Genocidio en Ruanda

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Genocidio en Ruanda (África).
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Fecha:1994
Lugar:Ruanda
Descripción:
Intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda.
Ejecutores o responsables del hecho:
Gobierno Hutu


Genocidio de Ruanda intento de exterminio de la población tutsi por parte del gobierno hegemónico hutu de Ruanda en 1994. En el pasado, en Ruanda se distinguían dos estamentos dentro de la etnia banyaruanda, a la que pertenece casi toda la población: la mayoría hutu y la minoría tutsi. No existe ningún rasgo racial ni lingüístico específico que diferencia a hutus y tutsis. Por lo tanto, después del genocidio, en 1994 ambas distinciones fueron eliminadas de los carnets de identidad. Antes de la independencia del país, sus líderes siempre fueron tutsis. Desde 1961 hasta 1994, el poder fue asumido por los hutus.

Antecedentes

En el siglo IV a. C. los twas (pigmeos cazadores) penetran en las montañas boscosas de Ruanda y se instalan allí de manera permanente. Unos siglos más tarde, hacia el siglo XI d. C., familias hutus (que son tutsis agricultores) comienzan a llegar a la región y a establecerse de forma sedentaria, conviviendo con los twas en paz. Un siglo después (siglo XII y XIII), llegan a Ruanda familias tutsis (que son hutus ganaderos) provenientes de los alrededores (principalmente de la actual Uganda). También estos últimos se instalan en la zona y en el siglo XIV pasan a formar parte de una comunidad formada por twas (cazadores), hutus (agricultores) y tutsis (ganaderos). La convivencia entre las dos últimas etnias fue simbiótica durante un tiempo hasta que a partir del siglo XVI, los principales jefes tutsis inician unas campañas militares contra los hutus, acabando con sus príncipes, a los cuales, de forma cruel y simbólica, cortaron los genitales y los colgaron en los tambores reales buscando humillar a sus contrincantes y recordarles que estos, los hutus, eran súbditos de los tutsis.

A pesar del dominio de los tutsis, las diferencias socioeconómicas no estaban muy pronunciadas. Aunque el pertenecer a uno u otro estamento definía el status social, un hutu, por ejemplo, podía ascender de clase si poseía las suficientes propiedades; sin embargo, ya había comenzado una relación de vasallaje dominada por la casta menos significativa en la zona, los tutsis, con un 14% de la población.

En el siglo XIX, los reyes tutsis habían afianzado su dominio. La mejor organización del clan real Nyiginya dominaba todo el país, lo que provocó una casta militar y social compuesta por tutsis y que excluía a la mayoría de la etnia hutu. Fue en este siglo, a raíz de estas circunstancias, cuando se creó una estructura socioeconómica clasista que aumentaría durante ese siglo a causa de la colonización europea; alemana en primer lugar (1897-1916) y luego belga, por mandato de la Sociedad de Naciones, debido a las sanciones impuestas a Prusia. La influencia occidental, a través de la introducción artificial por los belgas de un carné étnico (1934) que otorgaba a los tutsis mayor nivel social y mejores puestos en la administración colonial, acabó institucionalizando definitivamente las diferencias sociales. Mientras tanto, los pigmeos twas, gozaron de un relativo buen trato por parte de la casta tutsi que consideraba a los cazadores de las montañas por encima de los hutus en la pirámide social.

Con la colonización belga, el sistema sociopolítico se reforzó aún más en favor del estamento dominante: los tutsis. La necesidad de una expansión colonial consensuada dividió el continente africano en zonas dominadas por los países europeos que reforzaron a unos grupos u otros dependiendo de sus intereses. Cuando la administración belga consideró que las reivindicaciones tutsis eran desmesuradas, cambió de comportamiento y comenzó a apoyar a la mayoría hutu. Finalmente, la rivalidad entre los dos grupos se agudizó con la creación, por

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iniciativa belga, de varios partidos políticos sobre bases étnicas: la Unión Nacional Ruandesa (UNR), de tendencia antihutu, la Unión Democrática Ruandesa (RADER), el Partido del Movimiento de Emancipación Hutu (Parmehutu) y la Avocación para la Promoción Social de las Masas (Aprosoma) de orientación antitutsi. De igual manera, se debe resaltar el papel de los misioneros europeos por legitimar el sistema social y la dominación colonial, con nuevas normas que limitaban el comportamiento injusto y la explotación de unos por parte de otros.

Mapa actual de Ruanda.

A mitad de siglo XX, en 1958, después de que un grupo hutu con estudios redactara un manifiesto reclamando un cambio social, desde la corte real se respondió con un documento que, entre otras cosas, decía lo siguiente:

Podría preguntarse cómo los hutus reclaman ahora sus derechos al reparto del patrimonio común. De hecho, la relación entre nosotros (tutsis) y ellos (hutus) ha estado siempre fundamentada sobre el vasallaje; no hay, pues, entre ellos y nosotros ningún fundamento de fraternidad. Si nuestros reyes conquistaron el país de los hutus matando a sus reyezuelos, y sometiendo así a los hutus a la servidumbre, ¿cómo pueden ahora pretender ser nuestros hermanos?

