Mal de Parkinson

Mal del Parkinson
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Clasificación:No Transmisible
Agente transmisor:Trastorno neurodegenerativo crónico

Mal del Parkinson. Enfermedad frecuentemente clasificada como un trastorno del movimiento, desencadena alteraciones en la función cognitiva, en la expresión de las emociones y en la función autónoma. Es un trastorno cerebral que lleva a que se presente agitación, temblores y dificultad en la marcha, el movimiento y la coordinación.

Descubrimiento

La enfermedad fue descrita y documentada en 1817 , por el médico británico Dr. James Parkinson, los cambios bioquímicos asociados fueron identificados en los años 1960.

A principios de la década de 1960, los investigadores identificaron un defecto cerebral fundamental que es el distintivo de la enfermedad: la pérdida de células cerebrales que producen un neurotransmisor -la dopamina-, entre otros, en los circuitos cerebrales implicados en el control del movimiento.

Este descubrimiento llevó a los científicos a encontrar el primer tratamiento eficaz de la enfermedad de Parkinson y sugirió formas de elaborar terapias nuevas y aún más eficaces.

Es el ejemplo más común de una serie de trastornos neurodegenerativos caracterizados por la acumulación en las neuronas presinápticas de la proteína α-sinucleina. Casi todas las formas de parkinsonismo son el resultado de la reducción de la transmisión dopaminérgica en las neuronas de los Ganglios basales, parte de las vías dopaminérgicas del cerebro.

Epidemiología

Globalmente, la incidencia anual de esta enfermedad es de dieciocho nuevos casos por cada cien mil habitantes, pero la alta esperanza de vida que suelen presentar los pacientes hace que la prevalencia de la enfermedad en la población sea cuantitativamente mayor que la incidencia, registrándose unos ciento sesenta y cuatro casos por cada cien mil habitantes.

Según los estudios auspiciados por el grupo de estudio del Europarkinson, la prevalencia de la enfermedad en el continente europeo es de 1,43% en las personas que superan los sesenta años de edad, aunque se han hecho estimaciones en países como España o Reino Unido, que exponen que cerca de ciento veinte mil habitantes se ven afectados por esta enfermedad en estos países.

En América del Norte la cifra se dispara hasta el millón de pacientes aquejados de esta enfermedad, estando afectada un 1% de la población que supera los 65 años.

En edades tempranas, concretamente antes de los cuarenta años, la enfermedad es excepcional. La incidencia empieza a aumentar a partir de los cincuenta años y no se estabiliza hasta los ochenta.

Es una Enfermedad presente en todas las regiones del mundo y en todos los grupos étnicos, aunque su prevalencia en la raza caucásica (fluctúa entre los ochenta y cuatro y los doscientos setenta casos por cada cien mil habitantes) es más importante que entre las personas de raza negra y en los orientales, donde se registran muchos menos casos.

A nivel mundial, se ha sugerido la existencia de un patrón de prevalencia que decrece de norte a sur. Por otra banda, varios estudios han puesto al descubierto una prevalencia acentuada de en el medio rural, especialmente entre los varones.

Evolución de la mortalidad

Los estudios sobre la mortalidad asociadas a esta enfermedad se encuentran limitados por la escasez de precisión de los certificados de defunción, así como por la confusión diagnóstica entre el Parkinsonimo idiopático y otros tipos de trastornos neurodegenerativos. Las tasas de mortalidad son bajas para cualquier estrato de edad y que la edad de la muerte de los pacientes ha ido desplazándose hasta edades más avanzadas, por un progresivo aumento de la esperanza de vida.

El tratamiento con Levodopa reduce el riesgo de muerte de los pacientes, especialmente durante los primeros años de la enfermedad. La mortalidad estandarizada de la enfermedad se situaba en 2,9 antes de haberse producido la introducción de la Levodopa, pues tras la aparición del fármaco la cifra experimentó un descenso que la dejó en 1,3, proporcionándole a los pacientes una esperanza de vida que rozaba la normalidad.

Los pacientes que padecen esta enfermedad tienen una menor probabilidad de fallecer a consecuencia de cáncer o de enfermedades cardiovasculares.

Características clínicas

El diagnóstico puede realizarse en aquellos individuos que presenten al menos 2 de 4 signos cardinales:

  • Temblor en reposo.
  • Rigidez muscular.
  • Bradicinesia (lentitud de los movimientos voluntarios).
  • Pérdida de reflejos posturales.

El temblor en reposo está presente en el 85% de los casos de la enfermedad, otros signos son: la ausencia de expresión facial, disminución del parpadeo y del movimiento de los brazos al caminar.

Manifestaciones motoras

  1. Bradicinesia.
  2. Alteración de la motricidad fina.
  3. Micrografía (estadío en que la letra manuscrita del paciente cada vez se hace más pequeña e ilegible).
  4. Hipofonía.
  5. Sialorrea.
  6. Temblor en reposo de 4 a 6 Hz.
  7. Rigidez muscular.
  8. Alteración de la postura.
  9. Inestabilidad postural.

Características no motoras

  1. Depresión y ansiedad.
  2. Alteraciones cognitivas.
  3. Trastornos del sueño.
  4. Alteraciones sensoriales y dolor.
  5. Anosmia.
  6. Trastornos de la función autonómica.

Efectos secundarios

La disfunción autonómica se acompaña de diversas manifestaciones: Hipotensión Ortostática, Estreñimiento, Urgencia miccional, Sudoración excesiva, Seborrea.

