Arquitectura cubana

Arquitectura cubana
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Castillo de los tres reyes.jpg
Concepto:Proviene del griego αρχ (arch), cuyo significado es jefe\a, quien tiene el mando, y de τεκτων»(tekton), es decir constructor o carpintero.

Arquitectura cubana. Según los cronistas de la época, a fines del siglo XVI La Habana era una población de casas de paja y tablas de cedro, cercadas por murallas de caña brava, amuebladas muy rudimentariamente y alumbradas por velas de sebo. Por entonces, las construcciones de cantería eran muy raras y sólo se hacían para las parroquias y fortificaciones como el Castillo de la Real Fuerza.

Más adelante, en el siglo XVII, aún predominaban la paja, el guano y la tabla. Pero, sobre todo en el interior del país, comenzaban a sentirse las influencias del arte andaluz, con mucho de morisco. Debido a la escasez de recursos y a las dificultades técnicas, el elemento artístico apenas era tomado en consideración en aquellas edificaciones caracterizadas por la sobriedad, sencillez y simplificación de las líneas.

Sin embargo, el siglo XVIII se valora como el más prolífico y peculiar de la arquitectura doméstica y urbanística cubana, a juzgar por las muestras que han llegado hasta la actualidad. Es durante esta centuria que llega a la Isla el barroco español, hacia 1775, cuando La Habana tenía apenas 75 mil habitantes. La capital, de plaza fuerte, se convierte en urbe comercial e industrial. El grupo de casas sencillas y bohíos en torno a la Plaza de Armas deja paso a mansiones y palacios que se extenderán hasta rebasar con los años las duras piedras de las murallas de la ciudad.

En el último cuarto del siglo XVIII se produce un florecimiento económico -traducido a los demás ámbitos- que propicia la expansión de construcciones sólidas y atractivas. A través de España, en el siglo XIX llega el neoclásico a Cuba. Este estilo dominaba por entonces en Europa y en su traslado se atempera a las características del trópico, como sucedió con anteriores tendencias. Las maderas comienzan a ser desplazadas por el hierro y la cantería. Proliferan los balcones y barandales con hierro forjado y fundido, adornados por filigranas de gran elaboración y belleza. En el siglo XX, el cubismo, manifestación de las artes plásticas, influye sin dudas en la arquitectura moderna. Esa tendencia se observa desde los grandes a medianos y pequeños edificios de apartamentos y de uso público. [1]

Etapa colonial

Antecedentes

Antes de la llegada de los colonizadores a Cuba, la experiencia constructiva de la mano de obra indígena se reducía al uso de materiales de origen vegetal poco más o menos en estado natural, como por ejemplo las cubiertas de guano, como popularmente se llama a las hojas de palma, destacándose entre ellas la Palma Real que aparece en el escudo nacional cubano. Evidentemente no es el primer estilo iberoamericano, pero es el primero de la historia al que le se le insufla algo del ser americano, de la diversidad, de la mestizaje.

Con la llegada de los españoles, dos expediciones españolas recorrieron la Isla de Oriente a Occidente entre 1510 y 1515, y fundaron a su paso las villas de Asunción de Baracoa, San Salvador de Bayamo, Santa María del Puerto del Príncipe (Camagüey), Santiago de Cuba, Santísima Trinidad, Sancti Spíritus, San Cristóbal de La Habana, y casi inmediatamente, Santa Cruz de La Sabana (Remedios). Contando solo con las instrucciones dadas por la corona a los gobernadores, en estas villas se definía un espacio para una plaza, con la iglesia, el cabildo y las viviendas de las familias más representativas; el resto iba creciendo con calles estrechas y por lo general irregulares.

Casa colonial

Casa colonial cubana

Desde los primeros siglos de su existencia como país, Cuba desarrolló una arquitectura que, si bien en sus orígenes debía mucho a la influencia española, pronto adquirió rasgos propios de gran originalidad y aunque siempre compartió elementos comunes con las casas y palacios coloniales de España, mantuvo un sello indeleble de su identidad. Aparte de otras diferencias con los rígidos estilos europeos, quizás, de todos sus elementos, la arquitectura colonial cubana sobresale por sus mansiones y palacios. Las casas y palacios que cercaban las plazas, exhibían amplios portales sostenidos por columnas que protegían al caminante del sol y de las fuertes lluvias del trópico, y que le han valido a la ciudad el sobrenombre de «ciudad de las columnas», dado por el escritor cubano Alejo Carpentier.

