. Disfrutaba este ambiente de campiña, junto a los peones del campo, a los esclavos, a los monteros. Gustaba de vestir como ellos, ropa dura, sombrero de guano y machete al cinto. Le gustaban las tareas del campo, la siembra y la recogida de los frutos del suelo. Serafín había sido formado para la vida del campo.

Su amor a la tierra le inclinaba a realizar estudios de Agrimensura, los cuales inició cuando abandonó las aulas de los Padres Jesuitas. Serafín se había convertido en un joven muy buen mozo, de alta estatura, apuesto, de trato generoso y amable. Con Mariano Uribe comenzó sus estudios de Agrimensura. Luego se trasladó a Matanzas por breve temporada. Se preparó rápidamente para iniciarse solo por los caminos de su profesión, con la que aspiraba a labrar su futuro.

Al ocurrir este hecho las autoridades españolas se lanzan implacables contra la familia Sánchez Valdivia y en 1869 fue detenido José Joaquín Sánchez acusado de infidencia y otros delitos políticos, y sometido a consejo de guerra sumarísimo. Condenado a muerte, salva su vida por la intervención de su compadre el cura párroco Benito Viladeval y Vila pocas horas antes de que se cumpliera la sentencia. Nuevamente en 1870 es apresado e incomunicado durante más de tres meses y otra vez sometido a Consejo de Guerra, esta vez es salvado y liberado por la intervención del coronel español Alejandro Rodríguez Arias.

Los años pasaban y Serafín comenzó a preocuparse seriamente por su porvenir. No quería continuar la existencia parasitaria al abrigo económico de su padre. Tenía pocas esperanzas de continuar su preparación como agrimensor, aunque poseía una memoria prodigiosa y le gustaba estudiar; empezó a interesarse por la proposición que le hizo su cuñado Sabás Raimundo Zabalía, para que ejerciera de maestro en una escuelita de su propiedad en Morón. Finalmente, así lo decidió, se trasladó a Morón, donde residía su hermana Domitila, esposa de Sabás. Allí, en una de las casas más grandes del poblado, había establecido el cuñado un colegio. Serafín recorría a caballo la distancia que lo separaba de Morón, partiendo de la finca de sus padres en San Marcos.

Esta fase de la vida de Serafín, como maestro de una escuelita de campo, sería una de las etapas que más contribuyó a conformar la personalidad del futuro general. Transmitir las primeras letras al que nada sabía, requería honda dedicación y el espíritu bondadoso del joven se desbordó en esta tarea. También enseñaba a los niños lecciones de educación cívica. Sus propias condiciones de hombre justo y cabal, se revertían día a día en sus alumnos, formando en los niños convicciones.

Participación en la Guerra de los Diez Años (1868-1878)

Fotografía de Serafín Sánchez durante la Guerra Grande.

En la Guerra de los Diez Años (1868-1878) se alzó el 6 de febrero de 1869, en Los Hondones (provincia de Sancti Spíritus), al frente de 45 hombres. Tuvo su bautismo de fuego en el Ataque a Mayajigua, el 10 de febrero de 1869, donde recibió heridas leves. Seguidamente participó en el ataque a Chambas y a mediados del propio mes de febrero de 1869 quedó subordinado al general de brigada Honorato del Castillo, jefe de la recién creada División de Sancti Spíritus, a quien acompañó a la Asamblea de Guáimaro (10 de abril de 1869) como su ayudante, con grado de teniente. Junto a su jefe combatió en Las Coloradas, Las Yanas, Judas Grandes, Santa Gertrudis, El Jobo y la finca San José.

Al morir Honorato del Castillo (20 de julio de 1869), Serafín Sánchez pasó a las órdenes del general de brigada Ángel del Castillo, en unión de quien libró combate en Júcaro (Pitajones), el 13 de agosto de 1869.