Ante esta posición de los gobernantes tutsis, se posicionaron personas como el obispo Perraudin, que fue determinante en el proceso de emancipación hutu. En su carta pastoral del 11 de febrero de 1959, lo manifiesta claramente:

La ley de la justicia y de la caridad pide que las instituciones de un país aseguren realmente a todos sus habitantes los mismos derechos fundamentales y las mismas posibilidades de promoción humana y de participación en los asuntos públicos. Las instituciones que consagren un régimen de privilegios, favoritismo, proteccionismo, bien sea para los individuos o para los grupos sociales, no son conformes a la moral cristiana. Este es quizá el punto de escisión histórico más importante. A partir de aquí, los hutus comienzan, de forma meditada, a intentar socavar el poder de los tutsis para llegar a un mejor reparto de la riqueza. Un incidente el 1 de noviembre de 1959 entre jóvenes tutsis y uno de los líderes hutus se convirtió en la chispa de una revuelta popular, en la cual, los hutus quemaron propiedades tutsis y asesinaron a varios de sus propietarios. La administración belga, durante dos años de enfrentamientos de bajo nivel entre unos y otros, contabilizó un total de 74 muertos, de los cuales, no obstante, 61 eran hutus asesinados por nuevas milicias tutsis que pretendían acabar con el movimiento revolucionario, el cual respondió con más fuerza ante la represión y, durante los dos años siguientes, alrededor de 20.000 tutsis murieron asesinados. Ante esta espiral de violencia, el 31 de mayo de 1961 la ONU proclamó una amnistía tras comprobar que los enfrentamientos se agravaban y la mayoría hutu ya había provocado el exilio de unos 150.000 tutsis. Aquel mismo año, Ruanda, liderada por la población hutu se independiza de Bélgica. Este momento fue aprovechado por la ONU para exigir la organización de un referéndum bajo la vigilancia de observadores.

El resultado fue de un 80% del NO a la continuidad de la monarquía tutsi, lo que obligó a los gobernantes a aceptar la República, provocando el exilio de miles de tutsis partidarios del sistema vigente monárquico y contrarios a conceder el poder a los hutus. Los exiliados de corta edad de aquel momento, con el paso de los años, se llegarían a convertir en los fundadores del Frente Patriótico Ruandés, que ocuparía un lugar importante en la guerra de Ruanda de 1990 hasta 1994.

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Grégoire Kayibanda fue el primer presidente de una Ruanda liberada del dominio colonial. Los datos de crecimiento económico y estabilidad social eran esperanzadores. A pesar de las diferencias acumuladas durante siglos, tutsis y hutus lograban convivir sin llegar a enfrentamientos generalizados. La masa campesina accedía a la enseñanza y el país, sin demasiados recursos, progresaba. Aun así, los tutsis partidarios del régimen monárquico en el exilio se organizaron en los países limítrofes y lanzaron diversos ataques contra el gobierno ruandés, sin mucho éxito. El odio entre partidarios de la república, de mayoría hutu, y partidarios del régimen anterior a ésta, mayormente de la etnia tutsi, aumentaba y aunque todavía, al principio de la década de los 70, el enfrentamiento no era exarcerbado, ya se estaba fraguando una división social pronunciada que produciría conflictos mayores.

Desafortunadamente en 1972 se produjeron unas terribles matanzas en el vecino Burundi: 350.000 hutus fueron asesinados por tutsis y esto provocó, definitivamente, un sentimiento antitutsi por parte de la mayoría de los hutus en el interior de Ruanda. La población comenzó a exigir a su presidente Grégoire Kayibanda mano dura contra la antaño clase dominante en el país y la respuesta insatisfactoria por parte del presidente y los casos de corrupción en el gobierno, provocaron el golpe de Estado del general Habyarimana (de origen hutu), en julio de 1973.

Pese a su irrupción antidemocrática en la escena política, el gobierno del general realizó una buena gestión del país hasta la segunda mitad de los 80, contando con el apoyo logístico y militar de Francia. También tomó la iniciativa de una reconciliación nacional. Estos datos son confirmados por el Banco Mundial, que presentaba a Ruanda como modelo de desarrollo en el África subsahariana durante la década de los 80, y por Amnistía Internacional, que en 1990, daba como satisfactorio el respeto de los derechos humanos. Aunque la tensión entre partidarios de un lado y otro se mantuvo durante los 17 años siguientes al golpe de Estado de Habyarimana, éste, había conseguido apaciguar a unos y a otros cediendo, sobre todo, que

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el control financiero del país se concentrara en manos tutsis, lo que demuestra que, a pesar de las acusaciones por parte de los exiliados tutsis de no ser permitidos de vuelta en el país

por su etnia, éstos contaban, de nuevo, con una posición de poder.

