Tabaco y azúcar en Bejucal

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Tabaco y Azúcar Bejucal
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Tabaco y Azúcar Bejucal. El contraste entre el tabaco y la azúcar ambos se junta en la mente de los descubridores de Cuba.

Historia

Cuando a comienzo del siglo XVI ocurrió la conquista del país por los castellanos que trajeron al Nuevo Mundo la civilización europea, ellos contaban con dos yerbas prodigiosas: el tabaco y la caña de azúcar.

El tabaco es una planta genuina de América. La hubo desde los tiempos precolombinos en ambas Semiamérica, en la del Norte como en la del Sur, y si no fue orientado de estas Antillas en ellas tuvo que ser traída desde el continente inmediato. La falta de tabaco silvestre en el suelo cubano quizás permita alzar la hipótesis de que el tabaco no sea planta autóctona de su abundosa flora, sino traída a Cuba desde ultramar. El modo de usar el tabaco los indios cubanos era muy distintos que los indios de Norteamérica, habría que presumir que el tabaco procede de la cultura de los indios aruacas o taínos, quienes al llegar los navegantes castellanos hacía tiempo que habían invadido a Cuba y poblado su región oriental, donde dominaban a los otros indios que eran los siboneyes, arcaicos y salvajes. El tabaco es indio y consta que en Cuba fue donde lo descubrió la civilización occidental de los blancos.

Las raíces de cañas de azúcar que Cristóbal Colón trajo en su segundo viaje a las Indias por él descubiertas retoñaron en seguida que fueron resembradas, suscitando el regocijo del Almirante, cuya sagacidad previó el brillante porvenir que esperaba en estas tierras a las cañas de azúcar y a la industria azucarera.

“No farán mengua al Andalucía”, escribió Colón a los reyes, con visión profética. Cuando, el día 30 de enero de 1494, Cristóbal Colón enderezaba a los reyes desde la España un memorando que debía llevarles Antonio de Torres, ya les hablaba de “las cañas de azúcar según unas poquitas que se pusieron han prendido”.

La azúcar y el tabaco fueron hijos de las Indias. Lo principal del tabaco es la calidad y la azúcar su cantidad.

El cultivo del tabaco requiere atenciones delicadísimas en todo momento; no puede dejarse, en el grado de la caña de azúcar, al propio impulso natural. El apóstol de las libertades de Cuba José Martí exaltaba la inagotable devoción del veguer, consagrado a cuidar cada mata de tabaco con sus manos piadosas, del sol excesivo, del grillo rastrero, del podador burdo, de la humedad putrefactora.

Diríase que el tabaco requiere el mismo amoroso y solícito del hombre trabajador; y que la caña crece sola y a su albedrío, permitiendo al hombre meses de holganza. Su cultivo es el más técnicamente cuidado que se hace en Cuba, uno de los más difíciles del mundo.

El tabaco se siembra cada año. La misma caña ofrece varias cosechas. Es individual el consumo del tabaco y para ello se prepara durante su fabricación; pero no es así en el azúcar. El tabaco sale de las tabaquerías dispuesto exclusivamente para el consumo singular, por la forma y el consumidor potencial. No es así con el azúcar, que se envasa y consume a granel.

Período de las comunidades aborígenes de Bejucal

Con la llegada de los europeos, el paisaje bejucaleño era de bosques extensos con una tupida vegetación que cubría prácticamente todos los rincones. La Flora era muy variada representada por árboles frutales y maderable (Caoba, Majagua, Cedro, Roble y otros), también vegetales, viandas, plantas medicinales, raíces y tubérculos comestibles así como una bella floresta. El clima era cálido tropical, con un alto grado de humedad propio al valle en que se encuentra situado e influenciado por grandes precipitaciones y las características del relieve el cual se inserta en la cadena orográfica de las alturas Bejucal-Madruga-Coliseo, donde existen elevaciones de hasta 300 m sobre el nivel del mar.

Algunos historiadores plantean que los primeros habitantes de Cuba llegaron hace más de 6000 años a.n.e., navegando desde Suramérica a Norteamérica aprovechando las corrientes marinas de superficie en el área del Caribe o del Golfo de México, quizás por el archipiélago de las Bahamas por la disposición de su plataforma.