Acompañaba a su jefe cuando este cayó en el Ataque a Lázaro López, el 9 de septiembre de 1869. A continuación estuvo subordinado al general de brigada Cristóbal Acosta, hasta diciembre de 1869; al general de brigada Marcos García, hasta mediados de 1870; al coronel José Payán, hasta comienzos de 1871; y al general de brigada Francisco Villamil, quienes, sucesivamente, ocuparon la jefatura de la división de Sancti Spíritus.

A comienzos de 1870 tomó parte en el Combate de Atollaosa y poco después en el de El Jíbaro, y en febrero de 1871 en el combate de La Ceniza.

El 25 de julio de 1871 cruzó la trocha de Júcaro a Morón, en dirección a Camagüey, enfermo y acompañado solamente por cuatro hombres. Allí se incorporó a las fuerzas villareñas que habían hecho el cruce cuatro meses atrás, bajo el mando de Villamil. Continuó hacia Holguín formando parte de una columna bajo el mando de Payán. Después de recorrer algunas zonas de la provincia de Oriente regresó a Camagüey para ponerse bajo las órdenes del mayor general Ignacio Agramonte, quien propuso su ascenso a Capitán, el cual fue aprobado por el gobierno el 15 de noviembre de 1873. Bajo el mando directo del general de brigada José González Guerra, participó en el combate de Jimaguayú (11 de mayo de 1873), donde cayó Agramonte.

Con el nuevo jefe de las fuerzas camagüeyanas y villareñas, mayor general Máximo Gómez, combatió en Las Yaguas, Santa Cruz del Sur, La Sacra y Palo Seco. El 3 de febrero de 1874 fue ascendido a comandante. Durante 1874 combatió en Naranjo-Mojacasabe y Las Guásimas. El 6 de enero de 1875 pasó la trocha de Júcaro a Morón, junto con Gómez, para iniciar la invasión a Las Villas. Iba al frente de un batallón de infantería. Ya en tierras villareñas incrementó sus fuerzas con nuevos ingresos. Tomó el fuerte Barricada, incendió el Ingenio Constancia y atacó el Fuerte Rosa María.

El 29 de junio de 1875 recibió el ascenso a teniente coronel. En el primer semestre de 1876 operó en la jurisdicción de Trinidad, donde libró, entre otros, los Combates de Portillo, Güinía de Miranda, San Luis y Polo Viejo.

Después de estos hechos, la situación económica de la familia fue precaria. Los campos improductivos, los ganados sacrificados por ambos bandos contendientes, así como el constante asedio de que fueron objeto por parte del mando militar español, hacen que en 1875 cuando Serafín regresa del Camagüey en la invasión a Las Villas, el padre, luego de saber con vida a su hijo, se traslada a Sumidero (en la provincia de Matanzas) y después a Melena del Sur con el cargo de administrador de la finca Mayabeque del Marqués de Almendares. En este período de tiempo es de suponer que padre e hijos se hayan cruzado cartas, las que no han llegado al Archivo Provincial.

A mediados de ese año regresó a la jurisdicción de Sancti Spíritus, donde recibió el mando del Regimiento Honorato. Cuando Gómez renunció al mando del Departamento de Las Villas (1 de octubre de 1876), entregó a él todos los fondos financieros, lo que demostró la gran confianza que siempre le tuvo. Fue nombrado jefe de la Brigada de Sancti Spíritus, subordinado al nuevo jefe, mayor general Carlos Roloff. El 18 de noviembre de 1876 resultó herido levemente en Sabanas Grandes de Jobosí, y al siguiente año sostuvo los Combates de Paso de la Cabaña, Pozo Azul (Las Varas), El Guayo, La Campana; venció a las guerrillas de Cabaiguán y El Gato, Corral Nuevo, Loma de la Papaya y Guayos, atacó a Banao y el Fortín de Paredes.

