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* Vignier, Enrique y Guillermo Alonso. La corrupción política y administrativa en Cuba. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1973.
 
* Vignier, Enrique y Guillermo Alonso. La corrupción política y administrativa en Cuba. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1973.
  
===Vínculos Externos===
 
* [http://www.ecured.cu/index.php/Página_Principal/ Revista villa blanca]
 
* [http://www.radiocaibarien.cu/ Revista villa blanca]
 
 
   
 
   
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Revisión del 12:55 3 nov 2012

La revista “Villa Blanca”, en Caibarién.
Información sobre la plantilla
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Revistas de Caibarién
Fecha:1949
Lugar:Caibarién
Descripción:
Periódicos y Revistas en Caibarién
País(es) involucrado(s)
Cuba
Ejecutores o responsables del hecho:
Imprenta de Caibarién


La revista “Villa Blanca” . Según el Dr. Martínez Fortún, quien fue uno de sus colaboradores, ocupaba en su tiempo (19491957), el primer lugar entre las que entonces salían, pese a lo humilde de su factura.

PRIMEROS TIEMPOS

En julio de 1949 salió de la imprenta el primer número de esta revista y como puede apreciarse de su lectura la totalidad de su redacción corrió a cargo de la familia Crespo Frutos. Ya en él se aprecia el amplio abanico que pretende ceñir, presentando artículos donde se critica el estado de abandono en que se va sumiendo el pueblo, sin descuidar los temas culturales aludiendo aquí a la figura de José María Montalván, hijo del fundador de la Banda Municipal, Pilar Montalbán Raimundo, y director él también años más tarde, pero exponentes del éxodo a La Habana, donde seguía ejerciendo la pedagogía musical auspiciado por el Ministerio de Educación. En este primer número también se abordan temas nacionales dedicándose un articulo al Centenario de la Bandera. Los deportes por ultimo también están tratados, propiciándose así un atractivo más y facilitando que este órgano sea un vehículo de entretenimiento. Sin embargo, la vocación localista también en este tema es marcada. Claudio Crespo entrevista a Pablo Mesa (Champion), notable figura del béisbol a quien en sus tiempos de gloria se conoció como “ el out field del millón de pesos” cuando era uno de los jardineros de Los Leopardos junto a Charleston y al santaclareño Alejandro Oms. En estos artículos deportivos se denuncia con frecuencia el estado de abandono oficial que padecen las glorias del deporte cuando vienen a menos sus capacidades físicas. Ernesto Crespo, por su parte, cuando pinta el cuadro miserable que le proporciona Caibarén hace alusión autobiográfica a sus luchas en él cuando combatía la tiranía de [Gerardo Machado`]] y acusa la frustración del ideal martiano: “ el mal no es de nuestro pueblo, sino del desequilibrio existente del desajuste de la sociedad en sus raíces, de los gobernantes de la patria que no han sabido encauzarla en el sentido de con todos y para el bien de todos” La revista en sus primeros números es un engendro balbuciente que no goza de la coherencia ni la fuerza que luego tendrá. Sin embargo, ya el editorial primero “Nuestra Razón de Ser” puede tomarse como el manifiesto de sus objetivos cardinales y a este tópico dedicaremos después especial atención.

Los primeros números de la revista tienen como característica una mayor profusión de anuncios comerciales, los cuales no desaparecerán nunca de ella, como tampoco un directorio profesional, elemento económico que respalda financieramente en buena medida el éxito en la continuidad de las tiradas. Ese primer número es el plazo mínimo para iniciar una labor proselitista que se ampliará cada vez más y que comienza por movilizar a los “pinos viejos” recavando de ellos cooperación, que para algunos representa su epilogo como aficionados a las letras y al periodismo. Así la revista comienza a dar rumbo a sus secciones fijas como son la titulada “De aquí y de allá” que escribe el anciano pedagogo Pedro Menéndez Vázquez, fundador en Caibarién de la escuela primaria José Martí y cuyo titulo hace clara referencia al doble hábitat Caibarién- Habana y que constituye una crítica a la desaparición de modales y hábitos moderados y corteses y reemplazo por conductas groseras e irreverentes, lo cual este anciano, fundado no más que en su experiencia vital solo atina a explicar diciendo que “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Su ancianidad y posteriormente su muerte hicieron desaparecer en los números subsiguientes esta sección. A partir de los primeros números las páginas de Villa Blanca comienzan a divulgar las creaciones poéticas nuevas o pasadas de las figuras intelectuales que se agrupan en su derredor para darle su apoyo. Así se difunden poemas de algunos aficionados de Caibarién o residentes en él, así como de los que habitan en La Habana, no tratándose por lo general de estrellas de primera magnitud en la literatura sin que por ello sea aconsejable desechar de plano su obra, pues por el contrario se llegan a dar a la luz poemas de calidad, en ciertos casos ligados sentimentalmente a nuestro pueblo al punto de constituir para este verdaderos símbolos. Manolo Menéndez Osorio, representando a los que no emigraron a la capital, barbero de profesión con inclinación a componer poemas y canciones con notable acierto, se hizo cargo de una sección que tituló “¿ Como empezar...?” en la cual aborda disímiles temáticas de interés local, desde un llamado a moralizar las costumbres en previsión de crisis venideras en ese aspecto hasta la necesidad de implantar rutas de ómnibus internos o una interesante disertación de quien conoce bien el tema acerca de la explotación esponjera y su demanda comercial. “Ruido de faldas” es otra sección que acoge el director, presentando imagen gráfica con interesante comentario de notables damas, generalmente destacadas por el cultivo de alguna manifestación cultural. Esta sección luego cambia su nombre por el de Mujeres y por ella desfilan Lidia Pina, destacada intérprete de instrumentos de cuerda, integrante de un conjunto que fundara Pedro Julio del Valle, alumna de Alfredo Sánchez y de Mariano Momplet, Fedora Capdevila, caibarienense electa la actriz más destacada del año 1951, el dúo de las hermanas Martí, ligado a la vecina Remedios, Asunción del Peso, artista de CMQ y sobrina de un comerciante “que otrora formó parte del alto comercio local” o Zoila Pérez, actriz de teatro bufo que durante su adolescencia vivió en Caibarién. El autor con franco acierto psicológico adornaba las carátulas editoriales con los rostros de estas artistas.

