Sexta Conferencia Panamericana (La Habana, 1928)

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Sexta Conferencia Panamericana
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Fecha:16 de enero de 1928 al 20 de febrero de 1928
Lugar:Cuba
Descripción:
Celebrada entre los meses de enero y febrero de 1928
Líderes:
Presidentes de países latinoamericanos

Sexta Conferencia Panamericana: Celebrada entre los meses de enero y febrero de 1928, fue una ocasión propicia para demostrarle a los imperialistas norteamericanos su firme disposición de servirlos hasta el fin y, con ello, pasar a la segunda fase de su siniestro plan, si bien el dominio de Estados Unidos sobre América Latina, era total, subsistían fuertes intereses de los imperialistas ingleses, sobre todo hacia el cono sur Argentina, Uruguay, Chile y Brasil.

Historia

Esta conferencia se efectúo entre el 16 de enero-20 de febrero de 1928, Machado le había otorgado una gran importancia a esta conferencia, para nada importaban las condiciones de vida que tenía su pueblo antes o después de la intervención extranjera, Argentina era el país que denotaba el mayor peso del capital británico y por tanto, de los influjos políticos de la ya segunda potencia mundial.

La estrategia norteamericana se dirigía a aislar las repúblicas latinoamericanas de toda posible influencia colonialista europea, y al menos, en las conferencias panamericanas el pretexto era válido, ya que se invocaba el estricto "interés hemisférico" de tales cónclaves. Así, una información publicada en el New York Times suscita inquietud en la Casa Blanca.

Antes de la conferencia

El hecho de que los vecinos el norte siempre estuvieron presente en las decisiones importantes que se tomaron en la isla era algo más que demostrado:

"Puede añadir que el Gobierno de los Estados Unidos considera que no debiera participar o estar presente en la Conferencia Panamericana ninguna nación o entidad que no sea americana, y que espera que el Gobierno de Cuba estará de acuerdo con esta opinión y no tendrá a tales representantes presentes."

La respuesta no se hizo esperar:

El Ministro de Relaciones Exteriores me citó esta mañana, y refe­rente al telegrama del Embajador cubano en Washington me informó que el Gobierno Cubano no sólo no invitó a un representante de la Liga de las Naciones a estar presente en la próxima Conferencia, sino que cuando el Secretario General solicitó una invitación ésta le fue negada.

El Encargado de Negocios español en La Habana, también se acer­có al Gobierno Cubano y se le negó una invitación para que su Gobierno estuviera representado.

La conferencia fue cuidadosamente preparada y profusamente vocea­da y tras el pintoresquismo y la prosternación lamebotas de algunas declaraciones tocante a ésta, se escondía la férrea mano del norte.

Mediante decreto presidencial fue declarado día de fiesta nacional el 16 de enero de 1928, fecha de su inauguración. Ese día la prensa cubana publicó declaraciones de algunos presidentes, emitidos ante­riormente o para la ocasión.

Palabras de algunos presidentes

Gerardo Machado, Presidente ( Cuba):

"Desde que fue ganada la libertad, el acto más trascendental de la vida interna de las Américas, será probablemente la gran Conferencia Internacional... "

Juan Vicente Gómez, Presidente (Venezuela):

"En esta época de Pascuas me complazco en expresar las esperanzas de una paz interna y externa de todos los pueblos de América..."

Augusto B. Leguía, Presidente(Perú):

"Me complace el decir que soy un convencido partidario de unir a la América del Sur y del Norte, cuya inevitable unificación, se efectuará con la exactitud de la ley natural en un futuro no lejano. Las dos Américas, distintas en su origen, serán iguales en su destino."

Carlos Ibáñez, Presidente(Chile):

"El Pan Americanismo debe, a la vez, robustecer la individualidad política, jurídica y económica de las nacionalidades americanas porque lo contrario sería desvirtuar la finalidad de aquél."

