Francisco de Arango y Parreño
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Francisco de Arango y Parreño. Abogado, comerciante y economista cubano. Uno de los promotores de la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País, y con posterioridad ocupó el cargo de Director. Figura de primer orden en la vida política de Cuba en la época.
Baluarte del reformismo, quien combinó con gran acierto en su discurso político la aplicación de la ciencia a la economía, una muestra de lo cual fue su famoso discurso sobre la Agricultura de La Habana y medios de fomentarla. Arbitro de la Comisión Mixta (1819) que se ocuparía de la cuestión de la trata de esclavos.
Francisco de Arango y Parreño dejó su impronta en Artemisa, fue el gestor de su fundación y quien la pensó, la engendró y la materializó, lo cual ha sido poco divulgado.
Sumario
- 1 Breve síntesis biográfica
- 1.1 Impronta de Francisco de Arango y Parreño en Artemisa
- 1.2 ¿Quién era Francisco de Arango y Parreño?
- 1.3 ¿Qué era el Real Consulado de Agricultura y Comercio?
- 1.4 ¿Por qué el Rey lo nombra, con honores y sueldo, “Oidor de la Audiencia de Santo Domingo”?
- 1.5 ¿Fue Arango realmente culpable de todo lo que se le ha acusado?
- 1.6 ¿Por qué el Capitán General dirigió la sesión de la Junta, aquel 28 de abril?
- 2 Referencias
- 3 Fuentes
Breve síntesis biográfica
Nació en La Habana, Cuba, el 22 de mayo de 1765 y falleció en la propia ciudad, el 21 de marzo de 1837.
Cursó sus estudios de Humanidades en el Real Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio; en 1781 ingresó en la Facultad de Leyes, de la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana, donde obtuvo el título de bachiller en Derecho Civil, en 1786. Viajó a Santo Domingo, donde se destacó en la audiencia como orador y jurista.
Tras su regreso a La Habana, embarcó hacia España en 1787 e ingresó en la Real Academia de Derecho Patrio y Común, de Madrid donde continuó sus estudios, graduándose de abogado en la Universidad de Madrid, en 1789.
En 1788 fue nombrado principal apoderado del Ayuntamiento de La Habana ante el gobierno de Madrid.
Se le nombró oidor de la Audiencia de Santo Domingo (1793). En 1794 se le nombró síndico perpetuo del Real Consulado de Agricultura y Comercio, instalado en 1795 y creado a instancia suya donde desplegó una importante actividad, tanto en el terreno económico como en el social. Recorre Europa para hacer estudios de economía.
Regresa a Cuba e ingresa en la Real Sociedad Patriótica de la Habana, de la que fue director (1797 - 1798) y más tarde socio de honor. Formó parte de la comisión encargada de redactar y administrar el Papel Periódico de La Habana cuando comenzó a publicarse bajo el cuidado de la Real Sociedad Patriótica. Resultó una figura de primer orden en la vida política de la Isla en aquella etapa, lo cual se evidenció en las múltiples actividades que desplegó en pro del desarrollo económico y social.
Fue uno de los promotores de la creación de la Sociedad Económica de Amigos del País, en 1791, y con posterioridad ocupó el cargo de Director. Se desempeñó como primer síndico del Real Consulado (1793), y como asesor del Tribunal de Alzadas. Se le nombró oidor honorario de la Audiencia de México (1810). En 1811 se le concedieron los honores de ministro del Supremo Consejo de Indias y en 1812 resultó electo Diputado a Cortes, y Ministro de la Junta Central, por la Diputación Provincial. Ejerció las funciones de consejero del Consejo de Indias y de miembro de la Junta Real para la Pacificación de las Américas, durante 1816. Fue árbitro de la Comisión Mixta (1819) que se ocuparía de la cuestión de la trata de esclavos.
En 1825 se le dio la comisión de redactar el plan de estudios que debía regir en la Isla. Recibió el título de prócer del Reino en 1834.
