Gabriel Cualladó

Gabriel Cualladó
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Datos personales
Nombre completoGabriel Cualladó
Nacimiento1925
Valencia, Bandera de España España
Fallecimiento30 de mayo de 2003
Madrid, Bandera de España España
NacionalidadEspañol
OcupaciónFotógrafo
Datos artísticos
ÁreaFotografía

Gabriel Cualladó. Fotógrafo español. Recibió en 1994 el Premio Nacional de Fotografía de España, considerado uno de los mejores fotógrafos documentales de España.

Trayectoria profesional

Nace en Masanassa (Valencia) en 1925 . Empezó a la edad de 25 años a hacer sus primeras fotografías. Seis años más tarde abandonó su Valencia natal para ingresar en la Real Sociedad Fotográfica de Madrid y formar, en 1959, el grupo de fotógrafos madrileños conocidos como “La Palangana”, momento a partir del cual comenzó una carrera vertiginosa en el mundo de la fotografía social.

Se trata de un artista que ha sabido combinar magistralmente las influencias de las tendencias artísticas de su época con la fuerza expresiva de unas imágenes que poseen la elegancia, la fuerza, la frescura y la espontaneidad de aquél que disfruta de una mirada aguda y un sentido estético innato del que apenas parece consciente, y que huye del manierismo técnico y formal tanto como del relato frívolo de la sociedad. Firmaba sus tarjetas de visita como “Gabriel Cualladó. Fotógrafo amateur” y es que el valenciano no fue nunca un profesional de la fotografía (dicho en el sentido de que nunca se ganó la vida con ella), ni tampoco fue un teórico de la misma; sólo se “atrevió” a escribir en contadas ocasiones durante las décadas de los cincuenta y sesenta en algunas revistas especializadas, dio conferencias y charlas cuando le invitaron y falló en algún jurado pero -como él mismo afirma-, fue toda su vida un aficionado a la fotografía.

A finales de los años cincuenta fundó junto con otras grandes figuras del panorama de la fotografía madrileña el grupo “La Palangana”, cuyo nombre deriva de la necesidad de estos artistas de revelar sus copias en una palangana por falta infraestructura. Este grupo tuvo la osadía, en un panorama clasicista y académico como el de la fotografía española de estos años, de convulsionar las anquilosadas y consagradas fórmulas del documentalismo. Por esta razón su trabajo se volvió hacia la mirada neorrealista que desarrollaba en Italia, y que estaba formada por jóvenes inquietos que, procedentes de distintas agrupaciones fotográficas, desarrollaron el proyecto de documentar su entorno sin maquillaje ni sublimaciones esteticistas; no buscaban temáticas monumentalistas, sino escenas de la más elemental cotidianidad, cargando las tintas en la sociedad menos agraciada.

Este aire de autenticidad se desarrolló en España de manera muy similar; no en vano una parecida posguerra y una similar frustración colectiva se vivió en ambos países. Tanto en fotógrafos italianos como en españoles se encuentra esta amargura e impotencia frente a unas circunstancias históricas recibidas como herencia de la generación anterior. Entre los resultados más logrados fueron, sorprendentemente, muy numerosas las fotos sobre la situación de la vida en el campo, puesto que los fotógrafos podían reflejar la mentalidad social con mayor facilidad en las zonas rurales que en las urbanas.

De este modo, con su inseparable Leica, Cualladó fue recogiendo testimonios de su entorno más próximo con la frescura que transmiten sus protagonistas: niños, ancianos, mujeres, trabajadores del campo... Una magnífica colección de retratos de la España más oculta, unas imágenes que trasmiten la austeridad del referente que recogen con una cuidada representación de las texturas y los matices tonales, lo que no deja de ser extraño para un autor poco adicto a la técnica. Pero, paradójicamente, no son tomas que evidencien el espíritu crítico de la época, sino la ternura de una vida “auténtica”. En su obra abunda la ingenuidad, que procede fundamentalmente de los niños, niños que ríen, que juegan, que se divierten, que miran furtivamente a cámara como el monaguillo de “En la boda de Masats” o que sonríen pícaros como los “Niños” asturianos, toma realizada en 1964. Pero no sólo los pueblos de España, su cámara recorrerá también las calles de capitales como Madrid, Barcelona o París en busca de la autenticidad del zapatero, el camarero o el vendedor de un tenderete del Rastro, esa autenticidad que se oculta tras un pretendido glamour. Es en estas fotografías donde se descubre al fotógrafo más auténtico y genial, ajeno a modas y tendencias, ese fotógrafo valenciano que un día enfrentó nuestra mirada a la de una galería de personajes que formarán para siempre parte de nuestra memoria histórica.

Aunque su humildad le impidió hablar de influencia en otros autores, lo cierto es que ha creado escuela. Los reconocimientos por una obra tan exquisita como la suya se han agolpado en escasos veinte años: ha expuesto en galerías de Valencia, Madrid, Barcelona o Bilbao, en las más prestigiosas salas europeas, en 1994 recibió el Premio Nacional de Fotografía y en 1998, el Círculo de Bellas Artes de Madrid le condecoró con la Medalla de Oro a la Fotografía. Aunque su trabajo no ha tenido para él mayor reconocimiento que el que un día le rindiera su pueblo, un entrañable homenaje acompañado de la inauguración de una sala de exposiciones que lleva su nombre: Gabriel Cualladó.

En mayo de 2005 el IVAM presentó una retrospectiva de su obra en el marco ce PHotoEspaña 2005. La muestra, con 96 obras expuestas, recorrió el realismo humano y cotidiano retratado por el fotógrafo valenciano desde los años cincuenta.

Fallece en Madrid el 30 de mayo de 2003.

Fuente