En 1877 se reencuentran padre e hijo en la finca La Salida, pues José Joaquín Sánchez logra un salvoconducto por parte del mando colonial para visitar a su hijo, pero es acompañado del capellán Vaquero y el teniente coronel Dositeo Cullen, jefe del puesto de Arroyo Blanco, ambos españoles. Este encuentro provocó la acusación de Ramón Roa, Enrique Collazo y Manuel Sanguily de que la capitulación del Zanjón se había fraguado en Las Villas, lo que fue aclarado por el propio Serafín Sánchez años posteriores en cartas enviadas a Manuel Sanguily recogidas en un folleto nombrado Hojas Literarias, escrito por el coronel Sanguily.

El 1 de octubre de 1877 fue ascendido a coronel, y el 18 de diciembre de ese año libró su última acción de envergadura en esta guerra al atacar a un convoy español que se dirigía de Sancti Spíritus al fuerte de Taguasco. El 28 de febrero de 1878 depuso las armas en Ojo de Agua, acogiéndose al Pacto del Zanjón.

Culminada la guerra, Serafín vuelve a Sancti Spíritus y por unos meses trabaja como colector de rentas, para nuevamente conspirar y lanzarse a la manigua redentora el 9 de noviembre de 1879, secundando el movimiento conocido en la historia como la Guerra Chiquita, el cual fracasa entre otras causas por no contar con el apoyo del pueblo cubano, por lo que tres vecinos influyentes de Sancti Spíritus, el Dr. Sebastián Cuervo, Miguel Mínguez y su cuñado Severo Pina, tratan de dar una solución decorosa a la salida de Serafín de esta contienda, y así evitar una muerte segura al joven revolucionario. En esos momentos finales del fracasado movimiento Serafín escribe a su padre … si bien Plácido y Tello irán a reunirse a la familia, previa su presentación a las autoridades españolas, él se niega a cualquier intento que implique capitular ante nadie, ante el deshonor que ello representa si bien está presto a salir para el extranjero.

Permaneció en Sancti Spíritus y esporádicamente en La Habana. En diciembre de 1878 comenzó a gestionar con el alto mando español una salida decorosa para el entonces Coronel Ramón Leocadio Bonachea, quien aún combatía en la jurisdicción de Sancti Spíritus sin ninguna posibilidad de éxito. Simultáneamente conspiraba preparando un nuevo alzamiento en Las Villas, para lo cual empleaba el seudónimo de Magón. El 8 de diciembre de ese año el mayor general Calixto García, presidente del Comité Revolucionario de Nueva York, le envió el diploma de general de brigada, y el nombramiento de jefe del movimiento revolucionario en la jurisdicción de Sancti Spíritus.

Guerra Chiquita

Fue firmante del manifiesto proclamado por Bonachea en Hornos de Cal (Jarao), el 15 de abril de 1879.

El 9 de noviembre de 1879 se alzó en la región de Sancti Spíritus para dar inicio a la Guerra Chiquita en Las Villas, junto con los Alzamientos de Remedios y Sagua la Grande. El 12 de diciembre de 1879, Calixto, desde Nueva York, lo ascendió a mayor general. Ante la difícil situación que atravesaba, el 9 de enero de 1880 lanzó una patriótica proclama convocando a los villareños a las armas.

El 31 de julio de 1880 escribe una carta de despedida a su madre en la que le dice:

Me marcho contento porque al fin salgo huyendo de esta tierra en la que no deseo vivir sin dignidad en medio de tanto esclavo traidor… yo siempre escribiré desde el extranjero, donde esperaré mejores tiempos para venirlos a ver a ustedes único amor que me queda en esta tierra desgraciada.
Serafín Sánchez[3]

Fracasado todo intento de revitalizar la guerra, el 1 de agosto de 1880 embarcó Serafín por la costa norte de Remedios en un barco estadounidense, acompañado por sus compañeros Rafael Río Entero, José Medina y Plutarco Estrada. Para esta fecha sus padres se encuentran en Isla de Pinos y deben regresar a Sancti Spíritus para hacerse cargo de sus mermadas propiedades, cuidar de ellas y salvarlas de la pérdida total. Por tal motivo su padre se siente molesto con Serafín e incluso llega a insinuar que la actitud rebelde de su hijo es la causa de esa situación, no le encuentra lógica al alzamiento de la fracasada contienda, pues entendía que con el Convenio del Zanjón Cuba había logrado su objetivo, sin percatarse que el sueño añorado la independencia de todos los que como sus hijos se habían ido a la manigua por diez años de cruenta guerra, les había sido escamoteado.

