Verónica Cangemi

Verónica Cangemi
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Datos generales
Fecha de nacimiento:10 de octubre de 1964
ciudad de Mendoza,
provincia de Mendoza,
República Argentina Bandera de Argentina
Ocupación:cantante soprano
Información artística
Género(s):música clásica, ópera
Instrumento(s):voz

Verónica Cangemi (Mendoza, 10 de octubre de 1964) es una cantante soprano argentina de amplia trayectoria en Europa, especialmente en el área de la música barroca.

Biografía

Se inició como violonchelista, posteriormente como cantante ganó el Concurso Francisco Viñas en la ciudad de Barcelona (España), perfeccionándose con la soprano británica Heather Harper.

En 1993 debutó en el Teatro Colón como Zerlina en Don Giovanni. En 1996 actuó como Pamina en La flauta mágica.

Actúa regularmente en París (Francia), Florencia (Italia), Berlín, Múnich, Ludwigsburg, Würzburg (Alemania), Madrid (España), Glyndebourne (Reino Unido), Salzburgo, Graz, Innsbruck (Austria), Montreaux (Suiza), Ámsterdam, Montpellier, San Francisco y Lisboa (Portugal).

En 2009 obtuvo el Diploma al Mérito de los Premio Konex como una de las 5 mejores cantantes de música clásica de la década 1999-2008 en la Argentina.

Es una de las voces más prestigiosas que ha dado la lírica de nuestro país y desde hace años cruza el océano para cantar en los grandes teatros de Europa. Pronto podremos escucharla en varios conciertos junto a la Orquesta Barroca Argentina. Verónica Cangemi festeja así sus 20 años de carrera y cumple el sueño de la repatriación de los músicos barrocos que la acompañaron por el mundo.
Son mujeres nacidas el mismo día, llevan el mismo nombre y exhiben un gran parecido; aprecian igualmente la belleza, sienten pasión por la música y ostentan una magnífica voz de soprano.
La primera, aclamada en los escenarios más prestigiosos de Europa, es una de las voces consagradas de la música barroca; la otra, trabaja para que nuestro país cuente con una orquesta de proyección internacional integrada por instrumentistas barrocos argentinos que triunfan en las orquestas europeas. Una ha grabado bajo la batuta de importantes directores para sellos discográficos de renombre; desde su Mendoza natal, su par cumple el sueño de transmitir su experiencia a las nuevas generaciones de cantantes argentinos.
Una y la misma: Verónica Cangemi, aprendió a cantar junto a su madre y salió a conquistar el mundo con inteligencia y con una visión estratégica que ha cimentado una carrera internacional de más de veinte años. Su doble vida transcurre entre su provincia natal y los teatros del mundo. Mientras escala la cima como artista, amplía sus horizontes con La Orquesta Barroca Argentina y el Programa Canto, que son, a su decir, un modo de retribuir el apoyo y el cariño que ha recibido en todos estos años.

Con 20 años de carrera, ¿qué recuerdas de tus comienzos?

El lenguaje principal de mi familia era el arte, el canto, la música. Desde muy pequeña viví en un mundo de artistas, de músicos. Mi madre era cantante de ópera y mi abuela era hermana de Hilario Cuadros, poeta y cantante argentino, uno de los principales referentes del folklore cuyano. En mi familia convivían la música clásica y la música folklórica argentina… Una ventaja grande que te permite elegir y relacionar ambos universos.
Mi madre fue muy importante en mi vida. Yo la admiraba y quería ser cantante, como ella. Sin embargo de pequeña era muy tímida y estaba enojada con el mundo del canto porque mi madre viajaba. Creo que por rebeldía, en la preadolescencia me decidí por el violonchelo, que comencé a estudiar en la universidad a los 12 años y a tocar en la orquesta juvenil y en los encuentros juveniles en Bariloche y en Mendoza.

¿Cuándo ganaste el Primer Premio de Canto?

