Virgen de los Dolores

Virgen de los Dolores
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Santo
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Religión o MitologíaCatólica
SincretismoYewá
Día celebración15 de septiembre
País o región de origenEuropa
Venerado enEn todo el mundo

Virgen de los Dolores, título con que se venera a la Virgen María, en algunas partes del mundo. También es conocida como: Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad, Virgen de las Angustias, Virgen de la Soledad o La Dolorosa. Favorita de muchas madres porque ven en ella los sufrimientos por los que pasa una madre, por amor a su hijo. Su fiesta se celebra el 15 de septiembre.

Virgen de los Dolores

La Virgen de los Dolores encarna todo el sufrimiento de la Virgen, por su hijo. Ella misma, sufrió en silencio todo lo que pasó su hijo, consciente. Ya le había sido anunciado: una espada te atravesará el alma.[1] Debido a esto, se la representa con siete espadas que le traspasan el corazón: una por cada dolor.

En varios lugares del mundo, su celebración es el Viernes Santo, día en que Jesús es flagelado y crucificado. Ese día se realiza una procesión en la que participan cientos de feligreses.

Los 7 Dolores

  1. La profecía de Simeón
    Qué grande fue el impacto en el Corazón de María, cuando oyó las tristes palabras con las que Simeón le profetizó la amarga Pasión y Muerte de su hijo:
    Su padre y su madre estaban admirados de lo que se decía de él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: "Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones."[2]

    Ella sabía de sobra que todo lo que se le dijese con relación a su Hijo iba muy en serio. Ya bastantes signos había tenido que admirar y no pocos acontecimientos asombrosos se habían verificado, como para tomarse a la ligera las palabras inspiradas del sabio anciano.
  2. La persecución de Herodes y la huida a Egipto
    Grande fue el dolor que María sintió cuando ella y José tuvieron que huir repentinamente hacia Egipto, a fin de salvar a su querido Hijo de la matanza decretada por Herodes:
    Después que ellos se fueron, he aquí un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: "Levántate y toma al niño y a su madre y huye a Egipto y estáte allí hasta que yo te lo diga, porque ha de acontecer que Herodes busque al niño para matarle". Levantándose, José tomó al niño y a su madre, de noche, y se retiró a Egipto. Y permaneció allí hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta, que dice: De Egipto llamé a mi Hijo.[3]

    Cuánta angustia la de María, cuántas fueron sus privaciones durante tan largo viaje. Cuántos sufrimientos experimentó en el exilio.
  3. Jesús perdido en el templo, por tres días
    Qué angustioso fue el dolor de María cuando se percató de que había perdido a su querido Hijo. Llena de preocupación y fatiga, regresó con José a Jerusalén. Durante tres largos días buscaron a Jesús, hasta que lo encontraron en el templo.
    Los padres de Jesús subían todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Cuando cumplió doce años, fueron allá según era la costumbre. Terminada la fiesta, emprendieron el viaje de regreso, pero el niño Jesús se había quedado en Jerusalén, sin que sus padres se dieran cuenta. Ellos, pensando que él estaba entre el grupo de viajeros, hicieron un día de camino mientras lo buscaban entre los parientes y conocidos. Al no encontrarlo, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al cabo de tres días lo encontraron en el templo, sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían se asombraban de su inteligencia y de sus respuestas. Cuando lo vieron sus padres, se quedaron admirados.
    —Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? —le dijo su madre—. ¡Mira que tu padre y yo te hemos estado buscando angustiados!
    —¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que tengo que estar en la casa de mi Padre?
    Pero ellos no entendieron lo que les decía.[4]
  4. María se encuentra con Jesús camino al Calvario (VI Estación del Vía Crucis)
    María se encuentra con su Hijo en medio de quienes lo arrastran a tan cruel muerte. Cuánto dolor sintieron madre e hijo cuando sus ojos se encontraron: el dolor de la Madre que intentaba dar apoyo a su Hijo.
    Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
    —Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” Entonces dirán a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’, y a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ ” Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco?[5]