El periódico siempre contó con una – o más de una – secciones de crónica social con su consabido peso en cuanto al mantenimiento económico. Sin embargo es bueno señalar, que pese a lo inevitablemente manido del género, esta crónica se intercalaba o confundía con un noticiario corto de gran utilidad divulgativa y hoy de beneficiosa aportación para la historia. Los nombres de esta sección no se mantuvieron estables, llamándose unas veces “De nuestro mundo”, otras “Vibraciones sociales” y otras “De Caibarién” pero apareció con más asiduidad como “De Caibarién, notas para Villa Blanca” redactada por Antonio Lecuona mientras que Ernesto Crespo hacia su parte en la Capital titulándola “Sociales en La Habana

Hubo otros colaboradores como Haydée Robles, quien contribuía con sus poemas y mantuvo también una sección social que titulaba “Apuntes de mi carnet” la cual tenía el carácter especifico de un noticiario de eventos culturales ocurridos en Caibarién.

La Doctora Dulce María Sánchez también sostuvo el espacio que tituló “Sociales de Caibarién mediante el que informaba sobre aspectos de interés para la comunidad. Por último desde la ciudad de Remedios se recibía de modo estable la colaboración de Franky del Valle para el espacio “Algo de Remedios”, que tampoco era una mera crónica, constituyendo una página, y a veces dos, de intereses sociales, culturales y generales de la vecina ciudad.

Otra sección de obligada salida fue la de los Deportes que primero estuvo atendida por Manuel Mora Casasús y luego por Feliciano Reinoso, este último fue el primer narrador simultáneo de un juego de pelota de grandes ligas, a través de la 6 EV, primera emisora que fundara experimentalmente el pionero de la radio Manolín Álvarez Alvarez por 1916. Este apasionado divulgador del deporte era tambien un acucioso investigador del tema y organizado archivero de notas de prensa sobre el mismo.

Por último merecen mención las secciones de carácter histórico que estuvieron signadas por Antonio Lecuona y por el Dr. José Andrés Martínez Fortún. El primero sacó la titulada “Del Caibarién de ayer” con facetas breves muy originales, fruto de sus indagaciones personales y que aunque no salieron con estabilidad constituyen atrayentes pinceladas de la historia local.

El segundo divulgó en tiradas sucesivas sus apuntes acerca del periodismo en Caibarién y en Remedios en secciones separadas. José Andrés Martínez Fortún es un reconocido autor con una copiosa obra historiográfica que abarca toda la jurisdicción de Remedios pero fue además un reputado profesional como odontólogo y hombre de ingenio e inventiva. Él sostuvo además otras secciones como “Lo que pasa en el Mundo” y “Lo que legó a la historia el año ... “ recuentos de hechos significativos del momento o de un año que termina.

La revista tuvo también el acierto de mantener espacios de humor, unas veces desde la evocación de anécdotas jocosas del pueblo añorado y ausente como en “Pasando el rato” de Pedro Bru Valenzuela”, jurista y fiscal de la Audiencia de Santa Clara, otras con la “joie de vivre” de un capitalino destilando ironía, de trasfondo político a veces como las “Estampitas” del Dr. Estaban Beltrán. Independientemente de sus secciones la revista se hizo eco continuamente de los triunfos que cualquier coterráneo cosechaba, ya fuera la victoria de un equipo deportivo o un premio en un certamen literario como es el caso del concedido a Arturo Doreste por su trabajo Navidad Atómica, sobre los peligros de la carrera armamentista que reproduce este órgano de prensa en febrero de 1950 y que había ganado el Premio Varona que otorgaba el ministerio de Defensa.

El tema de la lucha obrera también aparece esporádicamente en la palabra de los líderes más autorizados del momento.

Esta publicación sostiene de continuo que en sus páginas no se hace política, sin embargo, el hecho de que algún coterráneo ha conseguido encumbrarse en los medios de las urnas o lo intenta, provoca excepciones que suponemos debieron causar disgustos entre las facciones del electorado Más adelante abordaremos esta faceta.

A pesar de los esfuerzos coleccionistas del Museo Municipal “María Escobar Laredo” no se consiguió nunca que la sección de publicaciones cuente con el total de los ejemplares salidos a la luz de la revista “Villa Blanca” cuya significación deseamos poner de relieve con este estudio. Aún así podemos considerar que está casi completa, por lo que el pequeño faltante no impide realizar una evaluación válida.

Su primer número salió en julio de 1949 y se anunciaba como “Noticiero Mensual” dando por lugar de edición el binomio Habana-Caibarién, aunque siempre se imprimió en los talleres sitos en la calle General Emilio Núñez No. 9 en la Habana. Su director fue Claudio Crespo Frutos y su administrador Ernesto Crespo Frutos, ambos hijos de Claudio Crespo Pérez, luchador mambí que tuvo inquietudes en el periodismo local alrededor del primer cuarto del siglo XX.

El jefe de circulación fue siempre Salvador Frutos Jr. sobrino de los dos anteriores viniendo a ser esta publicación prácticamente un asunto de familia, pues en los primeros tiempos el agente corresponsal en Caibarién era Armidia Frutos González.

Sin embargo, luego de la salida de los primeros números con el esclarecimiento de los propósitos trazados se empezaron a sumar contagiosamente los colaboradores: el Dr. Alfredo M. Petit, Vicente Andreu, Arturo Doreste, Pedro Revuelta, Sergio Enrique Hernández Rivera, Antonio Lecuona, el Dr. Esteban Beltrán, Manuel Menéndez Osorio, Mirtha Jiménez, Ramiro de Armas (Ramón Arenas), Frank del Valle, el Dr. José Andrés Martínez Fortún, el Dr. Pedro Bru Valenzuela, Fifina del Castillo, Haydée Robles, Mercy García, Nena Olivera y algunos otros.

El costo de un ejemplar en sus inicios fue de 20 centavos, mientras que la suscripción semestral era de 70 centavos y la anual de $ 1.20. Más tarde se encareció a $ 2.00 la suscripción anual y $ 1.00 la semestral. El agente-corresponsal en Caibarién fue cubierto más adelante por Antonio Lecuona, el cual además era un acucioso investigador de la historia local inclinado a coleccionar buenos libros y documentos valiosos en tiempos en que en Caibarién no existía Museo, ni archivo de historia. Este pilar con que contaba la revista en el municipio también colaboraba en ella con sus versos de aceptable factura.

La génesis de esta revista, gestada en buena medida en La Habana pero pensando en la patria chica de un gran número de caibarienenses residentes allí, es algo que debe explicarse: nuestra población tuvo un despegue económico en curva ascendente a partir de 1860, marcado por la fundación del ferrocarril (1851) y su extensión paulatina por las zonas de ingenios azucareros que tributaban sus producciones para ser exportadas por nuestro puerto.

