Idioma español

Revisión del 18:10 21 sep 2010 de Comunicadcav jc (discusión | contribuciones) (Página creada con '<br> El idioma español o castellano es una lengua romance del grupo ibérico. Es uno de los seis idiomas oficiales de la ONU y, tras el chino mandarín, es la lengua más…')
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)


El idioma español o castellano es una lengua romance del grupo ibérico. Es uno de los seis idiomas oficiales de la ONU y, tras el chino mandarín, es la lengua más hablada del mundo por el número de personas que la tienen como lengua materna. Es también idioma oficial en varias de las principales organizaciones político-económicas internacionales (UE,OEA, OEI, TLCAN,UNASUR,CARICOM, y el Tratado Antártico,entre otras). Lo hablan como primera y segunda lengua entre 450 y 500 millones de personas, pudiendo ser la tercera lengua más hablada considerando los que lo hablan como primera y segunda lengua. Por otro lado, el español es el segundo idioma más estudiado en el mundo tras el inglés, con al menos 17,8 millones de estudiantes, si bien otras fuentes indican que se superan los 46 millones de estudiantes distribuidos en 90 países, y la tercera lengua más usada en Internet (7,8% del total) ; se espera que para el 2050 lo hable el 10% de la población mundial. El español, como las otras lenguas romances, es una continuación moderna del latín hablado (denominado latín vulgar), desde el siglo III, que tras el desmembramiento del Imperio romano fue divergiendo de las otras variantes del latín que se hablaban en las distintas provincias del antiguo Imperio, dando lugar mediante una lenta evolución a las distintas lenguas romances. Debido a su propagación por América, el español es, con diferencia, la lengua romance que ha logrado mayor difusión.

Etimología

Según la Real Academia Española de la Lengua, la palabra español procede del provenzal espaignol, y éste del latín medieval Hispaniolus, que significa de Hispania, España.
Hispaniolus procede de la denominación latina de la Península Ibérica "Hispania" o, más bien, de su forma ultracorrecta. Cabe recordar que en latín tardío no se pronunciaba la h, pero por motivos eufónicos, se añadía una e- a las palabras que empezaban con s+consonante. En consecuencia, se creía que la forma escrita correcta de Hispaniolus era Spaniolus (Cf. italiano: storia por historia).
Otra teoría afirma que Spaniolus (literalmente hispanito, españolito) procede del occitano espaignol. Menéndez Pidal ofrece otra explicación etimológica: el clásico hispanus o hispánicus tomó en latín vulgar el sufijo -one (como en bretón, borgoñón, sajón, frisón, lapón...) y de hispanione se pasó en castellano antiguo a españón, "luego disimilando las dos nasales se llegó a español, con la terminación -ol, que no se usa para significar naciones".
La otra denominación, castellano, procede del latín Castellanus, que significa de Castilla, reino medieval situado en la parte central de la península ibérica.


"Español" o "castellano"

La polémica en torno a los términos español y castellano estriba en si resulta más apropiado denominar a la lengua hablada en Hispanoamérica, en España y en otras zonas hispanoparlantes «español» o «castellano», o bien si ambas son formas perfectamente sinónimas y aceptables.
Como muchas de las controversias relacionadas con la denominación de una lengua identificable con un determinado territorio (español con España, y castellano con Castilla), o que lleva aparejada una ideología o un pasado histórico que provoca rechazo, o que implica una lucha en favor de una denominación única para facilitar su identificación internacional y la localización de las producciones en dicha lengua (por ejemplo, en redes informáticas), la controversia es de raíz ideológica, política y económica.
Desde el punto de vista estrictamente lingüístico, no hay preferencias por una denominación u otra. La ciencia lingüística, siempre que no actúe ideológicamente, se limita a estudiar y caracterizar la complejidad de los sistemas lingüísticos interrelacionados que componen un diasistema o lengua histórica (como conjunto más o menos complejo de variedades geolectales, sociolectales y funcionales, variables a su vez en el tiempo), y, terminológicamente, a recoger los diversos usos denominativos de una lengua o familia de variedades. Para la lingüística, pues, ambos términos son válidos a la hora de designar el diasistema de la lengua histórica llamada popular y oficialmente castellana o española.
En el ámbito normativo prescriptivo, según la normativa establecida por los principales organismos de política lingüística del área hispanohablante en lo relativo a la codificación del estándar idiomático (Real Academia Española y Asociación de Academias de la Lengua Española), castellano y español son términos sinónimos, aunque el Diccionario panhispánico de dudas, obra de carácter normativo actualmente vigente recomienda no obstante la denominación de «idioma español» por carecer de ambigüedad y ser la utilizada generalmente en otros idiomas nacionales (Spanish, espanhol, espagnol, Spanisch, Spaans, spagnolo, ισπανικά, etc.). Asimismo, el diccionario normativo editado por la Real Academia Española de la Lengua y la Asociación de Academias de la Lengua Española lleva por título Diccionario de la Lengua Española.