Concebidas para mitigar las calurosas temperaturas que durante la mayor parte del año caracterizan el clima cubano, de acuerdo con el destacado profesor Pedro Martínez Inclán (1883-1957), la ventilación de estas construcciones se logró mediante una combinación de elementos que este denominó las cuatro P: patio, portal, puntal y persianas. Por modesta que fuera la casa, no podía prescindir del patio, verdadero corazón de la vida familiar. Era el medio principal de iluminación y ventilación de la vivienda, amén del área de circulación entre el frente y el fondo.

El portal, como primera pieza de la vivienda, a lo largo de su fachada, era a finales del siglo XVIII un elemento plenamente incorporado a las edificaciones que rodeaban las plazas o que se situaban frente al litoral, como trascendental adaptación al clima tropical de la arquitectura importada de la Península. Es innegable que el puntal, con una altura de hasta 5 metros o más, contribuyera eficazmente a que el aire circulara tras los muros, ante la exagerada dimensión de este elemento en algunas viviendas. Las persianas son también características de la arquitectura tradicional cubana para regular la brisa. Su presencia es habitual en ventanales o cerrando en forma de abanico arcos de medio punto, en diálogo permanente entre la luz y la sombra. La planta de la casa colonial debe mucho a la planta de la villa hispano-romana y también de la villa mudéjar (musulmana) desarrollada en el sur de España.

El mobiliario de estas mansiones reflejaba cabalmente la potencia económica de sus habitantes, pues siendo sus dueños muy aficionados a viajar e influidos por las culturas europeas, si su fortuna se lo permitía, traían de Gran Bretaña y Francia muebles increíblemente costosos. Sin embargo, los artesanos nativos desarrollaron un estilo conocido como colonial cubano, consistente en muebles de cuerpo y diseño sumamente ligeros, confeccionados con las maderas preciosas del país, célebres en el mundo entero, y con asientos y espaldares de rejilla, muy propios para mantener el frescor en medio del clima calcinante del Caribe.

La atmósfera colonial cubana tenía sus fundamentos. Detrás de cada plano arquitectónico había un sentido colonial, avasallador, ambiental y hasta familiar, piedra de toque final de las tradiciones y los espíritus de la clase dominante y de los emergentes criollos ricos. Lo monumental, la talla inmensa, desproporcionada, inútil aparentemente, sostenía un propósito de majestuosidad, orden, pulcritud, respeto, poder, comodidad, profusión. Elementos imprescindibles, jerárquicos, decisivos dentro de los rigores de una colonia y una clase bien asentada en los dominios de Cuba. De ahí que las casas coloniales cubanas son monumentos históricos, que se combinan con la abundancia de parques, fuentes, plazas, plazoletas, bancos, estatuas y todo el mobiliario interior, que aún hoy pueden ser contempladas como parte de la arquitectura patrimonial cubano.

Arquitectura y urbanismo de los siglos XVI y XVII

La posición geográfica de Cuba y las características de sus grandes bahías de bolsa, influyeron decisivamente en el carácter del cubano y su respuesta a la arquitectura y el urbanismo. Si por un lado esto hizo que Cuba y sus puertos, principalmente el de La Habana, se convirtieran en la llave del comercio entre la metrópolis y sus colonias, lo que por supuesto produjo el enriquecimiento de importantes segmentos de la población.

Por otro lado, se convirtió en un punto de mira de corsarios, piratas y filibusteros que hicieron que la ciudad se confinara a un cada vez más estrecho espacio amurallado, en el cual las viviendas y edificaciones se hacinaban pared con pared, patio con patio, dejando el lado más corto para el frente de las estrechas calles o hacia las pequeñas plazas a escala casi doméstica, en donde blancos, negros, mulatos, ricos y pobres, creyentes de diversos credos y no creyentes se mezclaban en el quehacer rutinario de la vida, creándose una dependencia sociocultural que marcó para siempre el carácter del cubano, su hospitalidad, su avidez por conocer las interioridades del vecino y su capacidad para asimilar la heterogeneidad de este ajiaco criollo que hoy son los cubanos.

Arte mudéjar

Un legado visible de la impronta árabe en la Isla son los edificios construidos básicamente en el siglo XVII, en los que predominaban las formas y técnicas del llamado arte mudéjar como reflejo o consecuencia del acervo arquitectónico de la época. Este estilo constructivo fue practicado por los musulmanes para los reinos cristianos de la España ya reconquistada, y consistía en aplicar muchos elementos característicos del arte islámico combinados, en ocasiones, con formas cristianas. En el caso cubano la aplicación de este estilo no fue un intento proyectado de tomar las construcciones moriscas como modelo, sino la huella de las técnicas mudéjares en la arquitectura popular en la que se habían formado los constructores y artesanos españoles emigrados a la Isla en el siglo XVII, y entre los cuales predominaban andaluces y, probablemente, algunos mariscos que lograron evadir las prohibiciones de emigrar al continente americano.

