Permafrost
El Permafrost se conoce como tierra congelada y puede tener diferentes características y formas. Pueden ser suelos orgánicos ricos o pueden ser arenosos y rocosos. Podrían ser incluso roca sólida
Características
Cuando la tierra está congelada, ocurren muchas cosas interesantes. La tierra se puede cubrir con patrones de círculos, polígonos o rayas, lo que se conoce como tierra modelada, que se forma a medida que la tierra se congela. Los árboles pueden ser escasos y distanciados unos de otros, y sus raíces no pueden penetrar la tierra sólida, dejando sólo las cortas plantas de la tundra o completa ausencia de plantas. Las colinas características de este paisaje, conocidas como pingos, prácticamente formadas por hielo bajo tierra, aparecen en el paisaje, ganando tamaño a medida que más hielo es agregado al núcleo. En áreas conocidas como camplos de bloques, también pueden aparecer grandes bloques de hielo de lo que una vez fue tierra plana y fue forzada hacia arriba, como piezas sueltas de un rompecabezas a las que se les empuja por debajo.
El permafrost puede tener diferentes características y formas. Pueden ser suelos orgánicos ricos o pueden ser arenosos y rocosos. Podrían ser incluso roca sólida. Podrían contener agua congelada o ser relativamente secos. Pero todos los permafrost tienen una característica en común: están congelados. El permafrost es suelo que ha estado bajo el punto de congelación de agua (0°C ó 32°F) durante uno o más años. Se encuentra en latitudes elevadas como en el Ártico y en la Antártida. Es también común en alturas elevadas como las áreas de montañas, o cualquier lugar en donde el clima es frío. Aproximadamente un 20% de la superficie de la Tierra es permafrost congelado. El permafriost es considerado parte de la criosfera porque está congelado. Sin embargo, también se le considera parte de la geosfera porque contiene rocas y suelos.
La superficie superior del permafrost, llamada capa activa, usualmente se deshiela y congela con las temporadas. La capa activa podría tener de medio metro hasta cuatro metros de grosor. Las plantas pueden sobrevivir si hay una capa activa donde sus raíces puedan penetrar y donde puedan encontrar el agua que necesitan para sobrevivir.
En algunas partes del mundo, el permafrost penetra profundamente bajo tierra. Debajo de los suelo de Barrow, Alaska (Estados Unidos), hay 440 metros de permafrost y en áreas de Siberia (Rusia) el permafrost tiene aproximadamente un kilómetro y medio de grosor. Pasó mucho tiempo para que el suelo pudiera congelarse hasta tales profundidades. El permafrost de áreas menos profundas puede formarse relativamente rápido, los primeros cien metros de suelo se pueden congelar en sólo unos cientos de años. Pero tardó mucho más tiempo, quizás decenas o centenas de años para que el suelo se congelara cientos de metros. Por ejemplo, en sólo 350 años de clima frío, el suelo se puede congelar hasta unos 80 metros de profundidad, pero tarda diez veces más tiempo para congelarse hasta unos 220 metros de profundidad. Los científicos estiman que tardó más de medio millón de años para que se formara permafrost en la profundidades bajo la superficie de los suelos de Arrow, en Alaska.
En comparación con el largo tiempo que tardó en formarse, el permafrost se ha ido descongelando, relativamente rápido, durante los últimos años. Los científicos han encontrado que la tasa de descogelamiento del permafrost ha aumentado a causa del calentamiento global. Cuando el permafrost se descongela, se ven afectados la atmósfera, la tierra, el agua y los seres vivos.
Etimología
La etimología de permafrost viene del inglés (perma- de permanent = permanente y frost = congelado) la palabra fue acuñada en 1943 por S. W. Muller. Aunque esta palabra se utiliza literalmente en español, existen equivalentes para remplazarla como permagel, pergelisuelo, pergelisol o suelo permanentemente congelado o helado. La etimología de pergelisol o pergelisuelo viene de per —del latín, permanens, «permanente»—, y de gel —del latín, gelare, «congelar» con una -i- de unión y de sol —del latín, solum, «suelo»—, propuesta por el estadounidense K. Bryan en 1946.