En 1878 se inauguró una nueva vía férrea que conectó la zona de Zuluetas y Placetas con Caibarién, directamente sin atravesar a Remedios, cobrando la economía local un mayor auge que no disminuyó apenas con la contienda bélica por la independencia. Por ese entonces el crecimiento de la trama urbana superaba la media de todo el país revelándose como un caso insólito, hasta el punto que el área parcelada en manzanas en 1900, apenas se incrementó después (7)

El siglo XX trajo como resultado un desarrollo técnico de las comunicaciones y del transporte que no conseguía nuestro puerto equiparar, de modo que el tradicional método del traslado en lanchones y patanas de los azúcares al puerto internacional de Cayo Francés, con la impedimenta encarecedora de la doble manipulación devino obsoleto y se abrieron nuevas vías, pues resultaba más barato el traslado a puertos de buen calado.

Con la disminución drástica del volumen de operaciones portuarias y más tarde con la fabricación de la carretera central, Caibarién fue quedando relegada a ser un último paradero a donde se acudía por razones económicas de menos importancia. Luego de la crisis política del derrumbe de la revolución de 1930 se propició un éxodo desde nuestro pueblo hacia otros sitios, y especialmente hacia La Habana. La gente que emigraba procedía de diversos sectores: comerciantes adinerados que temían la ruina total, profesionales que luchaban a brazo partido por configurar una nueva clientela en la capital, padres que batallaban por conquistar para sus hijos una formación profesional más perfeccionada, obreros que habían visto agotadas o muy estrechas sus opciones laborales en el terruño y avizoraban más amplios horizontes y hasta intelectuales, -que entonces lo eran más por convicción espiritual que por formación académica- que también suponían en La Habana un ambiente luminoso que los impulsara en sus empeños artísticos. Esa es la gente que luego de aclimatados, unos más que otros, al nuevo ambiente, mucho más dinámico pero también más frío, e impersonal que el de la otrora pujante villa, cuyo esplendor habían vivido -y que aún testimoniaban sus edificaciones- comenzaron a sentir nostalgia. La hostilidad del nuevo ambiente los impulsó también a buscar apoyo unos en otros, apelando a la devoción por la infancia común, a la amistad probada por la estreches y aunque el caso no es único, pues infinidad de pueblos de Cuba pueden narrar una historia similar, estos hombres, guiados por algunos líderes intelectuales, como los que conformaron esta publicación, llegaron a consolidar una conciencia identitaria que gestó la asociación que nombraron “Colonia de Caibarién” en La Habana –que también tuvo su perqueñísimo periódico – y por último, todo un movimiento encaminado por una parte a estimular por los gobiernos municipales a aquellos hijos preclaros cuyo desempeño profesional o excepcional actitud ciudadana lo hiciera meritorio y por otra a organizar anualmente una expedición para visitar el pueblo natal, donde muchas veces se produciría el emotivo reencuentro con los familiares y el sano disfrute de unos carnavales, que con este propósito cambiaron su tradicional fecha de febrero para el agosto de las vacaciones escolares y la temporada de playa. Este papel protagónico para el que consideramos cuenta con suficientes elementos de prueba la Revista Villa Blanca como gestora de la Sociedad “Colonia de Caibarién” y posteriormente de la tradicional peregrinación del Caibarienense Ausente, como un verdadero “viaje a la semilla” nos lo proponemos argumentar. Ya desde el primer editorial titulado “Nuestra razón de ser”, Cayito Crespo Frutos, su director, define los objetivos de tender un puente espiritual entre La Habana y Caibarién, el cual modestamente califica de “proyección mínima sin aparente trascendencia” y ya entonces refiere sobre la celebración usual en algunos municipios “de los más pequeños y modestos de una fecha del paisano ausente” y sobre la creación de clubes “en los cuales en fechas rememorativas o periódicas, se han reunido y confraternizado los compoblanos”.

La revista siguió de cerca y reportó estas iniciativas de otros territorios en sus páginas sociales como es el caso del Centro Remediano en La Habana creado el 1 de Mayo de 1950 en torno a la figura de su entonces joven presidente Octavio Carrillo Núñez, vecino de Cojímar. Asimismo publica los favorables resultados de la reunión que esa institución celebra el 9 de junio de 1951 en los altos de Teniente Rey 60 donde se acordó enviar una representación del Centro para ayudar al mayor lucimiento de los festejos tradicionales de Remedios. Allí el Alcalde de la ciudad Heriberto Romero Font habló de sus propósitos de instaurar el Día del Remediano Ausente y se acordó que fuera el 24 de Junio de cada año en virtud del Día de San Juan, patrón del pueblo. Este acuerdo se refrendó posteriormente por la cámara municipal de esa alcaldía y Villa Blanca ofrece una cuartilla al presidente de la Comisión de Turismo local Amado Ángel Grau, quien describe pormenorizadamente el esplendor del programa desarrollado el 24 de junio de 1951, cuando arriban a Remedios, por vez primera la representación del Remediano Ausente, que ya cuenta incluso con un himno, inspiración del doctor Julio César Soy del Pozo. Villa Blanca también publica la invitación a acudir a Santa Isabel de las Lajas para los festejos que se celebrarían el 26, 27 y 28 de junio de 1954, convocados por su alcalde el doctor A. Ezequiel Alfonso Vázquez con motivo del Día del Lajero que desde 1948 se efectuaba allí y Ernesto Crespo aprovecha la noticia para reiterar la añoranza de que Caibarién adopte esa tradición. El número 62, correspondiente al mes de agosto de ese año lanza el llamamiento para la constitución de la Sociedad “Colonia de Caibarién” y la elección de su junta directiva. La congregación sería a las 9 de la noche del 19 de septiembre de 1954 en el local social del “Centro Sagüero de La Habana” en la calle de Malecón 157, altos, entre Crespo y Águila que esta institución les cedió gentilmente. Junto a la convocatoria, que según el editorial de ese número debía alcanzar a 2000 familias de cangrejeros residentes en la capital, se explican pormenores que se tendrían en cuenta en su reglamento y se exponen los objetivos de esta institución y son los siguientes: a.Asumir la representación colectiva, jurídica y legal de sus asociados en todo cuanto a sus derechos y relaciones correspondan. b. Contribuir a la defensa de los intereses sociales, morales y materiales de los asociados. c. Crear vínculos de intensa fraternidad entre sus componentes. d. Gestionar mejoras para el pueblo de Caibarién e. Mantener las más estrechas relaciones con los habitantes de Caibarién f. Celebrar actos culturales y sociales g. Gestionar la constitución del “Club Villareño”, con la representación de cada una de las sociedades fundadas y que se funden, en la Ciudad de La Habana, con los elementos de los términos municipales de Las Villas, residentes en esta capital. El llamamiento tiene fecha 31 de agosto de 1954 y está firmado por 15 personalidades encabezados por Enrique Elízaga Peláez y en esa estrecha nómina cuentan los hermanos Claudio y Ernesto Crespo Frutos y Ramón Arenas Hernández que tan íntimamente están ligados a Villa Blanca. El siguiente número ya brinda el hecho consumado bajo el título de “Ya abrió La Colonia”, artículo en el que refiere que en la reunión del 19 de septiembre, luego de presentar a la señorita Romañach recién electa “Miss Las Villas” en uno de los certámenes de belleza acostumbrados entonces, hicieron uso de la palabra los señores Enrique Elízaga Peláez, César Figueroa, Juan Sánchez Baldrich, José Cabús Reguera, el doctor David Mestre del Río y Ernesto Crespo Frutos, el cual destacó que durante 5 años de publicación Villa Blanca había luchado por crear entre los caibarienenses residentes en La Habana “el clima de unidad propicio” que trajo por resultado la constitución de La Colonia. En esa reunión se eligió una directiva provisional y se designó el mes de diciembre para celebrar las elecciones que definirían cada año la permanente. Esa primera directiva tuvo por presidente a Enrique Elízaga Peláez con seis vicepresidentes, secretario, vicesecretario, tesorero, vicetesorero, y un total de 50 de vocales. En ese número de septiembre de 1954 se publica el nombre del total de miembros de la directiva con sus cargos y una foto panorámica de los asistentes a su constitución. Allí también se concede la última página a “Un discurso que no llegó a leerse” y que tenía preparado para la noche del 19 de septiembre Pedro Revueltas, palmireño asentado desde joven en Caibarién, pero que por lo prolongada que fue la reunión a causa de las múltiples intervenciones y la avanzada hora de la noche –cuando el día siguiente sería de trabajo— no leyó su autor. En el se aconseja a la novel institución la tirada de un boletín “que sirva de vehículo para el intercambio de ideas y proyectos entre los que elaboremos aquí y los que desde Caibarién desean secundar nuestra labor”. En este discurso su autor también alerta sobre la existencia de “fuerzas ocultas que se han opuesto en Caibarién a nuevas iniciativas industriales, mediante la exigencia de compensaciones previas para permitir allí la in stalación de medios de trabajo y de vida” e insta a todos los caibarienenses a combatir sin tregua contra esas fuerzas que mantienen a la ciudad sitiada por hambre.

