Alberto Delgado Delgado

Alberto Delgado Delgado

Plantilla:Personaje histórico Nacio el 10 de diciembre de 1932 en el seno de una familia muy pobre, en la finca San Pedro, de Caracusey, municipio de Trinidad, antigua provincia de Las Villas y murio el 28 de abril de 1964, en las márgenes del río Guaurabo, frente a la finca Masinicú, en el Escambray. Desde muy pequeño se había visto obligado, por las circunstancias de la injusta sociedad en la que le había tocado vivir, a trabajar como carbonero y cortador de caña. Nunca pudo ir a la escuela.

Después de colaborar con el Movimiento 26 de Julio en el enfrentamiento a la tiranía batistiana, a finales de 1958 se incorporó a la lucha insurreccional en la Columna Nro. 11 "Cándido González", del Ejército Rebelde, y cuando triunfó la Revolución fue designado a una unidad militar en Chambas, Camagüey, hasta 1960.

En las filas enemigas

En 1961, mientras tramitaba su licenciamiento de las Fuerzas Armadas Revolucionarias por razones de salud, conoció de las actividades contrarrevolucionarias de varios individuos y decidió informar a las autoridades.

A partir de este momento, para los enemigos de la Revolución, Alberto Delgado comenzó a ser un contrarrevolucionario más, para la Seguridad del Estado se convirtió en un valioso agente que se ganó la confianza de varios cabecillas contrarrevolucionarios, quienes lo designaron como el contacto entre La Habana y Las Villas.

El 16 de julio de 1963, el contrarrevolucionario Adalberto Tápanes le manifestó que tenía un hermano alzado en el Escambray y quería sacarlo del país antes de que fuera capturado. Después de dos infructuosos viajes a Trinidad para tratar de contactar con los principales cabecillas, el 4 de octubre Alberto regresó a esa ciudad junto con Tápanes con el mismo propósito y, aunque inicialmente no pudo lograr su objetivo, estableció algunas relaciones que le serían muy útiles en el futuro.

A mediados de octubre, cuando se produjeron las intervenciones de nuevas propiedades como consecuencia de la Segunda Ley de Reforma Agraria, Alberto fue ubicado por la Seguridad del Estado como administrador de la finca Maisinicú, de la granja Santiago Escobar, a unos tres kilómetros de Trinidad, donde trabajaban varios colaboradores de bandidos.

Durante algunos meses Alberto actuó abnegadamente contra las principales bandas de alzados que operaban en la región, pero la intensa actividad que desplegaba provocó que el cabecilla Rubén González León, El Cordobés, comenzara a desconfiar y se mantuviera atento a sus movimientos.

Después de dos exitosas operaciones, en que las bandas de Alfredo Borges Rodríguez, Maro, y Julio Emilio Carretero Escajadillo fueron capturadas al Norte de la antigua provincia de Camagüey a bordo de una embarcación, cuando pretendían huir hacia los Estados Unidos, la Seguridad le hizo saber a Alberto que los bandidos podían sospechar sobre sus actividades, por lo que su permanencia en la finca era muy peligrosa. No obstante, él se negó firmemente a retirarse, argumentando que su misión dentro del enemigo contribuía a conocer sus planes, a evitar el asesinato de personas inocentes y la muerte de milicianos en las operaciones militares.

Su caída

En horas de la noche del 28 de abril de 1964, en las márgenes del río Guaurabo, frente a la finca Masinicú, en el Escambray, Alberto se enfrentó solitario a dos bandas de alzados y a un grupo de colaboradores de estos que trataron de arrancarle información sobre su actividad como agente de la Seguridad del Estado. En ese momento, sus únicas armas eran las convicciones revolucionarias que lo habían llevado a penetrar en las entrañas de un enemigo que cometía actos de terror contra su pueblo.

Uno de los cabecillas dudaba, pero compulsado por algunos de sus compinches, le dio rienda suelta a todo el odio acumulado contra la Revolución, que ya lo había conducido a cometer decenas de asesinatos de campesinos y trabajadores agrícolas, y sabotajes contra objetivos económicos y sociales.

Alberto rechazó valientemente las acusaciones y trató de defenderse, pero uno de los bandidos le dio un culatazo en la cabeza y lo derribó, dejándolo inconsciente. Los demás aprovecharon para golpearlo sin cesar hasta que quedó exánime.

Acto seguido lo colgaron por el cuello de una guásima y para comprometer aún más a los presentes, el cabecilla obligó a todos sus secuaces a que hincaran con sus bayonetas el cuerpo de la víctima. Después, como hacían cada vez que cometían un crimen, se retiraron para evitar enfrentarse con los combatientes de Lucha Contra Bandidos.

El hallazgo

Al amanecer del día 29, Aníbal Velaz Suárez y Luis Felipe Denis Díaz, jefes de la Seguridad del Estado en Las Villas y en el Escambray, respectivamente, acompañados de otros dos combatientes, trataban de contactar con el hombre que a riesgo de su vida se encontraba en esa zona en busca de información sobre los planes de estos grupos terroristas.

Cuando avanzaban en un jeep por la carretera del Circuito Sur, cerca del río, les salió al paso un niño que les indicó asombrado hacia un árbol. Los combatientes se acercaron y comprobaron lo que ya se imaginaban, el hombre que buscaban afanosamente estaba allí, frente a ellos y había ofrendado su vida en una lucha silenciosa contra las bandas de alzados que operaban en el Escambray.

A juzgar por las heridas, apreciables a simple vista, había sido sometido a una golpiza brutal. El cadáver presentaba hundimiento del cráneo, fracturas en ambas piernas, un brazo y una clavícula, cuchilladas en la ingle y escoriaciones por todo el cuerpo.

El hombre sin rostro

Alberto Delgado murió heroicamente, pero por razones de seguridad fue sepultado como si fuera un contrarrevolucionario. Tres años después, el 28 de abril de 1967, sus restos fueron exhumados y se le rindieron los honores correspondientes a un militar caído en el cumplimiento del deber. En esa ocasión fue ascendido póstumamente al grado de teniente del Ministerio del Interior e inhumado en el Panteón de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en el cementerio de Colón.