Enajenación

Enajenación
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Concepto:Concepto que caracteriza, en primer lugar, el proceso y los resultados de la transformación de los productos de la actividad humana.

Enajenación. Concepto que caracteriza, en primer lugar, el proceso y los resultados de la transformación de los productos de la actividad humana (tanto práctica: productos del trabajo, dinero, relaciones sociales, etc., como teórica), así como de las propiedades y capacidades del hombre, en algo independiente de los individuos y que los domina; en segundo lugar, la transformación de cualesquiera fenómenos y relaciones en algo distinto de lo que son de por sí, la deformación y desvirtuación en la conciencia de los individuos de sus relaciones vitales reales.

Definición

La enajenación puede ser definida como aquel proceso social transitorio que se caracteriza por la conversión de la actividad humana y sus resultados en fuerzas hostiles al hombre, pudiendo expresarse subjetivamente en la conciencia como divorcio entre aspiraciones personales y las normas prescritas por la estructura social, así como la percepción de estas últimas como hostiles a su personalidad por el sujeto.

Origen del término

La palabra enajenación deriva de la lengua alemana común y significa en el sentido jurídico-económico, transmitir a otro algún derecho o el dominio de una cosa (Entäusserung), y el desarraigo o la ausencia de comunicación y organicidad con el ambiente o incluso con otras personas (Entfremdung). En la filosofía marxista se denomina enajenación o alienación, en términos muy generales, a la condición del hombre en la cual su propio acto se torna para él un poder extraño que, en lugar de ser controlado, se ubica por encima y contra él.

El estudio del término sirve, desde luego, para darse cuenta de una categoría fundamental para hacer una severa crítica a la cultura postmoderna, y en particular a la cultura de la sociedad capitalista, en donde se puede encontrar que la enajenación se vive en la vida cotidiana y sirve para justificar la pasividad, la posición de víctimas ante el poder político o el poder económico y la imposibilidad de transformar el mundo. La noción hegeliana de enajenación se expone principalmente en la Fenomenología del Espíritu, donde Hegel utiliza los términos Entäusserung ‘enajenación’ y Entfremdung, ‘extrañamiento’.

Concepciones filosóficas

Se pueden encontrar las fuentes de la idea de la enajenación en las concepciones de la Ilustración francesa (Rousseau) y alemana (Goethe, Schiller). Esta idea expresaba objetivamente la protesta contra el carácter antihumanitario de las relaciones de propiedad privada. El problema de la enajenación continuó elaborándose en la filosofía clásica alemana.

La interpretación idealista de la enajenación fue desarrollada con la mayor plenitud por Hegel, para el cual todo el mundo objetivo es el “espíritu enajenado”. Según Hegel, la tarea del desarrollo consiste en eliminar esta enajenación en el proceso del conocimiento. Al mismo tiempo, en la comprensión hegeliana de la enajenación figuran atisbos racionales sobre algunas peculiaridades del trabajo en la sociedad antagónica.

Feuerbach consideraba la religión como enajenación de la esencia humana, y el idealismo, como enajenación de la razón. Sin embargo, al reducir la enajenación únicamente a los fenómenos de la conciencia, Feuerbach no encontró las vías reales necesarias para superarla, pues las veía sólo en la crítica teórica.

En la filosofía burguesa moderna, así como en la literatura revisionista, la enajenación se caracteriza como fenómeno fatalmente inevitable, engendrado o bien por el progreso técnico y científico, o bien por las peculiaridades extrahistóricas de la actividad humana. La base teórica de tal concepción consiste en identificar la enajenación con la objetivación, y, por su esencia social, dicha concepción desempeña funciones apologistas.

Marx

Karl Marx.