Ya había superado la adolescencia cuando mi madre me inscribió en el concurso de las Becas Shell en Buenos Aires. Me preparé con ella sin imaginarme nunca que podría llegar a ganarlo. Con el Primer Premio me fui a Londres becada por seis meses, y estudié repertorio e interpretación con Heather Harper, la titular de la beca. Nunca estudié técnica con otra persona que no fuera mi madre; tenía una confianza absoluta en ella. La técnica es algo muy delicado, son sensaciones y, si una no está muy segura, a veces corre el riesgo de hacer las cosas no muy bien. Yo trataba de tomar ejemplos y como una esponjita absorbía todo lo que podía: estudié con Renata Scotto, Elisabeth Schwarzkopf y he aprendido mucho de mis colegas, de Pavarotti y de Anne Sofie von Otter, entre muchos otros.

¿Cómo se inicia tu carrera internacional?

Mi carrera internacional se inicia en 1991. Canto en el Colón, para la Wagneriana, una obra de Mozart, y me voy afuera a estudiar en la cátedra de Aldo Baldin. Luego me presento en el concurso Francisco Viñas de Barcelona y vuelvo a ganar el Primer Premio. Allí tuve la suerte de que me escuchara el que es mi manager hasta el día de hoy, Germinal Gilbert, que estaba en el jurado y me ofreció inmediatamente un contrato.

¿Con qué criterios construiste tu carrera? ¿La intuición también sirvió de guía?

Lo importante en una carrera es mantenerse en un nivel. Desde el comienzo me senté con mi agente para diseñarla con mucha estrategia. En el mundo de la ópera, lo primero es aceptar las condiciones vocales y físicas y manejarlas con inteligencia para no quedarse sin trabajo y estar siempre en un cierto nivel… Yo llegué a Europa muy tarde para una carrera, allí las voces en general eran muy grandes, entonces mi agente me dijo: «Verónica, tu formación musical es muy interesante. Podemos dedicarnos a la línea de las grandes divas del Barroco, por ejemplo Cleopatra, Alcina, Almirena en Rinaldo, donde una cantante para diferenciarse de la otra tiene que tener una gran formación detrás».

Y desde el principio te especializaste en esta línea…

Sí. Yo empecé un poco tarde y el ritmo europeo es muy, muy rápido. El único repertorio que no me podía arruinar la voz y se encuadraba con mis limitaciones vocales en ese momento era Händel, Vivaldi, todo el mundo barroco, también Mozart. Solo después de muchos años me empecé a extender más hacia este último, pero para entonces ya tenía un nombre… Solo hoy, después de veinte años de trayectoria, cuando mi técnica está completamente sólida y con mucha experiencia y repertorio, me doy el gusto de debutar roles que me hubiera encantado hacer desde el comienzo… Aunque yo adoro el mundo Barroco y Händel es mi preferido y gracias a este compositor y a Mozart pude hacer todo y descubrir una técnica vocal con el trabajo.

¿A qué te referís con «pude hacer todo»?

En Italia y Sudamérica prima el concepto de que, por ejemplo, la voz para Mimì, tiene que ser una voz enorme. Sin embargo grandes directores como Zubin Mehta ―que me quiso tomar para Micaela o Liù (y yo no acepté, y él se ríe y me dice «tenías razón»)― son conscientes de que este tipo de roles se hacen con voces más livianas, no se necesitan voces enormes sino voces ligeras con muy buena técnica. Hoy, con un nombre no sé si famoso en el mundo, pero con un nombre que tiene un cierto trabajo en todos los teatros europeos me doy el lujo de ir a Tokio a hacer La boh­ème.

Tu canto es muy expresivo y convincente. ¿A que apelas para llegar a la esencia de los personajes y lograr su verosimilitud?

Cuando tomo un rol (el último fue Antígona), primero leo la obra y trato de investigar históricamente el personaje. Como me gusta muchísimo el teatro, con la lectura empiezo a «sentir» el rol. Solo después comienzo a estudiar la música. Y digo que soy artista «desde mis vísceras» porque cuando estoy en escena me olvido… No soy más Verónica Cangemi. Siempre que salgo a escena ―y no me avergüenza confesarlo― me digo: "Señor, me pongo en tus manos… que cante el Superior por mí".