Historia

La historia del idioma español comienza con el latín vulgar del Imperio romano, concretamente con el de la zona central del norte de Hispania. Tras la caída del Imperio romano en el siglo V., la influencia del latín culto en la gente común fue disminuyendo paulatinamente. El latín hablado de entonces fue el fermento de las variedades romances hispánicas, origen de la lengua española. En el siglo VIII, la invasión musulmana de la Península Ibérica hace que se formen dos zonas bien diferenciadas. En Al-Ándalus, se hablarán los dialectos romances englobados con el término mozárabe (no árabe), además de las lenguas de la minoría extranjera-invasora alóctona (árabe y bereber). Mientras, en la zona en que se forman los reinos cristianos desde pocos años después del inicio de la dominación musulmana, comenzará una evolución divergente, en la que surgen varias modalidades romances: la catalana, la navarro-aragonesa, la castellana, la astur-leonesa y la gallego-portuguesa.
A partir de finales del siglo XI es cuando comienza un proceso de asimilación o nivelación lingüística, principalmente, entre los dialectos románicos centrales de la península ibérica: astur-leonés, castellano y navarro-aragonés, pero también del resto. Este proceso es el que dará como resultado la formación de una lengua común española, el español. Cada vez son más los filólogos que defienden esta teoría (Ridruejo, Penny, Tuten, Fernández-Ordóñez). Sin embargo, otros filológos siguen defendiendo los postulados pidalianos del predominio del dialecto castellano en la formación del español y su expansión por un proceso de castellanización por el resto de territorios peninsulares
El dialéctico románico castellano, uno de los precursores de la lengua española, se originó en el condado medieval de Castilla (sur de Cantabria y norte de Burgos), con influencia vasca y visigótica. Los textos más antiguos que se conocen en una variedad romance española son los Cartularios de Valpuesta, conservados en la iglesia de Santa María de Valpuesta (Burgos), un conjunto de textos que constituyen copias de documentos, algunos escritos en fecha tan temprana como el siglo IX. Las Glosas Emilianenses de finales del siglo X o principios del XI, conservadas en el Monasterio de Yuso en San Millán de la Cogolla (La Rioja), fueron consideradas por Ramón Menéndez Pidal como el testimonio más antiguo de lengua española. Sin embargo, posteriormente se demostró que las formas escritas en esos documentos corresponden al romance navarro-aragonés, no al romance castellano.
Un momento decisivo en el afianzamiento del idioma español se dio durante el reinado de Alfonso X de Castilla y León, (1252-1284). Si los cantares de gesta estaban escritos en esa lengua vulgar -el español- y por eso mismo eran populares, podría pensarse que las obras cultas y literarias producidas en la Corte del citado rey deberían ser redactadas en latín, única lengua culta que toda la Europa cristiana había admitido hasta esa época; por eso resultó una verdadera revolución cultural el hecho de que Alfonso X el Sabio decidiese dirigir un buen número de obras de elevada cultura redactadas en un idioma hasta entonces desairado por las personas letradas por considerarlo demasiado prosaico. Esto dio lugar al reconocimiento oficial del español, que podía alternar desde entonces con el latín, un idioma respetado por todas las personas ilustradas.
El español se extendió por la península durante la Baja Edad Media debido a la continua expansión de los reinos cristianos en este período,en la llamada Reconquista. La incorporación a la Corona de Castilla de los reinos de León y Galicia con Fernando III de Castilla y la introducción de una dinastía castellana en la Corona de Aragón con Fernando I de Aragón y más tarde, la unión final peninsular con los Reyes Católicos acrecentaron la asimilación y nivelación lingüística entre los dialectos de los diferentes reinos.
En el siglo XV la lengua común española se había introducido en gran parte de la Península Ibérica. En 1492 el sevillano Antonio de Nebrija publicó en Salamanca su Grammatica, primer tratado de gramática de la lengua española, y también primero de una lengua neolatina europea.
Se estima que a mediados del siglo XVI el 80% de los españoles hablaba español. En esa época ya había comenzado el reajuste consonántico, que significó la reducción del sistema de fonémico al pasar de seis consonantes sibilantes a sólo una o dos según la variedad.
La colonización de América, iniciada en el siglo XVI expandió el idioma español por la mayor parte del continente americano. Tras conseguir la independencia los nuevos estados americanos iniciaron procesos de unificación lingüística que terminaron de extender el idioma español a través de todo ese continente, desde California hasta el Estrecho de Magallanes.
En España, desde la época de los borbones, se produjo una política centralista de unificación lingüística y consiguiente minorización del resto de lenguas vernáculas en favor de la lengua común española. A lo largo del siglo XVII y XVIII surgen infinidad de publicaciones periódicas y privadas en español. El primero ve la luz en Madrid en 1661 de la mano de Julián Paredes ("Gazeta"), siguiéndole numerosas publicaciones en Salamanca, León, Granada, Sevilla, Zaragoza..etc. En los territorios bilingües también comienzan a aparecer publicaciones periódicas en español. El primero fue en 1792, el Diario de Barcelona, siendo también el primer periódico en español de Cataluña. Le siguieron El Correo de Gerona (1795), Diario de Gerona (1807) y aún antes en ciudades también bilingües como Palma de Mallorca (1778), Vigo o Bilbao. En América a partir de 1770, el español pasó a ser la lengua normal en la enseñanza, en detrimento de las "lenguas generales" basadas en lenguas indígenas.
El idioma español siempre tuvo numerosas variantes que, si bien respetan el tronco principal latino, tienen diferencias de pronunciación y vocabulario, como sucede con cualquier otra lengua. A esto hay que agregar el contacto con los idiomas de las poblaciones nativas, como el aimara, chibcha, guaraní, mapudungun, maya, náhuatl, quechua, taíno y tagalo, entre otros, que hicieron también contribuciones al léxico del idioma, no solo en sus zonas de influencia, sino en algunos casos en el léxico global.

