Imitación a la vida (película de 1959)

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Imitación a la vida
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Drama | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
124  min
Otro(s) nombre(s)Imitation of Life
Estreno1959
GuiónEleanore Griffin & Allan Scott (Novela: Fannie Hurst)
DirectorDouglas Sirk
Dirección de FotografíaRussell Metty
ProductoraUniversal Pictures
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

Imitación a la vida (Filme). Magistral ejercicio melodramático de uno de los grandes artistas del género, el director de origen alemán Douglas Sirk, que compone con esmerada precisión sensitiva y suma intensidad emocional una historia de mensaje antirracista, basada en la popular novela de Fannie Hurst, que antes otro grande del melodrama había llevado al cine con notables resultados, John M. Stahl.

Sinopsis

Lora, una actriz viuda que atraviesa una mala racha contrata a Annie, una negra pobre con una hija pequeña para que le ayude en las labores domesticas. Lora discute sus planes con Steve Archer y rechaza su propuesta de matrimonio. Sarah Jane, la hija de Annie, se cría en casa de Lora como si fuese su hija; pero su relación amistosa con Susie se va enfriando.

Reparto

Lana Turner

John Gavin

Susan Kohner

Sandra Dee

Dan O'Herlihy

Robert Alda

Juanita Moore

Mahalia Jackson

Terry Burnham

Karin Dicker

Troy Donahue

Premios

1959: 2 nominaciones al Oscar: Actrices de reparto (Kohner & Moore)

Críticas

Homenaje a una madre

Estamos ante un verdadero portento de película. Es una película que habla de la vida misma, de esas curiosas y desconcertantes vueltas que da la vida. Aquí se habla del racismo, de los fracasos y los triunfos, de la ambición, del amor, de la amistad, de la aceptación de uno mismo, de la juventud... es toda una meditación de la condición humana. Todas las interpretaciones son portentosas y todas muy en su nivel. Pero de toda la película me gustaría destacar un tema que está más presente incluso que el del racismo, y es el de la madre, la maternidad encarnada en el papel de Juanita Moore. Yo creo que es todo un homenaje a lo que es y significa una madre, ese primer regalo que nos da Dios al nacer, el amor de una madre. Es un personaje que personifica muy bien ese amor que solo una madre es capaz de dar, una mujer que ama y que sufre con el desprecio de su hija, pero sin embargo una madre nunca deja de creer y de esperar por un hijo. Los últimos veinte minutos de esta película son la cosa mas hermosa y emocionante que jamás se ha rodado en el cine, la escena en la que aparece la desconsolada hija deja sin aliento. Si tuviera que dedicar una película a mi madre, sin duda le recomendaría esta. Cuando uno ve esta película piensa inmediatamente en su madre y se da cuenta en seguida de que no hay nada tan grande en este mundo como el amor y el cariño de una madre. Un homenaje a una madre, esto es esta película.

Gran melodrama de inesperada y grata profundidad

Último film de Douglas Sirk, que en 1959 regresa a Alemania, donde se dedica a la dirección teatral y a la enseñanza. Se basa en la novela "Imitation Of The Life" (1933), de Fannie Hurst, de la que es la segunda adaptación al cine. Se rueda en Hollywood, Sunset Boulevard (Hollywood), Aquarius Theatre (LA) y LA (CA). Nominado a 2 Oscar (actriz reparto), gana un Globo de oro (actriz reparto:Susan Kohner). Producido por Ross Hunter para la Universal, se estrena el 17-IV-1959 (NYC).

La acción tiene lugar en NYC en dos tiempos (1947 y 1958), separados por 10 años. Douglas Sirk (Detlev Sierk) ya había decidido dejar los EEUU cuando acepta la realización de la obra, en la que ve una oportunidad de hacer un análisis crítico de la sociedad americana del momento. La película es un melodrama, cuidado y estilizado, que exagera los aspectos menos verosímiles del relato, exalta sentimientos comunes (amor, odio, egolatría, dominación, etc.) y roza el folletín, sin caer en él gracias a la seriedad, altura y elegancia de la dirección. Pese a centrar la atención en 4 mujeres, no se ajusta a lo que se conoce como "película de mujeres", subgénero al el film que supera en trascendencia, profundidad y visión general de los temas que trata.