Marx, quien concedió gran atención al análisis de la enajenación, partía de que ésta expresa las contradicciones de una determinada etapa del desarrollo de la sociedad. La enajenación debe su origen a la división del trabajo y está enlazada con la propiedad privada. En tales circunstancias, las relaciones sociales se forman de modo espontáneo, se escapan al control por parte de los hombres, mientras que los resultados y productos de la actividad se enajenan de los individuos y grupos sociales y aparecen como impuestos por otros hombres o por fuerzas sobrenaturales. Marx centra su atención en el análisis de la enajenación del trabajo. Con ayuda de este análisis caracteriza el sistema de relaciones capitalistas y la situación del proletariado. El reconocimiento de la enajenación del trabajo como base de las demás formas de enajenación, comprendidas las ideológicas, permitió concebir la conciencia desfigurada, falsa como resultado de las contradicciones de la vida social real. Al mismo tiempo, Marx fundamentó la tarea de liquidar la enajenación mediante la transformación comunista de la sociedad.

Marx, en los Manuscritos Económico-Filosóficos, específicamente en el apartado llamado: «El Trabajo Enajenado», plantea que el trabajo enajenado es la fuente de varios tipos de enajenación: la enajenación de la cosa, la autoenajenación y la enajenación del hombre respecto al hombre. Es a partir de descubrir la enajenación imperante en la relación entre el trabajador y su trabajo, provocada en gran medida por la existencia de la propiedad privada, que se descubre la necesidad de evasión como protesta contra el mundo insoportable.

A partir de la lectura de Marx, queda claro el hecho de que, en el modo de producción capitalista, el hombre busca la posibilidad de huída del mundo, lo que demuestra que el mundo se encuentra en una grave crisis. En tal sentido Marx es el autor de un discurso crítico de este mundo insoportable, en el cual aparecen todas las enajenaciones imaginables.

Cuando Marx habla de enajenación de la actividad práctica humana que explica en «El Trabajo Enajenado», denomina que la enajenación surge en la relación del trabajador con el producto del trabajo como objeto ajeno que lo domina. Esta podría ser entendida como la «enajenación de la cosa» y que tiene que ver con la relación del obrero con los productos de su trabajo, además de la pérdida de los medios de producción por parte del productor directo.

El trabajador se vuelve más pobre en la medida que produce más riqueza y a medida que su producción crece en poder y en cantidad. El trabajador se convierte en una mercancía aun más barata cuantos más bienes crea. La devaluación del mundo humano aumenta en relación directa con el incremento de valor del mundo de las cosas. El trabajo no solo crea bienes; también se produce a sí mismo y al trabajador como una mercancía y en la misma proporción en que produce bienes. Este hecho supone simplemente que el objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a él como un ser ajeno, como un poder independiente del productor. [1].

La raíz de la enajenación que se ha tratado en sus diferentes niveles se encuentra en el hecho de que el sujeto se vuelve objeto de sí mismo, es decir, dispone de sí como si fuera una cosa. La libertad, en el modo de producción capitalista, significa que somos propietarios de nosotros mismos y se puede decidir que lo que somos sea vendido y comprado como objeto, de tal forma que el sujeto termina autorreduciéndose a un objeto.

Otras influencias y concepciones

Es aceptado por los estudiosos de la temática la gran diversidad y complejidad semánticas del concepto de enajenación o alienación expuesto en los marcos de la filosofía social, la economía política inglesa y la filosofía clásica alemana. Sin embargo, no siempre ha sido explícito el uso del término, tal es el caso de Hobbes, Locke, Shiller y Shelling.

Jean-Jacques Rousseau

Ver atículo: Rousseau

Jean-Jacques Rousseau.

Otros pensadores, como Rousseau desarrollan teorías de la enajenación y usan explícitamente el término para designar la dependencia entre los seres humanos. Para comprender la influencia de Rousseau en Marx para la elaboración de su teoría de la enajenación, es necesario distinguir dos aspectos: el uso que da al término enajenación, y cómo desarrolla el concepto en su sentido contemporáneo.

