Primer Partido Comunista de Cuba

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Partido Comunista de Cuba
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Secretario/a generalJosé Miguel Pérez
Ideología políticaIzquierda
PaísBandera de Cuba Cuba

El Primer Partido Comunista de Cuba fue una organización política de orientación marxista, representante de los intereses de la clase obrera y sectores populares, fundada en Cuba entre el 16 y el 17 de agosto de 1925. Este partido fue sucesor del Partido Revolucionario Cubano y a su vez constituyó un antecedente de lo que es hoy el Partido Comunista de Cuba.

Historia

Antecedentes

El 5 de enero de 1892 se aprueba la creación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) y sus Bases y Estatutos Secretos por José Martí y Carlos Baliño que quedará fundado el 10 de abril de 1892.

Fundación

Un día antes de la clausura del Tercer Congreso Obrero Nacional, en Camagüey, el 6 de agosto de 1925, el Comité Ejecutivo de las Agrupaciones Comunistas de Cuba emitió una convocatoria para la celebración del congreso que debía dejar constituido el Partido Comunista de Cuba. El documento fijaba el encuentro entre los días 16 y el 20 del mismo mes, pero se impuso la necesidad de sesionar en solo dos días, ante la hostilidad del gobierno de Gerardo Machado.

Para su fundación los delegados se reunieron en una vieja casa de la calle Calzada, del Vedado capitalino, numerada entonces con el 81, en el lugar donde hoy se erige la sala teatral Hubert de Blanck. Corrían tiempos difíciles: desgobernaba a Cuba el tirano Gerardo Machado, quien había prometido a Wall Street que una huelga en la Isla no duraría un cuarto de hora y que ya en agosto de 1925 comenzaba su vasto expediente de crímenes políticos, con el asesinato de un periodista opositor, Armando André, y un obrero comunista, Tomás Grant.

Carlos Baliño, como el delegado de mayor edad, procedió a recibir las credenciales, el 16 de agosto de 1925, del Primer Congreso Nacional de las Agrupaciones Comunistas de la Isla de Cuba.

José Miguel Pérez, el Primer Secretario General del partido

Además de él, representaban a los comunistas de la capital el maestro canario José Miguel Pérez, el líder estudiantil Julio Antonio Mella y el dirigente sindical cigarrero Alejandro Barreiro, entre otros. Venancio Rodríguez era el delegado de la agrupación de Guanabacoa; Miguel Valdés, del Sindicato de Tabaqueros, y Emilio Rodríguez, de la de San Antonio de los Baños. Por la Sección Hebrea y su Juventud Comunista, estaban Yoshka Grinberg, Yunger Semiovich (seudónimo de Fabio Grobart) y Félix Gurbich. Los manzanilleros carecían de dinero para trasladarse a La Habana y no pudieron concurrir, por lo que Mella y Barreiro asumieron su representación en el evento. El Partido Comunista Mexicano envió solidario a Enrique Flores Magón para que ayudara a organizar la magna cita.

Estos delegados, en su casi totalidad —y podemos hacerlo extensivo a la mayoría de los militantes en la primera década de existencia del Partido— no eran marxistas formados ni amplios conocedores del socialismo científico. Comunistas de corazón, anhelaban la redención de la clase obrera y el pueblo cubanos, aunque carecían de los conocimientos indispensables para afrontar dicha tarea. A pesar de sus limitaciones, sí supieron comprender, sobre todo gracias a Mella y Baliño, su rol de eslabón indispensable entre el pensamiento patriótico del siglo XIX y las ideas de emancipación social de la vigésima centuria. De ahí el rescate del ideario del Apóstol que se propuso Julio Antonio con sus Glosas al pensamiento de José Martí (1926). Línea en la que con posterioridad profundizarían mediante sus ensayos y artículos otros destacados dirigentes como Blas Roca, Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez.

