Marina Azcuy

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Marina Ofelia Azcuy Lemus (Marina Azcuy), nació el 19 de junio de 1908 en el barrio La Jagua, hoy municipio de La Palma, en Pinar del Río, donde transcurrió su infancia y adolescencia, educada en el amor a la Patria y el ejemplo familiar, sobre todo de su padre Liberato Domingo, maestro y alcalde por elección popular, cuya lucha contra el régimen de Machado lo llevó a prisión, y allí resultó vilmente asesinado por su intransigencia.

Sus inicios

Se graduó como profesora de Instrucción en 1928 y, como su progenitor, ejerció en su barrio, y con sus ingresos ayudaba a comprar los medios de enseñanza, apoyaba a las familias de sus alumnos y el hogar paterno se distinguió por dar abrigo a los más humildes necesitados de atención médica, además de por ser Luz, su madre, partera, fue albergue para las campesinas hasta que estuvieran en condiciones para regresar a sus casas. Aun viviendo en Pinar del Río continuó trabajando en su distante escuelita.

La maestra, la mujer humana y valiente se definió como revolucionaria y se sumó a la Organización de Mujeres Martianas, opuestas a la dictadura de Batista. En 1956 solicita su admisión en el Movimiento 26 de Julio y por su actitud bien definida y patriotismo manifiesto fue aceptada inmediatamente, aunque esto se hacía por elección y de forma secreta, y pasó a formar parte del Frente Femenino.

Marina Azcuy antes del triunfo revolucionario

Siempre que se entrevista a participantes en la lucha antes del triunfo revolucionario, un lugar se repite como cuartel general, donde todos encontraban abrigo y protección, ese era "la casa de Marina". Tenía mucho corazón esta mujer para, con hijos pequeños y un hogar establecido en la céntrica esquina de Vélez Caviedes e Isabel la Católica, arriesgar su seguridad. Con su sueldo enfrentaba los gastos de la casa, que crecían con la incorporación de nuevos miembros a la causa del 26.

En una ocasión fue necesario trasladar unas armas y no había transporte, la propia Marina las sacó envueltas en periódicos a la vista de todos. Distribuyó propaganda, organizó reuniones, chequeó acciones y sirvió de enlace del Movimiento entre La Habana y Pinar del Río, hechos que hablan de aquella mujer siempre presta a ser ejemplo de la forma más natural.

El nueve de septiembre de 1958, tras una llamada delatora, las fuerzas del régimen acuden a hacer un registro. No encontraron lo que buscaban, pero cargaron con la valiente compañera que ayudaba a Marina en el hogar y a los revolucionarios. Marina estaba en su escuelita y allá fueron a detenerla y cuando la trajeron para la Estación de Policía, enterado el pueblo comenzó a desfilar por el lugar para que tuvieran que ir a los tribunales y evitar así que las matasen.

Aunque no hallaron pruebas, las condenaron a un año en el reclusorio de mujeres en Guanajay, espacio donde las encontró elTriunfo de la Revolución, y del cuál salen el ocho de enero, tras confirmarse en un telegrama enviado por Melba Hernández, su condición de prisioneras políticas.

Marina y el triunfo de la Revolución

 Marina y Julia celebran con su libertad la de la Patria y se suman al proceso revolucionario . La maestra añora su escuelita y se le asigna participar en la depuración magisterial . En febrero de 1959 se reconoce en un acto su participación en la lucha clandestina y se le designa presidenta de la Unión Femenina Revolucionaria .

Forma parte de la delegación cubana, presidida por Vilma Espín, al Primer Congreso Latinoamericano por los Derechos de la Mujer y el Niño, en Santiago de Chile y cuando se crea la Federación de Mujeres Cubanas fue elegida para presidir la organización femenina en Pinar del Río.

Trabaja intensamente para que se comprenda la importancia de cuánto pueden hacer las mujeres y cuánto contribuir los hombres para que así sea, venciendo prejuicios. El 17 de septiembre queda constituida la primera delegación en Guanajay, y simultáneamente impulsa las academias de corte y costura, la creación de guarderías y otras actividades que permitan la superación de la masa femenina.

Su adiós definitivo

Su nombre llega en el tiempo, se aferra a la historia, al trágico lugar del accidente hasta hacerlo suyo y desata recuerdos entre los que se privilegiaron con su compañía de mujer valiente y educada.

El 23 de agosto de 1960 cuando se dirigía a crear la delegación en su municipio natal, a la edad de 52 años, resulta víctima de un fatal accidente, en el kilómetro 18 de la carretera de Viñales. Iba cansada pero feliz, como si fuera su primer encargo, segura de que nadie arrebataría la libertad alcanzada y menos lo permitirían las mujeres "...las que más sufrimos por la sangre derramada de nuestros hijos, esposos o padres".

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