En relación con el primer aspecto, se puede constatar que la teoría rousseauniana continúa la escuela del derecho natural que le antecede al definir la enajenación como cesión de los derechos humanos por el ciudadano. Este acto se muestra matizado por el significado jurídico de la enajenación como venta, característico de la racionalidad del mercado; pero a diferencia de sus antecesores, se distingue en que se opone a esa cesión de los derechos humanos y a la libertad a otra persona o institución, solo es lícito cuando se enajenan dentro de un contrato social, pues son cedidos a la sociedad. Idea que ejerció una importante influencia en Hegel.

En relación con el segundo aspecto, Rousseau hizo aportes al concepto de enajenación cuando abordó la influencia negativa de la civilización burguesa en la personalidad por los excesos, así como la relación del hombre con la naturaleza, de la cual el hombre no debe apartarse nunca, pues conduce a la decadencia de toda la especie humana. En Emilio y otras obras suyas es desarrollada una comprensión contemporánea de la enajenación vinculada a la actividad social en el sentido de pérdida de la propia individualidad, como enajenación de sí mismo. La civilización y la vida en ciudades corrompen a los hombres por la influencia perniciosa de las necesidades artificiales que ponen fin a la relación natural con los demás hombres y con la naturaleza.

Rousseau denuncia la corrupción, la deshumanización y la enajenación vinculadas con el culto al dinero y la ambición de riquezas, pero solo sus efectos morales, que pueden ser corregidos por la educación moral. El educador debe ser educado de tal modo que sea capaz de ejercer la función de proteger al ser natural frente a las tentaciones de la civilización, el dinero, la vanalidad y evitar con la educación la conversión del educando en un ser artificial.

Pero aun cuando Rousseau descubre y critica algunas manifestaciones externas y efectos de la enajenación, su crítica no pudo ser más radical pues sus premisas de partida están contenidas en los límites de la racionalidad medio-fin: la propiedad privada como condición sagrada de la vida civilizada y la condición media como la única forma justa de distribución. La propiedad privada es la única garantía del compromiso de los ciudadanos con el respeto a las leyes.

Se puede concluir que en Rousseau el tratamiento de la enajenación se identifica a sus efectos negativos, pero subjetivos, y su análisis no rebasa la dimensión de fenómeno. En esta dimensión se hace énfasis en la asociación de hechos y establece entre ellos vínculos cercanos con sentido causal. Para él, la enajenación es sinónimo de socialización mal realizada, y debe ser reemplazada por una transformación de la independencia natural del hombre en libertad política y su integración plena a la sociedad en el contrato social.

Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Ver artículo: Hegel

Georg Wilhelm Friedrich Hegel

Antes de Hegel, el abordaje del proceso real de enajenación no rebasa el nivel fenoménico de penetración en su esencia. Solo con Hegel la enajenación comienza a ser revelada, aunque de forma especulativa, en su continuidad como proceso de cambios concatenados causalmente situados en contextos histórico-concretos que dan lugar a configuraciones culturales de carácter complejo.

En la presente aproximación al devenir histórico del concepto enajenación en el pensamiento que antecedió de forma inmediata a la concepción marxista, se comienza por los aportes que hizo Hegel por ser el primero en elaborar, de forma original, una concepción procesal de la enajenación, cuya génesis se inició en el período juvenil en que vivió en Francfort (1797-1800). Antes de Hegel, el término aparece para designar la enajenación de la mercancía en los marcos de la economía política inglesa y en casi todas las teorías del contrato social para denominar la pérdida, transmisión o enajenación de la libertad originaria, a favor de la sociedad nacida del contrato social.

