Mujeres piratas

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Mujeres Piratas
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Ataque a barco español

Mujeres Piratas. Siempre ha habido mujeres embarcadas como pescadoras, comerciantes, asalariadas de la Marina, pero también hubo mujeres piratas que formaron parte de tripulaciones o de la población de los puertos y refugios de corsarios y filibusteros.

Status social

La extracción social de la piratería femenina, de las piratas propiamente dichas y de las demás mujeres de ese entorno, es también variada. Muchas de ellas eran proletarias, campesinas expropiadas, delincuentes comunes, prostitutas, sirvientas y, cómo no, ex cautivas y ex esclavas. Algunas fueron simples aventureras, sin causa aparente para lanzarse a la piratería. Las hubo asimismo nacionalistas, contrarias a la dominación extranjera, perseguidas, exiliadas, renegadas y herejes. Otras, tenían un origen burgués, por ser hijas de comerciantes, abogados o funcionarios. Sin olvidar las que provenían de la nobleza, venidas a menos o no, e incluso se sabe de princesas y reinas que acabaron ejerciendo tan aventurado oficio. En definitiva, ha habido mujeres piratas en todas las épocas y de todos los estamentos sociales

Historia

En la antigüedad, el Mediterráneo y el mar del Norte fueron escenarios clásicos de la actividad corsaria. Muchas sociedades, incluyendo reyes y reinas, vivían de la agricultura, del comercio y de la piratería. En el Siglo V antes de nuestra era Herodoto hace referencia a la reina y corsaria Artemisa I de Halicarnaso, que se alió con Jerjes II en Salamina para luchar contra los griegos. De ella diría el rey persa que era la mejor  capitán. Al mando de las galeras del  reino, Artemisa usaría estandartes griegos o persas en función de sus intereses. Un siglo después, una tocaya suya, Artemisa II de Halicarnaso, además de ordenar la construcción del famoso Mausoleo, que figuró entre las Siete Maravillas de la Antigüedad, sería conocida por emplear las tácticas más rudimentarias de la piratería para luchar contra los enemigos. No menos célebres fueron los piratas ilirios, pueblo indoeuropeo que se estableció, sobre todo, en la costa oriental del Mar Adriático, cuya economía se basaba en gran parte en la actividad pirática. Uno de los más famosos miembros fue una mujer, la reina Teuta, del Siglo III antes de nuestra era, viuda del rey Agrón.

Este reino se extendía desde la actual Split, en la costa dálmata, al Epiro, en el extremo noroccidental de Grecia. Teuta incursionó contra otros piratas ilirios y las costas griegas, conquistó la isla de Corfo, hasta que en 229 a.C. los romanos la neutralizaron.

En el Siglo I en el Báltico y el Mar del Norte, los antepasados de los vikingos ejercieron también la piratería a gran escala y en ella, por supuesto, no faltaron mujeres como Alvilda, la bella princesa guerrera sueca, de dudosa existencia, y cuya vida narra el monje sajón Saxo Gramático, de el Siglo XII y Siglo XIII, en  "Historia de los daneses".

El fraile sitúa a la pirata en el siglo I, y cuenta que, para no casarse con un príncipe danés, la chica huyó de  casa y se puso al mando de una tripulación de mujeres, más tarde también de hombres junto a una hermana, dedicándose al abordaje de barcos y poblaciones costeras de Dinamarca.

Finalmente, fue capturada vestida de hombre por el pretendiente despechado y hay quien asegura que se casó con él. En la Edad Media, a partir del Siglo VI y tras las invasiones eslavas, hubo mujeres entre los piratas croatas, dálmatas y vénetos del Adriático.

Y en el mundo vikingo también sobresalen la sueca Sigrid del Siglo X, las noruegas Rusla y Aasa, y la islandesa Freydis, hija del vikingo Erik el Rojo. Se conocen también algunas frisonas, danesas y germanas, como Foelke, que vivió en el Siglo XIV, y algunas francesas, a caballo entre la milicia y el corso, entre las que destacan Jeanne de Montfort, hija de un conde francés, y Jeanne Clisson.

Edad moderna

Europa

El Mar Mediterráneo era un mar de piratas. Se sabe de una bereber, Sidá al-Hurra, que fue sultana durante el Siglo XVI. Incluso la literatura se hace eco de ellas. Así, Cervantes cuenta historias, quizá ficticias o basadas en realidades difusas, de piratas españolas, moriscas, e italianas, algunas de ellas ex cautivas, en el norte de África. Más al norte, una peculiar familia pirata córnica fue la de los Killigrew, en la que hay varias mujeres. Inglesa era Juana la Negra e irlandesa Grace O’Malley. Ésta última, pertenecía a una saga de la pequeña nobleza que se remontaba al Siglo XII y era antiinglesa, pues  no habían rendido vasallaje a Enrique octavo de Inglaterra.