Además, durante algunos años, el FPR se había internado en Ruanda de forma clandestina y había reclutado a muchos jóvenes tutsis por todo el país para recibir una formación ideológica y militar y constituir brigadas secretas, diseminadas masivamente por las colinas. Este hecho es recordado por Tito Rutaremara, ideólogo del FPR: Hacia el final del 87, se habían constituido 36 células del Frente en el interior del país. Factores económicos externos, como el descenso del precio del café, principal producto de exportación, y otros internos, sobre todo la corrupción en el Norte del país (lugar de procedencia de Habyarimana) comenzaron a provocar nuevas tensiones en la segunda mitad de la década de los 80. El cada vez peor estado de la situación económica y la acusación de los tutsis exiliados de no ser permitida su vuelta al país, fueron las razones principales que provocaron la Guerra de Ruanda.

En el año 1989 el precio mundial del café se redujo en un 50% lo que hizo que Ruanda perdiera el 40% de sus ingresos por exportación. El país se enfrentó a la peor crisis alimentaria de los últimos 50 años al mismo tiempo que aumentaba el gasto militar en detrimento de los servicios públicos.

En octubre de 1990 el Frente Patriótico Ruandés, compuesto por exiliados tutsis expulsados del país por los hutus con el apoyo del ejército, invade Ruanda desde su vecino Uganda. En 1993 los dos países firman un acuerdo de paz (Acuerdo de Arusha). En Ruanda se crea un gobierno de transición compuesto por hutus y tutsis.

Genocidio

La Escuela Técnica Murambil, donde muchas víctimas fueron asesinadas, es ahora un museo del genocidio. En 1994 las milicias hutus, llamadas Interahamwe (que significa "golpeemos juntos"), son entrenadas y equipadas por el ejército ruandés entre arengas y ánimos a la confrontación con los tutsis por parte de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas (RTLM) dirigida por las facciones hutus más extremas. Estos mensajes incidían en las diferencias que separaban a ambos "grupos étnicos" y, a medida que avanza el conflicto, los llamamientos a la confrontación y a la "caza del tutsi" se hicieron más explícitos, especialmente a partir del mes de abril en el que se hizo circular la historia de que la minoría tutsi planeaba un genocidio contra los hutus.

Según Linda Melvern, una reportera británica que tuvo acceso a documentos oficiales, el genocidio estuvo bien planeado. En el momento del inicio de la matanza, la milicia ruandesa estaba compuesta por 30.000 hombres (un miembro por cada diez familias) y organizados a lo largo del país con representantes en cada vecindario. Algunos miembros de la milicia podían adquirir rifles de asalto Ak-47 con solo rellenar un formulario. Otras armas, como granadas no requirieron ningún papeleo y se distribuyeron masivamente.

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El genocidio fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayuda internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural. Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio—ya de por sí una de las naciones más pobres de la Tierra—con unos 4,6 millones de dólares gastados solo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. Se estima que tal gasto permitió que uno de cada tres varones hutus tuviera un machete nuevo.

Según Melvern, el primer ministro de Ruanda, Jean Kambanda, reveló que el genocidio se discutió abiertamente en reuniones de gabinete, y cómo una ministra de gabinete dijo que estaba "personalmente a favor de conseguir librarse de todos los tutsis...sin tutsis todos los problemas de Ruanda desaparecerían".

El papel de la religión

Existen desacuerdos sobre la neutralidad en el punto de vista de la versión actual de este artículo o sección. En la página de discusión puedes consultar el debate al respecto. Ruanda es un país mayoritariamente católico (65% católico, 15% protestante). En 1987, un católico llamado Little Pebbles anuncio que se le había aparecido la virgen y le había anunciado una época de sangre y masacre hasta el retorno de Jesús en el domingo de Pascua de 1992. La Iglesia Católica investigo las apariciones en el monte Kibeho y las declaró fiables.[4] La mujer del presidente, Agathe Habyarimana, creía en las apariciones y mantenía una relación próxima con el obispo de Kigali (capital del país), monseñor Vincent Nsengiyumva. Este obispo era además miembro del comité central del partido único del presidente Habyanmana, el NRMD (movimiento revolucionario nacional para el desarrollo, por sus siglas en inglés). Este partido solía animar a los activistas católicos a atacar tiendas en que se vendiesen preservativos. Con el tiempo, se expandió la idea de que la profecía se cumpliría.

Cuando las masacres comenzaron en 1994, muchos tutsi y disidentes hutu buscaron refugio en las iglesias.[5] Sin embargo esto facilitó la labor de la interaharnwe (patrullas de la muerte del gobierno y el ejército) que sabía dónde encontrarlos y podía confiar en la delación de clérigos y monjas. Es por este motivo que tantas fotos de fosas comunes muestran suelo santo y es también la razón de que muchos clérigos y monjas se enfrentasen a juicios por genocidio.