Sirk explora, con afanes de objetidvidad y desde la distancia, la sociedad americana de finales de los 50, en la que identifica síntomas de inseguridades, represiones y violencia. Halla, además, bolsas de pobreza extrema (personas sin techo), nuevas formas de explotación de los débiles (trato doméstico esclavista de afroamericanos), racismo agresivo (el novio que se ensaña a golpes con la novia cuando averigua que es mulata), corrupción y abusos generalizados en importantes grupos sociales (mundo del espectáculo), una cultura que sobrevalora el éxito económico, la fama y el materialismo, el destino de perdedores que se reserva a las personas que anteponen los sentimientos y la honradez a la ambición, la hipocresía de la doble moral, la intolerancia de la diferencia, etc. La vida sin afecto, cariño, generosidad, honradez y amor a los demás y de los demás, puede ser un sucedáneo de la vida o una vana imitación de la misma, pero no es vida. El realizador sitúa en el trasfondo del relato una visión amarga y crítica de la realidad, que es la que le lleva a abandonar los EEUU para regresar al país natal, donde permanece alejado del éxito, la fama y la fortuna.

La música, de Frank Skinner, con aportaciones de Henri Mancini (no acreditado), envuelve la narración en melodías (13 temas) de gran nivel. Destaca "Succes Montage", que en sucesivos planos sonoros describe el ascenso gradual de la protagonista en 1948/57. Mahalia Jackson canta el espiritual negro "Trouble Of The World" en el que posiblemente es el momento más emotivo del film. La fotografía, del gran Russell Metty, crea composiciones de gran fuerza plástica, que engrandecen la obra y le confieren excelencia. Las interpretaciones femeninas son notables.

Rechace imitaciones

El título español, “Imitación a la vida”, choca al oído. Parece decir “Invitación a la vida”. Y no es eso exactamente, aunque se parece.

La canción interpretada por Earl Grant mientras se presentan los créditos dice que una vida sin amor no es una verdadera vida: es una imitación de la vida.

Este sencillo mensaje es el núcleo del film.

Los personajes que lo encarnan se conocen por azar en la multitudinaria playa neoyorquina de Coney Island.

Lora ha perdido a su hija Terry entre la muchedumbre de bañistas. Anne y su hija Sarah Jane la han encontrado y juegan con ella. Steve, un joven fotógrafo en prácticas, se interesa por ellas y pide permiso para retratarlas.

Las relaciones que ligan a los cinco personajes durante las siguientes décadas, sus altibajos, tiranteces, pasiones e intermitencias, son el campo donde Sirk desarrolla el título: un muestrario de situaciones definidas por la insuficiencia del amor, su aplazamiento, su enfriamiento entre temores…

Lora, la actriz viuda, considera más importante su carrera.

Su hija Terry padece como alejamiento esas prioridades.

La ilimitada abnegación de Anne, la madre negra, no es correspondida.

Sarah Jane, la hija mulata, siente sólo rencor, por la discriminación racial.

Steve, el leal enamorado, debe aguardar una incierta posibilidad futura.

El material sería el de un folletón, un culebrón, una historia de virtuosos principescos y villanos taimados, simple y maniquea, pero Sirk, cineasta de formación europea y clásica (danés huido del nazismo), lo ennoblece con humanidad y matices. Se buscan las emociones elevadas, como el intenso momento en que Mahalia Jackson canta íntegro el gospel “Trouble of the world”. Gracias a la elegante fotografía de Russell Metty, la fuerza simbólica del color define los ambientes: los tonos pastel, el hogar confortable y el mundo ordenado; los encendidos y saturados rojos, los cabarets y los bajos fondos (un tratamiento que hizo escuela y tuvo seguidores, Fassbinder entre otros). Las motivaciones de los personajes se muestran y justifican, con una comprensión amplia que evita el juicio moral y consigue profundidad a la hora de trazar sus perfiles. No es que sean ambiguos, no va por ahí el arte de Sirk, sino que se debaten entre dudas y contradicciones muy dramáticas, expuestos al error y a la desgracia, no como castigo de la maldad sino como consecuencia del defecto básico: la incapacidad de amar a quienes cuentan en la vida de uno, lo que convierte a ésta en una vida inauténtica. En una imitación.

Soñar, jugar y pensar

No sé cuántas veces he manifestado que considero al guión como la pieza clave de la película, y aunque aún lo creo, no dejan de aparecer películas donde la calidad del guión es cuanto menos secundaria sin por ello perjudicar a la película. Claro que cuando pasa esto, detrás de la cámara hay cuanto menos, un director del calibre del alemán Douglas Sirk.

“Imitación a la vida” es una historia melosa, casi folletinesca donde es difícil clavar el diente; pero cuando existe un ritmo narrativo tan extraordinario como el de Sirk, cuando observamos una planificación de escenas tan equilibrada, una fotografía tan portentosa y unas actuaciones tan loables, muy malo debe ser la historia para que no disfrutes con la película.