Descripción lingüística

Variedades dialectales del español


Las variedades geográficas del español, llamadas dialectos o geolectos, difieren entre sí por multitud de razones. Entre las de tipo fonético destacan la distinción o no de los fonemas correspondientes a las grafías c/z y s (ausencia o presencia de ceceo/seseo), la distinción o no de los fonemas correspondientes a las grafías ll e y (ausencia o presencia de yeísmo), la aspiración o no de la s ó z ante una consonante, y la adopción o no de nuevas consonantes (tales como las africadas [t͡s] y [t͡ɬ]). Estas diferencias no suelen ocasionar problemas de inteligibilidad entre sus hablantes. Las diversas variantes también difieren en usos gramaticales, como el voseo o el empleo o no del pronombre informal de segunda persona del plural (vosotros). En aspectos de vocabulario, se dan notables diferencias especialmente en determinados ámbitos semánticos, como la nomenclatura de las frutas y verduras, vestimentas, artículos de uso cotidiano, así como en las expresiones coloquiales o insultantes.
Como en cualquier lengua, especialmente cuando se distribuye por un dominio geográfico extenso, el español presenta diversas variedades internas que permiten distinguir a sus hablantes según su pronunciación, sus construcciones gramaticales y su vocabulario. En términos generales, el español presenta convencionalmente dos tipos de modalidades presentes tanto en España como en América: las modalidades conservadoras, como el español del norte de España, el del interior de México o el de los Andes, y las modalidades innovadoras, como el español de Andalucía y Canarias, el del Caribe o el del Río de la Plata. Otra característica típica del español americano se refiere al grupo consonántico tl que, en palabras tales como atlas o atletismo se pronuncia ['a.t͡ɬas] y [a.t͡ɬe.'tis.mo], mientras que en España la pronunciación es ['ad.las] y [ad.le.'tis.mo].
Independientemente de estos rasgos, es posible distinguir grandes grupos de variedades dialectales del español. Por ejemplo, para Menéndez y Otero (2007) serían ocho: las variedades castellana, andaluza y canaria en España, y las variedades caribeña, mexicano-centroamericana, andina, chilena y rioplatense en América.