El padre Wenceslas Munyeshyaka es un ejemplo. Figura líder en la catedral de Kigali, escapó a Francia con ayuda de sacerdotes franceses pero fue posteriormente acusado de genocidio por haber aportado listas de civiles a la interahamwe y por la violación de jóvenes refugiadas. Según narra Paul Rusesabagina, el padre Wenceslas Munyeshyaka solía referirse a su propia madre tutsi como cucaracha. Estos hechos no impidieron que el padre Wenceslas retomase sus actividades pastorales en Francia hasta que fue finalmente arrestado.

El obispo de Gikongoro, Monseñor Augustin Misago, también destacó por su participación en el genocidio. Primero solicitando al Vaticano en junio de 1994 que se llevase a los sacerdotes tutsi del país porque en Ruanda ya no se les quería y por hechos como lo ocurrido el 4 de mayo de 1994: poco después de la última aparición Mariana en Kibeho, el obispo se presentó junto con la policía ante un grupo de 90 niños tutsi que se encontraban retenidos. El obispo les dijo que no se preocupasen porque la policía los cuidaría. Tres días después la policía colaboró en la masacre de 82 de estos niños.

Reacciones internacionales

Aunque los agentes directos de las matanzas fueron los mismos ruandeses, no menos cuestionado ha sido el papel de la comunidad internacional que ha influido activa y pasivamente en el clima de violencia interno que azotó al país en las últimas décadas. Bélgica, potencia colonizadora, desde el principio de su dominio privilegio a la minoría Tusis, denominándolos como la clase elite. Mientras la iglesia hizo expandir su dominio respecto a los Hutos y los colocó en los mejores puestos de la administración publica. En 1992, ya Bélgica se había enterado a través de su embajador en Ruanda, que se preparaba una solución definitiva al problema étnico, pero nada hizo por evitarlo.

Francia

Mientras ocurría la tragedia, el mundo entero parecía ajeno a la barbarie y no intervino para parar el trágico conflicto. En el caso de Francia, y esto puede ser extensivo a Bélgica y a Alemania, todos con importantes intereses en la zona desde el siglo XIX, el comportamiento no fue del todo solidario. El general Roméo Dallaire describe la actitud de estos tres países antes, durante y después del conflicto, ante la pregunta de por qué los franceses impedían que ganaran la guerra los tutsis:

"Los franceses se mueven en la zona por la llamada francophonie, por el orgullo de controlar. E invariablemente ayudan a los hutus. Enseguida comprobé asombrado que tanto franceses como belgas y alemanes tenían allí consejeros a docenas. Ellos sí sabían lo que pasaba, pero ninguno proporcionaba a la ONU, es decir, a mí, su representante, la información que poseían. Y al mismo tiempo, esos países que estaban en el Consejo de Seguridad tampoco dejaban a la ONU, a mí, montar mi propia unidad de información, porque, decían, el mandato no contemplaba eso. Incluso cuando tuve constancia de que se pasaban armas de contrabando a través de la frontera de Uganda y pedí permiso para buscarlas, me contestaron que no."

Un soldado francés, que forma parte de la fuerza internacional de apoyo a los refugiados, ajusta el alambre de púas que rodea el aeropuerto.

A pesar de todo Francia se encargó, a través de la Operación Turquesa, de pacificar parte del territorio. El país galo, con 2.500 soldados provenientes de sus bases en África, garantizó la seguridad en la parte suroeste del país y la llegada de la ayuda internacional.

Todo hasta que la misión UNAMIR lograra reunir a los 5.500 soldados necesarios para hacerse cargo de la situación. De este modo, Francia se erigió con el mando del discurso de la solidaridad. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar. Según Victoria Brittain, Francia había prestado apoyo militar y logístico al gobierno del asesinado Habyarimana desde hacía años, lo que definió las intenciones del ejército galo como sospechosas. Según el estudio de Joan Casòliva y Joan Carrero[11] Francia había permanecido al lado de Habyarimana hasta la firma de los Acuerdos de Arusha. Apoyó al gobierno hutu con armamento para evitar la invasión del FPR y otras incursiones de los tutsis. Finalmente, se retiró del país con la llegada de los primeros soldados de la MINUAR (UNOMUR), en noviembre de 1993 y no volvió hasta junio de 1994 con la Operación Turquesa, a petición de las Naciones Unidas y con estrictas condiciones de no apoyar al gobierno radical hutu.

Por otro lado, el ejército francés permitió que miembros de las milicias hutus y responsables de las primeras matanzas se refugiaran en «zonas seguras» fronterizas evitando así caer en manos del FPR y permitiendo que controlaran la gestión de la ayuda humanitaria. Esto nos lleva a pensar que Francia aplicó una radical «Realpolitik» en la zona para no perder su capacidad de influencia en competencia con Bélgica y otros países.

Estados Unidos

Durante el tiempo que duró el genocidio, ninguno de los gobernantes estadounidenses, usó esta palabra para definir lo que estaba ocurriendo en el país centroafricano. El haberlo admitido les hubiera obligado a intervernir en el conflicto. En su lugar, utilizaron la definición «actos de genocidio» para describir la situación. Pero lo más importante y que más influencia tuvo en el seno de las Naciones Unidas y por lo que no se actuó antes, fueron las continuas discrepancias que Estados Unidos sostuvo con el Secretario General de la ONU en ese momento, Boutros Boutros-Ghali. Las decisiones de este, en varias ocasiones, chocaron de frente con las intenciones del Gobierno estadounidense.