A los pocos días de estancia en Nueva York, decidió establecerse en República Dominicana, donde permaneció más de once años. Allí colaboró con el Plan Gómez-Maceo (1884-1886).

Carta a su padre

Del período de exilio y respondiendo a una carta del padre que abordaba la temática antes señalada es esta carta de abril de 1881:

Capital de la República de Santo Domingo, 4 de abril de 1881.
Querido Papá:
Estoy sin novedad, lo propio deseo a Ud. y demás familia. Hoy llegó con otras cartas de la Pepa una de Ud. fecha 3 de febrero, la que me ha sido gratísima por ser suya. La contesto con inmenso placer. Me refiere Ud. en ella su situación presente y la de la familia que nada tiene de halagüeña, y a la verdad que esto me hace sufrir muchísimo; pero en descargo de mi conciencia debo decirle que si existe responsabilidad, no es mía por ningún acto de mi pasado, y sí lo es, de los que durante cuatro siglos hace la desgracia de Cuba, país digno de mejor suerte. Me refiero solamente a los gobernantes de España. No habiéndome podido acostumbrarme a llevar el pesado yugo del esclavo, hace doce años que rompí con todo, y pasé por encima de todo, resignándome a todos los sacrificios, a todas las negaciones, a todos los martirios sin mas ideal que conseguir el bien estar para mi Patria, para mis hermanos y para mi familia: ningún otro interés me ha llevado hasta este sacrificio el mas noble y el mas santo: el sacrificio por los demás. Nada agradable y venturoso he conseguido pero me basta con la satisfacción de mi conciencia.
Yo siento en verdad que al lanzarme al mar alborotado del profundo mal estar de mi Patria, haya tenido que arrastrarlo a Uds. (mi familia) en mi caída hacia la justicia de Dios y de mi causa. Uds. ni yo hemos sido responsables de esto: todo se le debe á los hombres y a los tiempos en que vivimos. Por otra parte para llegar al bien es indispensable marchar antes por encima de las espinas del camino. Jesucristo para ser Dios entre los hombres tuvo que subir al Calvario. Esta es la ley de los buenos y no otra. Además como Uds. y como han sufrido la mayor parte de los habitantes de Cuba y quizás si otros mas. Esto debe servirnos de consuelo. Ud. me dice en la suya que vió extemporánea mi salida al campo esta última vez: yo creo que nunca es extemporáneo el cumplimiento del deber y que además, los que nunca cumplieron nada, nada han hecho en los últimos tres años de la capitulación á la fecha ni me prometo gran cosa para el porvenir. Por esta razón mi protesta tenía que ser tarde ó temprano y por fin mejor es que haya pasado. Si el país abandonó a mi y a los poquitos del último movimiento, la responsabilidad será de él y no de nosotros: por eso gracias a Dios, nosotros nos hemos salvado y el país no se ha salvado.
Él sufre las consecuencias de la esclavitud y de la miseria, y nosotros vivimos independientes. Yo de mi decirles que lograra que Uds. estuviesen a mi lado, lejos de Cuba, sería muy feliz en este rincón de Santo Domingo. Aquí vivo pobre, es verdad, pero soy mío. Tengo una tiendecita puesta con el dinero que me regaló el Ldo. ciudadano Ignacio Belén Pérez y el Doctor cubano Dellundé, y en ella me va bien: no aspiro a mas y estoy satisfecho. He visto en los últimos periódicos de esta República que Lagasta y el General Campos subieron al poder tumbando al funesto don Antonio Cánovas del Castillo: y de esto me alegro porque a la verdad España y Cuba pueden prometerse algún bien hermanado de la honradez y demás cualidades buenas que adornan al último de los dos personajes. Ud. sabe que yo aprecio al general Campos porque es digno, y porque además de agradecerle, él no quiere mal a Cuba. Veremos a ver que hace desde el poder. A don Antonio Cánovas del Castillo no lo perdonaré jamás. Ud. me dice la suya que sobre la finca Malta pesan los trámites de embargo por consecuencia de la fianza prestada a mi: no tenga cuidado por esto, pues estoy seguro que no habrá postor, y si lo hubiere mejor, le devolverán a Ud. la diferencia del valor de ella.
Trabaje y no se ocupe de que lo roben pues bastante le han robado en su larga vida. Procure solamente su salud y deje que tarde o temprano, la justicia de Dios que es infalible se cumplirá. Ud. me dice en la suya que Veloso le entregó el Naranjo de China sin cobrarle sus mejoras portándose en todo muy bien. Esto no me extraña porque de los poquísimos buenos que quedan en Cuba, Veloso es uno. Yo siempre le he dicho a Ud. y a la familia toda, que de los hombres que mas aprecio de corazón es a Veloso y esto es verdad porque él como yo es hombre honrado, justo y consecuente. Mucho, muchísimo me alegraría que él según Ud. dice viniera a vivir a este País mas venturoso que Cuba, donde viviría a mi lado y no le faltaría el medio de ganarse la vida. Junto con esta carta le incluyo una para él.
Serafín Sánchez. (Se respetó la ortografía de la época)[3]