También J. G. Fichte y F. W. J. Schelling utilizaron especulativamente este concepto de Hegel: el primero para explicar el objeto como alienación del sujeto o como razón alienada; y el segundo, como sinónimo de condicionamiento en el sentido de la acción por medio de la cual algo se hace cosa. Sin embargo, estos análisis del concepto no alcanzaron revelar el contenido del mismo como un proceso, ni siquiera Schelling, quien estuvo más cerca de tal comprensión, al suponer la identidad del espíritu y la naturaleza, del sujeto y el objeto. No obstante, en la crítica radical a que el propio Hegel los sometió en su comprensión de la enajenación, están presentes algunas de las nociones de sus antecesores en el idealismo alemán y de Rousseau, aunque en forma superada.

El concepto de enajenación adquiere una nueva connotación en Hegel. En esencia, refleja la única forma en que le es dado al espíritu universal cumplir su fin en la historia. En ese despliegue histórico, el espíritu se vale de la conciencia (social e individual) abriéndose camino a través de la inmensa masa de voluntades, de intereses y actividades individuales.

Fenomenología del espíritu

Hegel concibió la fenomenología del espíritu como teoría del conocimiento cuyo objeto es la conciencia en sus diferentes etapas de desarrollo, revelados por la comprensión filosófica de la experiencia. En este sentido, es imprescindible referirse a la Fenomenología del espíritu, donde el concepto enajenación ocupa un lugar central.

Esta obra fue escrita por Hegel en la segunda etapa de su estancia en Jena, período en el cual desarrolló su concepción histórica de la positividad, concepto ya utilizado por él anteriormente para designar los complejos ideológicos y las instituciones que se contraponen a la subjetividad de los hombres. En esta etapa se dedicó también a la elaboración filosófica de los resultados de la economía clásica inglesa, como resultado de su creciente interés y comprensión de los problemas económicos del capitalismo. Esto último le permitió desarrollar nuevas categorías como enajenación, mediación, totalidad, y concretar su teoría de las contradicciones. G. LuKács considera que en la medida que se consolida la comprensión hegeliana de los problemas de la sociedad capitalista el concepto enajenación va ocupando el lugar central en su sistema filosófico.

Hegel identifica el concepto de enajenación con el de objetivación, por ello tanto una como otra resultan eternas y necesarias e insuperables, sólo pueden ser denominadas por el pensamiento, pero siempre resurgen, es decir, siempre que esté presente la objetivación habrá enajenación, según su criterio. [2].

En la Fenomenología del espíritu, la enajenación es el mecanismo mediante el cual el espíritu se vuelve extraño y transita por múltiples configuraciones históricas hacia su fin: el autoconocimiento. Resulta así la cultura vinculada a la actividad humana colectiva sin anular la individualidad de los sujetos. La enajenación, desde esta perspectiva, es sinónimo de extrañamiento permanente del espíritu en tanto sujeto de la historia, que se manifiesta y toma existencia real en la actividad de los sujetos de cultura a nivel individual y colectivo.

Entre las fuentes espirituales menos directas de las concepciones de Hegel acerca de la enajenación es posible encontrar, de un lado, las influencias de la cristología, y la escuela del derecho natural por otro. Más allá, se encuentra a San Agustín, la mística cristiana y judía hasta los neoplatónicos; y por último, la obra de Platón.

Alienación y enajenación

Ver artículo: alienación

En considerado el término alienación sinónimo de enajenación, término jurídico derivado del latín alienus: ajeno, o que pertenece a otro; y que se aplica en las ventas o cesiones. En este sentido, alienar un objeto equivale a regalarlo o a venderlo, es decir, ceder algo que era propio.

Erich Fromm, destacado psicólogo social, psicoanalista, filósofo y humanista alemán, considera que el neurótico es un alienado. Sus actos no le son propios; mientras vive con la ilusión de hacer lo que él quiere, se trata de una persona arrastrada por fuerzas separadas de sí mismo, que operan a sus espaldas; es tan extraño a sí mismo como su prójimo lo es para él. La persona alienada percibe al otro y a sí mismo no como lo que son en realidad, sino distorsionados. El hombre que ha perdido el juicio es el hombre absolutamente alienado, la persona que se ha perdido completamente como centro de su experiencia, que ha perdido el sentido de sí.

