Ópera Baltasar

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Ópera Baltasar
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Es una Ópera con Libreto de Carlo D’Ormeville, se estrenó el 28 de febrero de 1885, en el Teatro Real de Madrid, España.

Baltasar(Gaspar Villate Montes). Es una Ópera con Libreto de Carlo D’Ormeville, se estrenó el 28 de febrero de 1885, en el Teatro Real de Madrid, España.

Personajes

  • Baltasar, rey de Babilonia, (barítono)
  • La reina, su madre, (mezzo-soprano)
  • Esther, prometida de Rubén, (soprano)
  • Rubén, sobrino de Joachim, (tenor)
  • Joachim, rey de Judea, (bajo)
  • Daniel, profeta israelita, (bajo)
  • Rabsares, confidente de Baltasar, (tenor)
  • Damas, cortesanos, sátrapas, magos, doncellas, esclavos, soldados.

Acto I

Escena: Vasta y profunda gruta formada por gruesas y negras rocas, extrañamente cortadas y sobrepuestas unas sobre otras. En el fondo una gran abertura practicada en la base de una peña situada un poco alta, de modo que debe subirse hasta ella por un camino abierto entre las escarpaduras que se encuentran fuera de la gruta. Otras aberturas practicables a derecha e izquierda y en el mismo plano de la escena. Despunta el alba.

Hay un grupo de israelitas orando. En primer término, sentada sobre una piedra y absorta en la lectura de un documento sagrado se halla Esther, hermosa doncella, hija adoptiva de Joachim, último rey de los hebreos, quien aparece junto a ella.

Los israelitas entonan un cántico al Señor, y luego se retiran; quedan solos Esther y Joachim, este anuncia a su hija que su sobrino, el joven y valiente Rubén, es el destinado para vengar al pueblo de Israel. Llega Rabsares, confidente del rey de Babilonia y anuncia que la reina madre ha conseguido de su hijo Baltasar la libertad del pueblo judío.

Joachim se retira con Rabsares. Esther queda sola y no tarda en llegar Rubén, que siente profundo amor por su prima adoptiva, lo que le confiesa en sentidas y apasionadas frases. Vuelve Joachim, acompañado del profeta.

Daniel, y acuerdan las bodas de Esther y Rubén, que se juran amor eterno e intercambian sus anillos. No tarda en presentarse la reina, seguida de Rabsares y un reducido séquito, para confirmar la buena nueva de que Baltasar permite la libertad de los hebreos y el retorno a sus lares. Luego invita a Esther a que la siga a la corte. Al querer la reina llevar consigo a Esther, por la cual siente hondo afecto y viva simpatía, al palacio real, Rubén se muestra receloso y trata en vano de contener su pena. Asimismo Esther se siente intranquila y Joachim y Daniel comparten el temor de los jóvenes.

Acto II

Escena: Jardín del palacio real de Babilonia, ornado de obeliscos, fuentes y estatuas. A la derecha, dos ricos escaños de oro y púrpura bajo un amplio pabellón de flores. A la izquierda se ve un costado del palacio, al cual da acceso una larga escalinata con balaustrada de mármol. En el fondo, gran calle de árboles. En el centro, un grupo de arbustos con bellos macizos de flores.

La reina, Esther y un grupo de doncellas y damas de la corte, están entretenidas en varias labores. Las doncellas entonan un coro tratando de disipar la nostalgia de Esther. El son de las trompetas anuncia la llegada de Baltasar y su séquito. El rey ocupa el trono y desde allí escucha complacido las loas que entonan en su honor amigo y cortesano. Más tarde, un grupo de bailarinas ejecuta caprichosas danzas. Baltasar, lleno de escepticismo, se siente ahíto de placeres, hastiado de tanto servilismo en su honor. Una gran tristeza invade su alma. Todo le cansa, todo le molesta; nada nuevo hay para él sobre la tierra.

El mismo exceso de poder lo deprime. La reina, que siente adoración por su hijo, trata de animarlo y le llama la atención sobre la extraordinaria belleza de Esther. Seguidamente se marcha con las doncellas y los cortesanos para dejar solo a su hijo conEsther. Todo puede ser posible, piensa ella.

Baltasar, a pesar de su indiferencia y del tedio que lo consume, reacciona ante la hermosura de la jovenhebrea y le declara los sentimientos que acaban de naceren su corazón. Esther rechaza sus ofrecimientos y le narra la historia del rey Iram y la esclava Tirza, quiensupo repeler con entereza las torpes solicitudes de suseñor. En este momento se presenta Rubén. El joven hebreo, al ver los requerimientos amorosos de que es víctima su prometida, sale valerosamente en su defensa.

Baltasar, acostumbrado a las adulaciones hipócritasde los cortesanos, queda sorprendido de que entre loscautivos haya alguien que tenga un tan elevado concepto del honor, hasta el punto de exponerse a sacrificarsu vida. Admirado de la conducta de Rubén, se bateny sale vencedor el rey, quien logra desarmar a su rival. Se presentan los cortesanos atraídos por el rumor de la lucha y tratan de castigar a Rubén por su osadía, pero Baltasar lo impide, declarando que se trataba de un duelo ficticio y que él, como de costumbre, había vencido.