Estos primitivos habitantes sustentaban la economía en la caza, pesca y recolección de productos terrestres o mariscos, para ello confeccionaban rústicos instrumentos de trabajo elaborados en conchas y piedras con lo que realizaban las labores diarias como cortar, punzar y triturar.

Los sitios arqueológicos denotan un período más largo de habilidad, se encuentran ubicados generalmente en zonas donde se facilitaban las principales actividades productivas especialmente la recolección de moluscos, crustáceos y la pesca.

Así son numerosos los sitios en cuevas y farallones cercanos a las costas pero no se excluye la posibilidad de que algunas construyeron abrigos de ramajes u otras viviendas y que habitaron tierra adentro.

Las causas que provocaron que los primitivos habitantes decidieran vivir tierra adentro oscilaban entre las inclemencias del tiempo, las oleadas de insectos en las costas y los ataques de otras tribus, además del constante movimiento que mantenían para buscar las fuentes de alimentación necesaria para la supervivencia.

Producción tabacalera en Bejucal:

En el año 1671 el Capitán Pedro Valdés Pino propietario del corral nombrado San Juan de Bejucal o El Bejucal solicitó que se le permitiera aplicar porción del mismo a diferentes cultivos, dentro de ellos el tabaco. La demanda fue discutida por los cabildos celebrada en La Habana, que tuvo a bien acceder a la demanda por el propietario Valdéspino, siendo esta la primera noticia que se conoce en lo tocante a las siembras de tabaco en esta zona de La Habana.

Durante los años finales del siglo XVII las siembras de tabaco se habían extendido mayormente en la zona ocupada por los corrales de Sócalo Hondo, Managua, Bejucal y Chorrera.

Data de 1710 la existencia de paraje y campos con muchas familias empleadas en las sementeras de tabaco de San Felipe y Santiago del Bejucal. El marqués Don Juan Núñez de Castilla, según fuentes históricas, gastó más 20 000 pesos en la nueva fundación, con 30 familias de españoles.

San Felipe y Santiago del Bejucal fue la primero sufragánea y como tal había de gozar de los derechos y privilegios, entre ellos, la de estar sujeto al señorío de su fundador. Como puede apreciarse Bejucal era un señorío o feudo y los cosecheros eran vasallos del marqués a diferencia de los cosecheros o vegueros de Jesús del Monte, Guanabacoa y Santiago de las Vegas que constituían asentamientos espontáneos de isleños o canarios en tierras cercanas a la Habana, lo cual los colocaba en una situación desventajosa con respecto a los bejucaleños.

Las fábricas de tabaco (llamadas chinchales en sus inicios) tenían siete departamentos cada uno con una labor diferente: almacén, despalillo, secado, rezagado, goliva, escogida y fileteado.

Los chinchales dieron paso a mejores fábricas de tabaco. El incremento de este cultivo, tomó tal auge que determinó la construcción de nuevos caminos, trayendo mayor progreso y prosperidad a la zona, en 1763 se abrió uno de la Habana a Bejucal para mejorar el transporte de tabaco.

Estanco del tabaco y sublevación de vegueros

A través de una Real Cédula del 11 de abril de 1717 se crea la Factoría de tabaco con sede en La Habana y regida por un superintendente general, el primero que ocupa este cargo es Don José de Tallapiedras que levanta los almacenes y oficinas en sus terrenos particulares situados en la Bahía de La Habana. Esta factoría igualmente abre sucursales en Trinidad, Santiago de Cuba y Bayamo. Se convierte en el único comprador de las cosechas de tabaco, fijaba los precios y determinaba el volumen de las cosechas, podía preparar un escalafón de preferencia y fijaba las cuotas de importación. Por ello se erigió como un férreo monopolio estatal.