La correspondencia enviada por el mayor general Serafín Sánchez Valdivia a su padre José Joaquín Sánchez Marín es poco conocida y menos aún cómo fue la relación entre el progenitor y el primogénito de la familia.

Además de la anterior se encuentran en el Archivo Provincial de Historia de Sancti Spíritus otras 13 cartas de Serafín a su padre, de ellas 10 comienzan con «Querido papá», 2 con «Mi querido papá», 1 con «Mi queridísimo papá» y 1 con «Mi querido e inolvidable papá», todas ellas con mucho respeto y amor hacia su progenitor, en casi todas le habla de la posibilidad de radicarse la familia entera en Santo Domingo donde a decir de Serafín era su «segunda patria».[3] En esos tiempos aún se mantenía el asedio de las autoridades españolas sobre el padre del patriota exiliado en cualquier lugar del país donde se encontrara, lo que provoca que padre e hijo se unan en Santo Domingo en 1884, donde el padre arrienda un sitio de labor.

José Joaquín regresa a Cuba en 1886 para unirse a Doña Isabel en la finca Malta, propiedad de la familia, esta fue la última vez que el caudillo espirituano abrazó personalmente a su padre, pues Serafín regresó a Cuba el 24 de julio de 1895 en una expedición que desembarcó por Punta Caney, Tunas de Zaza (Sancti Spíritus), Sancti Spíritus, y su padre falleció de disentería una semana después, en los primeros días de agosto en Arroyo Blanco. Su dolor es plasmado en su diario y se duele además de la situación de su pobre madre que ha quedado viuda y días después sufre también la pérdida de su hijo Benito de una afección en el hígado.

Emigración

En 1892 regresó a Estados Unidos América para colaborar con José Martí en el Partido Revolucionario Cubano.

Estos años de emigrado político fueron para Serafín una importante escuela. Leía incansablemente cuanto libro llegaba a sus manos, además comenzó a manifestarse como escritor, colaborando con los periódicos locales y en El Yara de Cayo Hueso. Después escribiría artículos contra el anexionismo y el autonomismo, tendencias políticas radicalmente opuestas a sus ideales de independencia absoluta para Cuba.