Asimismo, los contactos entre Cuba y Andalucía explican la influencia morisca en el medio cubano, pues esa región española constituyó un escenario preferente para el arte de origen musulmán. Sin embargo, estas construcciones de huella morisca sufrieron en Cuba un conjunto de modificaciones que indujeron a Weiss a decidirse por el término «seudomudéjar» para definir el estilo constructivo del siglo XVII en el país. Dentro de los elementos mudéjares de las casas criollas sobresale el patio, que tenía un antecedente hispano-musulmán y era el medio principal de iluminación y circulación de la casa. Entre las casas del siglo XVII con huellas mudéjares en su construcción deben citarse los edificios de Tacón 12 (sede actual del Museo de Arqueología) y Oficios 12, donde radica el res­taurante de comida árabe Al Medina.

Elementos técnicos

Uso de muros de cargas reforzados con contrafuertes y pilastras, la fenestración queda resuelta a través de arcos de medio punto, ojival y de herradura o lobulado. Techos a dos aguas sostenidos por alfarjes muchas veces decorados, que apoyan sobre los muros y en este punto rematados por sardinetes.

En Cuba se desarrolla más este tipo de solución de cubierta a dos aguas, pues facilita la recolección de las aguas pluviales en los aljibes interiores y tinajones debido a la carencia de otras fuentes de abasto. Las técnicas constructivas se adaptan a los materiales de la región en cuestión, generalmente la piedra, el barro y la madera.

Elementos funcionales

Castillo de San Salvador

Inicialmente se desarrolla el esquema funcional de vivienda de una sola planta con patio interior el que funge como pulmón de la edificación, permitiendo aliviar el rigor del clima. Posteriormente surge el entresuelo y la segunda planta, se mantiene el patio interior pero ahora rodeado de galerías en diferentes niveles.

Estos rasgos más la presencia de ingenieros militares y maestros de obra en las construcciones en general, conforman la arquitectura colonial cubana que evoluciona hasta el siglo XIX, asimilando los estilos barroco y neoclásico y aún más, penetra los cimientos del eclecticismo y los estilos modernos del siglo XX.

Construcciones relevantes

Entre las construcciones de este período se citan algunos ejemplos de arquitectura militar, doméstica, religiosa y civil.

Siglo XVIII

En este siglo, cuba presenta dos momentos importantes para su desarrollo, el primero es la invasión de los ingleses a la Habana durante el periodo de 11 meses y el fuerte movimiento emigratorio que provocó la entrada a Cuba de hombres de oficio, trabajadores artesanales, mano de obra calificada de todas partes de Europa que propició el desarrollo de actividades ligadas a la manufactura: herrería, construcción y carpintería, entre otras, posibilitaron la creación de los centros históricos que, aún hoy se observan, en algunas ciudades cubanas.

Este siglo es de una entidad Barroca, en la cual toda la primera mitad de este siglo se le dedicó grandes sumas de dinero a la construcción de fortalezas militares y religiosas. La segunda mitad la metrópolis tomó experiencia de los ingleses y dio camino libre al comercio y al desarrollo de construcciones civiles y públicas (ingenios y mansiones). El barroco en cuba toma una característica propia, pero no niega algunos puntos de la arquitectura Mudéjar. Acumulación de elementos arquitectónicos y decorativos, exaltación del claro-oscuro, colores brillantes, utilización de frontones quebrados, columnas adosadas, balcones curreados, grandes portadas encuadradas por molduras, desaparece la teja y aparece el techo plano que requerían corazamiento y pretiles, utilización de una estructura de bóveda de cañón, los puntales ganaron en altura, aparece el soportal, el hierro sustituye los arradales en los pasos de escaleras, presencia del entre suelo en las casas coloniales, el uso del vitral y la creación de paseos, lugares de citas y esparcimiento.

Fortificaciones

El sistema defensivo se completaría en el siglo XVIII con la construcción de la fortaleza de San Carlos de la Cabaña 1774 y los castillos de Ataré y el Príncipe, así como otras obras de menor envergadura. Las fortificaciones siguieron los dictados de las técnicas militares europeas del momento particularmente en La Habana, desde las medievales hasta las barrocas. Mientras, el modelo que sirvió para las construcciones religiosas y las viviendas urbanas, provenía del sur de España y parte de una tradición mudéjar evolucionada, de fuerte arraigo popular.