Este monopolio estatal tabacalero causa un profundo malestar entre los vegueros habituados a proceder sin más obligaciones que las que le imponían los Cabildos. Así se produce la sublevación de vegueros en agosto de 1717 en la cual participaron los vegueros bejucaleños, entre otros. Más tarde, en agosto de 1720 y en febrero de 1723 se producen nuevas sublevaciones por parte de este mismo sector de trabajadores.

Sin embargo, en estos no se involucran los vegueros bejucaleños por las ventajas económicas que disfrutaban, al ser vasallos de una villa señorío y tener asegurada la venta de sus cosechas pues el tabaco que no era comprado por la Real Factoría, era adquirido por el Marqués fundador para procesarlo en su molino de rapé ubicado en los márgenes de la chorrera. Esta circunstancia los colocaba en condiciones ventajosas, en una situación cómoda y menos afectada que los vegueros del resto de la Isla.

El entonces Gobernador y Capitán General de la Isla Don Laureano Torres y Ayala desempeña un importante papel en la comercialización del tabaco en Cuba, contribuye a que este cultivo se extienda por los alrededores de La Habana. Debe destacarse, los propietarios de molinos eran comerciantes intermediarios y grandes hacendados como lo fue Don Juan Núñez de Castilla.

Así con esta primera factoría, la monarquía española intentaba lograr una racionalización económica y fiscal en lo referente al tabaco y por tanto, alcanzar un nivel superior en su política de control. Se pensaba en una sociedad mercantil similar a la que se conocería años después como Real Compañía de Comercio y que administrarse el negocio en beneficio de las Rentas Reales.

A principios de 1723, los funcionarios de la factoría entraron en negociaciones con algunos vegueros de escasos recursos, los cuales les vendieron su tabaco a un precio menor al establecido.

Estas compras se realizaban en Santiago de las Vegas y Bejucal, en los predios de Núñez de Castilla, por lo que quizás tan notable hacendado no estuvo ajeno a esta transacción comercial.

Característica económica de la zona

El principal reglón económico de la zona en el siglo XVIII lo constituye el cultivo del tabaco que se desarrolla en vegas de estancias, realizando todas las maniobras que incluyen siembra, escarce, recolección, secado y escogida. Las utilidades en la venta de la aromática hoja construyeron a la prosperidad progresiva y al rápido crecimiento de la población bejucaleña.

Los vecinos de esta ciudad se dedicaron a la agricultura de subsistencia o de autoconsumo cultivaron Maíz, Arroz, Yuca, Plátano, Boniato, Ñame, Tomate, además de frutas menores que junto a las carnes y los productos lácteos conformaron la talidad de los alimentos de los bejucaleños. Aunque todos estos son para el consumo interno de la ciudad, también una parte es destinada para el comercio con la capital. Se desarrolló a la par la ganadería vacuna, equina y la cría de aves de corral así como la de briosos caballos de paseo.

El cultivo del tabaco fue sustituido progresivamente por el de la caña de azúcar. En Bejucal las fábricas de azúcar se caracterizaron por su producción doméstico-rural; los primitivos trapiches, cuyos molinos verticales de madera eran accionados por fuerza motriz animal, producían mascabado y raspadura para el consumo local.

Posteriormente se introdujo en el país el empleo de los trapiches horizontales (1792), todo de hierro y a la vez con un buen rendimiento lo que posibilitaba organizar una producción con carácter comercial. Entre las nuevas tecnologías estuvo el trapiche con máquina de vapor, destinado por primera vez al ingenio Seybabo del Conde Mopox y Jaruco en Bejucal, el 11 de enero de 1797.

En la industria azucarera predominante en el siglo XIX, los primitivos trapiches se convierten en ingenios semimecanizados lo que aumenta su capacidad productiva y la fuerza de trabajo esclava. Entre ellos en Bejucal se destaca el ingenio Santa Ana de Aguiar por ser el de mayor tiempo de molienda desde 1798 hasta 1876 (se conserva actualmente su casa de vivienda, del resto no queda construcción alguna) y por haberse ubicado en sus alrededores un cementerio de esclavos.