La hipotensión ortostática puede ser ocasionada tanto por la denervación simpática del corazón como por efecto colateral de la terapia dopaminomimética.

La depresión afecta a aproximadamente el 50% de los pacientes con enfermedad de Parkinson y puede presentarse en cualquier momento de evolución de la enfermedad, sin embargo puede ser agravada por la administración de agentes antiparkinsonianos y psicotrópicos; otras causas de depresión refractaria a tratamiento incluyen: hipotiroidismo, hipogonadismo, déficit de vitamina B12.

Los síntomas psicóticos (más que una genuina psicosis se trata de la semiología de una demencia) afectan a 6 – 40% de los pacientes, en etapas tempranas incluyen alucinaciones visuales, aunque la depresión y la demencia son los principales desencadenantes de la psicosis.

Diagnóstico

El diagnóstico de la enfermedad que es puramente clínico (no existen marcadores biológicos), puede llegar a revestir una gran complejidad. Esta dificultad en la diagnosis es corriente que aparezca en los primeros estadios de la enfermedad, cuando los síntomas que el paciente presenta pueden ser atribuidos a otros trastornos.

No existe ninguna prueba de laboratorio o estudio radiológico que permita diagnosticar la enfermedad, pero es frecuente que se realicen analíticas sanguíneas con el objetivo de descartar otros posibles trastornos, como el hipotiroidismo , una disfunción hepática o patologías autoinmunes.

Las técnicas de imagen cerebral, como son la Resonancia magnética, la Tomografía por emisión de positrones o la tomografía por emisión de fotón único, son eficaces a la hora de excluir otras dolencias que desencadenen síntomas parecidos a los de esta enfermedad, como un accidente Cerebrovascular o un tumor cerebral.

Resulta habitual que los médicos formulen preguntas al paciente con las que pretenden dilucidar si este consumió alguna clase de estupefaciente o si estuvo expuesto a virus o toxinas medioambientales, para así determinar si un factor específico pudo haber sido la causa de un parkinsonismo. Es objeto de observación la actividad muscular del paciente durante un periodo de tiempo, pues con el avance de la enfermedad los trastornos motores específicos se vuelven más evidentes.

Tratamiento 
tratamientos

El tratamiento de la enfermedad de Parkinson consiste en mejorar, o al menos mantener o prolongar la funcionalidad del enfermo durante el mayor tiempo posible. El tratamiento puede ser de tres tipos, aunque son frecuentes realizar combinaciones: Farmacológico, Quirúrgico y Rehabilitador.

Tratamiento farmacológico

Muchos de los síntomas característicos de la enfermedad de Parkinson son debidos a una deficiencia de Dopamina en el cerebro, pero el suministro de este Neurotransmisor al paciente con el objetivo de reponer las reservas agotadas no resulta eficaz, puesto que la dopamina no puede pasar del torrente sanguíneo al cerebro. Por ello, los fármacos que se emplean en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson (fármacos anti-parkinsonianos) usan otras vías para restituir de forma temporal la dopamina en el citado órgano o bien, imitan las acciones de la misma.

Pese al optimismo reinante en un principio, ninguno de los fármacos usados en el tratamiento de la enfermedad de Parkinson actúa sobre la progresión de la enfermedad.

En la actualidad, los fármacos más usados son levodopa y varios agonistas de dopamina, aunque también tienen cierta relevancia otros como la selegilina, la amantadina (liberador de dopamina) o la Benzatropina (antagonista del receptor muscarínico de la acetilcolina).

Tratamiento quirúrgico

A mediados del siglo XX, la Neurocirugía era el método que con más frecuencia se utilizaba para tratar el temblor y la rigidez característica de los pacientes aquejados de la enfermedad de Parkinson, pero no siempre se tenía éxito en las intervenciones quirúrgicas y en las complicaciones de gravedad que solían surgir. Por lo que el uso de la cirugía se vió reducido a partir de 1967 con la introducción en el mercado de la Levodopa, un tratamiento alternativo que proporcionaba más seguridad y eficacia.

Con el avance tecnológico experimentado la actualidad, se han logrado conseguir novedosas técnicas de imagen cerebral que han permitido mejorar la precisión quirúrgica, recuperando la neurocirugía su popularidad como tratamiento para algunas personas con la enfermedad que por diversos motivos, ya no responden al tratamiento con fármacos.

Fue la enfermedad de Parkinson la primera enfermedad neurodegenerativa en la que se intentó realizar un transplante nervioso en en año 1982, siendo este un hecho que alcanzó una notable repercusión.

Prevención

Se han realizado numerosos estudios con el fin de identificar factores exógenos que pudieran modificar el riesgo de desarrollar esta enfermedad. Mediante estudios caso-control retrospectivos se ha intentado relacionar el consumo regular de antiinflamatorios no esteroideos y de ciertas vitaminas con un menor riesgo de enfermedad de Parkinson, pero los resultados de estos estudios son contradictorios y no es posible en estos momentos inferir que el consumo de estos fármacos reduzca el riesgo de padecer párkinson.

La asociación más firme actualmente es la mayor incidencia de la enfermedad entre no fumadores existe una relación en la alteración en los niveles de dopamina producidas por el tabaco y un decremento del riesgo de contraer párkinson, pero los mecanismos de tal relación aún no se encuentran determinados.

Algunos estudios sugieren una relación entre el consumo de lácteos y la enfermedad de Parkinson.

Rehabilitación

Fuentes