El año de 1883 fue de intenso trabajo revolucionario para él, que era uno de los más impacientes por renovar la lucha armada. Organizaba entre los emigrados cubanos en Santo Domingo un club revolucionario, al que le puso el nombre de Lares y Yara.

Fue cercano colaborador de José Martí en su emigración, donde se destacó como escritor, periodista y poeta. De su persona e infatigable labor Martí expresó:

Serafín Sánchez.jpg
El general Serafín Sánchez es digno del amor de los cubanos por el valor que ha empleado en su servicio, por la dignidad con que vive en el destierro del trabajo de sus manos y por la pasión republicana que le dirige el brazo heroico. He aquí a un buen ciudadano.
José Martí

Guerra del 95

Fue uno de los jefes del frustrado Plan de La Fernandina. El 7 de julio de 1895 partió de Pine Key, al sur de la Florida, como segundo jefe de la expedición del vapor James Woodall, junto con Roloff y Mayía Rodríguez. El día 24 desembarcaron con 130 hombres, por la playa de Tayabacoa, límite entre las jurisdicciones de Trinidad y Sancti Spíritus. Organizó la Primera División Cuarto Cuerpo, que comprendía las jurisdicciones de Sancti Spíritus, Trinidad y Remedios, y se puso al frente de ella. Poco después tomó el fuerte de Taguasco y libró el combate de Los Pocitos, cerca de Siguaney.

El 18 de septiembre de 1895, el Consejo de Gobierno, elegido dos días antes en Jimaguayú, le ratificó el grado de mayor general, pero con fecha 24 de febrero de 1895. Cinco días más tarde recibió heridas de bala en las dos piernas durante el Combate de Las Varas (Pozo Azul).

El 3 de noviembre de 1895 se unió a Gómez en La Reforma y junto con él libró las acciones del fuerte Pelayo y Río Grande, y asistió a su encuentro con la columna invasora al mando del mayor general Antonio Maceo, el 29 de noviembre de 1895, en el potrero de Lázaro López. En noviembre de 1895 tomó interinamente el mando del Cuarto Cuerpo de Las Villas, en el cual fue nombrado oficialmente el 1 de diciembre de 1895. Al siguiente día se unió a la columna invasora en su marcha a occidente.

En esa etapa se destacó en las acciones de Iguará, Casa de Tejas, Boca del Toro, El Quirro y Mal Tiempo. Continuó con las acciones de La Entrada, Coliseo y Calimete, en la provincia de Matanzas, donde tuvo una brillante participación.

El 1 de enero de 1896, Gómez le ordenó regresar a Las Villas para reorganizar el Cuarto Cuerpo. El día 8 de febrero de 1896 sostuvo el exitoso Combate de Manajanabo (Biajacas Gordas) y el 21 de ese mes fue nombrado inspector general del Ejército Libertador, lo cual llevó a su conocimiento mediante un comunicado del lugarteniente general del Ejército Libertador, el 18 de marzo de 1896.

El 12 de abril de 1896 se hizo cargo de la inspección general. Doce días después pasó la trocha de Júcaro a Morón en dirección a Oriente, para ocuparse de sus nuevas funciones. El 1 de julio de 1896 dirigió una importante circular a todos los jefes, hasta el nivel de brigada, que regulaba diversos aspectos del funcionamiento y la disciplina del Ejército Libertador.

Los meses de agosto y septiembre los pasó en Camagüey, cerca del Consejo de Gobierno. El 10 de octubre de 1896, en homenaje a esa efeméride, cruzó nuevamente la trocha de Júcaro a Morón en dirección a Las Villas. Sostuvo los encuentros de Boca del Toro, Sitio de Condado y Calabazas.

Muerte

«¡Me han matado! No importa: que siga la marcha».