La principal misión de aquellos fundadores fue crear el primer Partido Comunista de Cuba y afiliarlo a la Tercera Internacional, fundada por Vladimir I. Lenin en 1919. Aparte de un programa de reivindicaciones para los obreros y campesinos, se propusieron trabajar activamente en los sindicatos, organizar a los campesinos y luchar por los derechos de la mujer y la juventud. Concedieron gran importancia a la educación partidista y al reforzamiento ideológico de la prensa obrera.

El 18 de agosto se efectuó la primera reunión, para elegir el Secretariado y las Comisiones de Trabajo. Como secretario general fue electo el dirigente canario José Miguel Pérez y Pérez, deportado poco después a España por el régimen de Machado. El Comité Central lo integraron, además, Mella, Baliño, Barreiro, Venancio Rodríguez, Rafael Suárez y Yoshka Grinberg.

Primeros años

Desde su fundación, el primer Partido Comunista de Cuba tuvo que afrontar una feroz represión

A solo quince días de constituido, el primer Partido Comunista de Cuba tuvo que sumirse en la más absoluta clandestinidad. Su secretario general, José Miguel Pérez, fue detenido por los aparatos represivos de la tiranía machadista, el 31 de agosto de 1925, y expulsado de Cuba bajo el cargo de extranjero indeseable. A Mella le orientó la dirección partidista en 1926 marcharse del país ya que sobre él pendía una orden de asesinato por parte del régimen, el cual se perpetró tiempo después en México (1929). Baliño murió ese año. Peña Vilaboa, en 1928.

A partir de 1927, Rubén Martínez Villena deviene líder natural del movimiento comunista cubano, aunque nunca ocupara el cargo de secretario general, pues solo fue miembro del Comité Central y asesor de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC). Desde la clandestinidad, el Partido condenó la prórroga de poderes del presidente y la represión del gobierno machadista.

El 3 de abril de 1927 llamó al pueblo a movilizarse contra la reforma constitucional que permitía la reelección de Machado. A la condena de la reelección machadista se sumó la denuncia a los intereses injerencistas estadounidenses, manifiestos en la VI Conferencia Internacional Americana, celebrada en La Habana desde el 16 de enero hasta el 20 de febrero de 1928. Como parte de sus actividades movilizativas contra el régimen de Machado estuvo la organización y dirección de la huelga general del 20 de marzo de 1930, la acción de mayor envergadura realizada hasta entonces por los obreros cubanos. Rubén Martínez Villena condujo personalmente la labor preparatoria y directriz de la huelga.

No aceptó la Mediación de Sumner Welles[1] y junto con la CNOC, dirigió las huelgas que llevaron al derrocamiento de la tiranía, el 12 de agosto de 1933, a pesar de que en un primer momento la dirigencia del partido no comprendió los verdaderos alcances de esa protesta popular. La dirección partidista concibió el movimiento huelguístico solo como forma de lucha para alcanzar las reivindicaciones obreras en cada sector, y no como medio para derrocar el gobierno. No aquilató su carácter político y recayó en el llamado «error de agosto», al ordenar su Comité Central el retorno de los obreros y empleados al trabajo.

Tampoco supo evaluar en forma precisa la significación del Gobierno de los Cien Días, presidido por Ramón Grau San Martín, y muy en particular las medidas progresistas adoptadas por Antonio Guiteras Holmes, su secretario de Gobernación, lo que condujo al Partido Comunista a la oposición. Esa actitud favoreció el derrocamiento del gobierno llamado por algunos historiadores Grau-Guiteras.

El 11 de marzo de 1935, el PC convocó un paro general de cuarenta y ocho horas, en solidaridad con la huelga que protagonizaban maestros, estudiantes y trabajadores de diferentes ramos contra el gobierno de Carlos Mendieta Montefur, que tenía el apoyo de Estados Unidos y del jefe del ejército, coronel Fulgencio Batista.

