Megalitismo
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El término megalitismo procede de las palabras griegas mega (μεγας), grande y lithos (λιθος), piedra. Aunque en sentido literal se pueden encontrar construcciones megalíticas en todo el mundo, desde Japón a los gigantes de la Isla de Pascua, se denomina megalitismo al fenómeno cultural localizado en el Mediterráneo occidental y la Europa atlántica, que se produce desde finales del Neolítico hasta la Edad del Bronce, caracterizado por la realización de construcciones arquitectónicas con grandes bloques de piedra escasamente desbastados llamados megalitos.
Sumario
Contexto histórico
El Megalitismo está presente en pueblos que se encuentran en las últimas edades de la prehistoria, que aún no conocen la escritura ni las técnicas arquitéctonicas más elaboradas, como las que ya practicaban las civilizaciones mesopotámica o egipcia. No hay que olvidar que muchos monumentos megalíticos son posteriores a las grandes pirámides egipcias.
La elaboración de las construcciones megalíticas en esta época es sólo explicable gracias a los cambios producidos por la Revolución Neolítica. Fueron los cambios económicos y sociales, introducidos por el descubrimiento de la agricultura, los que permitieron a aquellos pueblos disponer de tiempo libre para dedicar a la erección de estas magnas construcciones, mientras los cultivos crecían hasta su madurez y recolección.
La jerarquización social, la necesidad de una organización y coordinación eficaces en un trabajo que requería decenas de participantes, así como las creencias religiosas, fueron factores imprescindibles para explicar el aquí y ahora de tales obras, como también lo fueron los conocimientos astronómicos que se desarrollaron en gran medida en las sociedades agrícolas porque el ciclo de siembra y recolección estaba ligado al ciclo solar, hecho que se pone de manifiesto en monumentos como Stonehenge, donde muchos autores ven un observatorio astrónomico y de culto al Sol, o en otros en los que su orientación hacia el punto de la salida del astro no deja duda.
Proceso de construcción
El proceso de realización de una construcción megalítica comenzaba en una cantera donde se extrían los grandes bloques de piedra. De allí se transportaban (1) sobre rodillos hasta el lugar elegido para la erección del monumento. En este lugar se dejaban caer los bloques verticales en un estrecho hoyo previamente excavado (2) y después se ajustaban hasta dejarlos
en posición vertical, tras lo cual se rellenaba el hoyo para fijarlos firmemente.
En el caso de los menhires el proceso estaba terminado, pero para la erección de un dolmen el proceso continuaba con la tarea más dificil, consistente en colocar el bloque o bloques horizontales. Para ello se hacían terraplenes a ambos lados de los bloques verticales que alcanzaban la misma altura que éstos. A través de estos terraplenes se transportaba el bloque horizontal (3) hasta dejarlo colocado correctamente, tras lo cual se cubría de tierra que, sumada a la de los terraplenes, daba lugar al túmulo (4). Tal hipótesis de construcción ha sido comprobada en la práctica por varios equipos de investigación, entre ellos el de J.P. Mohen que en 1979 construyó en Francia un dolmen valiéndose de doscientos hombres y cuya losa superior tenía un peso de 32 toneladas.
Cronología y ubicación
El fenómeno megalítico presenta dos variedades diferenciadas no solo por su tipología sino por las distintos ámbitos cronológicos y geográficos en que predominan: en la fachada atlántica europea desde fines del Neolítico hasta la Edad del Cobre y en algunas islas del Mediterráneo occidental durante la Edad del Bronce.
Las primeras manifestaciones del megalitismo se dan aproximadamente entre el 3000 y el 1700 a.C. , es decir, desde finales del Neolítico (3000 a.C. aproximadamente) hasta la Edad del Cobre (3000-1700 a.C. aproximadamente), abarcando la fachada atlántica del continente europeo, desde Escandinavia hasta el sur de la península Ibérica, pero penetrando también hacia el Mediterráneo.
La Edad del Bronce (1700 - 800 a.C.) está dominada por la llamada "arquitectura ciclópea" presente en las Islas Baleares y Cerdeña.
El megalitismo atlántico
La función de estas construcciones es principalmente funeraria puesto que servían mayoritariamente de enterramientos colectivos. Sus tipos básicos son el menhir y el dolmen, pero su agrupamiento, la combinación de ambos o una mayor complejidad, dan lugar a una tipología más variada en la que se encuentran alineamientos (como el de Carnac, en Francia), cromlech (como el Stonehenge, en Inglaterra) y dólmenes de corredor y cámara, abundantes en Andalucía como es el caso de Antequera (dólmenes de Menga, Viera y Romeral).