Otro aspecto importante para comprender mejor la actitud de los Estados Unidos frente al genocidio ruandés y según argumentan Joan Casòliva y Joan Carrero fue el interés de los estadounidenses por influir en la zona. El mismo Secretario de Comercio de Estados Unidos, ya a principios de 1996, expresó las intenciones de su país en relación a África:

La era del dominio económico y de la hegemonía comercial de Europa sobre África ha terminado. África nos interesa. Aunque estas declaraciones fueron hechas en 1996, hay hechos que claramente demuestran un interés por la zona desde antes incluso de 1994. Siguiendo la argumentación de Joan Casòliva y Joan Carrero, expondremos aquí algunos de ellos.

Durante la guerra de Ruanda, entre 1990 y 1994, soldados del FPR que atacaron el norte del país desde el vecino Uganda, habían adquirido formación militar en los Estados Unidos a través del programa IMET, lo que coloca al país estadounidense del lado de la población tutsi y de Uganda.

Años antes, entre 1989 y 1992. Uganda recibió una ayuda de 183 millones de dólares, la misma cantidad que durante los 27 años anteriores. Además, si consideramos que por aquel entonces, Estados Unidos era el principal proveedor de armas de Uganda, podemos concluir que la intención principal del gobierno estadounidense era la de aumentar el poder e influencia de Uganda obre otros países del entorno y conseguir así tener controlada la zona de los Grandes Lagos.

La misión de las Naciones Unidas MONOUR (o UNOMUR), que pretendía controlar la frontera entre Uganda y Ruanda para evitar más conflictos como los que se habían dado durante los últimos años por las incursiones del FPR en Ruanda, se vio entorpecida por Estados Unidos y Gran Bretaña, con el pretexto de que faltaban pruebas objetivas que verificaran esas agresiones, incluso cuando fueron los responsables de la MONOUR los que informaron al Cuartel General de las Naciones Unidas de que Uganda les impedía realizar su trabajo y había adoptado un comportamiento radical.

La misión UNAMIR o MINUAR, liderada por el general Dallaire, y creada para cuidar del cumplimiento de los acuerdos de Arusha (Tanzania) fue durante cuatro meses bloqueada por estadounidenses y británicos. Este retraso provocó tensiones entre las partes ya enfrentadas: FPR y gobierno de Habyarimana.

La primera embajada en abandonar Ruanda fue la embajada estadounidense (7 de abril de 1994) y durante el genocidio puso todo tipo de impedimentos a las Naciones Unidas para poder actuar de forma decidida y enérgica y poder así parar el conflicto. Pasados dos años de la masacre, el 15 de noviembre de 1996, Estados Unidos bloqueó la adopción y la aplicación de la resolución 1080, por la que el Consejo de Seguridad aprobaría el despliegue de una fuerza multinacional de protección de los refugiados y población civil amenazada en el Este del exZaire y que estaban siendo masacrados por los militares ruandeses.

Por último, cuando se le preguntó a un miembro de la Administración Clinton por la asistencia masiva de Estados Unidos al Gobierno Ruandés, este respondió que «era necesario establecer un régimen militar muy potente en la región de los Grandes Lagos para imponer soluciones militares a los conflictos»

El Papel de la ONU

La ONU, en 1993 envió al país la misión (MINUAR) con la finalidad de contener la escalada de violencia que se estaba dando, pero cuando se inició el genocidio, visiblemente preparado y cuidadosamente organizado, el organismo optó por la pasividad.

Las fuerzas de MINUAR no recogieron las armas que se distribuían entre los milicianos, a pesar de tener el mandato correspondiente y, en el momento inicial de las matanzas, evacuan el terreno y dejan desprotegidas a las víctimas.

A pesar de todas las evidencias, la ONU no califica las matanzas de genocidio, no fue hasta el 25 de mayo cuando reconocen que hubo un genocidio, pero ya buena parte de las masacres se habían consumado.

El genocidio fue financiado, por lo menos en parte, con el dinero sacado de programas de ayudas internacionales, tales como la financiación proporcionada por el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional bajo un Programa de Ajuste Estructural.

Se estima que se gastaron 134 millones de dólares en la preparación del genocidio -- ya de por sí una de las naciones más pobres de la Tierra -- con unos 4,6 millones de dólares gastados sólo en machetes, azadas, hachas, cuchillos y martillos. Los países occidentales, tanto Francia como Estados Unidos, prefirieron negar el genocidio y aceptaron la tesis del gobierno ruandés de que lo que estaba ocurriendo era una vuelta a la guerra civil.