El 18 de noviembre de 1896, en ocasión del Combate del Paso de Las Damas, mientras se organizaba la retirada -ante la evidente superioridad numérica y de capacidad de fuego de las tropas españolas- cuando sobre una elevación se vuelve a observas el campo de batalla, Serafín Sánchez recibió un impacto de fusil que le atravesó los pulmones, teniendo solo fuerzas para exclamar:

¡Me han matado! No importa: que siga la marcha.

Así cayó uno de los grandes jefes de las guerras por la independencia de Cuba, en las que participó en más de 120 combates. El mando de las tropas insurrectas lo asume Francisco Carrillo el cual dispone una contraofensiva que hace retroceder a las fuerzas españolas y el combate se extiende hasta casi entrada la noche en que por fin se retiran las tropas coloniales. El General Carrillo dispone un fuerte retén en las cercanías del “Zaza”, al mando de jefes muy capaces.

Cortejo fúnebre de Serafín Sánchez

Ya entrada la noche, emprende el nuevo derrotero al frente de sus hombres, llevando como carga preciosa el cuerpo inerte del ilustre caído, a quien José Martí solía recomendar como mi amigo el valiente y sensato cubano. El cortejo fúnebre avanzó en lenta marcha, al decir de Enrique Loynaz del Castillo “(…) la más triste que la luna ha alumbrado, en un silencio cruel que solo el llanto de los hombres interrumpía”.

Andadas unas seis leguas, en un amplio bohío de la finca Pozo Azul, los subordinados de Serafín disponen el primer velatorio. La escolta lo vela toda la noche mientras le rinden guardia de honor desde generales y oficiales, hasta los soldados más humildes.

Al día siguiente, aún antes del alba se organiza el segundo cortejo, integrado esta vez por el propio Carrillo, José Miguel Gómez, los hermanos de Serafín: Plácido, Tello y Raimundo; Lesito Salas, el doctor Roig y algunos más de absoluta confianza. La triste comitiva, cubierta por la floresta, pasa por Las Varas, Ciego Potrero, Los Limpios de Taguasco y La Campana, hasta llegar a la finca Las Olivas, cerca del Río Jatibonico del Sur.

En el humilde rancho de tablas y guano, habitado por la familia de su hermano Plácido, son colocados los queridos despojos. Nuevamente le velan mientras le hacen un ataúd de cedro que Loynaz arropa con la enseña patria. Allí las abundantes e incontenibles lágrimas de su madre le dieron despedida eterna y fueron pronunciadas emotivas palabras fúnebres por parte del General Avelino Rosas, quien luego colocó una estrella de oro sobre la faja orlada de los colores de la República que cubría el pecho del cadáver. Junto a la insignia de oro, el Teniente Coronel Enrique Loynaz prendió una estrella de plata a Serafín. Al cabo, unos pocos allegados parten con el féretro y lo sepultan en la espesura junto a una cañada, cubriendo el sepulcro con un túmulo de piedras, marcado con una cruz y un rústico cercado. Los presentes se miran en un silencio tácito. De los ojos enrojecidos han brotado cristalinas lágrimas. Allí se instaura el secreto sobre la ubicación de su tumba, protegido a cal y canto.

En dicho sitio estuvieron los restos de Serafín hasta el 26 de marzo del año 1900, fecha en que fueron trasladados e inhumados con honores en el cementerio de Sancti Spíritus.

Referencia

  1. CastellanosGarcía, Gerardo: Un paladín (Serafín Sánchez), La Habana, 1926.
  2. Raimundo Sánchez Valdivia estudió la carrera de Medicina en la Universidad de La Habana, pero la abandonó en cuarto año cuando marchó a Cayo Hueso y se incorporó a la tarea de organizar la revolución junto a Serafín Sánchez y José Martí.
  3. 3,0 3,1 3,2 Cartas custodiadas por el fondo personal Serafín Sánchez, legajo 1, expediente 34, del Archivo Histórico Provincial Mayor General Serafín Sánchez Valdivia (de Sancti Spíritus).

Fuentes