Cuando en 1936 se produjo en España un levantamiento contrarrevolucionario apoyado por la Alemania nazi y la Italia fascista, el primer Partido Comunista de Cuba organizó la marcha de más de mil cubanos a la península, a luchar por la libertad en la primera gran gesta internacionalista del pueblo cubano (1936-1939).

Posteriormente, en los años de la Segunda Guerra Mundial, dicho partido desempeñó un notable papel en el Frente Nacional Antifascista, el cual envió ropa, medicinas, azúcar y tabaco a las tropas aliadas. Dos de sus militantes ofrendaron sus vidas como parte del Ejército Rojo Soviético: Aldo Vivó, en la defensa de Leningrado (hoy San Petersburgo) y Enrique Vilar en la liberación de Polonia.

El ascenso y la lucha contra el fascismo trajo consigo una nueva estrategia y táctica para el movimiento comunista mundial emanadas básicamente del VII Congreso de la Internacional Comunista.

En vísperas del VII Congreso de la Internacional Comunista, la revista Internacional Comunista publicó un artículo sobre los problemas de la lucha por la creación del Frente Único contra el imperialismo en las colonias y países dependientes, en el que se criticaban los errores sectarios cometidos por los comunistas en el movimiento de liberación nacional y se examinaban las posibilidades de la cohesión y unificación con el grueso de la burguesía nacional y la pequeña burguesía en la lucha contra el imperialismo. La consigna de establecimiento del poder soviético en los países atrasados (subdesarrollados) podría plantearse sólo con fines de propaganda. No aplicar la táctica del Frente Nacional Único, por el peligro que implicaba la acción conjunta con la burguesía nacional contra el imperialismo, en realidad significaba renunciar a la preparación de la revolución de liberación nacional y conduciría inevitablemente al aislamiento de los partidos comunistas del grueso del movimiento popular.

Internamente en Cuba, el Partido Comunista ya estaba trabajando en esa línea antes de la Conferencia de Montevideo y del artículo de la Revista Internacional Comunista, debido a situaciones muy concretas que venían desarrollándose en el país. La posición en la práctica que el Partido Comunista adoptó frente al gobierno de los Cien Días, considerando sólo los elementos reformistas y los negativos de éste, donde no vio la existencia de un sector revolucionario y por ende, la magnitud de la posición nacionalista revolucionaria, sin entender por tanto la necesidad de apoyarlo y consolidarlo, manteniendo una actitud incorrecta frente a las distintas clases y tendencias en el mismo, llevó entre otros factores a su fracaso y a la agudización cada vez mayor de la contrarrevolución en el país.

El Partido comenzó a trabajar, desde entonces, porque el Frente Único se constituyese. Se realizaron diversos llamados a la unidad de acción contra la reacción, contra el enemigo principal; el imperialismo, para la conquista de la independencia económica, política y social, llevando a cabo un acercamiento al Partido Revolucionario Cubano y Joven Cuba, comprendiendo la influencia que ambas organizaciones habían alcanzado en las masas, para trabajar en conjunto por la unidad.

Para lograr el Frente Único el Partido Comunista debía constatar con las direcciones de los otros partidos opositores. En ese sentido, por ejemplo, se dirigió oficialmente a la dirección nacional del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y a su máximo dirigente Ramón Grau San Martín residente en Miami, proponiéndole la unidad de acción y la constitución del Frente Popular Antiimperialista.

Los pasos que el Partido Comunista de Cuba venía dando para la conformación de un frente único, incluyendo a las fuerzas de la burguesía que se enfrentaban de una u otra forma a la reacción, se verían reforzados por la situación internacional y en torno a ella la celebración y las orientaciones que resultaron del VII Congreso de la Internacional Comunista en julio-agosto de 1935.

El tema central del Congreso fue la lucha contra el fascismo a nivel mundial. Jorge Dimitrov fue el encargado de presentar el informe sobre este punto, donde analizó todo lo relacionado con el fascismo y cómo combatirlo, dando el programa de lucha contra él y contra la guerra que se avecinaba. En ese sentido, el Congreso se pronunció a favor de la unidad, del frente único obrero y del frente de los pueblos para combatir a sus opresores, o sea Frente Unido a nivel proletario y Frente Popular a nivel político.