Doctor P. Paz Baraona, Presidente(Honduras):

"Espero que la próxima Conferencia Panamericana en Cuba, refor­zará los lazos del panamericanismo bajo los auspicios bondadosos de los Estados Unidos, cuya ayuda moral ha sido en más de tina ocasión la actividad redentora para los pueblos del Continente."

Dr. Hernando Siles, Presidente (Bolivia):

"Las Fiestas de Navidad y Año Nuevo recuerdan a los individuos y a los pueblos por igual, la llegada del Divino Redentor y el hecho de que la paz es el mayor bien que los Dioses te ha a otorgado a la humanidad."

Las declaraciones iban desde votos repugnantes como el del sangriento Leguía, pasando por la delirante grandilocuencia machadista ; la "paz" del tirano Juan Vicente Gómez; el lacayismo del hondureño, y la devotísima piedad del boliviano Síles; hasta las reservas, entrelíneas, del fisco Ibáñez, de Chile. Era el avance de una función de circo.

Inauguración de la conferencia

El acto inaugural tuvo lugar en el teatro Nacional y allí pronuncia­ron sendos discursos el general Machado y el invitado de honor, Calvin Coolidge, Presidente de Estados Unidos.

El general Machado abrió la asamblea: "Intenso es nuestro júbilo y absoluta nuestra confianza en los futu­ros destinos de este Hemisferio, al pasear la mirada por esta sala y contemplar, dando realce al de suyo trascendental acto que cele­bramos, la prestigiosa figura del Excelentísimo Señor Presidente Calvin Coolidge, primer magistrado de la más grande de las Demo­cracias, Jefe del gran pueblo que tuvo Cuba la honra de ver a su lado, en su sangrienta lucha por la independencia disfrutada hoy sin limitaciones, como fue consignado en la Resolución Conjunta de 20 de abril de 1898, aplicada honorablemente e inspirada en los mismos principios formulados en la eternamente célebre Declaración de la Independencia Norte Americana, monumento el más grande de la libertad y el evangelio de los derechos del hombre y de los pueblos; y contemplar igualmente el grupo de personalidades ilustres que forman las Delegaciones de las nacionalidades de América, que en el curso de un siglo han contribuido con intensa actividad al bienes­tar del mundo y al gran progreso de su último período histórico".

Mentiras tras mentiras

El presidente de la isla hizo uso de la palabra con un discurso que no tenía nada que ver con lo que en realidad pensaba nunca se pudo medir la extensión de tales hipocresías ..."Cuba se siente orgullosa con motivo de celebrarse en su capital tan extraordinario acontecimiento. En cuanto a mí, nunca he senti­do mayor júbilo que en estos solemnes momentos al contemplar a mi patria como sede de una Asamblea que, animada por el más sereno espíritu conciliador, encamina sus esfuerzos al acercamiento, al fomento y al refuerzo de los vínculos espirituales y materiales entre Estados que la Geografía y la Historia han predestinado al amor fraterna..."

Coolidge, dictó entonces una extensa perorata llena de lugares comu­nes y de las ridículas hipocresías de costumbre, de la cual pudiéramos extraer lo más significativo:

"El lugar mismo en que nos reunimos es una evidente demostración del progreso que estamos realizando. Hace treinta años, Cuba era una posesión extranjera desgarrada por las revoluciones y devastada por fuerzas hostiles. El Gobierno no existente descansaba sobre la fuerza militar. Hoy Cuba es su propia soberana, su pueblo es inde­pendiente, libre, próspero, pacífico y está gozando del gobierno propio. El último pedazo importante del territorio ha entrado a ocupar su puesto entre las Repúblicas del Nuevo Mundo. El país que nos da hoy hospitalidad se ha levantado a una alta y honrosa posición entre las naciones de la tierra, las cualidades intelectuales del pueblo cubano le han granjeado un puesto permanente en la ciencia en el arte, en la literatura, y en la producción de artículos de primera necesidad han hecho de esta nación un factor importantísi­mo en la estructura económica del Mundo. Cuba ha alcanzado la estabilidad de su gobierno mediante la genuina expresión de la opi­nión pública por él sufragio y la reconocida solidez de su crédito público que la ha enaltecido en la administración y el respeto universal. Lo que Cuba ha hecho ya lo han realizado o lo están realizando también otros pueblos.