Cronología del genocidio en Ruanda

  • 6 de abril de 1994. El avión en el que viajaban los presidentes de Ruanda, Juvenal Habyarimana, y de Burundi, Ciprian Ntayamira, fue alcanzado por dos misiles en el momento en que iba a aterrizar en el aeropuerto de Kigali., lo que ocasiona el inicio de una masacre cruel en todos los rincones de Rwanda.
  • 7 de abril. La primera ministra Agathe Uwlingiyimana y 10 soldados belgas de las fuerzas de la ONU que la custodiaban, fueron asesinados por la guardia presidencial. A causa de esto, se ordenó la retirada de los cascos azules, dejando a la población civil sin protección. Esta situación fue aprovechada por los radicales hutus para comenzar el genocidio.
  • 8 de abril. El Frente Patriótico Ruandés lanza un ataque en los alrededores de Kigali.
  • 9 de abril. Se formó un gobierno interino presidido por Jean Kambanda, con la característica principal de que no incluía a ningún tutsi ni hutu moderado o de la tendencia cercana al FPR entre sus filas.
  • 9 de abril. Bélgica y Francia, sacan del país a todos sus nacionales, sin preocuparse de los ruandeses, ni siquiera de los que trabajaban en sus empresas.
  • 11 de abril. Un comunicado de la Cruz Roja Internacional estima que decenas de miles de ruandeses han sido asesinados en tan solo unos días. Mientras tanto, la misión de pacificación de Naciones Unidas MINUAR, no hacía nada.
  • 14 de abril. El contingente belga se retira. Aun así el general Dallaire, al mando, podría haber protegido a la población civil, al menos en Kigali, pero se vio frenado por órdenes directas del Cuartel General de la ONU. El ex-secretario general de Naciones Unidas, Kofi Annan, le ordenó mantenerse al margen.
  • 17 de abril. Lejos de Kigali y concretamente en la población de Kibuye, fue el día en el que comenzaron las labores de exterminio de la población tutsi en aquel condado. Durante los tres siguientes meses, murieron o desaparecieron casi 250.000 personas. Varios miles fueron asesinadas en la iglesia de Kibuye en una sola masacre.
  • 20 de abril. Boutros Ghali, consciente de la situación en la que se encuentra toda Ruanda ordena un: "inmediato y masivo refuerzo de MINUAR para parar la contienda y las masacres, requiriendo varios miles de tropas adicionales y reforzar los poderes.
  • 21 de abril. El Consejo de Seguridad vota de forma unánime reducir, paulatinamente, la Misión UNAMIR de 2,539 soldados a 270.
  • 21 de abril. La Cruz Roja Internacional emite otro comunicado donde advierte de que el número de asesinados no era de decenas de miles sino cientos de miles.
  • 4 de mayo. Boutros Ghali va más lejos y utiliza, por primera vez, el término "Genocidio" para describir lo que estaba ocurriendo en Ruanda, lo que coloca a Bill Clinton, junto a otros importantes dirigentes internacionales, en una situación embarazosa.
  • 13 de mayo. El secretario general de la ONU anuncia una votación para restaurar la misión UNAMIR en Ruanda. Sin embargo, Madeleine Albright retrasa esta votación por cuatro días. Cuando por fin es aprobada, los tutsis, ahora, atacan por el norte dejando desolación a su paso.
  • 19 de mayo. Un comunicado emitido por la Cruz Roja estima en 500.000 ruandeses asesinados. Sorpresivamente, ningún dirigente político internacional había utilizado todavía la palabra genocidio.
  • A principios del mes de junio, el FPR, que se organiza en el nordeste del país, lanza un ultimátum a todos los extranjeros residentes en Ruanda para que abandonen el país en menos de tres días al anunciar un ataque inminente. En el oeste, se crea una guerrilla tutsi llamada Ejército de Liberación de Ruanda (ALIR).
  • 22 de junio. El Consejo de Seguridad autoriza, de forma temporal, al gobierno francés a ocuparse de establecer el orden y crear un área de seguridad en la zona sur-oeste del país.
  • A mediados del mes de julio, el Frente Patriótico Ruandés se apodera de Kigali obligando al gobierno hutu radical a huir del país en dirección al Zaire seguido de al menos dos millones de hutus que crearon el campo de refugiados más grande de la historia en Goma, "la ciudad de los muertos". Esta fecha es considerada el fin del Genocidio.

El rol de los medios de comunicación

El nombre de una emisora "La Radio de las Mil Colinas", conocida también como la "Radio del Odio", todavía retumba en las silenciosas calles de un país de huérfanos y viudas.

La Radio Television Libre des Mille Collines (RTLM) comenzó a emitir en agosto de 1993. En los primeros meses, hasta el inicio del genocidio de abril de 1994 difundió de manera divertida y sutil propaganda anti-tutsi. La evidencia de que era divertida es que las guerrillas tutsi del Frente Patriótico de Ruanda preferían escuchar RTLM en vez de su propia estación de radio.

Una vez que se inició el genocidio, cambió el carácter de las transmisiones y empezó a dar detalles de aquellos que debían ser acosados y asesinados al punto de ofrecer descripciones individuales y número de placas de automóviles.