IMPORTANTES ARTICULOS REFLEJADOS

EL DÍA DEL CAIBARIENENSE AUSENTE

El número 73, correspondiente a julio de 1955 invita a través de un recuadro a los carnavales de verano que se celebrarán en Caibarién los domingos “7-14-21-28 de agosto próximo venidero” y dice del último que será el del Cangrejero Ausente para el cual “La Colonia se apercibe a la organización de una excursión de mayores proporciones que ese fin de semana invadirá alegremente la patria chica, participando de los distintos actos que allá se preparan en honor de los visitantes” y exhorta a los caibarienenses a participar “coadyuvando al esplendor de la primera fecha que consagra el lar a los hijos ausentes” y hemos subrayado primera para resaltar que se estaba convocando a la celebración que hoy constituye una tradición que el pueblo acoge con entusiasmo, por su primera vez, ese 28 de agosto de 1955. Otra prueba del nexo que Villa Blanca tiene con la gestación de esta festividad se ofrece en el número 74 correspondiente a agosto de 1955, en la sección “Motivos para mi crónica” de Ernesto Crespo, donde bajo el subtítulo de “Día del Caibarienense Ausente” afirma que se trata de un empeño “por el que durante 6 años ha batallado esta revista”. Allí reconoce el papel que han tenido otras personalidades en ese logro, entre las que cita al alcalde José Julio Borroto, al Presidente de la Colonia señor Fructuoso Pírez, a Agustina Arza –mujer ya anciana pero de gran espíritu emprendedor en la unificación de la colonia y a quien se le conocía como “la abuela” de esa institución—a América González, Ernesto Tro, Virgilio del Valle y otros. Ese número 74 sale a la luz antes del 28 de agosto y en él se asegura que vendrán cerca de 300 personas en la excursión y que a ese efecto la revista adelanta su tirada “para llegar a todos los que se encuentren fuera de La Habana y son sus suscriptores en Santiago de Cuba, Bayamo, Holguín, Manzanillo, Puerto Padre, Central Pilón, Camaguey, Florida, Morón, Ciego de Avila, Santa Clara, Cienfuegos, Sagua La Grande, Sancti Spiritus, Cabaiguán, Placetas, Camajuaní, Remedios, Vueltas, Cruces y hasta al extranjero Washington, Filadelfia, Chicago, Auburn, Charleston, New York, México, Venezuela, etc.” Dándonos así una imagen de la amplia distribución de este órgano de prensa y también de la interesante diáspora de los caibarienenses que la directiva de esta revista se había encargado de investigar. El siguiente número, 74, del mes de septiembre de 1955 en la misma sección fija Ernesto Crespo agradece a todos los que intervinieron en la materialización del primer Caibarienense Ausente celebrado el 28 de agosto de ese año y vuelve a insistir en el papel protagónico que la revista tuvo en su consecución diciendo que “mucho tuvo que ver con todo esto que hoy se nota, este revivir de esperanzas, este espíritu de hacer, de romper los viejos moldes de estáticas administraciones, porque como una necesidad, surgió para superarlas, para hacer historias, remover conciencias, añorar épocas propias, exaltar sus valores espirituales y morales, conciliar voluntades, unir al pueblo y a los hijos ausentes en estrecho lazo para AYUDARLO, trabajar por su mejoramiento....”. a renglón seguido se invita a leer en el mismo número otra crónica de Quirino Hernández que describe el esplendor de los festejos se agradece a los que procedentes de fuera de la ciudad, hicieron donativos a las instituciones de salud y se le dedica especial mención al comienzo de los trabajos en la carretera a Yaguajay que incorporaría a la ciudad al Circuito Norte y era una de las demandas más solicitadas por el pueblo de Caibarién, que veía en esa obra una perspectiva económica favorable.