Con relación a la lucha de los países coloniales y dependientes, se partía de la conclusión de que el impacto en ellos de la profundización de las contradicciones interimperialistas, creaba un ambiente propicio para que fuera aprovechado en determinada medida por la inclinación nacional liberadora:

Luchar contra la explotación imperialista y contra la feroz esclavización del país... para asegurar la victoria de las revoluciones contra el imperialismo, los comunistas debían conseguir que se creara el frente único antimperialista, susceptible de aunar todas las fuerzas de la liberación nacional.[2]

Los Partidos Comunistas, según las orientaciones del Congreso, debían desarrollar una política audaz de aglutinamiento en el frente único de cuantos pudieran luchar contra el imperialismo, sin excluir a la burguesía nacional, ya que según el Congreso las contradicciones de esta con los intereses imperialistas de sus metrópolis se habían agudizado mucho en estos países.

A partir de ese momento los partidos comunistas latinoamericanos tratarían de aplicar las nuevas orientaciones, buscando los asociados para un frente popular local. En la mayoría de los países del Continente, en ausencia de partidos socialdemócratas, las alianzas se harían directamente con fuerzas burguesas consideradas liberales o nacionalistas, o simplemente no fascistas.

Partido de Unión Revolucionaria (PUR)

La tarea principal en estas circunstancias, era la lucha por la creación del Frente Unido de los trabajadores y por el Frente Popular Antimperialista de los partidos oposicionistas, para luchar contra Batista y el imperialismo, en el plano nacional y contra el fascismo en el plano internacional.

La celebración del VI Pleno constituyó oficialmente el viraje en la estrategia y en la táctica del Partido Comunista de Cuba, que ya venía, en la práctica, efectuándose desde antes de la huelga de marzo de 1935, cuando empezaron a eliminar sus errores sectarios, al plantearse la necesidad y la posibilidad de la alianza de la clase obrera con los estudiantes, con la pequeña burguesía e incluso con la burguesía nacional.

En el V Pleno del Buró Político del Partido, efectuado en los días 6 y 7 de julio de 1935, con la presidencia de Fabio Grobart, se acordó –siguiendo las orientaciones de la Internacional Comunista- la formación de un frente único, como nueva táctica de lucha para el establecimiento de un gobierno democrático-burgués antiimperialista, primer paso para la constitución del Estado proletario.

A partir de 1937, en una nueva coyuntura histórica nacional que permitió la creación paulatina de un clima de legalidad, el empeño unificador del Partido se concretó en un trabajo conjunto con el recién creado Partido de Unión Revolucionaria (PUR), presidido por Juan Marinello. Como parte de esos esfuerzos se fundó el Bloque Revolucionario Popular (BPR), que significó la unificación de las organizaciones revolucionarias y democráticas en un partido de bloque electoral con vistas a la Asamblea Constituyente. El trabajo del Partido Comunista después del VI Pleno se desarrolló en varias líneas, teniendo como centro la lucha por la democratización del país, en contra del militarismo de Batista y por la creación del Frente Popular Antiimperialista.

Cuando el 13 de septiembre de 1938 el Partido Comunista de Cuba nace a la legalidad lo hace con incongruencias para muchos en el país, motivadas fundamentalmente por la política de alianzas que el mismo venía tratando de instrumentar para la concertación de la unidad a través de la creación del Frente Popular Antimperialista, y posteriormente por su entendimiento público con Fulgencio Batista.

Dentro de las fuerzas opositoras al gobierno y principalmente a Batista, muchos no entendían el acercamiento del Partido Comunista a ciertos grupos de la política tradicional. Los dirigentes del Partido sabían que el problema de Cuba no se resolvía por la vía electoral, pero pensaban que la acción en conjunto con todos los posibles aliados permitiría fortalecer al movimiento liberador. El problema radicaba en la definición de quiénes podían ser los aliados, y sin lugar a dudas no siempre actuaron acertadamente.