En 1830 había once tabaquerías con cuarenta tabaqueros y una cigarrería con diez manufactureros (hacedores de cigarro). En Bejucal se instalaron sucursales de fábricas de tabaco que radicaban en la capital y que ofrecieron fuentes de empleo para los trabajadores. Estas sucursales comenzaron en Bejucal a partir de 1850, las fábricas se encontraban en la capital y las sucursales se establecieron en el campo ya que aquí se le ofrecían condiciones de trabajo favorables: mano de obra barata, excepción de impuestos, transportación del tabaco elaborado, las organizaciones obreras eran débiles y a los patrones les era más fácil violar tarifas de salarios y horarios.

Génesis y desarrollo del camino de hierro, su repercusión socioeconómica

En agosto de 1830, a solicitud de la Sociedad Económica de Amigos del País, el marqués de la Cañada de Tirry y Don Juan Agustín, Agustín Ferreti redacta un informe donde propugnan la construcción de caminos de hierro en Cuba para acelerar el desarrollo agrícola e industrial. Fue Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, quien hábilmente aunó criterios y convenció a las autoridades españolas y al grupo dirigente de hacendados criollos sobre los beneficios de la construcción del ferrocarril, fundamentalmente para el desarrollo de la industria azucarera.

El Conde de Villanueva fue presidente del Real Consulado, organismo a través del cual lleva a cabo su programa económico y entre los logros positivos de la Intendencia de haciendas bajo su dirección desde 1825 hasta 1852, están la mecanización de la industria azucarera, el fomento del tabaco y la construcción del ferrocarril. A su gestión se debió la formalización de Inglaterra el 1 de Agosto de 1833 de un empréstito de 1 500 000 pesos para la construcción del camino de hierro en la Isla.

El primer camino de hierro cubano y latinoamericano se inaugura finalmente el 19 de noviembre de 1837 y fue el tramo Habana-Bejucal.

En sus comienzos los viajes se dedicaron sólo a trasportar pasajeros, pero a las dos semanas de su inauguración se establecieron a diario los trenes de carga, objetivo central de la Empresa Ferroviaria. Se embarcó también azúcar, pero no es hasta su llegada a Güines un año después cuando el ferrocarril comienza a producir utilidades.

Varias industrias tabaqueras, tuvieron representaciones en Bejucal desde mediados del siglo XIX:

  • Un Trust Inglés-Norteamericano, hasta el inicio de la década del 30 del pasado siglo.
  • Posteriormente las firmas “H.Upman”, “Partagas” y “La Corona” que en la década antes mencionada trasladaron sus talleres para la ciudad de la Habana, pero al reducir el personal bejucaleño, garantizaron el transporte diario de los trabajadores hacia y desde la capital.

El tabaco en su base agrícola primero y en la industria después, tuvo gran significación para Bejucal en el siglo XVIII y XIX y gran parte de XX, primeramente se cultivaba en los márgenes de los ríos Govea y Santa Bárbara, Pacheco y Lechuga (en la zona este del actual municipio) lo que facilitaba el trabajo de transporte, ya a mediados de 1800 y principios de 1900 hasta la completa extensión de estas industrias, se traía de la zona de San Antonio de los Baños y Vuelta Abajo.

En el período comprendido a esta etapa, incluso posteriormente, la industria tabacalera tuvo una característica específica: la inestabilidad, se abrían y cerraban fábricas con mucha frecuencia y las que se mantenían estaban sujetas a la variación de demanda del mercado, lo que producía crisis en la economía no solo en la ciudad, sino de las familias.

En la tabaquería existían los lectores que eran personas que leían para que los obreros oyeran mientras trabajaban. Fue la fábrica de Viñas en Bejucal donde en 1864 se inició la lectura en los talleres de tabaquería en Cuba. El primer lector fue Antonio Leal, el último Juan Villazón, también lo fueron Teófilo Núñez, Luís Hernández, Antonio Pérez, José de la Fuente, Ernesto Campo, Francisco Montalvo.