EL CARNAVAL DE VERANO

Esta celebración no corresponde con la tradición y puede apreciarse a través de Villa Blanca el momento en que se trasladó de la etapa invernal en que se había comenzado a celebrar mucho antes (sin que podamos precisar cuándo por carecer por ahora de elementos). Todavía en 1950 los Paseos de Carnaval se celebraron en el mes de febrero con autos adornados y carrozas así como el uso de máscaras que siempre fue característico de este festejo. Para la ocasión se organizaba también baile en las sociedades, como el del 12 de febrero de 1950 en la Colonia Española que recoge la crónica social a cargo de Antonio Lecuona en el número 8 de la Revista.

Sin embargo ya al año siguiente se anuncian carnavales de verano para el mes de julio auspiciados por la Comisión Municipal de Festejos Populares, haciendo referencia a las fechas de los cuatro domingos y detalla lo nombres de las candidatas por el reinado del carnaval cuya triunfadora obtendría un viaje a Miami.

En el número 26, de agosto de 1951, se ofrece la retrospectiva de estas festejos y se añade constancia fotográfica en cinco imágenes. Allí se explica que se trata del “primer Carnaval de Verano” y se enuncia el propósito de sus organizadores de que “con el decursar del tiempo se conviertan en tradicionales y que coincidiendo con la temporada de playa, elevarán el prestigio de nuestro pueblo al rango que él merece”.

Vemos así cómo el cambio se produjo antes de la instauración del Caibarienense Ausente, pero constituyó un modo de preparar el camino para esa celebración. No obstante ese intento no fue definitivo como cambio y algunas instituciones como la Colonia Española, El Liceo y Yacht Club se mantuvieron programando carnavales en febrero los años 52 y 53. En 1954 no se celebró carnavales en ningún mes del año y en el 55 se repiten en el verano coincidiendo esta vez en el último de sus cuatro domingos de agosto con la primera excursión del Día del Caibarienense Ausente como ya hemos explicado, instaurándose así un cambio que constituiría con los años una tradición.

LAS PARRANDAS

Esta festividad, procedente de Remedios—donde al parecer se implantó una versión de las Gayatas de Castellón de la Plana, Cataluña tuvo en Caibarién el primer eco imitativo y se expandió como pólvora por toda la antigua jurisdicción de Remedios y aún más allá. En Caibarién, donde se celebran desde el 24 de diciembre de 1892, constituyen la más relevante tradición popular y han estado siempre ligadas a las celebraciones católicas de las Pascuas.

La revista Villa Blanca le confirió en sus páginas la importancia que tienen, anunciando previamente las que se producirían o detallando la crónica de las que recién habían pasado, pero como tema rico en extremo también dedicó amplios espacios a algunos artistas especializados en su preparación, especialmente a los carroceros. Otra faceta de estas fiestas que expuso fue la de historiar sus comienzos en Caibarién o en Remedios aludiendo a los músicos que intervinieron en los changüíes y hasta reproduciendo algunas tonadas que fueron coreadas en tiempos pretéritos, garantizando la perdurabilidad en la memoria de arte tan pasajero.

Las Parrandas fueron consideradas por los más connotados promotores de la cultura local del pasado—entre los que cuentan, evidentemente, los gestores de Villa Blanca—como un atractivo suficiente para fomentar una afluencia de turistas al pueblo, y entonces se pensaba mucho en el turismo nacional—sin descartar el extranjero—que proporcionaba un incremento de riquezas para en comercio local, cuyo monto se le comparó, en más de una ocasión, con el de una zafra. Villa Blanca se hace eco de la empresa que acomete la Comisión Nacional de Turismo consistente en llevar la Parranda a La Habana, donde se presentan por primera vez el 25 de febrero de 1950 a lo largo del Prado Habanero. La noticia convoca a los cangrejeros residentes en La Habana, que experimentarán la conmoción de ver allá sus fiestas típicas, donde se podrá apreciar las carrozas de ambos barrios: La Loma y La Marina. Somos del parecer que la iniciativa pretendía fomentar el gusto por este evento y atraer cada vez a más personas a la escenificación real en sus pueblos de origen. Esta idea, que en nuestros días nunca más se ha retomado, volvió a ponerse en práctica el 28 de enero de 1951, esta vez en el barrio habanero de Mantilla, donde ese día se celebraba usualmente una verbena por el natalicio de Martí, cuyos beneficios se destinaban a la pavimentación de calles. En ese barrio se había asentado un notable número de cangrejeros.

En esta ocasión la presidencia de la Asociación de Propietarios de Mantilla la asumía el caibarienense Gabriel Terrada Pérez y por su iniciativa se sumó el espectáculo de nuestras Parrandas a la tradicional verbena, para lo cual Villa Blanca convocó a todos los cangrejeros de la capital, asegurándose incluso el transporte estable a ese barrio durante la noche de marras.

Instructiva e interesante resulta la crónica retrospectiva que describe el impacto de nuestro festejo local en aquella comunidad llegando a constituir un motivo humorístico cuando los residentes en ese barrio quisieron bailar las polcas, que eran organizadas por Enrique Pardo, músico e hijo del músico homónimo que había fundado estos festejos en Caibarién. Es bueno resaltar que ya no se realizan esas llamadas en tiempo de polca en Caibarién y que constituyen rasgo de identidad de Remedios, que en tiempos pasados había Caibarién también adoptado.

DE ESA AGUA NO BEBERÉ. LA POLÍTICA

En varias ocasiones a lo largo de esta publicación se defenderán sus principios y honradez y entonces se escribe la palabra “política” como un sinónimo de corrupción, elogiando a la revista por estar excluida de ese mal, así Antonio Lecuona define que “Villa Blanca no es un órgano de tendencias políticas ni banderías determinadas, donde se persiga un fin lucrativo e interesado. No es un órgano malintencionado que busca fama y renombre para su propio bienestar económico aunque destruya conceptos e ideas, ¡No!” (Villa Blanca, diciembre de 1949, Nº 6)

El poeta Clemente Orama Molina en carta que envía a la redacción dice que “Un periódico que no es político, que no denuncia a nadie, que no practica el chantaje, y que no adula, que solo vive de la suscripción de uno que otro anuncio, no puede tener situación económica envidiable de nadie...” y “Revista tan imparcial que siempre ha tenido un solo rasero para medir a todos por igual...” y que “... no se trata de un libelo cualquiera a la caza de la riqueza tal o la desdicha ajena o la política rastrera o la tarjetica misteriosa por atacar o por adular ni el indigno chantaje...”

