Zine El Abidine Ben Ali

Zine el-Abidene ben Alí
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Político y militar tunecino
Presidente de Túnez
7 de noviembre de 1987 - 14 de enero de 2011
(interino: 7 de noviembre de 1987-2 de abril de 1989)
Primer ministroRachid Sfar (1987-1999)
Mohamed Ghannouchi (1999- )
PredecesorHabib Bourguiba
SucesorFouad Mebazaa
Datos Personales
NombreZine el-Abidene ben Alí
Nacimiento3 de septiembre de 1936
Hammam Sousse, Bandera de Túnez Túnez
Fallecimiento19 de septiembre de 2019
Yeda, Bandera de Arabia Saudita Arabia Saudita
Causa de la muerteCáncer de próstata
EducaciónUniversitario
Alma materEscuela Especial Militar de Saint-Cyr
Partido políticoAgrupación Constitucional Democrática
Creencias religiosasSunismo
CónyugeLeila Ben Ali (1992), Na'ima el-Kafy (19641988)
HijosCyrine El Abidine, Dorsaf El Abidine, Halima Ben Ali, Mohamed Zine El Abidine, Ghazwa El Abidine, Nesrine Ben Ali

Zayn al-`Abidin Ben Ali o Zine El Abidine Ben Ali (en árabe: زين العابدين بن علي). Fue un político y militar tunecino, que gobernó a Túnez desde noviembre de 1987 hasta febrero de 2011, cuando fue expulsado del poder tras una serie de manifestaciones en su contra, acaecidas dentro de la llamada Primavera Árabe.

Biografía

Nació en Hamman Sousse en 1936. Tras ser expulsado de la escuela secundaria en su Sousse natal por su militancia en las juventudes desturianas, seguidoras del líder anticolonial Habib Bourguiba, marchó a Francia, potencia que ejercía el protectorado sobre el país norteafricano, con la intención de completar su formación e iniciar una carrera de armas. Obtuvo un diploma en Ingeniería Electrónica por la Escuela Especial Militar de Saint-Cyr y amplió su capacitación en la Escuela Aplicada de Artillería de Châlons-sur-Marne.

Años después, asistió en Estados Unidos a unos cursillos de espionaje y contraespionaje impartidos por la ya desaparecida Escuela de Inteligencia del Ejército en Fort Holabird, Maryland, y por la Escuela de Artillería Antiaérea en Fort Bliss, Texas.


Con posterioridad a la independencia de Francia en 1956 y la proclamación de la República por Bourguiba en 1957, Ben Alí se hizo un hueco en los altos escalafones del joven Estado tunecino, según parece, gracias a la influencia del padre de su primera esposa,[[ Naïma Kéfi], quien era general del Ejército. Con Kéfi, Ben Alí iba a tener tres hijas, Ghazoua, Dorsaf y Cyrine.

Así, en 1964, al poco de contraer matrimonio y con sólo 26 años, el oficial fue nombrado jefe del nuevo Departamento de la Seguridad Militar, función que desempeñó durante una década. En 1974 recibió el destino de agregado militar en Marruecos y España.

En 1977 estuvo de vuelta para asumir los puestos de jefe del Gabinete del Ministerio de Defensa y, a partir de diciembre, director general de la Seguridad Nacional en el Gobierno de Hédi Nouira. En 1979 obtuvo el grado de general, tras lo cual colgó el uniforme.

Embajador en Polonia a partir de abril de 1980, en enero de 1984 volvió definitivamente a Túnez y retomó la Dirección General de la Seguridad Nacional, que el 29 de octubre siguiente tuteló con el rango de secretario de Estado. El 23 de octubre de 1985 fue ascendido a ministro de la Seguridad, en el Gabinete de Muhammad Mzali, y el 28 de abril de 1986 pasó a hacerse cargo de la cartera del Interior.

"Al poco de producirse esta última promoción gubernamental, en junio de 1986, Ben Alí fue elegido miembro del Buró Político del Partido Socialista Desturiano (PSD, denominación desde 1964 del partido Neo-Destur fundado por Bourguiba en 1964, siendo destur el equivalente en árabe de constitución), el único legal hasta la introducción de un pluripartidismo restringido y más bien simbólico en 1981. Del XII Congreso del PSD el ministro salió convertido además en vicesecretario general de la agrupación gobernante."

Como responsable del influyente aparato de seguridad, Ben Alí llevaba años identificado como uno de los más probables candidatos a delfín de Bourguiba, quien dejó en sus manos la represión de la nebulosa islamista y su expresión fundamentalista, el Movimiento de Tendencia Islámica (MTI) de Rashid Ghannouchi. Aparte de combatir al considerado su máximo enemigo por un régimen celosamente secular, Ben Alí fue uno de los principales encargados de sofocar la huelga sindical de enero de 1978, con un trágico balance de más de 50 muertos, así como las llamadas revueltas del pan de 1984, gran disturbio social desencadenado por la retirada de las subvenciones a este producto de primera necesidad bajo el dictado del FMI y que ocasionó un centenar de víctimas. Por todo ello, Ben Alí cimentó una reputación de duro del régimen, capaz de restablecer la ley y el orden y expeditivo con la subversión de matriz religiosa.

Su posición descollante terminó de perfilarse en el XII Congreso del PSD, que supuso la relegación de Muhammad Mzali, a los ojos del público el otro aspirante oficioso a la sucesión, pero últimamente desacreditado por las algaradas populares y por sus intentos de congraciar a los sectores islamistas con el régimen. Ben Ali discrepaba de esta línea, aunque algunos observadores percibían en él una actitud algo menos radical que la de Bourguiba, cuyo laicismo feroz era excepcional en el mundo árabe.