La forma de nuestros gobiernos es una garantía contra las guerras dinásticas del Viejo Mundo y no se incurriría en exageración al decir que los conflictos en que han estado empeñadas nuestras repú­blicas durante ciento cincuenta años casi extender el dominio exclusivamente, han por objeto asegurar su independencia y libertad humana. Cuando estos fines han sido alcanzados, jamás hemos dejado de seguir la admonición de convertir las espadas en arados".

Falsa unión panamericana

"La Divina Providencia ha hecho vecinas nuestras repúblicas, y es imposible suponer que esto fuera con el designio de hacerlas hosti­les entre sí, sino con el propósito de revelarnos de tiempo en tiempo los métodos mediante los cuales podemos lograr las ventajas y las bendiciones de amistades durables".

La existencia de esta Conferencia reunida para la consideración de medidas de puro interés americano no envuelve antagonismo hacia ninguna otra parte, del Mundo ni hacia ninguna otra organiza­ción. Ella sólo significa que las Repúblicas independientes del Hemisferio Occidental, animadas de los mismos ideales, que hay de las bendiciones de la libertad y de la paz, comprenden y pueden estu­diarse materias de mutuo interés e importancia que pueden entenderse y resolverse mejor mediante el contacto amistoso y la negocia­ción adecuada para una acción cooperativa.

En esta labor de cooperación interamericana, participación promi­nente ha correspondido a la Unión Panamericana; ella es el órgano permanente de estas conferencias, y esta organización internacional ha trabajado incesantemente para llevar a la práctica los tratados y resoluciones aprobados por las sucesivas conferencias.

Desde el inicio mismo, Coolidge señalaba el camino: Machado había logrado "la estabilidad de su gobierno mediante la genuina expresión de la opinión pública por el sufragio". Parecía decir: he aquí el modelo, ¡seguidlo!

Después de la presencia de Coolidge, el respaldo público de éste al régimen terrorista instaurado en Cuba significaba la consagración del machadato ante los ojos de la Oligarquía criolla. El yanqui no tenía pelos en la lengua.

La sexta conferencia

La VI conferencia fue presidida, con carácter efectivo, por el Dr. Anto­nio Sánchez de Bustamante y Sirven, espécimen de carcamal jurídico genuflexo y totalmente plegado al machadismo y a la política imperia­lista de Estados Unidos. Bustamante era considerado, por entonces, una de las luminarias del derecho universal y formaba parte del Tribu­nal Internacional de La Haya. Además, fungía como abogado de empre­sas monopolistas norteamericanas.

La VI conferencia tuvo que soportar, casi en sus albores, las propo­siciones de las delegaciones del Perú acerca de Coolidge ("constituye honor altísimo", "otorga un voto de cálido homenaje", etc.) y de Macha­do ("exponente de las elevadas miras de su prestigioso gobierno") y la de Bolivia con respecto al finado expresidente Woodrow Wilson ("cuya figura histórica es un símbolo que no necesita panegírico", etc.), las que fueron aprobadas con la diplomática unanimidad que esos casos exigían.

La decisión que toda la opinión pública avisada del continente aguar­daba, era la referente al principio de no intervención. Desde las inter­venciones militares y de todo tipo realizadas por Estados Unidos en México, Santo Domingo y Haití, hasta llegar al caso candente de Nica­ragua, donde ya el general Augusto César Sandino había plantado su campamento antiimperialistas en Las Segovias, la expectante actitud latinoamericana clamaba por la condenación de este método imperial.

Aunque el programa de trabajo de la VI conferencia estaba a exprofeso sobrecargado de asuntos insustanciales o de secundaria significación, Estados Unidos no pudo evitar que el tema de la no intervención se apoderara de aquella asamblea y, a la postre, la marcara indeleblemente.