El propio administrador también se refiere en el sexto año de aparecer Villa Blanca a “periodismo honesto, desinteresado, donde el peseteo y el chantaje no han tenido asiento...” (Motivos para mi crónica, Claudio Crespo Frutos, Villa Blanca, julio de 1955, Nº 73)

Pero esa protesta no resulta promesa cumplida, por ventura, por cuanto el hombre es animal político, y no puede existir estado de opinión que no exhale la esencia de un partido a tomar. Aunque no hagamos un análisis exhaustivo de este aspecto, sí deseamos dejar una valoración preliminar de algunas aristas del mismo.

En primer término hay que exponer que la crítica social fue un tema recurrente a todo lo largo del período en que salió a la luz Villa Blanca y desde su mismo nacimiento, ya que desde su primer número el administrador, bajo el título de “Caibarién en La Habana” refiere cómo la pobreza hizo emigrar del pequeño pueblo a tantos de sus hijos hacia la capital, y dice luego: ”Más tarde sabemos que en La Habana también hay días sin luz, sin trabajo, sin soluciones para el desahogo económico de la vida...” y aludiendo a la frustración del ideal martiano: ”Bien sabemos después que el mal no es de nuestro pueblo, sino del desequilibrio social existente, del desajuste de la sociedad en sus raíces, de los gobernantes de la patria que no han sabido encauzarla en el sentido martiano de «Con todos y para el bien de todos»”

En ese mismo número su sobrino Salvador Frutos (junior) titula “Ya estamos en verano” un artículo donde se queja de la inercia del gobierno y del estado lamentable en que permanece Caibarién en todos los órdenes Con un cariz similar el maestro Pedro Menéndez Vázquez ya jubilado y achacoso, desde su retiro en La Habana ofrece una visión crítica de la actuación del gobierno local del alcalde José Felipe Alonso a quien insta a imitar a su homólogo de Yaguajay, cuyos éxitos enumera y de quien señala su humilde procedencia obrera a través de la sección “De aquí y de allá”.

La crítica social por momentos se muestra muy lúcida y consciente. En el setenta y ocho aniversario del fusilamiento de los estudiantes de medicina se le concede un espacio a la conmemoración titulado “En un 27 de noviembre” y firmado por Rogelio Gutiérrez donde dice que todo nuestro pueblo lucha todavía contra otros “ voluntarios” que tratan de anular las enseñanzas emanadas del sacrificio de aquellas víctimas y del mambisado heroico. Allí también acusa al franquismo, que asesina a los mejores hijos del pueblo español, continuando, como “voluntarios” de hoy, la obra nefasta de los borbones.

El propio Ernesto Crespo en el artículo que dedica a Antonio Maceo en el número de diciembre de 1949 dice que “Por desdicha los que nos gobiernan, día a día se apartan más de los principios que dieron base a nuestra República...” De Arturo Doreste Argibay, poeta de los más connotados entre los que han vivido en Caibarién, puede decirse que consiguió copiar de un modo único realidades de nuestro pueblo, que fraguados en versos, gracias al tamiz de su exquisita sensibilidad constituyen hoy una verdadera carta de identidad. Este soñador artífice de la palabra, natural de Isabela de Sagua, pero asentado desde temprana edad aquí, dedica una página a la crítica del estado de lamentable abandono que este, su pueblo adoptivo, sufría, y como es de esperarse, “La villa de mármol”, que así titula su artículo, sin que su crítica deje de ser enérgica y objetiva, trasunta el gran amor que siente por el lugar, el dolor por verlo en su estado actual (febrero de 1951) y se muestra pesimista sobre el porvenir, brindando una imaginaria visión en la que el polvo blanco en capas superpuestas borraría los contornos que identifican a los objetos, tal vez con el propósito de, a través de esa visión apocalíptica, acicatear la conciencia ciudadana en pos de la conservación y el acicalamiento urbano.

Otra arista de la crítica social es la reiterada gestión que se evidencia a través de las páginas de Villa Blanca, solicitando ayuda a glorias del deporte a quienes la edad o cualquier otro accidente habían privado de sus medios de vida, luego de haber servido de forma ejemplar a la afición con su ejecutoria. En el trabajo titulado “Glosa deportiva en cuatro palabras y una foto”, el autor, --que no lo firma—rompe lanzas en defensa del pelotero Champion Mesa, quien “enfermo y vencido, bien estaría que fuera ayudado por los empresarios del magno evento nacional, en forma de que se le brindara un empleo en el Stadium del Cerro con cuyo producto el gran atleta sintiera menos deprimido su ánimo al pensar que ha sido dada al olvido más injusto su vida brillantemente hazañosa de pelotero estelarísimo”

”Analizando el futuro” es un artículo breve digno de particular análisis que aparece en febrero de 1954 bajo la rúbrica de Juan B. Suris. Allí se realiza una meditación sobre el estado de crisis y en el orden del precio deprimido del azúcar en el mercado internacional y se advierte que “Dejaremos aparte el panorama político, que no encaja en el marco de esta publicación”, como si fuera una alusión velada a los sucesos del Moncada. El autor, desde una posición conservadora, aunque admite que la sociedad padecerá desempleo, inflación y elevada circulación monetaria, entre otros males económicos financieros, aconseja prudencia y ordenamiento, mesura en los gastos públicos y privados obligada por las circunstancias y confianza en que se crearán fuentes de empleo que reviertan los males aludidos, aminorándose así la salida de capitales con el incentivo de que las producciones del país sustituyan las importaciones y confiriendo a la comprensión obrero-patronal un importante papel en el logro” de un futuro que puede ser todo lo próspero que se nos antoje” si al frente de los obreros no hay dirigentes que solo se interesen por “ventajismos sectarios”. Este pensamiento acerca del papel de los elementos movilizadores del progreso nos parece pusilánime, pues corresponde a quien no conoce—o no admite—el rol de la lucha de clases y cifra sus esperanzas en cuanto al desarrollo de la sociedad en la comprensión entre los que están llamados a desempeñar papeles antagónicos.

Sin embargo el sector obrero y sus líderes no permanecen distantes de esta revista, cuyas páginas se erigen con frecuencia en su tribuna y cuyos éxitos son aplaudidos por los editores. Así en primera plana el número 8 correspondiente a febrero de 1950 encomia los buenos resultados de una Plenaria Marítima Nacional que con representación de todos los puertos de Cuba y las Federaciones Provinciales se celebró en Caibarién y dice que nuestro pueblo”aportó con sus brillantes esfuerzos unitarios un gran ejemplo a la causa de los trabajadores de toda la isla.” Allí se crearon comités conjuntos de lucha contra los desvíos y se defendía los salarios de los obreros portuarios entre otras causas, abogando por la evitación de que la falta de circulación monetaria sumiera a este sector en la miseria.