Se le reconocen entre sus principales obras las siguientes:
- Informe al Rey sobre la condición de los esclavos en Cuba y urgente necesidad de la supresión del tráfico (1828).
- Máximas económico-políticas sobre el Comercio colonial (1816).
- Observaciones sobre el ensayo político de la Isla de Cuba por el Barón de Humboldt.
- Noticias útiles a nuestra Agricultura y comercio.
Impronta de Francisco de Arango y Parreño en Artemisa
A la hora de estudiar la historia del actual municipio Artemisa, debemos partir de lo que escribiera el Comandante Camilo Cienfuegos:
En tal sentido la figura de Francisco de Arango y Parreño, se convierte en imprescindible, fundamentalmente por el papel protagónico jugado por él en la etapa fundacional de Artemisa y porque durante años se nos ha dado una imagen, algo distorsionada, de este hombre que fue, como lo caracterizara el historiador Eduardo Torres-Cuevas:
Todos conocemos de la reunión celebrada por el Real Consulado de Agricultura y Comercio y La Junta de Fomento, bajo la presidencia del Capitán General de la Isla, el 28 abril de 1802, donde tácitamente fue aprobada la fundación de nuestra ciudad.
Para tener una idea exacta del papel jugado por Arango y Parreño en este acuerdo y en los pasos posteriores que se dieron para el surgimiento de la ciudad de Artemisa, debemos retroceder en la historia a la década anterior al incendio de los barrios de extramuros de Jesús María y Guadalupe, aquel 25 de abril de 1802.
¿Quién era Francisco de Arango y Parreño?
Don Francisco de Arango y Parreño, en virtud de la última voluntad de su padre, Don Miguel Ciriaco de Arango, heredó de este el cargo de Sexto Regidor, Alférez Real del Ayuntamiento de La Habana, por proclamación que se le hizo el 6 de abril de 1786, confirmada por Real Cédula del 11 de junio de 1788, en que fue aprobada por el Rey, asumiendo las funciones de Apoderado del Ayuntamiento de La Habana, en la Corte española.
El 22 de junio de 1791, con motivo a la alarma que se originó en el reino por la insurrección de Haití, como Apoderado del Ayuntamiento habanero recibe una orden del Rey y de su Suprema Junta de Estado, para que “propusiese los medios de que nuestra Isla sacase, de semejante catástrofe, todas las ventajas posibles”. Cumpliendo con este precepto, presentó Arango y Parreño un largo discurso y proyecto.
Este discurso tenía como objetivos centrales, según expone Eduardo Torres-Cuevas en su libro “Historia de Cuba”:
(…)
“El proyecto sin embargo, no se reducía a un contenido oligárquico-esclavista-plantacionista. Lo más significativo es la elaboración de un amplio campo de medidas que contrarresten los efectos de la esclavitud. A ello se une el criterio del carácter transicional de esa institución en Cuba porque la aspiración es convertir a la Isla en la Albión de América. No cree Arango que los sucesos de Haití se puedan reproducir en Cuba. Espaciosas razones le permiten sostener que no existen las mismas condiciones. Uno de los puntos más importantes de su concepción es el fomento de la colonización blanca que permita la creación de poblados en todo el interior de la Isla, que situados convenientemente serían un poderoso freno para la ideas sediciosas de los esclavos campestres”. Y termina diciendo Eduardo Torres-Cuevas “Esta última medida tenía otros dos objetivos: el aumento del campesinado que produce otros renglones agrícolas no plantacionistas y crear las bases de la mezcla de razas que debía borrar, llegado el momento, la memoria de la esclavitud”.[3]El conocimiento de este discurso y su proyecto ante el Rey Carlos IV y la Junta Suprema del Estado, conocida en la Historia de Cuba como “Discurso sobre la Agricultura en La Habana y medios de fomentarla”, así como los inevitables reparos que se le hicieron y los oficios que el Rey emitió posteriormente, son imprescindibles para poder hacernos un juicio más o menos exacto del papel jugado por el Real Consulado y su Junta de Gobierno en la historia artemiseña.