En la Edad Media, el término fue utilizado en ocasiones para indicar un grado de la ascensión mística hacia Dios. En esta época, el concepto de enajenación era equivalente al fenómeno mental llamado éxtasis.

Actualidad

En la actualidad, el mundo se encuentra más enajenado y la tendencia predominante en el desarrollo capitalista ha sido la neoliberal, con la restauración de un capitalismo salvaje al estilo de la «armonía del mercado» de A. Smith. El neoliberalismo ha globalizado la búsqueda de competitividad como principal criterio de valoración de las personas y las cosas. Esta competitividad transforma la eficiencia y la racionalidad en los valores supremos y da lugar a efectos irracionales que anulan la participación de los sujetos en la búsqueda de alternativas, le impide incluso verlas.

La confirmación que brindan los actuales desequilibrios generados por el carácter autodestructor del mercado a las principales tesis marxistas condiciona la indiscutible vigencia de la crítica del capitalismo realizada por Marx frente a las nuevas manifestaciones enajenantes de la racionalidad medio-fin. Esta racionalidad medio-fin es la característica fundamental de la modernidad y consiste en la inclusión del individuo que calcula de forma lineal los resultados en términos de ganancia, anulando así su condición de sujeto. Dicha racionalidad ha sido totalizada por los mercados y es la expresión de su tendencia actual, destructora de los seres humanos y la naturaleza: principales problemas de la humanidad a escala global.

Socialismo

El socialismo sienta las bases para que se lleve a cabo la modificación sustancial de la relación entre el hombre y la sociedad. Su proyecto se erige sobre la base de circunstancias históricas totalmente nuevas, a la eliminación de la explotación clasista, a la idea de formar al hombre nuevo como aspiración suprema, despertar en él la conciencia de sus propias fuerzas creadoras, a la colocación de la propiedad sobre medios de producción fundamentales, en bases sociales. Superar la enajenación que consiste ante todo en eliminar las causas principales que la originan y reproducen.[3].

El cuadro político actual ha contribuido en alguna medida a acentuar las diferentes posturas en la valoración del socialismo como proyecto social, como opción, y por ende, en relación con el reconocimiento de su esencia humanista. Este punto de vista constituye, al mismo tiempo, una definición que va más allá de la cuestión de la enajenación como tema de discusión meramente académico, para convertirse en la acción en torno a su proyecto social.

En el capitalismo, no obstante los colosales adelantos científicos alcanzados, los procesos y factores sociales se vuelven hostiles y enajenados de los hombres. Mientras, en el socialismo solo las desviaciones de la teoría política marxista en la práctica social han creado condiciones enajenantes como excesivo control burocrático sobre la personalidad, el exagerado poder del colectivo sobre el individuo, la práctica de dirigir los esfuerzos humanos a cumplir metas, cifras divorciadas de su connotación social, como ocurrió en Europa del Este.

Referencias

  1. Marx, 1973: 72
  2. Colectivo de autores (A), 2004: 234
  3. Colectivo de autores (B), 2006: 6

Bibliografía

  • COLECTIVO DE AUTORES: Lecciones de Filosofía Marxista – Leninista. Tomo II. Ed. Félix Varela, La Habana, 2004.
  • Lecturas de Filosofía, Salud y Sociedad. Ed. Ciencias Médicas, La Habana, 2006.
  • HEGEL,G.: Fenomenología del espíritu. Ed. de Ciencias Sociales, La Habana, 1972.
  • LUKÁCS, G.: El joven Hegel. Edición Revolucionaria, La Habana, 1972.
  • MARX, C.: Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Ed. Pueblo y Educación, La Habana, 1973.
  • SÁNCHEZ VÁSQUEZ, A.: «Postmodernismo, postmodernidad y socialismo». En Casa de las América, Año XXX, No. 175, julio- agosto de 1989.

Fuentes