El rol de los medios de comunicación de occidente a la hora de cubrir esta crisis dejó mucho que desear. Se dio a conocer la situación del país en torno a la hambruna que se había generado y la necesidad de colaboración de los organismos internacionales, pero en ningún momento se habló de las causas de esa hambruna y el genocidio que se estaba perpetrando.

La expansión del conflicto

El genocidio trajo consigo graves consecuencias para la región de los Grandes Lagos. Poco tiempo después del término de la crisis local, ésta se trasladó a los vecinos Zaire, Burundi y Uganda. El más afectado por esto fue Zaire, que ya vivía una crisis interna producto de la desestabilización generada por el desastroso gobierno de Mobutu Sese Seko. La llegada de millones de refugiados se convirtió en el caldo de cultivo que desataría la Primera y la Segunda Guerra del Congo, que dejaría el trágico saldo de 3.8 millones de muertos.

Consecuencias

Negativas

Se calculan entre 800.000 y 1.000.000 muertos aproximadamente, que equivaldrían al 11% del total de la población rwandés y 4/5 de los tutsis que vivían en el país -hay que contar con los tutsis de Burundi y de los países vecinos en que se habían exiliado-. La situación económica es grave: el 70% de la población vive bajo el nivel de la pobreza. A partir de 1997 se instala una población desplazada en campos vigilados hasta el 2000, se calculaban 600 mil personas desplazadas.

Se crea el campo de exiliados más grande en Goma, Zaire.

Hasta el 2004, 2/3 partes de la población femenina que fueron violadas son seropositivas, lo que ha influido en un aumento en el índice de personas viviendo con VIH y SIDA, hasta el punto de que en Ruanda existe un mas de un 30% de la población afectadas. Se calcula que alrededor de 101.000 niños y niñas encabezan aproximadamente 42.000 hogares.

Positivas

El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, fue creado por la Resolución Nº955 del 8 de noviembre de 1994 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y fue modificado el 30 de abril de 1998 por la Resolución 1165 del mismo organismo. Tiene como base una estructura similar al del Tribunal Penal Internacional para la ex-Yugoslavia.

Tiene su sede en la ciudad de Arusha, en Tanzania, y su presidente es Erik Møse, de Noruega. En cuanto al tiempo, son los delitos cometidos entre el 1 de enero y el 31 de diciembre de 1994. Y en cuanto a los intervinientes, pueden ser tanto ruandeses como extranjeros que se encontraban en Ruanda al momento de cometerse los crímenes.

En este Tribunal se aplica el Artículo 3 común a los cuatro Convenios de Ginebra y al Protocolo II de 1977. A fines de octubre de 2005, el Tribunal había ordenado la detención de más de 500 personas, de las cuales 71 habían sido puestas a su disposición. De todas ellas 6 estaban cumpliendo sentencia firme en Malí, mientras que el resto (salvo 6 que fueron liberados) se encontraba pendiente de juicio o sentencia.

Los acusados en lo que se ha llamado el proceso a los medios son Ferdinand Nahimana y Jean-Bosco Barayagwiza, que fundaron y controlaron la información en una emisora de radio, y Hasan Ngeze, un antiguo editor de un diario. Los fiscales les acusan de haber orquestado un minucioso plan destinado a multiplicar el odio étnico y para persuadir a la gente a asesinar a sus enemigos tutsis y hutus moderados. Como pruebas han presentado cerca de cincuenta mil documentos, más de seiscientas horas de grabaciones con las consignas lanzadas desde la siniestra Radio Mil Colinas y copias del diario Kangura, plagado de ilustraciones y textos racistas.

Se ha trabajado mucho en la reconstrucción de casas.

Proliferan las asociaciones de ciudadanos comunes y corrientes: de mujeres (a menudo solas y con experiencias horrendas a cuestas), de defensa del medioambiente, las cooperativas de crédito, etc. Pero la más influyente es la de las víctimas, "Ibuka" ("Recuérdalo"), que trabaja contra el olvido y el negacionismo y mantiene algunos lugares como recordatorio, como la iglesia de Nyamata y Murambi.

Violación al DIH

- Violación al articulo 3 común a los Convenios de Ginebra de 1949. - Violación al II protocolo de 1977. - Violaciones masivas mujeres y niñas. - Desplazamientos forzados. - Atentados contra la vida y la integridad personal. - Hambruna provocada.

Juicios y castigos

Artículo principal: Tribunal Penal Internacional para Ruanda.

El 8 de noviembre de 1994, por resolución del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, y en virtud de lo dispuesto en el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, al considerar que el genocidio ruandés era un grave atentado contra la paz y la seguridad internacional, se creó un Tribunal Penal Internacional para Ruanda. Éste tribunal tiene como objeto la persecución de los líderes e instigadores del genocidio.