Fonología y sonidos


Artículos principales: Transcripción fonética del español con el AFI y Fonología del español
La estructura silábica más frecuente del español es CV (consonante más vocal), de forma que tiende hacia la sílaba abierta.
Caracteriza al español una tensión articulatoria alta, no tan relajada como en italiano, y estadísticamente una gran presencia de la vocal a. El acento es de intensidad y estadísticamente dominan las palabras llanas, o acentuadas en la penúltima sílaba, después las agudas y por último las esdrújulas. Gracias a la Real Academia Española, fundada en el siglo XVIII, la ortografía del español se ha ido simplificando buscando el patrón fonético, aunque esta tendencia se paralizó a mediados del siglo XIX pese a las propuestas en ese sentido del gramático Andrés Bello.
Algunas de las características distintivas de la fonología del español frente al latín incluyen la lenición (latín vita - español vida, latín lupus - español lobo), la diptongación en los casos fonéticamente breves de la E y la O (latín terra - español - tierra, latín novum - español nuevo), y la palatalización (latín annum - español año). Algunas de estas características están también presentes en otras lenguas romances.
En la escritura, la letra que más se repite en el idioma español es la «e», y la letra consonante más repetida es «r» (que puede representar al fonema /r/ a principio de palabra o cuando es doble, o bien al fonema /ɾ/ en el resto de posiciones).

Vocales


En español hay cinco vocales fonológicas: /a/, /e/, /i/, /o/ y /u/. La /e/ y /o/ son vocales medias, ni cerradas ni abiertas, pero pueden tender a cerrarse y abrirse [e], [ɛ], [o] y [ɔ] dependiendo de su posición y de las consonantes por las que se hallen trabadas. Sin embargo, estos sonidos no suponen un rasgo distintivo en español general, a diferencia del catalán, del gallego, del portugués, del francés o del italiano, considerándolos por tanto como alófonos.

