Tártaro
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Tártaro (en griego antiguo Τάρταρος Tártaros; en latín Tartarus). Según la mitología griega; lugar de oscuridad completa destinado al castigo de los impíos y malhechores cuyos crímenes no se podían expiar; muy similar al Infierno del Cristianismo y al Inframundo de las religiones paganas.
Sumario
Crónicas
- Algunas religiones mistéricas lo consideraban aquello que existió primero y de donde surgió la Luz y el Cosmos.
- En su Teogonía, Hesíodo cuenta que Tártaro era hijo de Éter y Gea, y padre de Tifón y Equidna. También asevera que un yunque de bronce caerá desde el cielo durante nueve días hasta alcanzar la Tierra, y que tardará nueve días más en caer desde ahí al Tártaro. En La Ilíada, Zeus dice que el Tártaro está «tan abajo del Hades como el cielo está de alto sobre la tierra». Al ser un lugar tan alejado del Sol y tan profundo en la tierra, está rodeado por tres capas de noche, que rodean un muro de bronce que a su vez abarca el Tártaro. Es un pozo húmedo, frío y desgraciado hundido en la tenebrosa oscuridad. Es uno de los objetos primordiales, junto con el Caos, Gea (la Tierra) y Eros, que surgieron en el universo.
Mitología romana
En la mitología romana, el Tártaro es el lugar a donde se enviaba a los pecadores. Virgilio lo describe en Libro VI de La Eneida como un lugar gigantesco, rodeado por el flamígero río Flegetonte y triples murallas para evitar que los pecadores escapen de él. Está guardado por una hidra con cincuenta enormes fauces negras, que se sentaba en una puerta chirriante protegida por columnas de diamante. Dentro, hay un castillo con anchas murallas y un alto torreón de hierro. Tisífone, la Furia que representaba la venganza, hace guardia insomne en lo alto de este torreón, azotando un látigo. Dentro hay un pozo del que se dice que profundiza en la tierra el doble de la distancia que hay entre la tierra de los vivos y el Olimpo. En el fondo de este pozo están los Titanes, los Alóadas y otros muchos pecadores. Dentro del Tártaro hay muchos más pecadores, castigados de forma parecida a los de los mitos griegos.
Textos cristianos
En la segunda epístola de San Pedro se alude a la tradición romana, llamando Tártaro (ταρταρώσας) al juicio de los ángeles caídos: «Ciertamente si Dios no se contuvo de castigar a los ángeles que pecaron, sino que, al echarlos en el Tártaro, los entregó a hoyos de densa oscuridad para que fueran reservados para juicio». Los seres que están en el Tártaro no son humanos, sino de naturaleza espiritual.
Ubicación
El Tártaro, como sitio, estaba ubicado más profundo aún que el Hades, en las entrañas del Inframundo.
Era un lugar tan remoto que equivalía su distancia a la del cielo con la tierra. Estaba rodeado por tres capas de noche y un muro de bronce, lo que conformaba un pozo oscuro, destemplado y tenebroso.
Jueces
Al morir todos eran juzgados por el tribunal del Hades, compuesto por Radamantis, Éaco y Minos, quienes dictaminaban el destino final de todo ser.
Radamantis, Éaco y Minos eran los jueces de los muertos y decidían quiénes iban al Tártaro. Radamantis juzgaba las almas asiáticas, Éaco las europeas y Minos tenía el voto decisivo y juzgaba a los griegos.
Guardianes
El Hades era el mundo de los muertos al que entraban todos, pero el Tártaro era el hogar de los condenados, quienes eran guardados por gigantes de decenas de enormes cabezas y cientos de brazos fuertes llamados Hecatónquiros.
Castigos
Al igual que el Infierno dantesco, en el Tártaro el castigo se adecuaba a la falta cometido en vida. Como ejemplos basta con citar el mito de Sísifo, el de Ixión, o el de Tántalo, que gozaba de los banquetes de los dioses y de la confianza de ellos, hasta que los traicionó y fue castigado con la tentación sin satisfacción, sumergido hasta el cuello en un lago, bajo un árbol de ramas bajas repletas de frutas que, cada vez que intentaba comer o beber, éstos se retiran inmediatamente de su alcance.
Otros inquilinos
Además de los condenados, el Tártaro tiene una serie de habitantes. Cuando Crono, el Titán reinante, tomó el poder encerró a los Cíclopes en el Tártaro. Zeus los liberó para que le ayudasen en su lucha con los Titanes. Los dioses del Olimpo terminaron derrotándolos y arrojaron al Tártaro a muchos de ellos (Atlas, Crono, Epimeteo, Metis, Menecio y Prometeo son algunos de los que no fueron encerrados). En el Tártaro los prisioneros eran guardados por gigantes, cada uno con 50 enormes cabezas y 100 fuertes brazos, llamados Hecatónquiros. Más tarde, cuando Zeus venció al monstruo Tifón, hijo de Tártaro y Gea, también lo arrojó al mismo pozo.
Contraparte
El Tártaro tenía su contrapartida, los Campos Elíseos, morada de los virtuosos y heroicos, cuyos verdes campos y floridas praderas prometían una dichosa eternidad.
Curiosidad
En la Edad Media se creía que los Mongoles eran seres terribles que provenían del infierno, del tártaro y por eso le dieron ese nombre con el que aún se le conoce a los pobladores del centro y sur este ruso.