Al mismo tiempo, una vez que la situación estuvo medianamente normalizada, los tribunales ruandeses iniciaron centenares de procesos en contra de inculpados de cometer las graves violaciones a los derechos humanos. Hasta la fecha más de 700 personas han sido condenadas por los tribunales culpables de genocidio.

Caso Akayesu

Constituye un hito mundial al ser considerada la primera condena internacional por genocidio y la primera en reconocer la violencia sexual como actos constitutivos de genocidio. El Tribunal Penal Internacional para Ruanda, creado el 8 de noviembre de 1994, en el caso Akayesu, declaró a un acusado culpable de violación por no haber impedido ni detenido una violación en su calidad de oficial, y no por haberla cometido personalmente. El tribunal consideró que la violación constituía tortura y que, dadas las circunstancias, la violación generalizada, como parte de unas "medidas dirigidas a impedir nacimientos dentro del grupo", constituía un acto de genocidio. Por ejemplo, en las sociedades donde la pertenencia a una etnia está determinada por la identidad del padre, violar a una mujer para dejarla embarazada puede impedirle dar a luz a su hijo en el seno de su propio grupo.

Jean Paul Akayesu, antiguo alcalde de la ciudad ruandesa de Taba, fue arrestado en Zambia el 10 de octubre de 1995 y fue transferido a la Unidad de Detención del Tribunal en Arusha el 26 de mayo de 1996. El juicio comenzó en junio de 1997 y el 2 de septiembre de 1998 la Cámara Procesal I lo encontró culpable de genocidio, incitación directa y pública a cometer genocidio y crímenes de lesa humanidad. El 2 de octubre de 1998 fue sentenciado a prisión de por vida. Akayesu cumple condena a cadena perpetua en una prisión de Malí.

Theoneste Bagosora fue encontrado culpable por un tribunal de la ONU y condenado a cadena perpetua. Fue acusado de comandar las tropas y milicias hutu Interahamwe, responsables de la masacre. Además, el tribunal consideró que Bagosora fue "responsable" del asesinato de la primera ministra Agathe Uwilingiyimana y destacados miembros de la oposición, así como de diez soldados belgas.

Además, los jueces condenaron a los oficiales Aloys Ntabakuze y Anatol Nsengiyumva por su participación en el genocidio. El acusado general Gratien Kabiligi fue puesto en libertad. El ICTR ha sentenciado a 32 personas desde 1997. El más reciente fue el famoso cantante ruandés Simon Bikindi, quien fue condenado a 15 años de prisión por haber pronunciado un discurso en junio de 1994 en el que instó a los hutus a matar a la minoría tutsi.

Conclusión

Los conflictos como el de Ruanda, que resultan del debilitamiento del poder estatal, el cual es el encargado de preservar las leyes y garantizar la justicia, ocurren en medio de Estados fallidos. Esa situación es la incubadora perfecta de la violencia interna generalizada, tanto previo a los conflictos como durante y después de los mismos. Es en acontecimientos como estos donde el Derecho Internacional Humanitario juega un rol preponderante. Sin embargo, no hay formas seguras de aplicarlo ni resguardarlo.

Partiendo del hecho de que los conflictos de esta naturaleza surgen cuando el Estado falla, al investigar con cierta profundidad este tema, entendemos que, se han modernizado muchas cosas en el mundo actual, aun se necesitan grandes esfuerzos para mantener y preservar el Estado como punto de referencia central del sistema internacional. En virtud de que las causas de los conflictos son casi siempre de índole endógena, hay que crear en cada nación las condiciones internas para lograr la recuperación.

A partir del caso de Rwanda, consideramos que si bien es cierto que los conflictos que surgen de esta naturaleza, no anuncian el fin del Estado como tal, no es menos cierto que debemos tomar carta en el asunto para evitar que los mismos sigan surgiendo, o por lo menos cesar los que ya están en proceso.

A pesar de los acuerdos internacionales para detener el surgimiento de diferencias entre seres humanos y de los grandes avances a que ha llegado el hombre para mejorar su calidad de vida y habitar un mundo en paz, aun persisten muchas dudas en torno a la futura paz de la Tierra. En fin, aun nos preguntamos si llegará el momento en que la evolución de las instituciones tenga en cuenta las limitaciones de la raza humana en nuestro tiempo, a la vez que nos ofrezca un Estado moderno, basado en principios de tolerancia y compromiso y fomentando la cultura política y la identificación con la colectividad.

Filmografía

  • Hotel Rwanda, dirigida por Terry George. Película que homenajea a Paul Rusesabagina.
  • Disparando a perros, dirigida por Michael Caton-Jones, basada en hechos reales protagonizados por el padre Vjekoslav.
  • Curic, sacerdote católico que salvó a muchas personas muriendo él mismo.
  • Sometimes in April, dirigida por Raoul Peck.
  • 100 Days, dirigida por Nick Hughes y producida por Eric Kabera.
  • Flores de Ruanda, dirigida por David Muñoz.
  • Shake hands with the Devil. The journey of Roméo Dallaire Dirigida por Peter Raymont.

Fuente