Blas Roca, en el acto que se celebró en el Estadio La Polar de La Habana el 12 de noviembre de 1938, refiriéndose a la legalización del Partido Comunista manifestó que:

La legalización del Partido... ha sido un paso democrático de la mayor importancia, que ha contribuido a aclarar el panorama político de Cuba y a reafirmar las orientaciones del gobierno.[3]

Por supuesto que esta nueva posición del Primer Partido Comunista de Cuba con respecto al gobierno y por ende a Batista no podía ser fácilmente comprendida por otras fuerzas políticas, por parte del pueblo, e incluso, por los propios militantes de la organización.

De la celebración del IX Pleno del Comité Central al X efectuado el 18 de julio de 1938 se operaron cambios muy significativos que determinaron nuevos lineamientos en la posición del Partido con respecto a la figura de Batista y su actuación política. La nueva táctica política del Partido Comunista de Cuba estará precisada por determinados cambios en la situación internacional y nacional.

En medio de un período de dictadura militar, comienzan, a partir de 1937, a operarse cambios democráticos en la vida política del país. En esa apertura democrática a la crisis política del país influyó la atmósfera creada en la coyuntura internacional donde cada vez se hacía más creciente la contradicción entre el imperialismo norteamericano y la Alemania hitleriana, así como la poderosa corriente antifascista mundial. De la misma forma se agudizaban las contradicciones entre los intereses imperialistas de Estados Unidos en América Latina y la agresividad expansionista de las potencias del Eje fascista.

A partir del X Pleno, el Partido en su práctica política y en su oratoria fue coincidente con la mayor parte de la política de Batista y la del gobierno norteamericano presidido por Roosevelt, subrayando la importancia de la unidad contra el fascismo, poniendo énfasis en la política de colaboración continental americana y en la posibilidad de una Liga de Naciones del Mundo incluyendo a Estados Unidos y la URSS.

El Partido Unión Revolucionaria Comunista participó en los comicios generales como parte de la Coalición Socialista Democrática (CSD), cuyo candidato era Fulgencio Batista. La dirección partidista consideraba que el programa de gobierno de Batista sintetizaba aspiraciones y objetivos inmediatos de las fuerzas democráticas y revolucionarias -como el mantenimiento de la paz y la neutralidad de Cuba ante la guerra mundial, la justicia social y la defensa de la economía nacional- frente al programa del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), encabezado por Grau, quien había rechazado el frente de izquierda y mantenía una posición abiertamente anticomunista. La Coalición Socialista Democrática logró elegir como Presidente a su candidato, a 24 senadores, 96 representantes y 6 gobernadores. El Bloque oposicionista eligió 12 senadores, 64 representantes y ningún gobernador.

En el XII Pleno del Comité Central, en julio de 1939, se aceptó la proposición del Comité Nacional del Partido Unión Revolucionaria de unir sus fuerzas con vistas a la Asamblea Constituyente de 1940. De esa fusión surgiría la Unión Revolucionaria Comunista (URC), con Juan Marinello como presidente y Blas Roca Calderío en función de secretario general.

Durante las sesiones de la Asamblea Constituyente, seguidas por el pueblo a través de la radio, los seis delegados comunistas lograron denunciar, con el respaldo de la recién fundada Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), los problemas más agudos que afectaban la vida nacional, y ofrecieron soluciones. En tal sentido, se proyectaron a favor de los derechos laborales y sociales de la clase obrera, la igualdad de la mujer, el derecho a la educación y la protección a la industria nacional. Asimismo, manifestaron su oposición a la desigualdad racial y los desalojos campesinos.

Década de 1940

Las tesis de conciliación mantenidas por Browder en Estados Unidos y que en gran medida venía desarrollando el Partido Unión Revolucionaria Comunista en Cuba, ahora la justificaban aún más por las nuevas circunstancias de la guerra, ahora era mucho más amplia que la de los frentes unidos y populares, sintetizada en la Unidad Nacional junto al gobierno.