Estilo barroco

En el siglo XVIII surge una arquitectura de definido estilo barroco, materializado en todos los programas arquitectónicos con notables exponentes militares, domésticos, civiles y religiosos. La arquitectura barroca colonial cubana significó como también para otras manifestaciones de las artes un amplio dominio de la forma, la exaltación del movimiento y la elaboración del ornamento, todo ello condicionado a las peculiaridades impuestas por los materiales y la mano de obra disponibles en aquella remota época.

El escenario en el cual se desarrollaría por excelencia el barroco colonial es la villa de San Cristóbal de La Habana, con sus estrechas calles de ciudad castellana por donde -además del vocerío, los pregones y el toque de campanas- corrían las brisas tropicales, consolidándose el esquematismo volumétrico y de planta, se crece en niveles y el soporte arquitectónico se cubre de una piel con elementos que permiten denominarla barroca. Todo un ejercicio superficial que realza determinadas áreas, contrastado por la violenta luz que es preciso tamizar en los interiores y atemperado por una no más que discreta mano de obra. Predomina el uso de la tradicional mampostería y de una piedra extraída de la plataforma insular, por lo tanto de origen marino, verdadero arrecife, lleno de fósiles y oquedades que hacen imposible su talla a escala reducida.

Aunque se prefiere la piedra y la mampostería para las construcciones más relevantes, también se emplea el ladrillo de muy buena factura en muros y aplantillado en molduras, bases, fustes, y capiteles de columnas. Surge el techo plano con cielo raso en los locales principales y aparece la correspondiente azotea con pretil animado con pilarotes, consolas y copas. El sistema constructivo se mantiene de viga y tabla de madera en los entrepisos, pero las vigas ahora son mejor proporcionadas y parejas. En los pavimentos se encuentra la losa de barro, la de mármol y la losa isleña de Canarias, reservada para el tránsito pesado de portales, cocheras, zaguanes, el patio y sus galerías en planta baja. En portales también se utiliza el canto rodado o china pelona.

El ardiente y húmedo clima, las propiedades de su piedra, la distancia de los centros emisores de arte y la baja calificación de los artesanos confluyen para dar al barroco cubano una expresión peculiar, alejada de los desbordamientos peninsulares. Un ejemplo de ello es la Catedral de La Habana. El patio interior, muy caro a las construcciones de la época, umbroso, fresco, lleno de surtidores y fuentes y rodeado de habitaciones, alcanza su máximo uso y esplendor.

Etapa neocolonial

El Capitolio

Ningún gobierno de la seudorrepública encaró seriamente el problema de la vivienda económica en la isla, a pesar de incluirse el tema en el Artículo 79 de la Constitución de 1940. En medio siglo, con los recursos del Estado se realizaron solamente tres conjuntos habitacionales: el barrio Pogolotti en 1910 (1053 viviendas), el reparto Lutgardita en 1926 (100 viviendas) y el Barrio Obrero de Luyanó en 1944 (1500 viviendas). En total, poco más de dos mil viviendas en dicho lapso de tiempo.

Comparativamente, las obras públicas recibieron mayor atención, en particular las infraestructuras y los servicios vinculados al hábitat de la burguesía. Tres etapas esenciales caracterizan la iniciativa gubernamental de este período. Durante la dictadura de Machado (1925-1933), se ejecuta un ambicioso plan de construcciones a escala nacional, cuyas obras más representativas fueron: el Capitolio Nacional en La Habana; el Presidio Modelo de Isla de Pinos; la Carretera Central y el proyecto del Plan de La Habana realizado por J.N.L Forestier.

En el Capitolio se busca la simbolización monumental del poder político, réplica del modelo erigido en Washington; en el presidio la represión popular es identificada con el Panopticon más moderno de América Latina; por último la vinculación vial de las diferentes regiones económicas del país en la Carretera Central y la materialización de una imagen moderna –la modernidad recuperada del eclecticismo parisino de Napoleón III- en el Plan de La Habana, establecieron una clara dualidad expresiva en la configuración urbana y rural. [2]