¿Qué era el Real Consulado de Agricultura y Comercio?
Cuando leemos en “La Historia de Artemisa”, de Manuel Isidro Méndez, lo referido a aquella reunión del 28 de abril, la idea que se nos presenta es que el Capitán General, Salvador de Muro y Salazar, Marqués de Someruelo, se había reunido con el Consejo de Estado y el Consejo de Ministros, para resolver la situación creada por el incendio, craso error, ya que el Real Consulado no era más que un tribunal donde se resolvían los litigios de comerciantes y agricultores, evitando que estos fuesen a los tribunales ordinarios.
Consulado: “Tribunal compuesto de Prior y Cónsules, que conoce y juzga de los negocios y causas de los comerciantes por lo relativo a su comercio”. [4]
Es de destacar que en el Discurso…, Arango plantea tácitamente:
En el Proyecto, anexo al Discurso, Arango plantea la formación de la Real Junta Protectora de la Agricultura, que además de lo expuesto por Eduardo Torres-Cuevas, el plan contemplaba asumir los litigios de los agricultores, pero él no se planteaba intervenir en los pleitos de los comerciantes.
El historiador Ramiro Guerra realizó un amplio y profundo análisis sobre el por qué Arango no quería que su Junta se metiera en los pleitos de los comerciantes, y según Ramiro esto se debía a:
¿Por qué se crea el real consulado y su junta de gobierno?
La respuesta la da Arango al Fiscal del Consejo de Indias, en ocasión de responder un grupo de Reparos a su Discurso y Proyecto, hechos por el Contador de Indias. Y ante el Reparo de:
El que haya leído su Discurso y el Proyecto, recordará que él pedía para su Junta un Fiscal de la Real Audiencia del Distrito (Santo Domingo) y no un Síndico, como finalmente sucedió, y él argumentaba:
Arango exponía:
No obstante a estos argumentos de Arango, por Real decreto y órdenes del 22 y 24 de noviembre de 1792, el Rey aprueba su proyecto y lo nombra Síndico del Real Consulado, que se formará en La Habana, posteriormente el 21 de diciembre de 1793, por Real cédula, se le concede a Arango los honores y el sueldo de “Oidor de la Audiencia de Santo Domingo”, y el 4 de abril de 1794, en la Real cédula, que establecía el Consulado de Agricultura y Comercio, se le concedió a Arango, por el artículo 41 la “Sindicatura Perpetua” del mismo.
¿Por qué el Rey lo nombra, con honores y sueldo, “Oidor de la Audiencia de Santo Domingo”?
La primera de las interrogantes, está implícita en las respuestas anteriores, al no ser nombrado como Fiscal de la Real Audiencia del Distrito (Santo Domingo), sino Síndico de la Junta de Gobierno del Consulado, es necesario darle un determinado nivel jerárquico “Oidor de la Audiencia”. En cuanto a la otra interrogante, el sueldo, las motivaciones que tuvo el Rey hay que buscarlas en el punto 23 de su Proyecto, cuando Arango expresó:
Llegado a este punto, podemos preguntarnos, si el Real Consulado de Agricultura y Comercio, no era más que un tribunal, para cortar entre ellos suave y sencillamente algunos de los ruidosos pleitos que a menudo se originaban. Y si la Real Junta Protectora de la Agricultura, como él pidió en el Proyecto que se le llamara, tenía objetivos bien definidos en lo científico y en lo tecnológico para el desarrollo de la agricultura en La Habana, ¿qué hacían estas instituciones involucradas en la solución de las consecuencias de aquel incendio del 25 de abril de 1802?, que evidentemente no le correspondían.