El rey del melodrama ejerce aquí sus cualidades dotando a los personajes de unos ricos matices. Poco a poco, la película entra en una progresión dramática medida con diapasón hasta un estallido al que es imposible resistirse.

Con esta película, Lana Turner se convirtió en precursora al aceptar un tanto por ciento en la recaudación de la película en lugar de un cheque por los servicios prestados. Lora Meredith (Lana Turner) es a una mujer de carácter fuerte y con excesivas ambiciones. Es un personaje alejado de los típicos papeles que Hollywood solía dar a las mujeres pero que eran habituales en los estudios donde Sirk rodaba. No es un papel de diva, no es un personaje de única moral. De hecho, ningún personaje de “Imitación a la vida” esta exento de caer quisquilloso, desagradable o inadaptado para el público. No hay personaje modelo y eso es lo que convierte a esta película en algo maravilloso. Incluso la inolvidable Annie interpretada por Juanita Moore (inconmensurable en su papel) comete el error de ser excesivamente tolerante y sacrificada.

Al final, cada personaje se da cuenta de que en lugar de vivir la vida han cometido el error de soñar, jugar y pensar en vivir la vida; y lo que han obtenido al cabo del tiempo es una imitación de la vida.

Sobre el turrón rancio

En los años setenta un grupo de críticos europeos, especialmente franceses y británicos comenzaron a rescatar del olvido al director norteamericano de origen alemán Douglas Sirk. Hasta entonces Sirk había sido considerado un realizador menor, especialista de los melodramas amorosos, a los que se achacaban su banalidad, inverosimilitud y que abordaba temas en general sin demasiada importancia.

Particularmente creo que ese desprecio al que estuvo sometido tanto tiempo fue una injusticia, ya que Sirk cuanta con un puñado de películas que merecen figurar por sí solas entre el catálogo imprescindible de la década de los cincuenta. Ahora bien, tampoco acepto la nueva ola, que intenta situar a este director entre los más grandes de la historia del cine.

La historia de este alemán de Hamburgo es realmente curiosa, no fue como tantos otros contemporáneos suyos que tuvieron que exiliarse con la llegada de los nazis al poder. Más bien al contrario. Desde el año 1933 hasta casi empezada la SGM, fue uno de los directores favoritos del Ministerio de Propaganda Nazi, dirigido por Josef Goebbels, con el que mantenía una buena amistad. Su caída fue totalmente cinematográfica. Su primera mujer, seguidora acérrima de Hitler, de la que se había divorciado, fue la que denunció que Sirk se había casado con una actriz de origen judía en la segunda mitad de los años 30. Y eso, por muchos amigos que tuvieras era imperdonable en aquel momento, tal y como le pasó a tantos otros alemanes que vivían a costa del régimen, su matrimonio supuso su desgracia, como le ocurrió a Karl Haushofer, director de la Academia Alemana y del Instituto de Geopolítica de Munich. Su mujer tuvo que escapar a Italia, donde el tema judío nunca tuvo gran importancia, y Sirk acabó exiliado en Estados Unidos con la guerra ya empezada.

A pesar de que en los años 40 hizo sobre todo cine negro, como casi todos, muy pronto encontraría el género donde mejor se movió, el melodrama. Ahí nos dejó grandes películas, otras buenas, regulares algunas y discretas las menos.

En este último apartado sitúo su última película dirigida en Estados Unidos antes de regresar a Europa, “Imitación a la vida”, a la que considero una obra muy sobrevalorada, a la que se podía definir como un culebrón de serie alta pero nada más.

La novela en la que se inspira el guión es de Fannie Hurst, una Danielle Steel de su tiempo, autora de obras con títulos como “De amor también se muere”. Con semejantes mimbres realizar una gran película no resulta nada fácil, pero al menos Sirk consigue que el ritmo y la luminosidad de su puesta en escena –siempre fue uno de los directores más pictóricos de Hollywood- hagan que se desvíe la atención de las varias escenas totalmente irritantes por absurdas y ñoñas que nos encontraremos.

Apuntar que “Imitación a la vida” ha envejecido muy mal es una obviedad, se asemeja a una revista del corazón, que pasado un tiempo carece de verdadero valor.

Fuentes

  • Artículo Imitación a la vida. Disponible en: www.filmaffinity.com, visitado el 26 de febrero del 2013.
  • Artículo Imitación a la vida. Disponible en: www.alohacriticon.com, visitado el 26 de febrero del 2013.
  • Artículo Imitación a la vida. Disponible en: www.fotogramas.es, visitado el 26 de febrero del 2013.
  • Artículo Imitación a la vida. Disponible en: www.sensacine.com, visitado el 26 de febrero del 2013.