Consonantes


Según la mayoría de los autores, se distinguen por lo general 24 fonemas en el español, cinco de los cuales corresponden a vocales ([a e i o u]) y 19 a consonantes ([b s k d f g x l m n ɲ p r ɾ t ʧ ʝ ʎ θ]), además de otros fonemas dialectales y/o alofónicos, aunque la mayoría de los dialectos sólo cuentan con 17 consonantes, y algunos otros con 18. Las diferencias fonológicas dialectales, debidas en su mayoría a diferencias en las consonantes, son las siguientes:
• Ningún dialecto del español hace la distinción espontánea entre la pronunciación de las letras "b" y "v". Esta falta de distinción se conoce como betacismo. Sin embargo hay que tener en cuenta que en algunos países, particularmente Chile, se presiona mucho a los niños en la escuela para que pronuncien la 'v' como labiodental, por ello uno puede encontrarse ocasionalmente con esta pronunciación (percibida por muchos como afectada), especialmente en los medios de comunicación. La pronunciación de la "v" como fonema bilabial oclusivo o fricativo, idéntico al de "b", es compartida también con el gallego, occitano, sardo y varios dialectos del catalán, entre otros. Una posible causa de esta peculiaridad es la influencia del sustrato lingüístico vascoide, lo que explicaría su extensión en estas lenguas citadas a partir de un foco vasco-pirenaico. Otra posible explicación, más bien estructural, es que aunque el latín tenía la letra 'v' que en realidad era solamente una variante escrita de la 'u' semivocal, ésta se pronunciaba /w/ y evolucionó en otras lenguas romances hacia /v/. Por otro lado, la fricativización de /b/, común en todas las lenguas romances, dio lugar a los alófonos /b/ oclusivo y /β/ fricativo. El segundo tiene cierto parecido con la aproximante /w/, con lo que la 'v' [w] latina habría pasado directamente a [b, β] en español. No obstante, existe el sonido /v/ en español cuando una "f" está en contacto con una consonante sonora, del mismo modo ocurre una sonorización de /s/ y /θ/ al estar en contacto con una consonante sonora tornándose /z/ y /ð/, respectivamente. Ejemplo: Dafne ['davne], [roz'β̞iv ð̞e teɾ'neɾa].
• En general existe confusión entre la "y" consonántica, pronunciada [ʝ], [ɟ], [ʒ] o [ʃ], y la "ll" (originalmente [ʎ]), salvo en diversas zonas de España (en regresión) y, en América, en los dialectos con sustratos de lenguas en que existe dicha diferencia, como en las zonas bilingües español-quechua o español-guaraní.
• En la mayoría de variedades de América y sur de España /s/ es un sonido laminoalveolar, mientras que en otras variedades americanas (la mayoría de Colombia, Perú, Bolivia, zonas dispersas de México y República Dominicana) y en el centro y norte de España la /s/ es apicodental [s̪].[cita requerida]
• Se considera característica particular y singular de la lengua castellana la representación de la consonante /ɲ/ mediante la letra "ñ" (procedente del grupo latino nn que en la Edad Media comenzó a abreviarse como una "n" con una raya encima que luego tomó la forma ondulada representando su pronunciación palatal), aunque también existe en otras lenguas[cita requerida] como el asturiano, el aragonés, el bretón, el francés, el gallego, el italiano y el portugués en Europa, el guaraní, el mapudungun, el mixteco, el otomí y el quechua en América, el bubi en África o el chamorro en Oceanía. En el español de Yucatán la letra "ñ" se pronuncia [nj] en vez de [ɲ], y por ello a veces se transcribe como "ni".
• El español de España, salvo Canarias y gran parte de Andalucía, distingue entre (escrito 'z' o 'ce', 'ci') y [s]: casa ['kasa], caza ['kaθa].
• La mayoría de los dialectos registra una pérdida más o menos avanzada de la s implosiva, un fenómeno típico de las 'tierras bajas' americanas, en un proceso parecido al del francés medieval. Las excepciones son México (salvo algunas zonas costeras del Caribe), mitad norte de España (donde empieza a aparecer) y en la zona andina (especialmente en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia).
• Por influencia del náhuatl el español de México pronuncia los dígrafos tz y tl como sonidos africados: un sonido africado alveolar sordo /t͡s/ y otro africado alveolar lateral sordo /t͡ɬ/, respectivamente. El primero de ellos solo aparece en términos nativos, el segundo se aplica ahora a palabras que no son préstamos como Atlántico o Nestlé. Nótese que Atlántico y Nestlé se pronuncian [a.'t͡ɬan.ti.ko] y [nes.'t͡ɬe] en México,[186] mientras que en España se pronuncian [ad.'lan.ti.ko] y [nes.'le], respectivamente. Por otro lado, dado que la letra x representa los sonidos [ks], [gs], [s], [x] y [ʃ] en el español de México, pueden haber varias pronunciaciones para la misma palabra. Por ejemplo, xenofobia se pronuncia como [seno'foβia], [ʃeno'foβia] o aún [xeno'foβia]. Esta última pronunciación ha quedado registrada en los discursos de varios diplomáticos y escritores mexicanos, tales como Adolfo López Mateos, Alfonso Reyes Ochoa y otros. De igual forma, xilocaína se pronuncia [xiloka'ina], y xilófono llega a ser pronunciada como [si'lofono] o [ʃi'lofono].