La respuesta a esta pregunta hay que buscarla, también, en el Discurso y su Proyecto, y así, en el punto 17 del proyecto, Arango expresaba:
Pero realmente vemos el interés del Síndico de la Junta de Gobierno (como finalmente se le denominó) del Real Consulado de Agricultura y Comercio en resolver la situación creada con los damnificados, cuando expresó en el cuerpo de su Discurso:
Como hemos observado en los párrafos anteriores, hay un interés marcado en Arango en el fomento de nuevas poblaciones agrícolas y la ayuda a los agricultores, recuérdese sus palabras en la sesión de la Junta el 21 de mayo de 1802:
Y es así, que teniendo estas ideas, expresadas 10 años antes del incendio, nos podemos explicar la interrogante ¿del por qué involucró las instituciones que operaban bajo su dirección, aquel 28 de abril? Y por qué no, también pudiéramos pensar que ya en 1792, él tenía la idea de concebir una Artemisa y que aquel siniestro le dio la oportunidad para materializarla.
¿Fue Arango realmente culpable de todo lo que se le ha acusado?
En el citado libro de Manuel Isidro Méndez, unas veces solapadamente y otras directamente se le acusa a Arango de: intervenir con el Rey a favor de la disolución del vínculo; de ser un simple vendedor de tierras; de las demoras en la edificación de las primeras casas y la iglesia; y de influir en el pleito que sostuvo el vínculo de Meyreles, con los primeros colonos, etc.
Francisco de Arango y Parreño era nieto de Doña Antonia Dionisia Meyreles y Bravo y por lo tanto, se encontraba entre los herederos del vínculo, pero no vemos la disolución de este por el Rey como consecuencia directa del parentesco, ya que tanto en el Discurso de 1792, como en el Proyecto, se encuentra explicito esta solución cuando en el punto 16 plantea:
Es de suponer que si el Rey le aprobó en noviembre de 1792 el Proyecto, estaría también de acuerdo con la disolución del vínculo en agosto de 1799.
Si Arango era Apoderado del Ayuntamiento de La Habana, no del vínculo como erróneamente dice Isidro, en las páginas 53, 56 y 86 y su autoridad es en el territorio habanero y no de toda la Isla, como él explica en el Reparo No. 38, fechado en Madrid el 4 de julio de 1793, recogido en el Tomo 1, página 202 de sus obras reeditadas en 1952, es muy probable que en este territorio, que incluía también Matanzas, no así a Nueva Filipina (actual Pinar del Río), no existiese una extensión de 100 caballerías tierras disponibles para la adquisición por el Consulado a finales de 1802, además tenemos que tener en cuenta los posibles intereses geopolíticos de las autoridades de la época, cuando Arango plantea en su Discurso: “Se ocupará igualmente la Junta en proponer los medios de aumentar la población de blancos en los lugares de la Isla que juzgue más conveniente”, máxime cuando en los momentos en que surge la idea de poblar el corral de San Marcos existía un basto territorio despoblado entre Guanajay y San Cristóbal, con toda una costa sur desprotegida. Pero llegado el caso, si su abuela poseía las tierras que se necesitaban, ¿por qué no comprarlas?
En cuanto a la demora por la edificación del pueblo y la iglesia, es necesario verlas por separado ya que se desprende en todo su Discurso y su Proyecto que el objetivo central era el fomento de la agricultura y ésta no se logra en las calles del poblado, sino en las parcelas (suertes) que se le asignaron a los damnificados, aunque el pueblo también formaba parte del plan aprobado, pero siempre sería posterior al fomento de las haciendas.
