Calle Refugio

Calle Refugio
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calle de La Habana, Bandera de Cuba Cuba
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Vista parcial
Calle Refugio (La Habana).png
Tipocalle
Longitud~600 m
Nombres anterioresMerced

Calle Refugio. Calle de La Habana, Cuba.

Datos

Anécdota en la historia

La calle Refugio, poco novelera y sin atractivos especiales, aunque con un envidiable perfil habanero por su cercanía con el Museo de la Revolución, esconde en su trastienda un nidito de amor que supo mezclar la sangre castiza con el temperamento tropical.

En 1832 el teniente general don Mariano Ricafort, casi senil y con una humanidad mermada tras sus campañas militares, dividía su tiempo entre las audiencias en palacio, el juego de naipes, el chismorreo de la aristocracia, los bailes y alguna que otra fiesta campechana en las que no faltan las peleas de gallos. Según sus biógrafos, su entretenimiento favorito son unos paseos que realiza alrededor de la villa con un ayudante y dos lanceros en su cola. Habitualmente, salía en la tarde y, tras visitar la casa-cuna situada frente a la caleta de San Lázaro para entregar algunos donativos, cruza las murallas y recorre las grandes arboledas, huertas, ojos de agua y caseríos de tabla, guano y pisos de tierra que rodean la futura gran urbe.

Regugio #1

«Una tarde salió Ricafort a su diario recorrido cuando, ya bien alejado de la puerta de Monserrate, le sorprendió una de esas repentinas tormentas tropicales, tan violentas como efímeras. Entonces, divisó un hogar medio escondido en la espesura, y picando espuela, se halló a salvo bajo el colgadizo de esa residencia campesina. De todas formas, el aguacero lo molestaba aún, haciéndole presentir un próximo ataque reumático. De repente, se abrió la puerta y apareció en el umbral una hermosa y amable señora que tenía muy poco de agricultora, la que le ofreció, con la más exquisita atención, aquella humilde choza, según frase sacramental de la época».

«Ricafort aceptó con mil amores y la dueña extremó a tal grado sus obsequios para el virrey de la colonia, que este no sintió deslizarse las horas, embelesado con la charla amena de la dama, satisfecho con el delicioso café que se le sirvió, y radiante con las canciones que, al son del tiple, llenaron de armonías la casita criolla».

Dicen los viejos cronistas que, a partir de esa tarde, Ricafort no deja nunca de visitar día a día a su nueva amiga, una viuda de nombre oculto todavía muy dispuesta, quien, reunida a menudo con varias primas, recibe durante meses varios regalos.

Origen del nombre

Para dar una muestra pública de su agradecimiento y aprecio por la sensual mujer, ordena que a la pantanosa vereda donde se encuentra su vivienda se le llame calle del Refugio —o de La Merced—, la cual, gracias a los futuros diseños urbanísticos, quedará ubicada de manera perpendicular a Prado.

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Fuentes