Torre del Ingenio de Dolores

Torre del Ingenio de Dolores
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Torre del Ingenio de Dolores.Antigua Torre de esclavos del Ingenio Dolores en la ciudad de Caibarién, de gran valor histórico, pues quedan solamente dos en el país.

Historia

Se edificó y ya existía en 1854 porque en ese año un incendio afectó el ingenio y esto trascendió a la historia del lugar. Vista de lejos la "Torre" identificaba un bastión de superioridad económica. Cualquier ingenio era importante, pero el que poseía un campanario mostraba sobre el paisaje su relevancia. Es menos alta que la Torre de Iznaga en Trinidad. Su dueño era José M. Vissinay que la había fundado y después del incendio empezó a decaer hasta que en 1860 decidió venderla a Juan González Abreu capitán de voluntarios cuya fortuna le admitía costear los gastos de su batallón de leales a España.

Tal vez la fanática militancia pro-española de su propietario favoreció que los insurrectos rondaran el ingenio durante la Guerra de los 10 años y el 20 de julio de 1869 lo asediaron y le llevaron algunos efectos. Ese día la casa vivienda de Dolores la defendieron unos señores de apellidos Palacios y Valdés, asistidos por varios soldados, mientras el dueño huía hacia Remedios. Quizás de un primer ataque haya surgido la iniciativa de rodear parte del campanario con una especie de muro aspillado para defender con más eficacia la vivienda (semejaba un palacete). Ventanas y puertas de caoba tallada y torneada y sus techos de durable y fina madera.

En 1894 los hornos soterrados del ingenio Dolores se apagaron. Fue su última zafra. La Guerra estaba al estallar de nuevo, el clima político era tenso y su dueño González Abreu permitió que si los insurrectos vencían, jamás su ingenio tragaría un trozo de caña más. El ingenio Dolores figuraba como una fábrica admirable. Una de las más codiciadas fincas azucareras de Remedios. Y sucedió en un momento de cólera política.

El que sus máquinas reposaran y sus chimeneas recogieran el estandarte de la molienda no impidió que los mambises insistieran en asaltarlo. El 1ro de enero de 1897 es atacado, incluso con un cañón, las fuerzas de José González Planas. Posterior a la guerra el ingenio tuvo sucesivos dueños y sus hierros fueron enmoheciéndose hasta que un traficante los adquirió en 1934 y los vendió a Japón que entonces usaba metal para su industria bélica. Hace muchos años la Campana de la Torre convocaba a la servidumbre y regulaba el trabajo de la negrada que con guatacas y machetes iban hacia los cañaverales.

Muy cerca está el cerro de Guajabana (caja de muerto). En una de sus cuevas estuvo escondido el Cimarrón Esteban Montejo héroe del escritor Miguel Barnet. Además del cerro un horizonte de palmas. Tantas había que a principios del siglo XX el General José Miguel Gómez, Gobernador de Las Villas y más tarde presidente de la República, pretendió comprar la hacienda Dolores a su dueño que le pidió, un peso por cada palma. Tiburón (se baña pero salpica) apodo que le asignaban sus rivales al político y exmambí pensó que el cálculo era de gran ligereza y ordenó a la Guardia Rural que se adentrara en sus palmares y cortara cada ejemplar.

Cuando en los papeles había 2 millones de rayitas, Gómez desistió de redondear el negocio. Dolores fue un ingenio que lo emparentaba con los mayores del país. Hasta tenía un ferrocarril movido por bueyes que trasladaba a la costa cercana el azúcar y por ese litoral hasta Caibarién. La campana, usualmente colgada de un madero representaba el papel de un cabo de vara frente al tiempo. Después cuando una sirena de vapor la remplazó, el campanario acreditaba el rango de la plantación.

Actualidad

En la actualidad la Torre de Dolores y su casa ha pasado un proceso de claudicación inconsciente, sirvió de Oficina Agrícola, de campamento temporero, de albergue provisorio, desmantelado hasta en sus tejas. Y el campanario siguió erguido, que reguló la existencia plena del esclavo y fue atalaya desde donde la riqueza era vigilada. Se perdió la espiral de su escalera, se ennegrecieron por el orín, la balaustrada de sus balcones pero resistiendo, esperando ser alguna vez algo más que habitáculo de murciélagos o ruinas. Es la Segunda Torre de Iznaga, más humilde y no por ello menos merecedora de que se le conserve en su museable y vívido retrato de un tiempo y una clase.

Fuentes