Sobre la construcción de la iglesia, es harina de otro costal, si se lee detenidamente el Discurso y los documentos posteriores a él, se verá que en aquellos tiempos la iglesia católica aun mantenía la estructura de cuando el principal rublo de la economía de la Isla era el ganado silvestre en los montes, por ejemplo, cuando él en el Discurso se refiere a la idea de fomentar nuevas poblaciones, dijo:
Pero lo anterior ocurre 1792 y se pudiera pensar que la situación había mejorado cuando los primeros pobladores de Artemisa tumbaban ya montes en el antiguo corral de San Marcos, 10 años más tarde, pero no fue así, en el documento número 9, presentado por la Junta, el 20 de julio de 1811, en defensa al derecho de la Isla al libre comercio de negros, se plantea:
Como podemos observar, por un lado andaba el insipiente desarrollo de la Isla, regido por las autoridades monárquicas de la metrópolis española y por otro bien distante el desarrollo de los curatos, que como se conoce, lo regía el Vaticano en Roma, y entonces cabe preguntarse ¿se podría emplear los escasos recurso con que disponía la Junta de Gobierno del Real Consulado, en la fabricación de una iglesia, para la cual no se sabía si el Vaticano le asignaría el cura?
Es lógico que esta situación, la Junta y su Síndico, la vieran con cautela y máxime cuando se sabe que esta Junta está formada por personas (comerciantes y agricultores a partes iguales) que no devengaban un salario por ello y que los escasos fondos con los que se disponía venía del sobrante existente del vestuario de las Milicias, como él propuso en el punto 23 del Proyecto:
En cuanto al pleito de la familia Meyreles, dueña del vínculo, como se ha expuesto y demostrado, con anterioridad en este documento, el Real Consulado de Comercio y Agricultura de La Habana, no era más que un tribunal para resolver los litigios judiciales entre los comerciantes y agricultores, para que estos problemas no se ventilaran en la justicia ordinaria, y en aquella época, al igual que en esta, había un precepto judicial muy claro: nadie puede ser juez y parte a la vez, y es así que Arango, en su condición de Síndico Perpetuo de la Junta de Gobierno del Real Consulado de Comercio y Agricultura, expuso:
¿Por qué el Capitán General dirigió la sesión de la Junta, aquel 28 de abril?
En el Segundo Oficio del Rey, enviado a Arango por Don Diego de Gardoqui, Presidente de la Junta Suprema del Estado, el 4 de enero de 1794, en uno de sus párrafos indicaba:
O sea, las reuniones de la Junta de Gobierno del Consulado siempre estarían presididas por el Capitán General (Gobernador) y/o el Intendente (Jefe del Ejército), ténganse en cuenta dos cuestiones: la primera, el Proyecto presentado por Arango y aprobado por el Rey, modificaba diametralmente la política de la Corona hacia la Isla, sobre todo en cuanto a la libertad del comercio y el desarrollo agrícola de la zona más importante de Cuba en ese entonces y no era conveniente dejarlo a merced de la buena voluntad de los miembros de la Junta y por otro lado la presencia del Capitán General en las reuniones de la Junta le daban cierta fortaleza jurídica a los acuerdos que en ella se tomaran y ayudaría en mantener la necesaria cordura y disciplina en las reuniones, como lo expuso Arango en un documento del 4 de febrero de 1796, cuando decía:
Como se ha podido ver, en lo examinado hasta aquí, fue Francisco de Arango y Parreño, quien llevó la voz prima, en todo lo relacionado con el actuar de la Junta de Gobierno del Real Consulado, en cuanto al fomento de una población rural en el corral de San Marcos, pero en cuanto al funcionamiento de ese órgano, no todo era color de rosas, pues como se dijo anteriormente estaba integrado por agricultores (dueños de haciendas) y comerciantes a partes iguales según voluntad Real. Esto se explica en las siguientes palabras de Arango:
O sea, la Junta no sesionaba permanentemente, como él expuso en el documento fechado el 4 de febrero de 1796, por lo cual, siempre debió haber retrasos en la ventilación de sus problemas y entre ellos los relativos a San Marcos.
