Género en ciencia y tecnología

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Ciencia y Tecnología en Cuba
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Ciencia y Tecnología en Cuba. Los estudios sobre ciencia, tecnología y género, dentro de su heterogeneidad, comparten un objetivo político: la oposición al sexismo y androcentrismo reflejados en la práctica científica. Este tipo de análisis se han desarrollado de formas diversamente sofisticadas siguiendo los caminos marcados por la filosofía general, el pensamiento político y la filosofía de la ciencia, pero todos ellos reconocen un pasado común ligado a la segunda ola del movimiento feminista, el movimiento de liberación de la mujer de los años 60 y 70 (González García, 1998b).

Historia

Hace cincuenta años que la socióloga Alice Rossi (1965 ) formuló la pregunta central con la que se abría un nuevo campo de investigación sobre las relaciones entre la ciencia, la tecnología y la sociedad: ¿por qué tan pocas? El problema que Rossi identificaba no era nuevo, sino tan antiguo como la ciencia misma. Sin embargo, no es hasta los años 60 del pasado siglo XX cuando comienza a tematizarse la ausencia de mujeres en la producción de conocimiento científico.

También era necesario atender a los contenidos de las teorías científicas y los sistemas tecnológicos. En la práctica de la ciencia y la tecnología, los enfoques de género han sido el motor de cambios importantes. Las científicas que en los años 70 comenzaron a trabajar en disciplinas que se ocupan de la naturaleza de hombres y mujeres y de las relaciones entre ellos, o de los machos y las hembras de cualquier especie (psicología, biología, paleoantropología, primatología), identificaron las distintas formas que tienen las preconcepciones de género de reflejarse en prácticas y teorías. Gracias a pioneras como las psicólogas de principios de siglo XX ( García Dauder, 2005 ) o las “hijas del hombre cazador” ( Haraway, 1991 ), por ejemplo, salieron a la superficie los sesgos que habían estado actuando sobre las teorías científicas acerca de las diferencias entre los sexos o el motor de la evolución humana. Por su parte, las científicas sociales visibilizaron el modo en el que la universalización de lo masculino había relegado a las mujeres de los análisis sociológicos, históricos o económicos; y las tecnólogas también documentaron el papel de la tecnología en la perpetuación de los estereotipos de género. La mirada de género hizo posible poner en cuestión la periodización de la “historia universal” ( Kelly, 1977 ; Scott, 1986 ) o reivindicar la relevancia económica del trabajo no remunerado de las mujeres ( Waring, 1988 ).

Cinco décadas de investigaciones sobre ciencia, tecnología y género han tenido como resultado una ciencia y una tecnología más conscientes del modo en el que las preconcepciones de género las constituyen y grandes avances en la incorporación de las mujeres a las profesiones científico-tecnológicas. Sin embargo, no todo son buenas noticias. En los artículos recopilados para este número monográfico hemos querido enfatizar los logros del análisis feminista de la tecno-ciencia, al mismo tiempo que dejar de manifiesto el mucho trabajo que aún queda por hacer. Para ello, hemos recogido contribuciones que reflejan líneas de investigación de vanguardia en ciencia, tecnología y género. Se trata de investigaciones llevadas a cabo sobre todo por autoras iberoamericanas jóvenes, ofreciendo así una mirada al futuro del campo CTG que no olvida el pasado y el reconocimiento a todas aquellas pioneras que abrieron el camino.

Actualmente, la inclusión del enfoque de género en este terreno se dirige a reconocer y eliminar las inequidades entre hombres y mujeres, producidas por las desigualdades económicas y sociales en la distribución de los recursos y los niveles de accesibilidad a ellos. Por otra parte, aunque no siempre se puede hablar de una exclusión explícita de las mujeres, se reconocen mecanismos y micro desigualdades implícitas, que contribuyen a mantener y legitimar la segregación de la mujer.

Género en el campo de la ciencia y la tecnología

La introducción relativamente reciente del enfoque de género en diferentes ámbitos sociales, y fundamentalmente en los estudios sobre desarrollo, encuentra en este campo un espacio importante para analizar la vinculación género – actividad científica, cuyos resultados pueden contribuir a fundamentar estrategias específicas desde esta perspectiva.

Los estudios de género en el campo de la ciencia y la tecnología se ocupan de examinar desde distintas perspectivas las relaciones existentes entre las mujeres, la ciencia y la tecnología. Actualmente, la inclusión del enfoque de género dentro de ese campo se dirige a reconocer y eliminar las inequidades entre hombres y mujeres, producto de las desigualdades en la distribución de los recursos y accesibilidad a ellos y de los roles de género.