También se reseñan los desfiles que, tradicionalmente, desde la sede del movimiento obrero en Caibarién, conocida indistintamente como Gremio de Marinos o Alonso 1 –en referencia a la dirección del local—se producían hasta la Casa Consistorial, frente al Parque La Libertad, donde la máxima figura del proletariado del territorio solía leer y entregar un pliego de demandas al alcalde municipal. Las del año 1951 contenían el reclamo de la retribución del monto de los salarios dejados de percibir por causa de los desvíos de azúcar de los centrales Adelaida y San Pablo.

El Comité de Lucha pro Caibarién gestado entre líderes sindicales, concejales y el alcalde en agosto de 1951 para luchar contra el desempleo se ve también reflejado en Villa Blanca, donde el Secretario de la Federación Obrera Local, Lorenzo Paret publica un llamado que titula “¡Salvemos a Caibarién!” en el que describe el incremento de la pobreza, la disminución de las fuentes de trabajo y el reforzamiento de un éxodo que ya se venía produciendo durante varias décadas.

El número de julio de 1951 reporta una gran reunión de obreros tabacaleros en el teatro Cervantes que había ocurrido el 24 de junio anterior en protesta por la mecanización del tabaco torcido para el consumo nacional. Antonio Lecuona que es quien elabora la noticia la cierra con la exhortación: “Adelante obrero del torcido en tus justas peticiones.”

El apoyo a los reclamos cívicos es otra manera de manifestar esta revista su adhesión a los intereses locales. En el número de abril de 1954 Ernesto Crespo titula “¡Caibarién, resiste!” a un llamamiento a todos los caibarienenses que aunque no lo explica parece tratarse de la convocatoria para un mitin, pues al final dice: ”¡Cangrejero, asiste!”. El texto alude a la necesidad de unirse todos en contra de los embarques de azúcar a granel y de protestar por no haberse incluido nuestro pueblo en la carretera del Circuito Norte, lo cual se veía como una vía de progreso y para el éxito se solicita la participación en esta lucha de todos los factores: comerciantes, industriales, trabajadores y el pueblo en general, ante la situación preocupante de desempleo y comercios en quiebra y pide a todos los caibarienenses, en nombre del recuerdo afectivo del lugar que los vio nacer que intercedan a favor de materializar las demandas de incluir a Caibarién en el Circuito Norte y suspender los embarques a granel y lo pide fundamentalmente a “los ligados a las esferas oficiales y determinantes en la vida del país—para que desde su posición ventajosa se preocupen, se esfuercen y trabajen como hijos cariñosos de su ciudad de origen, para evitar la amenaza de hambre que lo preocupa...”

En agosto de 1950 el editorial de Quirino Hernández se titula: “El Dragado, un viejo sueño cangrejero”. En él se anuncia la existencia de un proyecto razonado sobre la base de abaratar los costos a tres millones de pesos para una obra que estaba evaluada en cuarenta millones. El proyecto, obra del doctor Ceferino G. Linares, consistía en hacer un dragado parcial desde el puerto natural que es la rada de Cayo Francés hasta Boca Chica y de allí hasta Caibarién echar una carretera pasando por Conuco y dejando puentes en ciertos lugares, incluyendo la obra la fabricación de espigones en Boca Chica. Este proyecto contaba con el apoyo de los líderes sindicales Julián Sánchez y Lorenzo Paret. El editorial refiere que en épocas pasadas la idea de dragar el puerto había tenido poderosos detractores que la habían hecho fracasar y los denomina “intereses creados”, de los cuales aconseja cuidarse ahora. Quirino Hernández afirma que están interesados en el dragado varios ejecutivos de las compañías propietarias de centrales azucareros de la zona que aspiran a interesar a los demás ingenios que realizan sus embarques por Caibarién a fin de integrar el fondo necesario para realizar la obra.” Como vemos, se trata de un tema que tiene vigencia desde la misma etapa colonial en Caibarién, con el primer proyecto de ferrocarril a Cayo Francés por el prócer remediano Francisco Javier Balmaseda y que no se materializó sino en nuestros días con el pedraplén al Cayo Santa María, que aún no incluye el ramal portuario a Cayo Francés.

El tema político tuvo , de alguna manera, una proyección internacional. Así el artículo “Navidad Atómica”, de Arturo Doreste, es reproducido en el número 8 del mes de febrero de 1950 luego de haber ganado el premio Varona que auspiciaba el Ministerio de Defensa. Este pequeño artículo tiene asombrosa vigencia por cuanto la realidad internacional que entonces acusa, lejos de haberse encauzado hacia un estado de solución para los conflictos bélicos que ya constituían una amenaza seria para la vida del planeta, se han incrementado pavorosamente. Aquí el poeta asume un lenguaje, que consideramos precursor del que hoy se emplea para referirnos al tema, aludiendo a organismos internacionales que eran jóvenes instituciones nacidas de la necesidad de un entendimiento entre los hombres, como la Corte Internacional de Justicia, la Liga de las Naciones y la ONU y el ideal cristiano, despojando su principio ético del misticismo, para terminar rogando por los niños del planeta: “Ojalá por ellos y para ellos, alcancemos la paz, verdadero aguinaldo de la vida”.

Con una mirada crítica apreciamos aspectos que nos incitan a pensar en que la desinformación ideológica emprendida por los gobiernos de la seudorrepública e inscripta en los propósitos del imperialismo norteamericano consiguió hacer presa eventualmente en algunos voceros de esta publicación, pese a la postura militante de su administrador, ex luchador contra la tiranía de Gerardo Machado. Vemos así cómo Antonio Lecuona elogia la Embajada Artística de las misiones culturales en Caibarién, que actuaron el 20 y 21 de junio de 1951 y que constituían “un vivo reflejo de la labor que realiza el Dr. Aureliano Sánchez Arango” desoyendo evidentemente el criterio de la ortodoxia, corriente más revolucionaria entonces que en él criticaba un ejemplo superlativo de corrupción administrativa. Ciertos elogios a la confraternidad obrero-patronal parecen también extemporáneos y como inconsecuentes con la postura digna y progresista que prevalece en los trabajos de opinión.