No a la intervención extranjera

El centro del debate, tanto en la Comisión de Derecho Internacional Público como en las plenarias finales, giró alrededor de una sencilla y diáfana disposición elaborada por el Congreso Internacional de Juris­consultos. El congreso internacional efectuado en Brasil el año anterior planteaba en uno de sus artículos:

"Ningún Estado puede intervenir en los asuntos internos de otro".

Frente a ésta, se levantó una tortuosa y escurridiza tesis que presen­tó el Dr. Víctor Maúrtua, delegado del tirano Leguía, del Perú, y que, en su parte dispositiva, exponía:

"Toda nación tiene derecho de existir y de proteger y conservar su existencia; pero ese derecho no justifica el Acto de un Estado de protegerse o de conservar su existencia con la comisión de actos ilícitos en contra de otros Estados inocentes que no lo han ofendido.

Toda nación tiene el derecho a su independencia, en el sentido de que tiene el derecho de procurar su felicidad y es libre para desa­rrollarse sin la intervención ni el dominio de otros Estados siempre que al hacerlo, no hiera ni viole los derechos de otros Estados".

La moción peruana tuvo, desde el primer momento, el apoyo irres­tricto de su inspiradora, la delegación norteamericana y, siguiendo a ésta muy de cerca, la de las delegaciones cubana y nicaragüense. Los delegados del tirano Gómez, de Venezuela, actuaban de segundones. El combatiente más irreductible y tenaz por el precepto antinterven­cionista fue la delegación de El Salvador, con un apoyo poderoso en la de Argentina y el concurso más o menos tibio de la de México, Panamá, Santo Domingo, Paraguay, Haití y, en cierta medida, Colombia y Chile, sustentaron el precepto de Río.

En términos generales, ninguna delega­ción se opuso a la recomendación de los juristas sino que sus posicio­nes fueron enmascaradas tras el argumento de la insuficiencia de la definición. Nadie quería aparecer como enemigo de un sentimiento político tan arraigado en los pueblos latinoamericanos e, incluso, en las posiciones de algunos de los partidarios públicos del precepto mencionado se escondía la presión popular de sus respectivos países a la que, demagógicamente, pretendían complacer, mientras con varia­das sutilezas trataban de impedir una aprobación que los malquistaría con el Gobierno de Estados Unidos. El argumento de que para que fuera valedera debía ser unánime su aprobación, prácticamente dejaba en manos de Estados Unidos o en la de alguno de sus numeroso, vasa­llos un derecho al voto que impediría dividir a opositores y partidarios y sacar a la luz las posiciones de cada cual.

Renuncia dentro de la conferencia

En el transcurso de la VI conferencia ocurrió un estruendoso inci­dente con el Presidente de la delegación argentina, Dr. Honorio Puey­rredón, el que había mantenido una posición muy firme en favor de la moción antintervencionista. Pueyrredón se negó a votar la Conven­ción de la Unión Panamericana, pues propuso incluir una declaración contra las trabas y barreras arancelarias principalmente dirigida contra Estados Unidos cuestión de gran interés para los empacadores de carne y cosecheros de trigo en su país. Como resultado de su actitud y al no tener el respaldo de su Gobierno aunque sí de poderosos capitalistas y latifundistas argentinos muy ligados al mercado inglés y europeo presentó su renuncia a la delegación y al cargo de emba­jador en Washington.

La acción de Pueyrredón engendró grandes contro­versias y explicaciones en Cuba, en Argentina y en toda América Latina. A fin de cuentas, el Gobierno argentino del presidente Alvear nombró al Dr. Olascoaga, embajador en Cuba, para sustituir al rebelde delega­do y se plegó al punto de vista norteamericano en materia económica. No obstante, esto ocasionó borrascosas campañas políticas en Argen­tina, donde los partidarios de la posición de Pueyrredón tenían fuerzas notorias. Este hecho debilitó la posición argentina en materia de no intervención, aunque no cambió, básicamente, de actitud.