La perspectiva de género en ciencia y tecnología implica además la utilización de indicadores que midan la relación entre la cantidad de mujeres y de hombres ocupados en espacios similares, sustentándose en la premisa de igualdad y equidad genérica. Entre estos indicadores algunos autores establecen, entre otros, el análisis etário con relación al sexo, la relación entre los niveles jerárquicos alcanzados por las féminas con relación a la edad, el análisis por disciplina científica con elación a la edad y el nivel jerárquico, el acceso a becas, el análisis de la proporción de mujeres en los grados o cargos más altos, en particular en el sector público. (CEPAL, 1999). Como puede verse, muchas áreas de exploración constituyen referencia para dar cuenta de las diferencias de género en el desempeño de la formación, investigación y práctica científico-tecnológica. Partiendo de estas realidades, los estudios de ciencia, tecnología y género, se ocupan de analizar las causas que producen esta situación con el objetivo de realizar propuestas que ayuden a aumentar la integración de la mujer en las actividades tecnocientíficas.

Perspectiva de género en ciencia y tecnología

El género es una categoría de análisis social, que aparece a partir de los años 1990, utilizada fundamentalmente por las ciencias sociales, aunque en los últimos tiempos se emplea por otras ciencias o desde una perspectiva interdisciplinaria. La noción de género se define como una categoría social que trasciende diferencias biológicas entre sexos y se concentra en las diferencias y desigualdades de roles entre hombres y mujeres por razones de contexto socioeconómico, condiciones históricas y políticas, patrones culturales y religiosos de las diversas sociedades en las cuales ellos y ellas interactúan (Ruiz, B. 2002).

La perspectiva de género ha resultado ser decisiva e influye en la diferenciación de la división social del trabajo. Esto se debe en gran medida, al proceso de aprendizaje de roles en función del género, lo cual a su vez, ha influido en las motivaciones de un sexo y otro para la selección de actividades y profesiones, de acuerdo con los estereotipos creados culturalmente para el sexo masculino y el femenino, y en la construcción de identidades profesionales sexuadas. De esta manera, el género asegura la existencia de una esfera no remunerada donde la fuerza de trabajo se reproduce y es puesta en circulación (trabajo reproductivo); mientras que por otro lado, condiciona las alternativas en el ámbito del trabajo remunerado (trabajo productivo).

Aspectos Histórico-Sociológicos-Pedagógicos: La Cuestión de la Mujer en la Ciencia y la Tecnología

Los estudios que englobamos bajo este título general tienen en común ocuparse de la situación de la mujer en la ciencia y la tecnología. Las preguntas a las que se intenta responder son básicamente dos: en qué medida han hecho ciencia los dos sexos o, por el contrario, la ciencia es cosa de hombres; y por otra parte, cuáles son las razones que justifican la repuesta a la pregunta anterior. Su preocupación principal, por tanto, es la de documentar la ausencia y presencia de la mujer en la historia del desarrollo científico-tecnológico, explicar esta situación y proponer estrategias institucionales y educativas para una incorporación más plena de la mujer en estos campos (Pérez Sedeño, 1998a).

Recuperación de las mujeres en la historia de la ciencia y la tecnología

Una parte importante de los primeros esfuerzos por reconsiderar el papel de las mujeres en la ciencia y tecnología lo constituye la reescritura de la historia para recuperar del olvido mujeres o tradiciones típicamente femeninas que, pese a haber hecho contribuciones destacables en el ámbito científico-tecnológico, han sido silenciadas por la historia tradicional, bien debido a distintos tipos de sesgos, bien debido a concepciones estrechas de la historia de la ciencia que reconstruyen la disciplina sobre los nombres de grandes personajes y teorías o prácticas exitosas y dejan de lado otras actividades y contribuciones en modo alguno colaterales al desarrollo de la ciencia.

Aspectos Epistemológicos: La Cuestión de la Ciencia y la Tecnología en el Feminismo

Los análisis de la situación de la mujer en la ciencia revelan las numerosas barreras que han mantenido a la mujer alejada del desarrollo científico-tecnológico. Mientras que algunas de estas cuestiones no plantean ningún reto directo a la imagen tradicional de la empresa científica, luchando sin más por el acceso a las instituciones y prácticas, el hecho del fracaso de muchos de los planes de integración de mujeres en la ciencia y la tecnología, junto con la intuición de que la tradicional exclusión femenina pudo haber tenido algún efecto en la organización y contenido mismo de la empresa científico-tecnológica, propiciaron el interés por cuestiones metacientíficas desde una perspectiva feminista. Ya no se trataba únicamente de lograr un aumento cuantitativo de la presencia de la mujer en la tecnociencia, sino de desvelar sesgos sexistas y androcéntricos en los contenidos y presupuestos de la ciencia.