La conferencia de Teherán y sus acuerdos en noviembre de 1943 entre Winston Churchill, José Stalin y Franklin D. Roosevelt, fue el marco básico de las tesis de Browder. La colaboración entre países capitalistas con la Unión Soviética socialista durante la guerra, y los acuerdos de dicha Conferencia lo llevaron a sacar conclusiones erróneas de esta coyuntura histórica, arraigando aún más sus ideas de colaboración con el gobierno de Estados Unidos y sus ilusiones de paz clasista y progresismo capitalista después de concluido el conflicto.

Browder y sus colaboradores consideraron los acuerdos de Teherán como un programa para derrotar al fascismo y para la colaboración internacional y entre las clases en la paz, por lo que concluyeron que el imperialismo se había modificado, perdiendo su esencia agresiva y convergería con el socialismo (sobre todo después de la victoria) a través de acuerdos y cooperación.

En Cuba había que trabajar por lograr la unidad de todos los cubanos bajo la dirección del gobierno, pues era necesaria la creación de un Gran Frente Nacional dispuesto a llevar la lucha contra el fascismo hasta sus últimas consecuencias. En el Frente Nacional cabían todos los cubanos sin exclusiones de clases: obreros, campesinos, estudiantes, profesionales, artistas, escritores, burgueses, capitalistas; La diversidad debía ceder a la unidad ante la emergencia nacional.

El año 1943 fue portador de acontecimientos mundiales que vinieron a profundizar y consolidar la política de colaboración y conciliación que el Partido Unión Revolucionaria Comunista venía desarrollando en su práctica política, que en sentido general hemos explicado. Estos acontecimientos son la disolución de la Internacional Comunista en mayo de 1943 y la celebración de la Conferencia de Teherán en noviembre del mismo año.

Haciendo un análisis de la situación nacional manifestaba:

Hay que considerar la influencia que en la situación nacional ejercen y ejercerán más en el futuro los acuerdos históricos de las conferencias de Moscú, El Cairo y de Teherán, que han consagrado la posibilidad de no sólo derrocar al eje mediante la coalición de las Naciones Unidas y la colaboración entre Inglaterra, Estados Unidos y la URSS; si no que han asegurado más que eso: la seguridad de que después de la derrota, estas potencias... mantendrán su colaboración por un largo período de tiempo en el desarrollo pacífico del Mundo, en la lucha por mantener una paz estable y duradera basada en la independencia y en la seguridad de los pueblos.[4]

Según Blas Roca estas perspectivas mundiales de un alcance nuevo en la historia de la humanidad, abrían también perspectivas nacionales muy fecundas, en el sentido de que la unidad nacional proclamada por ellos con motivo de la guerra no era una política transitoria y de escaso alcance, sino que era una política de largo alcance, que marchaba por el camino de la liberación nacional, hacia el camino del desarrollo progresivo de todas las fuerzas económicas de los pueblos de América Latina.

Entre el 21 y el 22 de enero de 1944 se efectuó la III Asamblea Nacional del URC, en la cual se decidió un cambio de nombre para el Partido, que pasaría a llamarse Partido Socialista Popular (PSP), con el lema «Progreso económico, seguridad social, victoria y paz popular».

Referencias

  1. Briones Montoto, Newton. Aquella decisión callada. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana. 2005. ISBN 959-06-0796-9
  2. Blas Roca: Informe al VI Pleno del CC del PCC. octubre de 1935, en: Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba. Tomo IV, segunda parte, Editorial Pueblo y Educación. La Habana, 1986, pp. 13 y 17.
  3. Blas Roca: La unidad vencerá al fascismo. Ediciones Sociales, La Habana 1939, pp. 12.
  4. Blas Roca: La Internacional Comunista. Su disolución. Fondo Archivo del IHC

Fuentes