Sierra de la Plata

Sierra de la Plata
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Sierra de la Plata
Localización
ContinenteSudamérica
CordilleraCordillera de los Andes
País(es)Bandera de Argentina Argentina

Sierra de la Plata lugar legendario ubicado en el interior de Sudamérica.​ La leyenda se basa principalmente en una legendaria idea de tesoros de plata en esa región.

Argentina y La leyenda de la Sierra de la Plata

La Sierra de la plata, estuvo ubicada en el interior de Sudamérica. Su historia comenzó en el siglo XVI de las costas de Santa Catarina, en ese instante, unos indios tupí guaraníes informaron a algunos náufragos de la expedición de Juan Díaz de Solís, la cual consistía en la existencia de una montaña llena de metal de plata en el continente donde gobernaba un monarca llamado Rey Blanco.

La leyenda se basa principalmente en una legendaria idea de tesoros de plata en esa región. Alejandro García fue el primer europeo que realizó una expedición a la zona, el logro atravesar casi todo el continente hasta llegar a la región del Altiplano, desgraciadamente murió en el regreso a Paraguay y no pudo demostrar personalmente la plata que había obtenido, murió mientras fue emboscado por unos aborígenes de la zona, aunque, los sobrevivientes lograron llegar hasta Santa Catarina con ciertos metales que demostraban la veracidad de la leyenda.

Este suceso impulsó rápidamente al descubrimiento y colonización de la cuenca del Río de la Plata, la cual, pensaba que era la entrada natural a estos tesoros, sin embargo, todas las expediciones ingresadas por esta vía posteriormente fracasaron.

En la actualidad, esta leyenda se dice que se basó en el Cerro Rico de Potosí, ubicado en Bolivia, el cual fue descubierto por los españoles procedentes del Perú en 1545.

En busca de la Sierra de la Plata

Martínez de Irala partió en noviembre de 1547 en busca del reino de los caracaraes dejando en Asunción de teniente gobernador a Francisco de Mendoza. La expedición se internó hasta las primeras estribaciones de las sierras del Perú y allí se supo que otros españoles se habían apoderado hacía arios de las riquezas tanto tiempo codiciadas por los conquistadores del Río de la Plata.

Martínez de Irala hizo saber a La Gasca su llegada por medio de Nufrio de Chávez, ofreciéndose con su pequeña tropa para la lucha contra Gonzalo Pizarro; permaneció un tiempo entre los cocotoquis y volvió a recoger versiones sobre un cerro del norte de la región en que abundaba la plata.

En su ausencia se habían producido en Asunción graves sucesos; los partidarios de Álvar Núñez habían aprovechado el alejamiento del gobernador y de buena parte de sus hombres y decapitaron a Francisco de Mendoza, nombrando gobernador a Diego de Abreu. Pero la mayoría de los oficiales reales volvió a restablecer el orden y entregó el mando a Martínez de Irala, el cual, llegado a Asunción, depuso a Abreu, que huyó para eludir el castigo.

Serenados los ánimos, se disponía Martínez de Irala nuevamente a descubrir las tierras ricas en metales, convencido ahora de que no estaban en Perú, sino en los confines del Chaco o hacia el Amazonas; pero aplazó el nuevo intento al tener noticias de la próxima llegada de la armada del adelantado Juan Sanabria, que venía a las órdenes de su viuda, Mencía Calderón, para ejercer los derechos que correspondían a su hijo y heredero, Diego.

La expedición había quedado en la costa del Brasil y repobló San Francisco. Con los expedicionarios llegaba un núcleo de mujeres reclutadas en España para contrarrestar los efectos del "paraíso de Mahoma" asunceño. La armada estaba a: mando de Juan de Salazar y sólo después de incontable: peripecias llegaron algunos de sus restos a Asunción. Lo: expedicionarios hicieron también el viaje por tierra.

En enero de 1553, después de haber comprometido a dos de sus adversarios, Alonso Riquelme de Guzmán y Francisco Ortiz de Vergara, casándolos con dos de sus hijas mestizas, Martínez de Irala emprendió nuevamente un viaje hacia el norte y se internó 200 leguas al oeste de San Fernando, con resultados desastrosos, pues no halló rastro de las tierras ricas en metales preciosos con que soñaba desde hacía tantos años. Las últimas informaciones radicaban la Sierra de la Plata en la provincia de los itatines y se dispuso a realizar un nuevo esfuerzo.

En octubre de 1553 el factor Pedro Dorantes requirió a Martínez de Irala para que procediese a repartir los indios en encomiendas y hecho eso podrían dedicarse los espa-ñoles que lo deseasen a buscar oro y plata y otras cosas mientras que los indios trabajarían la tierra.

Siguiendo ese requerimiento se hizo el reparto de los guaraníes y fueron poblados nuevos lugares, pero todo ello no hizo desistir al gobernador de sus planes y envió a Nufrio de Chávez hacia el Itatín para preparar una nueva salida. La expedición fue suspendida cuando se enteró que el rey lo había nombrado gobernador del Río de la Plata por cédula del 4 de octubre de 1552 y al mismo tiempo le prohibía los descubrimientos y conquistas.

Respondiendo a órdenes del rey, fue preciso pensar más bien en fundaciones de poblados que en nuevos descubrimientos; había proyectos para establecerlos en las costas del Brasil, en el Guayrá, en la boca del río de la Plata, en el antiguo Sancti Spíritus, en la región de los xarayes, en la cordillera de los chiriguanos, etc. Se impuso poco a poco la idea de asegurar con poblaciones estratégicas las comunicaciones con España y el Perú.