Teatro Nacional

La existencia de cuantiosos préstamos norteamericanos al gobierno de Fulgencio Batista (1952-1959) y el interés de las empresas transnacionales que controlaban el turismo, por lograr una modernización de La Habana y de los centros en el interior del país –Isla de Pinos, Trinidad, Varadero, entre otros- promueven diversas obras públicas vinculadas a las especulaciones de los grandes propietarios de tierras urbanas. El Túnel de La Habana y la autopista en dirección a las Playas del Este, denominada pomposamente Vía Monumental, se corresponden con el proyecto urbanístico de La Habana del Este y la localización de lujosas residencias en los centros recreacionales exclusivos situados a lo largo de la costa. La coordinación de estas propuestas es llevada a cabo por la Junta Nacional de Planificación, creada en 1955, que encarga a los urbanistas Sert, Wiener y Schulz el proyecto del nuevo Plan Director de La Habana, realizado en coincidencia con aquellos intereses.


A pesar de la reiterada presencia de los códigos monumentalistas en el centro administrativo de la Plaza Cívica (Plaza de la Revolución) –el Palacio de Justicia o el Monumento a José Martí-, se producen, dentro de las estructuras del Estado –expresivas del vínculo entre arquitectura e ideología burguesa-, algunas obras válidas en el plano funcional, formal y espacial: el Tribunal de Cuentas (Aranguren y Ave. Carlos Manuel de Céspedes), el Teatro Nacional y la Ciudad Deportiva.

Arquitectura moderna

Arquitectura en Cuba

La arquitectura cubana es la que en la actualidad y a lo lago de la historia se ha extendido en el territorio ocupado por la República de Cuba y el desarrollo urbanístico de las ciudades cubanas, donde, como monumento perpetuo, se encuentra el crisol en el que se maceró la identidad nacional. Varios centros históricos coloniales cubanos son Patrimonio de la humanidad, estos se destacan por sus valores culturales y funcionales. Las ciudades modernas en Cuba, muestran influencias de las mayores y más importantes corrientes arquitéctonicas del mundo.

Ordenamiento y cultura urbanística

En Cuba urge organizar en cada uno de los municipios y provincias el sistema arquitectónico, urbanístico y constructivo para así garantizar la disciplina y belleza de calles, barrios y ciudades.

La ordenación del territorio y sus instrumentos de planificación urbana y regional, son una excelente herramienta para avanzar en el camino de la sostenibilidad, por tanto, hay que entender el territorio como un elemento clave del desarrollo de las regiones, donde se debe compatibilizar el impulso de la actividad económica, con la mejora de la calidad de vida y la protección del medio ambiente. En Cuba, el ordenamiento urbanístico es una normativa, con fuerza de ley, que regula el uso del territorio, definiendo los usos posibles para las diversas áreas en que se ha dividido el territorio, ya sea: el país como un todo, o una división administrativa del mismo, el cual se debe cumplir y muchos individuos violan de manera indiscriminada.

Urge organizar en cada uno de los municipios y provincias el sistema arquitectónico, urbanístico y constructivo para así garantizar la disciplina y belleza de las calles, barrios y ciudades

Cuba y sus ciudades se expanden, no con lo velocidad requerida, pero sin con muchas violaciones de lo establecido. Crecen las casas y nacen nuevos barrios que no cumplen con las normas urbanísticas necesarias. La población busca solucionar sus problemas habitacionales cómo quiere y puede sin tener cuenta que muchas veces estas acciones se erigen en violaciones que afean el entorno.

En cada uno de los territorios del país se actualizan los planes de urbanización en los cuales coinciden intereses gubernamentales, personales, económicos, sociales, culturales y patrimoniales. El ordenamiento urbano orientado a un área urbanizada o en proceso de urbanización es un proceso político, en la medida que involucra la toma de decisiones concertadas de los factores sociales, económicos, políticos y técnicos, para la ocupación ordenada y uso sostenible del territorio. Asimismo, es un proceso técnico administrativo porque orienta la regulación y promoción de la localización y desarrollo de los asentamientos humanos, de las actividades económicas, sociales y el desarrollo físico espacial. [3]

Construcciones de La Habana

Civiles

Construcciones civiles

Religiosas

Construcciones religiosas

Militares

Construcciones militares

Conmemorativas

Construcciones Conmemorativas

Plazas y parques

Plazas y parques

Arquitectura doméstica

Arquitectura doméstica

Véase también

Referencias

  1. Breve historia de la casa cubana
  2. Cf. José R. San Martín: Memoria del Plan de Obras del Gobierno del Dr. Ramón Grau San Martín. Ministerio de Obras Públicas, La Habana, 1947.
  3. Mesa Redonda: Ordenamiento y cultura urbanística en Cuba

Enlaces externos

Fuentes