“Ofrenda a Martí”, aparecido el 28 de enero de 1954 bajo la firma de Mirtha Jiménez, es un artículo que retrata al mártir de Dos Ríos como hombre de ilimitada generosidad. Así fustiga a quienes en la fecha predicaban “un cúmulo aislado y absoluto de doctrinas” permeadas del “evangelio bárbaro del odio” bajo un falso manto de patriotismo, utilizando muy hábilmente frases del Apóstol. Este artículo, independientemente de la esmerada concepción y profundidad de sus conceptos adolece de no abordar ninguna realidad específica de los fenómenos históricos de su momento, resultando una vaga generalización, pero debe puntualizarse que todo el artículo clama por la paz: ”A través de violentas resonancias en las que median la insolencia y la demagogia se vienen día a día, produciendo disensiones entre hermanos. Esta formación de planes ambiciosos que durante décadas han venido replegándose en el seno del hogar, en la tertulia del café, en las aulas y en el ambiente de la calle, debe morir de una vez y para siempre, para que la paz y la concordia renazcan entre la gran familia cubana”. Consideramos, en consecuencia, que el artículo rezuma la incomprensión por parte de esta columnista de la inexorabilidad del programa del Moncada.

En el numero 59 de la revista, del mes de mayo de 1954 se reseñan los pormenores de un acto conmemorando un aniversario del advenimiento de la república mediatizada, celebrado el día 20 en la Playa de Santa Fe, en La Habana y al cual se dice que concurrieron unas 100 personas, entre ellas algunos caibarienenses. Allí hicieron uso de la palabra varias personas, pero la figura más próxima a la revista que estudiamos debió ser Gregorio Reguera, conocido como “El Niño”, el cual era funcionario del Ministerio de Hacienda, y ese día rebautizaba un yate que antes se había llamado “Aleida” como: “Mensajero de la Paz”. El artículo reproduce las palabras del Niño Reguera, donde se aprecia el mismo desconocimiento en cuanto a discernir que hay guerras justas y otras que no lo son. Aunque sus palabras son igualmente vagas, las citas de los presidentes norteamericanos Truman y Eisenhower y su mención de “los pueblos regidos por el comunismo” nos permiten a preciar su postura del lado del imperialismo yanqui. El acto consistía en un llamado a la confraternidad, una solicitud de abandonar las guerras entre hermanos y el bautizo del mencionado yate cuyo padrino era nada más y nada menos que el Coronel Carlos Mendieta Montefur, el cual también habló a la concurrencia. Este personaje, como es bien conocido, aspiró siempre a ocupar la presidencia del país sin conseguirlo, frustrado con la elección de Machado por el Partido Liberal en 1925. Cuando finalmente consiguió su empeño entre 1934 y 1935 no fue más que un títere de Fulgencio Batista y en última instancia del gobierno norteamericano.

Y para agotar este elemental pero multifacético análisis del tratamiento de la política por Villa Blanca queda mencionar la sátira, la cual, si bien no puede decirse que predomina, tuvo excelentes cultivadores como los doctores Esteban Beltrán y Alfredo M. Petit. En el caso del primero cuenta con una obra considerable dentro de este órgano, pues tuvo a su cargo la sección “Estampitas” a través de la cual ironizó las costumbres con atractiva maestría y apreciamos que por sí sola la sección pudo constituir carnada eficaz para que fuera buscada Villa Blanca por sus lectores. Una de sus apariciones con el subtítulo de “Importancia del Bache” constituye una magistral parodia de la hueca solemnidad de los actos públicos del batistato, nombrando al tirano “El Personajísimo”. El mismo Beltrán en otro numero nos regala la sátira que titula ”Pronto llegarán las lluvias” donde ironiza la profusión de propaganda electoral y denuncia que las elecciones no se ganan con pasquines, sino con mucho dinero, dejando a la vista cuan distantes eran los resultados de las elecciones del sentir popular, y dice sobre el cambio de nombre de la calle Línea por el de Batista: “La Habana perdió la línea y le tuvieron que hacer un vestido nuevo de batista—Pero vamos a no meternos en camisas de once varas” y termina pidiendo que en esas próximas elecciones de 1954 “no ensucien nuestras calles, que no nos sepulten entre montones de papel y cartón, que las vidrieras, los mostradores y las estanterías de nuestros comercios, en vez de exhibir mercancías, no exhiban esas que, más que caras, parecen cruces.”

Otro artículo de parecido cariz sale bajo la firma del propio Esteban Beltrán con el título “Juana Patria, su padre y su hijo”. En él la protagonista, que desembozadamente es Cuba, está en un lecho de agonía y la rodean dos médicos y los familiares mencionados. Su mal proviene de una indigestión “a consecuencia de haber comido, por compromiso, un plato muy fuerte, consistente en unas elecciones a la criolla”. Usando un hábil juego de palabras hace referencia a la “constitución” del cuerpo como premisa para gozar de buena salud pero sirve de insinuación humorística que denuncia que el régimen del momento es de facto y por tanto, no atiende a la constitución. Dice también de modo sarcástico que las últimas elecciones fueron fraudulentas: “...como dice el refrán «detrás de la cruz está el diablo» [alude a la cruz de la boleta electoral] y si esto es cierto, aquí deben haberse dado cita todos los diablos habidos y por haber, en vista del número de cruces que pusieron.” Para terminar diciendo que el “médico chino”, uno de los dos que se mantenía atendiendo a la enferma, la abandona, dejando toda responsabilidad al “médico indio”, haciendo clara referencia al tirano.

El poeta Arturo Doreste, cuya obra siempre nos sorprende por su calidad y buen tino, publica en estas páginas en el número de enero de 1955 un largo poema compuesto en cuartetos al que titula “Bodas de Oro” y alude al cincuentenario de la república. A través de él vierte un juicio acusatorio de la realidad social del batistato a través de épicos versos que nos recuerdan el resumen de calamidades que reseña Fidel en “La Historia me absolverá”

Fuentes

  • Investigación titulada ¨ALCANCE SOCIAL DE LA REVISTA VILLA BLANCA¨. Autor: Arnaldo de Castro Pérez. Año: 2005. Museo María Escobar Laredo en Caibarién.
  • Kuchilán Sol, Mario. Fabulario
  • Martínez Fortún y Foyo, José Andrés. Apuntes históricos de Caibarién. Eudaldo Valdés e hijos, impresores, Caibarién, 1939
  • Idem, Apuntes históricos de Caibarién. Apéndice. Mimeografiado. La Habana. 1949.
  • Pérez Maza, Edelio Germán. Estudio tipológico de las construcciones coloniales en Caibarién. Trabajo de diploma. Curso 87-88.
  • Tabares del Real, José A. Guiteras . Editorial Ciencias Sociales. La Habana, 1973.
  • Vignier, Enrique y Guillermo Alonso. La corrupción política y administrativa en Cuba. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 1973.