La palabra menhir procede del bretón, idioma en el que significa «piedra larga» (de men o maen = piedra e hir = larga). Consiste un único megalito (monolito) hincado en el suelo verticalmente, cuya finalidad es fijar el alma de los muertos. A veces se presentan agrupados en hilera, dando lugar a un alineamiento como el de Carnac; también pueden presentarse formando círculos constituyendo entonces un crómlech como ocurre en Avebury (Inglaterra).
Más complejo que el menhir es el dolmen, término procedente también del bretón que significa «mesa de piedra» (de dol = mesa y men = piedra). El dolmen está formado por dos o más menhires sobre los que se apoya una losa colocada horizontalmente. En España son abundantes, destacando entre otros los de Dombate (Galicia), Aguilaz (País Vasco), Sakulo (Navarra), Laguardia (Álava), Tella (Aragón), Pedra Gentil (Cataluña) y Tapias (Extremadura).
Una variedad más compleja de este último tipo es el dolmen de corredor y cámara, que consta de un pasillo o galería que conduce hasta una o dos cámaras. Tanto el pasillo como la cámara pueden presentar un plano regular o irregular; los de pasillo regular llevan a una cámara también regular, y bien diferenciada, de forma circular (como ocurre en el caso de El Romeral) o cuadrada (Viera) que suele estar cubierta no por megalitos sino por falsa bóveda (Los Millares, Almería). A veces aparece una cámara secundaria y más pequeña situada en el mismo eje longitudinal de la edificación y comunicada con la principal mediante otro corto pasillo (Romeral). En los de plano irregular no hay separación clara entre pasillo y cámara, pareciendo ésta un mero ensanchamiento del pasillo; a diferencia de los regulares su cubierta es adintelada y está formada por grandes megalitos (Menga). En todos los casos este tipo de construcciones están recubiertos por un túmulo de tierra de varios metros de diámetro, como colinas artificiales, que les dan aspecto de cueva, motivo por el que, a veces y popularmente, se les denomina "cuevas", como ocurre en Antequera.
La arquitectura ciclópea de las Islas Baleares
Presente en las islas mayores del archipiélago balear (Mallorca y Menorca), está integrada por construcciones que la leyenda atribuye a los cíclopes debido al tamaño de los grandes bloques de piedra irregulares y sin desbastar que utiliza. Recibe también la denominación de Cultura Talayótica, porque los talayots son uno de los tipos que presenta, junto a las taulas y las navetas.
El talayot está constituido básicamente por una torre-vigía o atalaya de forma troncocónica con función militar defensiva. Puede encontrase aislado o anexo al amurallamiento de un poblado, utilizándose su interior como almacén de alimentos. Entre los mejor conservados se encuentra el de Torello en Mahón (Menorca).
Menos clara resulta la función de la taula, denominada así por su forma de mesa (tabla). Se levantaban sobre la zona principal del poblado, estando compuesta por una pieza vertical sobre la que descansa otro bloque horizontal a gran altura. Su función debió ser ceremonial por los restos de hogueras y animales sacrificados encontrados a su alrededor, aunque también se ha sugerido su carácter funerario puesto que podrían utilizarse para la exposición de cadáveres a fin de que fueran descarnados por las aves, según el ritual seguido por algunos pueblos. Destaca la de Torralba d'en Salert en Alaior (Menorca).
Las navetas deben el nombre a su forma de nave o barco invertido. Tienen planta rectangular pero presentan un ábside semicircular en el lado menor opuesto al de la entrada. Se encuentran tanto en el interior como en el exterior de los asentamientos porque las hay de dos tipos: de habitación y de enterramiento. Las de habitación fueron viviendas familiares de unos 70 metros cuadrados con hogar y molino de piedra. Las de enterramiento sirven de sepulcro colectivo formado por un pasillo que desemboca en una o dos cámaras superpuestas. Un buen ejemplo es la naveta dels Tudons en Ciudadela, Menorca.
En la isla de Cerdeña se encuentran las nuragas, de aspecto similar a los talayots pero de función incierta.
Fuentes
- PIJOÁN, José. Summa Artis. Volumen VI. El arte prehistórico europeo. Madrid, Espasa Calpe, 1979 (7ª edición).
- FERNÁNDEZ, María Cruz. La Edad de los Metales. Historia del Arte de «Historia 16» nº 4. Madrid, 1989.
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