    María en la pasión y junto a la cruz de su Hijo se sintió crucificar con Él. Así describe Atilano Alaiz los sentimientos de la Madre ante el Hijo: “Los latigazos que se abatían chasqueando sobre el cuerpo del Hijo flagelado, flagelaban en el mismo instante el alma de la Madre; los clavos que penetraban cruelmente en los pies y en las manos del Hijo, atravesaban al mismo tiempo el corazón de la Madre; las espinas de la corona que se enterraban en las sienes del Hijo, se clavaban también agudamente en las entrañas de la Madre. Los salivazos, los sarcasmos, el vinagre y la hiel atormentaban simultáneamente al Hijo y a la Madre”.
  5. Jesús muere en la Cruz
    Los dos sacrificios en el Calvario: el cuerpo de Jesús y el corazón de María. Triste es el espectáculo de María viendo a su querido Hijo cruelmente clavado en la cruz. Ella permaneció al pie de la cruz y lo oyó prometerle el cielo a un ladrón y perdonar a sus enemigos. Sus últimas palabras dirigidas a Ella y a Juan:
    Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota). Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio. Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.» Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego.
    —No escribas “Rey de los judíos” —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos.
    —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato.
    Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo.
    —No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca.
    Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice: «Se repartieron entre ellos mi manto, y sobre mi ropa echaron suertes.»
    Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
    —Mujer, ahí tienes a tu hijo.
    Luego dijo al discípulo:
    —Ahí tienes a tu madre.
    Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.
    Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo:
    —Tengo sed.
    Había allí una vasija llena de vinagre; así que empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Al probar Jesús el vinagre, dijo:
    —Todo se ha cumplido.
    Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu.[6]

    El colmo del sacrificio está en ver morir a los seres amados. La más alta cumbre del amor, cuando se trata de una madre, no está en dar la propia vida por su hijo, sino en dar la vida del hijo. Lo que una madre debe padecer en un caso semejante, jamás podrá ser descrito.
  6. María recibe el Cuerpo de Jesús al ser bajado de la Cruz
    Cuán amargo dolor que sintió el Corazón de María cuando el cuerpo de su querido Jesús fue bajado de la cruz y colocado en su regazo.
    Era el día de preparación (es decir, la víspera del sábado). Así que al atardecer, José de Arimatea, miembro distinguido del Consejo, y que también esperaba el reino de Dios, se atrevió a presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato, sorprendido de que ya hubiera muerto, llamó al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Una vez informado por el centurión, le entregó el cuerpo a José. Entonces José bajó el cuerpo, lo envolvió en una sábana que había comprado, y lo puso en un sepulcro cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro.[7]
  7. La sepultura de Jesús
    María sepulta a su hijo. Que mayor dolor para una madre que ese.
    Después de esto, José de Arimatea le pidió a Pilato el cuerpo de Jesús. José era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos. Con el permiso de Pilato, fue y retiró el cuerpo. También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, llegó con unos treinta y cuatro kilos de una mezcla de mirra y áloe. Ambos tomaron el cuerpo de Jesús y, conforme a la costumbre judía de dar sepultura, lo envolvieron en vendas con las especias aromáticas. En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no se había sepultado a nadie. Como era el día judío de la preparación, y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús.[8]

    Su Hijo esta vez no estaba perdido. Estaba muerto ¡Qué soledad tan diversa de aquella, tras la despedida de Nazaret, tres años atrás! Es la soledad tremenda que deja la muerte del último ser querido que quedada a nuestro lado. Así la describía Lope de Vega con gran realismo: “Sin esposo, porque estaba José de la muerte preso; sin Padre, porque se esconde; sin Hijo, porque está muerto; sin luz, porque llora el sol; sin voz, porque muere el Verbo; sin alma, ausente la suya; sin cuerpo, enterrado el cuerpo; sin tierra, que todo es sangre; sin aire, que todo es fuego; sin fuego, que todo es agua; sin agua, que todo es hielo...”