En período de la guerra de los Diez Años, el cultivo y la industria sufrieron las consecuencias devastadoras de ese conflicto, se produce la emigración de algunas fábricas a Tampa, Cayo Hueso y Nueva York. En 1879 aparecen las despalilladoras, es el momento que se incorporara la mujer al trabajo manufacturado. En 1889 se fundó la sociedad de servicios Médicos “La Esperanza” fueron los trabajadores de las fábricas “Suárez Murias” los de la iniciativa de fundarla para beneficios de los afiliados. La construcción del cementerio civil fue realizada por los obreros tabacaleros.

Durante el período de Tregua Fecunda son muchos los tabacaleros o descendientes de ellos que ayudaron a la preparación de la guerra necesaria.

Las fábricas emigraron a otras tierras y junto a ellos los bejucaleños, tal es el caso de los Hermanos Hidalgo-Gato, Badías, cuya fábrica en Tampa, visitara José Martí y recibiera de ella una donación para la causa de 5000 pesos. Fue allí donde por primera vez se le llamo “Apóstol”. Los tabacaleros en la emigración construyeron un fuerte apoyo para la causa, entre ellos:

Arturo Cunill, Manuel Pantaleón, Eduardo Hidalgo-Gato, José González Curbelo (este último amigo personal de José Martí y presidente de la Junta Revolucionaria de Filadelfia sobre él, el apóstol dijo: “hombre tallado en un corazón”.

Testimonio de familiares tabaqueros

Toda la fuerza laboral de Bejucal estaba centrada en el trabajo del tabaco. Existían fábricas en La Habana como el H. Upman, Partagas, La Corona, Trinidad, entre otros.

Algunas de estas fábricas producían también cigarros. Esta fuerza laboral tenía incorporados mujeres, las cuales eran pocas trabajadoras. Estas despalilladoras salían muy temprano de madrugada para ir a trabajar a las fábricas de La Habana y regresaban bien tarde. El salario de estos obreros era muy bajo ya que los dueños les pagaban semanal o mensual. Los bonos que les daban los dueños de las fábricas a sus obreros eran para poder comprar comida, que esto no les alcanzaban, al contrario a veces se quedaban debiéndoles dinero.

Además estos trabajadores tenían que pagar la guagua que los transportaban para La Habana, donde ellos mismos trabajaban. Sus herramientas de trabajo era confeccionadas por ellos.

A continuación se mencionan los nombres de algunos tabaqueros que trabajaron en aquella época:

Los nombres de las mujeres despalilladoras que trabajaban en las fábricas de tabaco

  • Amalia Castillo
  • Juana M Herrera
  • Hilda Carrillo
  • Antonia de la Cruz
  • Margarita Díaz
  • Emilia Monzón
  • Nina Monzón
  • Caridad Hernández

Los nombres de algunos lectores de esas fábricas:

  • Manzanillo
  • René Ó Farril Herrera

Se mencionará el nombre de un cobrador de la guagua:

  • Emilio Rodríguez.

Producción azucarera en Bejucal

Las primeras versiones que se conocen sobre el inicio de las fábricas de azúcar provienen desde el primer cuarto de siglo XVI, cuando un grupo de quince vecinos de la Habana pidieron al rey cierta cantidad de dinero para montar algunas fábricas; reafirmando su interés en la extensión y fertilidad de la tierra donde el cultivo de la caña prometía grandes perspectivas.

Esta petición fue firmada por los señores Hernán Rodríguez, Diego Ochoa de la Vega, Brito Rodríguez, Antonio de la Rivera, Pedro Suárez de Gamboa, Sebastián Fernández Pacheco, Baltasar de Rojas, Melchor Casas, Gines Ortiz, Sebastián Aronza, Antonio de Matos de Agama, Alonso Jorge, Hernardo Rodríguez Tabares, Hernando Salucio y Martín Calvo de la Puerta. Este último dueño de las tierras donde se erigió el corral en que más tarde, año 1714 se funda la ciudad de San Felipe y Santiago del Bejucal.

En Abril del año 1531 una carta del rey autoriza que de las rentas de ese año se presten dinero a la población para que puedan comprar esclavos para trabajar el azúcar.