La posición de Machado

Se sabía, desde antes de iniciarse la conferencia, que en el viaje que Machado hizo a Estados Unidos, una de las garantías ofrecidas por él consistía en evitar a toda costa algún planteamiento o denuncia en relación al tratado de relaciones de la Enmienda Platt y la de ofrecer el más servil apoyo a la posición norteamericana.

Tocóle al turiferario Orestes Ferrara, sinuoso embajador en Washington, el repudiable honor de hacer uno de los enunciados más bochor­nosos que se recuerdan en lides internacionales. Con su palabrería de siempre y sin el menor recato, Ferrara, en nombre de la delegación cubana, y en medio de un debate caldeado en la Comisión de Derecho Internacional Público, se expresó de la siguiente manera:

"¿Qué es lo que debemos contestar? ¿Debemos hablar del principio de la no intervención como principio? Esto no es importante. La contestación que debemos dar es sobre si queremos cada uno de nosotros que en nuestra propia patria haya independencia y sobera­nía completa. ¡Ah!; a esto nosotros hemos contestado, recientemente, con nuestra sangre; responderíamos, igualmente, con la sangre de la generación presente, y con la sangre de las generaciones futuras.

Esto no se discute, esto es inherente en el actual período histórico a la misma naturaleza humana. Pero contestando así, habiéndolo hecho así, dispuestos a hacerlo afirmativamente porque defende­remos con nuestro pecho lo que nosotros hemos ganado, y lo que ganaron generaciones precedentes sin embargo, no nos podemos unir al coro general de no intervención, porque la palabra "inter­vención", en mi país, ha sido palabra de gloria, ha sido palabra de honor, ha sido palabra de triunfo; ha sido palabra de libertad; ha sido la independencia.

La palabra "intervención", ésta que por hechos circunstanciales es hoy puesta al índice de esta reunión, ha sido siempre en el mundo, cuanto de más noble y de más grande ha habido la palabra "intervención" ha sido pronunciada por todos los pueblos oprimidos: los sirios y los armenios, y yo que siempre he hecho, no los sirios de la situación actual, sino antes de la gran guerra, yo que siempre he hecho profesión de afecto y de apoyo, en lo posible, a favor de todas estas razas oprimidas y estos pueblos pisoteados, yo podría venir aquí, con todo lo que ellos han escrito y publicado para contestar y demostrar cómo esta palabra que hoy, circunstancialmente, se condena, era la esperanza, el deseo, el anhelo de tanto hombre que sufría y moría".

Lo que no debía publicarse

Estas frases despertaron una verdadera tormenta. Al publicarse en la prensa nacional aun con ser ésta machadista y vendida, suscitó agrios comentarios y acerbas críticas. Algunos juzgaron que era ir demasiado lejos, que eran imprudentes y malhadadas. Sin embargo, aunque Ferrara hizo aclaraciones ulteriores que dulcificaban la forma pero en nada variaban sus esencias, el Gobierno Cubano dio la callada por explicación y, así, de hecho, adoptó la declaración prointervencio­nista del ladino embajador como política propia, lo cual, en aquellas circunstancias, sólo podía ser una corroboración adicional de la acti­tud real y la práctica cotidiana del régimen machadista.

En las postrimerías de la conferencia, cuando en sesión plenaria se iban discutiendo los dictámenes de las comisiones y aprobándose o desechándose éstos, al tratarse lo referente a la Convención sobre Derechos de los Estados, el delegado argentino Olascoaga se lamenta por la postergación de la misma y "reafirma sus convicciones inque­brantables en materia de no intervención". Seguidamente, se enciende un tremendo debate que liderea la delegación de El Salvador. La delegación de Estados Unidos, ante la posibilidad de una votación y la exigencia de algunos de que la conferencia reconociera el principio de no intervención sin mayores dilaciones, se ve precisada a hacer enunciaciones que lo único que lograron fue levantar un enorme revue­lo internacional y significaron el canto de sirena de la conferencia misma.

Referencias Bibliográficas

  • Revolución del 33 Leonel Soto
  • Téc. Yamina Vera Salazar.
  • Lic. Maritza Porter Noble.
  • Lic. Jorge Calvente Escalona

Fuentes