¿Cuáles fueron los hitos de tu crecimiento como artista?

El logro de mi carrera se sustenta en la sinceridad y la pasión. Siempre pensé que en escena se desnuda el ser humano, y el éxito es la sinceridad, la responsabilidad y el amor que he tenido por el trabajo… La disciplina es otra de las claves. No soy una artista que esté cuidándose con una bufanda y también me fumo un cigarrillo con amigos después de una cena, pero siempre estudio y le dedico a los roles todo el tiempo necesario.

Trabajaste con Jacobs, Mehta, Minkovski, Christie y tantos otros. ¿Destacás algún director que haya influido particularmente en tu carrera?

Es interesante trabajar con toda esta gente que tiene tanta información, tantas ideas nuevas. Los directores son muy distintos uno del otro, y de todos aprendes. René Jacobs me ha marcado mucho en mi carrera por su disciplina y por sus horas y horas de trabajo. Es un director al que llaman duro y a veces los cantantes lloran porque es muy exigente. Dos o tres meses antes de llegar a los ensayos de la producción tienes que saber la partitura. Él llega y te da toda la información sobre el personaje: cómo es, de dónde salió, porqué actúa así… Antígona de Traetta la hice con René y empecé los ensayos con mucha anticipación. Un año antes había trabajado con él los ornamentos y llegué con la partitura completamente estudiada, con los ornamentos ya maduros e incorporados en el cuerpo, en las cuerdas vocales. Entonces el trabajo es a otro nivel, estás plenamente con el rol adentro y la actuación sobreviene natural. Otro director que me marcó fue Zubin Mehta por su fineza, por la delicadeza que tiene para trabajar, y la delicadeza con que hace cada sonido, su musicalidad. Trabajar con él es maravilloso, hacer Mozart es como volar...

¿Cuántos discos grabaste?

Sé que llevo más de 30 discos grabados, pero realmente no me acuerdo de todos. Hace poco estaban pasando en París una publicidad de los discos de Gluck y yo me acordaba de que había grabado el Orfeo con Bernarda Fink, María Cristina Kier y René Jacobs, pero ni remotamente recordaba que había grabado La inocenza justificata, también para Harmonía Mundi con María Bayo. Me había olvidado por completo… Una trabaja, hace tantas cosas por año… La cabeza archiva como una computadora pero cuando no queda más espacio, ¡se ve que va desalojando cosas! (risas). También me pasa que me encuentro con colegas que me dicen: ¿Te acordás, Verónica, cuando grabamos tal disco? (más risas).

No debe de ser fácil compatibilizar la vida en los grandes teatros con la vida privada, ser una gran artista y madre de dos hijos. ¿Cuál es tu fórmula?

Soy madre de dos hijos varones de 12 y 13 años. El equilibrio de tener hijos y una vida personal aporta mucho a un cantante, aporta vida, experiencia… Hay cantantes que solo se dedican a su quehacer, tienen más horas para dormir, o para dedicarse a ellos, pero hay otras cosas fundamentales que uno gana teniendo una familia y teniendo hijos.

En el aspecto familiar habrás tenido que diseñar otra estrategia…

Creo que cuando cruzo el océano, está la huella. Hasta que empezaron la escuela primaria mis hijos viajaron siempre conmigo. Ellos conocen todos los teatros y yo conozco todos los teatros y los hospitales. Fueron casi ocho años por todo el mundo y, más tarde, comenzaron a viajar tres o cuatro veces por año. Actualmente siguen haciendo esto, ya viajan solitos y nos encontramos en algún lugar… Creo que es importante para mis hijos ver qué está haciendo su madre. Yo no la veía por seis meses a la mía y eso me marcó…. A mí me interesa que mis hijos conozcan el mundo de la ópera, del teatro, del arte.