También tenemos que tener en cuenta que el 4 de marzo de 1803, Arango, principal impulsor de esta idea, fue comisionado por el Capitán General de la Isla, Marqués de Someruelos, para ir a la de Santo Domingo a desempeñar con el General del ejército francés, una comisión muy importante para el Real servicio, que fue aprobada por Reales órdenes, expedidas por el Ministerio de Estado y de Hacienda, y por la cual en junio de ese año, se le concedió la “Cruz Pensionada de Carlos III”.
El 7 de agosto de 1804, se le confirió, la Asesoría del Ramo del Tabaco de la Isla de Cuba, y suplir las ausencias y enfermedades del Superintendente, en virtud de la Real orden del 4 de agosto de ese año, desempeñando este encargo cerca de dos años.
En 1808, se inicia la crisis del Antiguo Régimen (monarquía absoluta) en España y sus posesiones. En marzo de ese año se produce el motín de Aranjuez, en el cual es destronado Carlos IV y se proclama a su hijo Fernando VII, como nuevo monarca. Aprovechando esta pugna, Napoleón nombró a su hermano José, rey de España. El 2 de mayo, se produce el levantamiento popular de Madrid contra las fuerzas francesas, y la sublevación se extendió por toda España. Esta situación, como es natural, no fue ajena en el aconteceder cubano, por lo que suponemos que todos los análisis y asuntos pendientes sobre la población de San Marcos se hubieron de aplazar, aunque ya desde el 1806, la Junta había dado por concluida su intervención en el fomento de San Marcos.
Referencias
- ↑ «Comandante Camilo Cienfuegos: carta enviada a los trabajadores de la Ruta 35, el 14 de noviembre de 1958, desde el Frente Norte de Las Villas. Tomado de José Antonio Fernández Riesgo, artículo inédito: Francisco María de la Luz de Arango y Parreño. ¿Padre de Artemisa?. »
- ↑ «Tomado de José Antonio Fernández Riesgo, artículo inédito: Francisco María de la Luz de Arango y Parreño. ¿Padre de Artemisa?. »
- ↑ «Tomado de José Antonio Fernández Riesgo, Obra citada.»
- ↑ « Diccionario Enciclopédico Hispano Americano, Tomo V, pág. 882 .»
- ↑ «Tomado de José Antonio Fernández Riesgo, Obra citada. »
- ↑ «Ramiro Guerra en el prólogo del primer tomo de: “Obras de Don Francisco de Arango y Parreño”, reeditadas por el Ministerio de Educación en 1952. »
- ↑ «Documento emitido en Madrid el 17 de enero de 1793 por Arango al Fiscal del Consejo de Indias »
- ↑ « Documento emitido en Madrid el 17 de enero de 1793 por Arango al Fiscal del Consejo de Indias»
- ↑ «Arango: Reparo XII, de la página 185 del Tomo I»
- ↑ «Arango: Reparo XXXI, de la página 198 del Tomo I »
- ↑ «Arango: Reflexiones sobre la mejor organización del Consulado de la Habana, considerado como Tribunal, del 20 de abril de 1793 »
Fuentes
- Carta de Camilo Cienfuegos a los trabajadores de la Ruta 35 de Artemisa.
- Eduardo Torres Cuevas: Historia de Cuba.
- Guerra, R. (1971). Manual de Historia de Cuba. Desde su descubrimiento hasta 1868. Editorial de Ciencias Sociales. La Habana.
- José Antonio Fernández Riesgo: Francisco María de la Luz de Arango y Parreño ¿Padre de Artemisa? (Artículo inédito)
- Méndez, I. (1973). Historia de Artemisa. Unidad de Artes Gráficas. Artemisa.
- Obras de Don Francisco de Arango y Parreño, Tomos I y II.
- Rodríguez Díaz, O y Colectivo de autores (Caridad Massón Sena, Jean Robaina Sánchez, Daniel Suárez Rodríguez, Rebeca Figueredo Valdés, Mabel Martínez Deulofeu, Marta S. Troncoso Hernández) (2016): Artemisa. Apuntes para la historia de una provincia. Editorial Unicornio. Artemisa, Cuba.