Fonología del español


El sistema fonológico del español está compuesto por un mínimo de 17 fonemas consonánticos (y algunas variedades de España pueden llegar a presentar hasta 19 fonemas al disponer además de los fonemas /ʎ/ y /θ/). En cuanto a las vocales, la mayoría de variedades sólo cuentan con 5 fonemas y varios alófonos. En algunas variedades del andaluz y otros dialectos meridionales del español pueden tener hasta 10 vocales en oposición fonológica, ya que en ellas el rasgo ATR de apertura puede llegar a ser relevante, duplicándose el número de vocales.
Todos estos fonemas son analizables mediante un mínimo de 9 rasgos binarios (para las variedades sin /θ/): [± consonante], [± sonante]; [± dorsal], [± labial], [± coronal], [± palatal], [± velar]; [± continuante], [± nasal], [± lateral]. Aunque normalmente con el fin de hacer más natural la descripción se usan algunos más, incluyendo algunas descripciones articulatorias más explícitas:
• Por ejemplo las coronales se suelen referir como alveolares o dentales.
• las consonantes no sonorantes se suelen dividir en oclusivas si tienen el rasgo [- continuante] y fricativas si tienen el rasgo [+ continuante].
L

Gramática

El español es una lengua flexiva de tipo fusional, es decir, en las oraciones se usa preferentemente la flexión para indicar las relaciones entre sus elementos. Sin embargo, como a pesar de su carácter de lengua fusional, también recurre al uso de preposiciones, palabras abstractas que sirven de nexo y son invariables. Por la forma en que se marcan los argumentos de los verbos transitivos e intransitivos, se agrupa dentro de las lenguas nominativo-acusativas.
En el nombre y el adjetivo las categorías de número y género son obligatorias, cosa que se manifiesta tanto en las terminaciones como la forma del artículo que requiere un nombre o adjetivo cuando va presidido de artículo. Los pronombres personales distinguen las categorías de número y caso y en la tercera persona además género. El verbo distingue sistemática entre formas de singular y plural, además tiene formas según tiempo, modo, aspecto y voz.


 Morfología


Las palabras del español se forman mediante lexemas o raíces a los que se agregan morfemas gramaticales o gramemas (como el género masculino o femenino y el número singular o plural para los sustantivos y adjetivos, y el modo, tiempo, voz, aspecto y persona y número para el verbo), más todo tipo de afijos que sirven para formar palabras derivadas o bien para marcar la afectividad, como ocurre con la especialmente abundante y característica derivación en sufijos diminutivos, muchos de ellos de uso más bien local.
Véase también: Morfología lingüística

Sintaxis


La sintaxis es el ámbito de las oraciones, y se ocupa de estudiar la manera en que los elementos discretos del lenguaje se combinan entre sí.
Las oraciones compuestas del español son más complejas que otras lenguas, ya que distingue entre un modo indicativo y un modo subjuntivo, y frecuentemente las reglas de elección del modo de la oración subordinada no resultan sencillas. De hecho este es uno de los aspectos más difíciles para los estudiantes de español como segunda lengua.
Además el español, como la mayoría de lenguas indoeuropeas y a diferencia de lenguas como el chino o el japonés, usa extensivamente la concordancia de número (y a veces género) de varios tipos. Estas relaciones de concordancia con frecuencia se da entre diferentes sintagmas.