La tarea comenzó por la tierra de los xarayes y el Guayrá, zonas en las que además se suponía que existía oro y plata. Pero cuando llegó la orden prohibiendo nuevas conquistas, ya estaba en Asunción el obispo fray Pedro Fernández de la Torre, natural de Úbeda, espíritu fogoso, más inclinado al oficio de militar y caudillo que de religioso, partidario entusiasta de proseguir la conquista, y agitó los ánimos en pos de la quimera del oro.

Martínez de Irala murió en Asunción el 3 de octubre de 1556. Tenía veinticinco años cuando se convirtió en jefe de los restos de la armada de Pedro de Mendoza, en la que se había inscripto como simple tripulante o soldado. Gracias a los dones de su carácter supo mantener la cohesión de la colonia asunceña y librarla de la dispersión y la anulación. No conquistó la Sierra de la Plata, pero dio una solución al problema indígena, no por la guerra, sino por la fusión de dos sangres, lo cual tuvo por resultado una considerable población mestiza que pronto fue eje importante de la colonización y más tarde dio los mayores contingentes a las luchas por la emancipación nacional.

Origen de la leyenda de la Sierra de la plata

La leyenda se origina en referencia a los viajes que realizaba Juan Díaz de Solís por las costas de Sudamérica. El primer viaje se realizó en 1512, cuando Solís bordeaba la costa de Brasil hasta que se topó con un enorme río llamado en la actualidad Río de la Plata, debido a su gran amplitud Juan Díaz Solís optó decidió llamarlo Mar Dulce, a pesar de que en la expedición de 1501-1502 por Américo Vespucio, lo hubiera bautizado como Río Jordán, y que los pueblos de la región lo llamaban Paraná Guazú Río como mar o (gua grande).

Solís al darse cuenta que la zona podría ser un puente de unión entre el Atlántico y el Pacífico, decidió volver a España a reclamar la conquista y gobernación de aquel territorio.

Al conseguir el título de capitán general de esa región, decide volver al Río de la Plata en febrero de 1516 y desembarcar junto con cincuenta hombres, debido a que Solís se había confiado de la generosidad que le habían mostrado los indios guaraníes.

A Pesar de ello, cuando llegaron a tierra, Solís y sus hombres resultaron asesinados, descuartizados y devorados por los indios guaraníes, provocando la huida a España de varios tripulantes que habían quedado en los barcos.

Durante el regreso a Europa, uno de los barcos de la expedición de Solis naufragó frente a las costas de Santa Catalina en Brasil, quedando ahí dieciocho hombres, entre los cuales se encontraba Alejo García, quien fue el que generó una relación de confianza con los indios tupí guaraníes de la región, a partir de ellos él se enteró que en esa región, existía una gran montaña de metales brillantes.

Alejandro García fue el primer explorador de esa zona, en esa expedición se dirigió junto con indios y otros náufragos desde Santa Catalina en busca de la Sierra de la plata, atravesando la Mata Atlántica y el gran chaco, hasta llegar a los dominios del Rey Blanco, en la región del Altiplano, donde vieron que el trono estaba cubierto en su totalidad de plata.

Después de obtener algunas piezas de gran valor, los expedicionarios emprendieron el retorno a la costa del Brasil, costándole la vida a Alejo García y otros europeos, tras ser emboscados por indios paraguas.

Cuando llegaron a Europa, los pocos tupí guaraníes que lograron salvarse explicaron lo sucedido mostrando algunos trozos de los metales del imperio del Rey Blanco.

Influencia sobre las expediciones de Sierra de la plata

La leyenda de la Sierra de la Plata, impulsó la conquista y colonización de la actual Argentina, Paraguay, Uruguay y parte del sur de Brasil, la influencia que obtuvo logró colocar el nombre de “Río de plata” al estuario que Américo Vespucio cartógrafo como “Río Jordán” y que el primer capitán General de la región Juan Díaz de Solís decidió llamar “Mar Dulce”.

En la actualidad

En la actualidad esta leyenda se considera que se originó en el Cerro Rico de Potosí en Bolivia, donde el Rey Blanco en realidad fue el Inca Huayna Capac. Durante la exploración de Alejandro García, los españoles comenzaron la colonización de las costas panameñas y colombianas, y los portugueses iniciaron la ocupación de la actual Costa Brasileña. Por lo tanto, esto ocasionó que ninguna de las dos coronas supiera de la existencia del imperio Inca en esa región. La colonia del imperio Inca se realizó entre 1532 y 1533, ahí fue donde Francisco Pizarro y Diego de Almagro demostraron sus desavenencias.

El Rey Carlos I soluciono el conflicto dividiendo el territorio sudamericano en gobernaciones, la primera encabezada por Francisco Pizarro fue llamada Nueva Castilla, y la segunda entregada a Diego se llamó Nueva Toledo y una tercera gobernación fue entregada a Pedro de Mendoza, llamada Nueva Andalucía.

Existe una leyenda incaica, en la cual se dice que el cerro Rico en realidad era conocido por los incas como Sumac Orcko, el cual había sido explorado por el Inca Huayna Cápac, pero esto ellos no extrajeron los minerales encontrados, debido a la presencia de una voz que dijo “Ama urqui chichu qolqe kay urmanta, chayqa uqkunapataq” la cual les advertía que la plata encontrada ahí no debía ser saqueados. Desde ese entonces los incas no tocaron esos minerales.

Fuentes