Nacida hacia 1530, hablaba habitualmente gaélico y muy mal el inglés. Oficialmente cristiana, conservaba la religión druídica, por cuyos ritos se casó la segunda vez. Participaba en las luchas de clanes y familias irlandesas y era una experta marinera. Entre 1550 y 1600 Grace O’Malley fue una verdadera pirata brutal y sin escrúpulos, incluso con sus propios hijos. Poseía una gran flota con la que atacaba poblaciones costeras inglesas e irlandesas y asaltaba barcos, incluso turcos y españoles.

Isabel I de Inglaterra ofreció 500 libras por su cabeza, fue dos veces capturada y dos excarcelada. En los últimos años pidió y obtuvo la gracia de la Reina, con la que llegó a un acuerdo, en 1593, por el que ésta aceptaba las reclamaciones de tierras y le concedía el perdón convirtiéndola en  aliada. El castillo todavía puede verse en la isla de Clare. Se dice que murió en el asalto a un barco.

América

Entre los siglos XVI Y XVIII las aguas americanas fueron el paraíso del bandidaje marino. Y también un nido de piratas euroamericanas, mujeres mayormente europeas, deportadas o emigradas a América. Algunas habían sido capturadas junto a tripulaciones piratas o en puertos piratas. Judith-Armande Préjoly, nacida en el Siglo XVII, sería una de ellas.

De existencia dudosa, se cuenta que fue ahijada del Cardenal Richelieu. , también a la renegada anglofrancesa Charlotte de Berry y a la marquesa de Fresne. Otras dos mujeres piratas de fama fueron la irlandesa Anne Bonny y la angloirlandesa Mary Read. Éstas han sido las más celebradas en narraciones y películas.

Mary Read, quien quizá fuera hija de una prostituta, se manifestó siempre como un varón y desde pequeña le gustaba vestir como tal. Se alistó en el ejército inglés y luego en una unidad holandesa, sin revelar su sexo.

En algún momento se unió a la tripulación del barco de Rackham, donde conoció a Anne y acabaron siendo amigas y amantes. En el barco llevaban ropas de hombre, juraban y blasfemaban, y en los combates se portaban más bravamente que muchos de ellos.

Capturadas junto a Rackham, fueron juzgadas en la Jamaica británica y condenadas, en 1720, por participar en bandas piratas y en combates. Curiosamente, las mujeres que ejercían la piratería no solían ser ahorcadas, excepto si habían participado en combates y, aun así, solían salvarse si se decían embarazadas.

Es lo que ocurrió con Anne y Mary, que gracias al embarazo sólo fueron encarceladas. También en el Siglo XVIII se hicieron famosas Mary Lindse y, Mary Harvey, Rachel Wall y la irlandesa Margaret Jordan, ambas condenadas a muerte en 1789 y 1809, respectivamente.

Asia

La piratería ha sido una plaga en el mar del Japón, lo sigue siendo en el de la China meridional y en los archipiélagos de Indonesia y, como en Europa, se mezcla con la economía y la política. Muy activos fueron los piratas japoneses y también los vietnamitas, entre los que, se dice, había algunas féminas. Los viajeros europeos hablan de mujeres chinas, en distintas épocas, que se dedicaban a la piratería y que participaban en combates junto a los hombres, y cuentan que hubo más de una.

La más famosa fue Ching Shih. Esta violenta, inteligente y manipuladora pirata cantonesa, que al parecer había sido prostituta, fue mujer de un famoso corsario, Zheng Yi. A su muerte, amplió la gran flota pirata reuniendo unos 1 800 barcos entre juncos artillados y otras embarcaciones, con más de 70 000 personas al mando, casi un pequeño estado.

Activa entre 1807 y 1810, atacaba a las poblaciones de la costa de China meridional en torno a Cantón y asaltaba barcos de cualquier bandera, enfrentándose y derrotando en ocasiones a la flota imperial china.

Prohibía el maltrato y la violación de las mujeres, por lo que fue considerada, abusivamente, feminista ante litteram. Pero hacia 1810, su gigantesco emporio, muy difícil de gobernar, entró en crisis. Algunos de sus jefes se amotinaron y se rindieron al gobierno central, sobre todo cuando el emperador ofreció el perdón, del que acabó gozando también Ching Shih.

Fuentes