Voseo


En algunas variantes del español americano se emplea la forma vos para el pronombre de segunda persona singular en lugar del tú estándar; normalmente esta variación está acompañada de una conjugación particular.
En el español de la península el vos fue, en un principio, tratamiento solo propio de nobles o como forma de respeto similar al actual usted (vuestra merced). La irrupción de la forma vuestra merced, progresivamente contraída a usted, comienza a reestructurar el uso de los pronombres en España, de forma que vos comenzaba a usarse como fórmula de trato entre iguales y entraba en competencia con tú. Con el paso del tiempo el uso culto de España rechazó vos dejando usted como forma de respeto y tú para el uso familiar o entre iguales. La colonización de América a finales del siglo XVI se produce en el momento en que vos todavía se usaba para el trato entre iguales y con este valor se implantó en varias zonas como forma popular de tratamiento para la segunda persona del singular, pero perdió sus connotaciones de prestigio. En España no sobrevive actualmente, aunque sí la forma de segunda persona de plural vosotros, que también tiene su origen en el vos latino. Los núcleos urbanos cultos de América que quedaron más expuestos a la influencia del español europeo siguieron la reestructuración de los pronombres de la península y rechazan el vos en favor del tuteo (casi todo México, las Antillas y Perú), mientras que en el resto el voseo ha sobrevivido, con distinta consideración, hasta la actualidad.
El voseo se presenta marcadamente en Argentina, Bolivia (este), Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Uruguay. Aparece, de maneras ligeramente distintas en Venezuela (noroeste), Colombia (occidente), Chile y Ecuador (sierra). Menos frecuentemente y limitado a un ámbito familiar, el “vos” se puede encontrar en México (norte de Chiapas), Colombia (costa pacífica), Ecuador (sierra), Chile (norte y sur) y en zonas más reducidas del interior de México (Tabasco), Panamá (Península de Azuero), Ecuador (sur) y Belice (sur). En el Perú, Cuba, Puerto Rico y República Dominicana está extinto su uso.
Sólo en el ámbito del español rioplatense, español antioqueño, español camba y centroamericano se emplea regularmente como forma prestigiosa; en otras regiones existe cierta diglosia entre ambas conjugaciones.
En Argentina, Paraguay y Uruguay el “vos” ha incluso desplazado casi por completo al tú de las fuentes escritas. No obstante hay escritores rioplatenses que aún mantienen la forma clásica "tú" para sus obras de ficción, como el poeta uruguayo Mario Benedetti. Véase español rioplatense para más información.
En Guatemala el tuteo es usado más frecuentemente entre personas de diferente sexo, cuando un hombre le habla a una mujer que no conoce por lo general el trato es de "tú", cuando hay más confianza es usado el "vos".
En El Salvador el uso del tuteo es muy limitado, al igual que en Guatemala el hablado de "tú" entre hombres es signo de homosexualidad, sin embargo su uso es tolerado cuando se habla con extranjeros y no está mal visto aunque para un trato más respetuoso se emplea el pronombre "usted".
En Nicaragua el uso del "tú" está extinto, toda la población utiliza el "vos" para el informal y "usted" para el formal. Si alguno utiliza el "tú" se considera una persona extranjera, o quien imita otra cultura, el uso del "tú" o su conjugación en algunas frases u oraciones es a raíz de muchas telenovelas hispanoamericanas donde el tuteo es usual.
En Costa Rica el tuteo es evitado por completo en conversación porque se considera pedantesco y está sancionado socialmente.

Léxico

Aproximadamente un 94% del vocabulario del español de uso diario es de origen latino, lo que es natural y no muy sorprendente teniendo en cuenta que se trata de un idioma románico. Sin embargo, como en caso de cualquier lengua, también tiene préstamos de otros idiomas con los cuales se haya encontrado durante su historia de más de mil años.
De las lenguas prerromanas de la península (íbero, euskera, celta o tartesio) existen bastantes topónimos, algunas palabras (barro, perro, cama, gordo, nava) y algún antropónimo aislado, como Indalecio. La invasión de los visigodos insertó bastantes nombres de pila (Enrique, Gonzalo, Rodrigo) y sus respectivos apellidos (Enríquez, González, Rodríguez), el sufijo -engo en palabras como realengo y vocabulario referente a la guerra como yelmo y espía.
Además, la ya mencionada época musulmana dio paso a la adopción de numerosos arabismos. En morfología, cabe apuntar que viene del árabe el sufijo -í de gentilismos tales como ceutí o israelí.
En el siglo XVI se introdujeron numerosos italianismos referentes a las artes, pero también gran número de palabras indígenas o americanismos, referentes a plantas, costumbres o fenómenos naturales propios de esas tierras, como batata, papa, yuca, cacique, hamaca, huracán, cacao, chocolate; básicamente procedentes del náhuatl, las lenguas mayenses, lenguas arawak y el quechua. En el XVII entraron numerosos cultismos por influjo de la lengua gongorina o culterana. En el XVIII, galicismos o palabras tomadas del francés referentes sobre todo a la moda, la cocina y la burocracia: puré, tisú, menú, peluquín, maniquí, restorán/restaurante, buró, carné, gala, bricolaje. En el XIX, se incorporan nuevos préstamos, sobre todo del inglés y el alemán, aunque también del italiano en ámbitos referentes a la música, en particular la ópera (batuta, soprano, piano, radio), y la cocina. En el XX se acentúa muchísimo la presión del inglés en los campos de la tecnología, la informática, la ciencia y el deporte: set, penalti, fútbol, e-mail, Internet, software. Todos estos son conocidos como préstamos lingüísticos.
Sin embargo, la Real Academia Española ha hecho, durante estos últimos años, grandes esfuerzos para evitar el uso de estos vocablos proponiendo alternativas más acordes con nuestra ortografía tradicional (entre otros muchos ejemplos: zum en lugar de zoom, correo electrónico en lugar de e-mail, fútbol en lugar de football...). Aunque la mayoría de estas iniciativas han ido calando en la sociedad, ciertas propuestas como no han tenido demasiada acogida, a pesar de ser preferentes para la RAE.
Por lo general, América (y particularmente México) es más susceptible a los préstamos del inglés o anglicismos ("mouse", en España: "ratón"), debido en buena medida al contacto más cercano con Estados Unidos. Por su lado, España lo es a los galicismos o palabras tomadas de la vecina Francia (como el galicismo "ordenador" en el español de la península Ibérica, en contraste con el anglicismo "computadora" o "computador" en el español mexicano).