Acto III

Escena: Un salón en el harén del palacio de Baltasar. Está decorado con muebles y ricos adornos. Es por la mañana. Baltasar y su madre dialogan. La reina se muestra asombrada por el cambio operado en su hijo, por virtud del amor apasionado y profundo que ha despertado Esther en su corazón [...], ya no es el rey, es un esclavo de los encantos de la hebrea, por la que está dispuesto a conceder la libertad al pueblo judío, como había prometido a su madre.

Después de esta promesa a su madre se siente embargado por la belleza de la mañana y experimenta una extraña sensación. Nota que en las tenebrosidades de su alma hay un incentivo, una pasión para él desconocida. Le parece que su existencia no es tan inútil y estéril como antes. Su orgullo y su ira se sienten calmados. La vida le revela sus misterios. Se da cuenta de la inmensidad del universo y piensa en cosas que nunca había pensado.

El rey de Babilonia confirma a Esther su deseo de libertar a su pueblo y concederle permiso para que regrese a su país natal y se retira acto seguido. Casi de inmediato llegan Rubén, Joachim, Daniel, y al enterarse por Esther de los proyectos del monarca, entonan una plegaria a su dios en acción de gracias.

Vuelve el rey, seguido de su comitiva, y ordena que se abran las puertas del palacio para que el pueblo escuche el anuncio de su boda con Esther, y el hecho de que esta compartirá con él el trono de sus antecesores. Los sacerdotes, aterrados al escuchar tal declaración, opuesta por completo a sus tradiciones religiosas y dinásticas, invocan la cólera de los dioses y piden castigo.

Baltasar, enfurecido porque alguien se atreve a oponerse a sus designios, ratifica su decisión: él es el rey y todos le deben obediencia incondicional. Joachim lo increpa declarando toda la verdad: Esther está casada con Rubén y no puede ser su esposa. La cólera de Baltasar estalla frenética. Al ver burladas sus esperanzas y no pudiendo realizar su deseo, su amor se torna en odio. Ordena que Daniel sea preso, que Rubén y Joachim se echen a las fieras, mientras que Esther asistirá al banquete que se prepara esa noche y tomará asiento en su triclinio.

Acto IV

Escena: Gran escena del banquete espléndidamente iluminada. Arden perfumes en los trípodes de oro y plata. Las paredes están ornadas de ricas tapicerías que representan trofeos de guerra, unidos entre sí por guirnaldas de flores. En el fondo, una vasta terraza; se ven las estatuas y las fuentes del jardín, y en lontananza las torres y cúpulas de la ciudad de Babilonia. El cielo es surcado de cuando en cuando por relámpagos que se hacen cada vez más frecuentes. De vez en cuando se escuchará el sordo fragor de los truenos.

El rey de Babilonia, para mitigar sus penas, ha ordenado que celebren un gran festín, una verdadera orgía.

Los cortesanos entonan nuevos cantos en su honor, a los cuales sigue una danza guerrera. Llega Esther, desolada, creyendo que Daniel ha muerto, e implora la libertad de Joachim y Rubén. Baltasar, sarcásticamente, se burla de sus ruegos, pues la cólera y los celos, en su mente temperamental, han trastornado el amor que sentía por la joven hebrea.

Los cortesanos, ebrios, lo secundan, subrayando con sus risas las palabras del rey. Baltasar ordena que sean traídas las copas sagradas del templo de Jerusalén para ofrecer libaciones en honor de Baal.

Cuando se dispone a realizar su propósito, una violenta ráfaga de aire abre puertas y ventanas, derriba las estatuas y apaga instantáneamente las luces.

Caen las copas sagradas de manos de los profanadores, y en medio de un espantoso trueno, aparecen escritas en la pared, frente a Baltasar, las famosas palabras fatídicas de la leyenda: Mane, Thecel, Phares. Todo es terror y confusión. El rey ordena a sus magos que le descifren el enigma, pero estos no aciertan y le insinúan que tal vez Daniel, con notorio don profético, pudiera hacerlo.

Conducido este a la presencia de Baltasar, interpreta las palabras. Mane, “los días de tu reino están contados”; Thecel, “pesado en la balanza no llegas al peso exigido por nuestro dios”; Phares, “morirás esta noche y tu reino será hecho pedazos”.

El rey de Babilonia se burla de la profecía, pero al instante se siente lejos el estruendo de un combate. Es Ciro, rey de Persia, que llega con sus tropas a las puertas de Babilonia. Baltasar abandona el salón para ponerse al frente de sus ejércitos. Aparecen Joachim y Rubén, quienes han sido liberados, y la reina, llena de tristeza.

Rubén declara que está dispuesto a luchar junto a Baltasar en defensa de su trono. Con palabras de ternura se despide de Esther que no puede contener sus lágrimas.

En ese instante llega Baltasar mortalmente herido. Y viéndose próximo al fin, cae en brazos de su madre, diciendo que quiere morir como rey. Esther, Rubén, Joachim y Daniel escapan presurosos.

Baltasar muere y la reina, transida de dolor, incendia el palacio, y todo es devorado por rojas lenguas de fuego.»

Bibliografía

  • Jorge Antonio González. La composición operística

Fuente