La Orquesta Barroca Argentina

El año pasado celebraste los 20 años de tu debut en el Museo Fernández Blanco, con un conmovedor concierto en el que presentaste a la Orquesta Barroca Argentina. Fue una especie de reencuentro. ¿Cómo surge el proyecto de la orquesta barroca?
Este proyecto surgió a partir de mis 20 años de recorrer todas las orquestas barrocas europeas. He cantado con todas. Los puntales de estas grandes orquestas son todos argentinos. Todos sufrían, todos querían ir a Argentina. Llegó un punto en que me dije "¡qué hermoso sería tener nuestra propia orquesta!". Podrán decir lo que quieran de la Argentina, pero estos músicos se han formados aquí y en la mayoría de las orquestas europeas están poniendo una cara europea y en realidad es argentina. En el barroco es increíble, los artistas con grandes carreras como Franco Fagioli, María Cristina Kier, Paula Waisman, Pablo Valeti, Dolores Costoyas, Eva Sola, Juan Manuel Quintana, es gente que me he cruzado en todas las orquestas, y no a lo largo de un año: ¡por veinte años!
Con la orquesta, este año haremos varias presentaciones en la provincia y terminaremos con dos conciertos: uno en el Colón y otro en el Argentino de La Plata. En el Colón me dirigirá Jean Christophe Spinosi, que es el director de una de las más importantes orquestas barrocas francesas: Ensemble Matheus. Un director que en Europa es muy conocido y con quien he grabado la mayoría de discos de Vivaldi. Su casa de discos en Europa es la misma que la mía, la casa Naïve. Él acaba de dirigir y grabar con Cecilia Bartoli. Para el resto de los conciertos viene como clavicembalista y asistente de dirección Andrea Marchiol que fue el asistente de René Jacobs durante muchos años. Pero antes hacemos el concierto con solistas de la Orquesta Barroca en Pilar Golf.

La idea con la Barroca Argentina, es que tenga una proyección internacional…

Con la Orquesta tenemos la posibilidad de abrirnos nuestra propia oficina ayudados por mi agencia y organizar conciertos en Europa. Los próximos conciertos y el próximo disco que grabaremos para la Naïve van a ser con un director nuevo que tiene mucho éxito, Riccardo Minasi, que está grabando para muchas casas de discos.
Este año festejamos mis 20 años de debut en el Colón y este gran sueño de la repatriación de todos los argentinos que estamos afuera. Estamos muy felices de hacer cosas todos juntos, es algo muy emocionante…

¿En qué consiste el Programa Canto que llevas adelante a partir de este año?

En el poco tiempo que me queda, gracias a la Universidad de Congreso que nos abre las puertas, puedo desarrollar este proyecto que básicamente radica en tomar diez alumnos y que esos diez alumnos estudien todo lo que se necesita para una presentación en un concurso internacional, en un teatro y en agencias. Es un programa donde el estudiante adquiere una base técnica importante ―a cargo de mi madre― e interpretación y canto ―a mi cargo―, y después tienen italiano, piano complementario e idiomas, que son fundamentales. No se trata de una formación académica tradicional. A mí me ayudaron empresarios hace 20 años de esta manera, porque mis posibilidades económicas no eran muy buenas y tenía que trabajar y estudiar… Por medio de este programa yo estoy tratando de devolver algo de lo que me dieron.

¿Cómo resulta la experiencia en estos primeros meses?

Con la primera camada de estudiantes hay dos que van a presentarse al concurso Régine Crespin. Valérie Chevalier, directora de la Ópera de Lorraine viene a Mendoza a escucharlos para ver qué posibilidades tienen de tener un trabajo en teatros del exterior. Yo les brindo todos los contactos y las posibilidades que tengo para que, aunque no ganen los concursos, puedan trabajar. Los concursos son un ejercicio y son buenos para ver hasta dónde uno llega, qué coraje tiene, cuánta valentía, pero la carrera no se hace solo con concursos, son importantes muchas otras cosas. La voz no es lo más importante, es necesaria una sólida formación, mucho amor y sinceridad. Hay que tener inteligencia, soportar el ritmo y la competencia. El ambiente de los teatros es duro y muy competitivo, y cuanto más arriba estás, peor es. Lo importante en una carrera es la sinceridad. Yo siempre digo que hay colegas que cantan mucho mejor, pero ninguno es igual, cada cantante es único.