Al comienzo de las primeras décadas del siglo XVIII, es cuando se tiene conocimiento en Bejucal de algunas primitivas fábricas de azúcar con una cierta forma de industria domestico-rural, cuyos molinos verticales de madera eran accionados por fuerza motriz animal; procesando como máximo una caballería de tierra cañera. Produciendo mascabado y raspadura, azúcar que consumía la reducida población dedicada entre otros menesteres a la ganadería, la siembra de frutos menores y el cultivo del tabaco. (Anexo 1).

El carácter doméstico de estas fábricas como se deduce por sus rudimentarios instrumentos, era imposible organizar una producción de valor comercial. Sin embargo en muy corto tiempo comienzan a sufrir algunos cambios en el crecimiento de la capacidad promedio de producción. Lo que indica a creer que dicha transformación halla tenido que ver con la toma de la Habana por los ingleses (1764), lo que originó un aumento de la mano de obra esclava y el incremento de nueva tecnología en solo 11 meses que duró el gobierno. Este es el caso del ingenio Nuestra Señora de Loreto de Ignacio Peñalver, en la Jurisdicción de Bejucal, el cual fue reconocido como uno de los más grandes de la época, teniendo alrededor de 100 esclavos y sobrepasando las 10000 arrobas.

Al fomentarse la producción de azúcar, aunque de forma muy simple también se necesitaba la trata de esclavos para poder trabajar estas fábricas.

La investigación de noticias estadísticas sobre los ingenios en Bejucal revela el acelerado descenso de las fábricas de azúcar, a partir del primer cuarto de siglo XIX. Originado por diversos factores como: la rivalidad, ya que a partir de 1838, con la llegada del Ferrocarril al llamado Valle de Güines esto propició el auge ascendente de los grandes ingenios de aquella zona, con mejores tecnologías muchos de ellos, traslado de la producción por la precaria condición de los caminos de las zonas rurales intrincadas donde estaban enclavados algunos de ellos y la necesidad de combustible, factor muy importante que debemos tener presente, pues el consumo de la leña dependía del sistema pailas empleadas. Lo que provoca la disminución de las zonas boscosas en Bejucal.

A la necesidad de materia prima para la combustión, los colonos azucareros se ven en la necesidad de hacer algunos cambios sustanciales, introduciendo en los ingenios nuevas tecnologías como la aplicación de máquinas de vapor al trapiche.

La producción de estas fábricas tenía como destino la capital y el puerto de Batabanó; siendo trasportado en carretas tiradas por bueyes o caballo, cuya carga puede estimarse de 10 cajas de azúcar como promedio; con un peso común de 200 arrobas, se realizaba por caminos peligrosos e intransitables.

Así de esta imperiosa necesidad del traslado del azúcar, se desprende una gran polémica que ya venía afectando a los demás hacendados de la Habana, los que desde hacia algún tiempo estaban enfrascados en la búsqueda de nuevas medidas que proyectasen un mejor resultado como las reparaciones y construcciones de nuevos caminos. El gran paso de avance lo aportó la revolución industrial y vino de Europa, el ferrocarril.

Fuentes

  • Escuela Ciro Redondo. El tabaco cuenta su historia. La Habana, 2003.
  • Escuela Titán de Bronce. Producción tabacalera en Bejucal. La Habana, 2000.
  • Escuela Matilde Varona. La lectura de tabaquerías. La Habana, 2003.
  • Escuela Matilde Varona. Movimiento obrero en el sector tabacalero. La Habana, 2000.
  • Fernando, Ortiz. Contrapunteo Cubano del Tabaco y el Azúcar. Ed. Artes Gráficas Héctor Félix Rodríguez. La Habana, 1963.
  • Sánchez Arencibia, Oscar. Apuntes históricos sobre el desarrollo azucarero en Bejucal entre los siglos XVIII – XIX. La Habana, 1994.
  • Sánchez Arencibia, Oscar. Apuntes para la historia de la ciudad de San Felipe y Santiago del Bejucal. Ed. Unicornio. La Habana, 2010.
  • Perera Díaz, Aisnara. La cesión de patronato: una estrategia familiar en la emancipación de los esclavos en Cuba (1870 - 1880). Ed. Unicornio. La Habana, 2009.
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