Usos y abusos sexistas de la ciencia y la tecnología

Se trata de analizar las consecuencias negativas para las mujeres de determinadas teorías científicas y prácticas tecnológicas; es decir, de los usos de la ciencia y la tecnología al servicio del sexismo (y también del racismo, la homofobia o la explotación de clase). Ciencia y tecnología se revelan a menudo como instrumentos para la perpetuación de problemas sociales, en vez de colaborar a su resolución. Un ejemplo que ha centrado la atención de un número importante de investigadoras feministas es el de las tecnologías y políticas reproductivas. Campañas de esterilización en países del Tercer Mundo, pronatalismo en los países del Primer Mundo, anticonceptivos con importantes efectos secundarios, cirugía ginecológica innecesaria, técnicas de reproducción asistida en las que se asumen grandes riesgos con los cuerpos de las mujeres…son todos ellos muestras del uso de la ciencia y tecnología para el control de las vidas de las mujeres (véase en general, Pérez Sedeño, 1998c). Otras áreas de la tecnociencia que tienen efectos sobre las mujeres y han sido ampliamente estudiadas son la introducción de nuevas tecnologías en el trabajo de las mujeres (como los procesadores de texto en las oficinas), las tecnologías domésticas en las tareas del hogar o la explotación de las mujeres del Tercer Mundo como mano de obra barata. El discurso sobre “consecuencias” y “aplicaciones”, sin embargo, parece asumir una investigación científica y una innovación tecnológica puras y libres de valores, separables de sus usos sociales, que pueden ser beneficiosos o perjudiciales; ocultando que a menudo los desarrollos tecnológicos traducen imperativos o deseos sociales, y que la relación entre la sociedad y la ciencia-tecnología es un camino de doble dirección. Otro gran número de análisis se ocupa de los condicionamientos sociales de la tecnociencia.

En Resumen

Si el análisis de género ha contribuido a las transformaciones en la concepción de la ciencia y la tecnología, también el feminismo mismo ha ido transformándose en este proceso. El feminismo no es una categoría estática, y sus diversas variaciones han generalizado en los últimos tiempos de la fórmula “feminismo(s)” para dar cuenta de esa diversidad.

Los análisis de género son, en este sentido, una parte importante de los estudios CTS y se han apropiado de los enfoques desarrollados en la corriente principal, en muchas ocasiones para hacerlos propios en un sentido literal, más que aplicándolos como metodologías cerradas de análisis. La teoría del actor-red es uno de esos casos transformados por autoras como Donna Haraway (1988) , Susan Leigh Star (1991) o Vicky Singleton (1996) para eludir su neutralidad valorativa original y convertirla en una herramienta al servicio del feminismo.

Ha sido precisamente el carácter irrenunciable del compromiso ético y político el motor de la mayoría de las aportaciones de los estudios de género a los problemas generales del estudio social de la ciencia y la tecnología. El análisis social de las culturas y las prácticas tecnocientíficas ha ido siempre en los enfoques de género de la mano de la defensa irrenunciable a la normatividad, tanto epistémica como política.

El juego del “gallina epistemológico” ( Collins y Yearley, 1992 ) tiene un sentido muy distinto desde el feminismo. La cuestión no es hasta donde llevar la osadía epistémica, sino el dilema central planteado por Donna Haraway (1988) : cómo es posible hacer compatible la contingencia histórica radical de todas las afirmaciones de conocimiento con la normatividad necesaria para argumentar que unas historias son mejores que otras.

Las diferentes formas en las que la epistemología feminista trató el problema de la objetividad de la ciencia han sido contribuciones relevantes al debate sobre la racionalidad científica que siguió a la irrupción de los enfoques en sociología del conocimiento científico a finales del siglo XX. El compromiso feminista también se ha reflejado en la apropiación de la reflexividad como estrategia metodológica. Mientras que la reflexividad se entendió en términos de coherencia en los enfoques generales en estudios sociales y derivó en ejercicios vacíos de autor referencialidad, el feminismo desarrolló versiones políticamente comprometidas de la reflexividad, entendiéndola en términos de la responsabilidad de los investigadores y las investigadoras con la parcialidad de su perspectiva ( González García, 2001 ).

Fuente