En julio siguiente, Mzali fue descabalgado como primer ministro y secretario general del PSD en beneficio de Rashid Sfar, quien sin embargo no contaba para las siguientes sucesorias porque el anciano padre de la independencia le reservó para la implementación de un impopular plan de ajuste estructural. La sucesión del octogenario y achacoso líder se preveía próxima, tal que en la cúpula del partido sus lugartenientes empezaron a tomar posiciones.

El 2 de octubre de 1987 Bourguiba prácticamente ungió a Ben Alí nombrándole primer ministro, sin descargo de la cartera de Interior, y de paso secretario general del PSD. A sus 51 años, el general estrenó la jefatura del Gobierno con la ejecución por fusilamiento de dos jóvenes reos condenados a muerte por su participación en acciones violentas del MTI.

El país se adentró en una etapa de gran expectación. Finalmente, en la mañana del 7 de noviembre, Ben Alí anunció por sorpresa a los tunecinos que, "frente a la senilidad y el agravamiento del estado de salud" de Bourguiba, "el deber nacional nos impone declararle en la incapacidad absoluta de desempeñar el cargo de la Presidencia de la República". Por lo cual, de acuerdo con el artículo 57 de la Constitución, él asumía la suprema magistratura del Estado, la jefatura de las Fuerzas Armadas y la presidencia del PSD.

Ben Alí avaló su comunicado de deposición y relevo de quien era presidente vitalicio desde 1975 con un parte médico firmado por siete doctores donde se declaraba que a Bourguiba, por requerimiento del procurador general de la República, se le había practicado una evaluación de sus condiciones físicas y mentales, con resultado negativo. "Tras la discusión y la valoración, constatamos", indicaba el parte, "que su estado de salud no le permitía ejercer las funciones inherentes a su cargo". Visto con retrospectiva, no está claro hasta qué punto el veteranísimo caudillo magrebí estaba mermado de facultades y era incapaz de hacer frente a los problemas del país.

Entonces, se apuntó que el autócrata defenestrado no era plenamente consciente de su situación. El caso fue que Bourguiba fue puesto bajo vigilancia policial y confinado en su residencia de Monastir, situación que iba a prolongarse hasta 1990 (irónicamente, el combatiente supremo viviría 13 años más, falleciendo a la edad de 96 en abril de 2000, cuando se le tributaron unos solemnes funerales de Estado).

El suave golpe de palacio de Ben Alí revestido con legitimidad constitucional fue recibido con júbilo por la población, que confiaba en la apertura de un proceso de liberalización de un sistema político por largo tiempo anclado en esquemas autoritarios y excluyentes. De puertas afuera, la satisfacción por el cambio de guardia en Túnez fue también manifiesta en Estados Unidos, cuyos lazos militares y formativos con el nuevo presidente convertían a este, a los ojos de algunos, en una suerte de protegido de la superpotencia occidental, así como en los gobiernos europeos, sin faltar los que tenían más intereses en el país magrebí, el francés y el italiano.

Ben Alí envolvió su toma del poder en el Palacio de Cartago con un discurso en positivo, bastante prometedor. Sin asomo de acritud, rindió tributo a la labor histórica de su predecesor, si bien sus colaboradores más cercanos fueron sometidos a un arresto domiciliario preventivo y, posteriormente, llevados a juicio y condenados a duras penas por delitos de corrupción.

En una proclama de tintes democráticos, el flamante presidente anunció una ley de partidos que debía facilitar la celebración de elecciones competitivas y hacer efectivo el multipartidismo meramente nominal que había existido hasta la fecha, así como una nueva normativa sobre la prensa, todo ello con el fin de asegurar "una mayor participación ciudadana en la edificación de Túnez y en la consolidación de su independencia, dentro de un marco de orden y disciplina". En su opinión, la Constitución debía ser reformada porque "la época en que vivimos no puede sufrir presidencias vitalicias ni sucesiones automáticas a la cabeza del Estado de las que el pueblo esté excluido".

Asimismo, desveló la composición de un nuevo Gobierno, a cuyo frente puso, el mismo 7 de noviembre, al ministro de Asuntos Sociales, Hédi Baccouche, el dignatario responsable del importante acercamiento a Argelia y que conducía también las conversaciones con Libia para la normalización de las relaciones diplomáticas, en el vado desde 1980, a raíz de un incidente armado con fuerzas oposicionistas patrocinadas por el coronel Muammar al-Gaddafi, y oficialmente rotas desde 1985, cuando los dos países intercambiaron unas expulsiones masivas de residentes.

El 27 de febrero de 1988 el Comité Central del PSD anunció la conversión del partido en el Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD). El cambio, no meramente cosmético por cuanto que supuso una purga intensa de la vieja guardia desturiana y el reclutamiento de cientos de miles de nuevos cuadros y miembros con carné procedentes de los diferentes estratos sociales, respondía a las promesas democratizadoras de Ben Alí, quien fue elegido presidente de la formación en su primer congreso, en julio de aquel año.

Este hecho, la continuidad del primer ministro Baccouche en la Secretaría General (antes de estrenar el puesto de vicepresidente) y la presencia de otros altos miembros del Gobierno en el nuevo Buró Político pusieron en tela de juicio, sin embargo, la pretensión de que el RCD dejara de ser un partido identificado con el Estado. En añadidura, Ben Alí nombró a dedo a más de la mitad de los 200 miembros del Comité Central. En lo sucesivo, la condición de miembro del RCD iba a resultar muy útil o directamente indispensable para obtener becas universitarias, ayudas escolares para los hijos, permisos de acceso a zonas restringidas, preferencia en la obtención de vivienda y otras facilidades burocráticas.

Fuentes