Devoción

Siempre los cristianos han aprendido de la Virgen a amar mejor a Jesucristo. La devoción a los Siete Dolores de la Virgen María se desarrolló por diversas revelaciones privadas.

Santa Brígida de Suecia

La Virgen comunicó a Santa Brígida de Suecia (1303-1373):

"Miro a todos los que viven en el mundo para ver si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, mas hallo poquísimos que piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres. Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de Dios."

También prometió que concedería siete gracias a aquellas almas que la honren y acompañen diariamente, rezando siete Ave Marías mientras meditan en sus lágrimas y dolores:

  1. "Yo concederé la paz a sus familias."
  2. "Serán iluminadas en cuanto a los divinos Misterios."
  3. "Yo las consolaré en sus penas y las acompañaré en sus trabajos.»
  4. "Les daré cuanto me pidan, con tal de que no se oponga a la adorable voluntad de mi divino Hijo o a la salvación de sus almas."
  5. "Los defenderé en sus batallas espirituales contra el enemigo infernal y las protegeré cada instante de sus vidas."
  6. "Les asistiré visiblemente en el momento de su muerte y verán el rostro de su Madre.
  7. "He conseguido de mi Divino Hijo que todos aquellos que propaguen la devoción a mis lágrimas y dolores, sean llevadas directamente de esta vida terrena a la felicidad eterna ya que todos sus pecados serán perdonados y mi Hijo será su consuelo y gozo eterno."

Santa Isabel de Hungría

Según San Alfonso María Ligorio, Jesús reveló a Santa Isabel de Hungría que Él concedería cuatro gracias especiales a los devotos de los dolores de Su Madre Santísima:

  1. Aquellos que antes de su muerte invoquen a la Santísima Madre en nombre de sus dolores, obtendrán una contrición perfecta de todos sus pecados.
  2. Jesús protegerá en sus tribulaciones a todos los que recuerden esta devoción y los protegerá muy especialmente a la hora de su muerte.
  3. Imprimirá en sus mentes el recuerdo de Su Pasión y tendrán su recompensa en el cielo.
  4. Encomendará a estas almas devotas en manos de María, a fin de que les obtenga todas las gracias que quiera derramar en ellas.

Meditar los siete Dolores de la Madre Santísima es una manera de compartir los sufrimientos más hondos de la vida de María en la tierra.

Rosario de los 7 Dolores

Se reza un Padrenuestro y siete Ave Marías por cada dolor de la Virgen. Al mismo tiempo se le pide que ayude a entender el mal que se ha cometido y lleve a un verdadero arrepentimiento. Al unir los dolores a los de María, tal como Ella unió Sus dolores a los de su Hijo, se participa en la redención de los pecados y los del mundo entero.

Referencias

  1. Martini, Carlos María. El itinerario del discípulo: A la luz del Evangelio de Lucas/Carlo María Martini. —Editorial SAL TERRAE, 1997. -224p. ISBN 9788429312218.
  2. Buela, Carlos Miguel. El Catecismo De Los Jovenes/Carlos Miguel Buela. —IvePress, 2006. -400p. ISBN 9781933871004.
  3. Scio de San Miguel, Phelipe. La Biblia/Phelipe Scio de San Miguel. —Universidad de Oxford, 1828.
  4. Niv Spa. Santa Biblia/Niv Spa. —Vida Publishers, 1999. -1400p. ISBN 9780829723946.
  5. Niv Spa. Santa Biblia/Niv Spa. —Vida Publishers, 1999. -1400p. ISBN 9780829723946.
  6. Zondervan Publishing. El Nuevo Testamento/Zondervan Publishing. —Zondervan, 1990. -320p. ISBN 9780310908333.
  7. Henry, Matthew; Publications, Kregel. Biblia Con Comentarios de Matthew Henry/Matthew Henry, Kregel Publications. —Editorial Portavoz, 2001. -1396p. ISBN 0825413109.
  8. Lucado, Max. Gente común: En las manos de un Dios poco común/Max Lucado. —Thomas Nelson Inc, 2009. -242p. ISBN 9781602552678.

Fuentes