Sistema de escritura

El español se escribe mediante una variante del alfabeto latino con la letra adicional "ñ" y los dígrafos "ch" y "ll", consideradas letras del abecedario desde 1803 (cuarta edición del DRAE), debido a que representan un solo sonido, distinto de las letras que lo componen.
Así, el alfabeto español está formado por 27 letras y 2 digrafos:
• a, b, c, ch[194] , d, e, f, g, h, i, j, k, l, ll[195] , m, n, ñ, o, p, q, r, s, t, u, v, w, x, y, z.
Durante el X Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Madrid, 1994), se acordó adoptar el alfabeto latino universal, en el cual ch y ll no son letras independientes, lo que afecta a la alfabetización de las palabras que contengan esas dos letras, que desde entonces deben aparecer ordenadas en el lugar que les corresponde dentro de la c y la l. Sin embargo, de acuerdo con las Academias, esta reforma «afecta únicamente al proceso de ordenación alfabética de las palabras, no a la composición del abecedario, del que los dígrafos ch y ll siguen formando parte».[196]
Además, el español emplea signos gráficos de interrogación y exclamación que no poseen otras lenguas ("¿" y "¡"). Estos signos especiales facilitan la lectura de interrogaciones y exclamaciones largas que oralmente solo se expresan por variaciones de entonación. En otros idiomas ("¿" y "¡") no son necesarios debido a que su sintaxis oral no causa ambigüedad al ser leída, ya que existen inversión de sujeto, auxiliares especiales, locuciones (ejemplo: Is he coming tomorrow?, Vient-il demain? Kommt er morgen? ¿Viene mañana?).
Las vocales constituyen siempre el centro o núcleo de la sílaba, aunque la "i" y la "u" pueden funcionar como semiconsonantes antes de otro núcleo vocálico y como semivocales después. Un núcleo vocálico de sílaba puede sonar más fuerte y alto que los restantes núcleos silábicos de la palabra si lleva el llamado acento de intensidad, que se escribe según unas normas ortográficas con el signo denominado acento ortográfico o tilde para marcar el golpe de voz cuando este no sigue el patrón habitual, o para distinguir palabras que se escriben igual (véase acento diacrítico).
Además, la "u" puede llevar diéresis ("ü") para indicar que se pronuncia en los grupos "güe", "güi". En la poesía, las vocales "i" y "u" pueden llevar también diéresis para romper un diptongo y ajustar convenientemente la métrica de un verso determinado (por ejemplo, "ruido" tiene dos sílabas, pero "ruïdo" tiene tres). El español es una lengua que posee una marcada tendencia antihiática, por lo cual suelen reducirse en el habla relajada los hiatos a diptongos, e incluso reducirse estos a una sola vocal: indoeuropeo > indouropeo > induropeo; ahora > ahura > ara; héroe > herue.

Fuentes

http://www.wikipedia.com