¿Hay algo que distinga a los cantantes argentinos de los de otras latitudes?

Justamente la sinceridad y la pasión es lo que distingue a los artistas argentinos en general. Por eso tienen éxito: la pasión es tan grande, el llegar nos cuesta tanto… Vos fíjate que los que nacen en Europa tienen todo servido. Nacen en una escuela y entonces el hecho de no tener que improvisar ni sufrir los estructura. Luego el ritmo, el trabajo, la disciplina, a veces los estructura aún más. ¡Es asombrosa la cantidad de barrocos que hay en Europa y son argentinos!

¿Qué escuchas cuando no escuchas música clásica?

Escucho jazz, que me encanta. Pero no tengo condiciones para ser cantante de jazz. Se necesitan un vuelo y una imaginación muy especial. Me gusta muchísimo esa clase de música y escucho a Nina Simone… Cuando estoy en la ópera en Ámsterdam me escapo de los ensayos y, si no tengo sueño temprano, busco algún bar donde esté actuando un conjunto de jazz.
Entrevista a Verónica Cangemi en la revista Cantábile[1]

Discografía

  • Verónica Cangemi, soprano
Solistas de la Orquesta Barroca Argentina
Auditorio de Conciertos Pilar Golf, 29 de octubre
  • Verónica Cangemi, soprano
Orquesta Barroca Argentina
Director: Andrea Marchiol
Teatro Independencia de Mendoza, 18 de noviembre
  • Verónica Cangemi, soprano
Orquesta Barroca Argentina
Director: Jean Christophe Spinosi
Teatro Colón de Buenos Aires, 22 de noviembre
  • Verónica Cangemi, soprano
Orquesta Barroca Argentina
Director: Andrea Marchiol
Teatro El Círculo de Rosario, 24 de noviembre
  • Orquesta Barroca Argentina
Verónica Cangemi, soprano
Director: Andrea Marchiol
Teatro Argentino de La Plata, 25 de noviembre
Obras de Händel, Vivaldi y Nicola Porpora.

La Orquesta Barroca Argentina está integrada por los músicos argentinos más sobresalientes del género que forman parte de otros conjuntos de renombre internacional como

  • Ars Antiqua (Austria),
  • Collegium Musicum Den Haag (Holanda),
  • Música Antiqua Köln (Alemania),
  • Il Giardino Armonico (Italia),
  • Orquesta Filarmónica de la Provincia de Mendoza (Argentina),
  • Les Cyclopes (Francia),
  • Florilegium Early Music Ensemble (Inglaterra),
  • La Barroca del Suquía (Argentina),
  • Fretwork (Inglaterra),
  • Hannoversche Hofkapelle (Alemania),
  • Hilliard Ensemble (Inglaterra),
  • Les Muffatti (Bélgica).

Integrantes:

  • Paula Waisman (concertino),
  • Roberto Rutkauskas (violín),
  • Virginia Llansa (violín),
  • Leandro Liuzzi (violín),
  • Cecilia Carnero (violín),
  • Manlio Paris (violín),
  • Mauro Asis (violín),
  • Sebastián Alcaráz (violín),
  • Mariela Meza (violín),
  • Alejandro Fiore (violín),
  • Paula Weihmuller (viola),
  • Eva Sola (violonchelo),
  • Juan Manuel Quintana (viola da gamba),
  • Federico Abraham (contrabajo),
  • Gabriel Pérsico (flauta traversa),
  • Luis Ramoska (fagot),
  • Dolores Costoyas (tiorba y archilaúd),
  • Miguel De Olaso (tiorba y archilaúd) y
  • Jorge Lavista (clave).

Fuentes