Diferencia entre revisiones de «Martha Valdés»

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Realizó sus estudios de música con dos destacadas pedagogas de la guitarra: Francisqueta Vallalta, 1945, y Leopoldina Núñez, 1957; con Aida Teseiro, solfeo y teoría, 1962; en 1963 se incorpora a los cursos que por entonces se impartían en el Seminario de Música Popular, dirigido por el pianista y musicólogo [[Odilio Urfé|Odilio Urfé]], y con un profesorado integrado por Vicente González-Rubiera (Guyún), [[Alejo Carpentier|Alejo Carpentier]], [[Manuel Moreno Fraginals|Manuel Moreno Fraginals]] y Alfredo Diez Nieto, entre otros; los completó, a partir de 1971, con el compositor [[Harold Gramatges|Harold Gramatges]]. <br>En la nota al disco-libro Marta Valdés/[[Chano Domínguez|Chano Domínguez]], Tú no sospechas, recuerda lo que representó para ella desde etapa muy temprana la música; este texto es, en cierta medida, otra gran composición: «Las canciones sonaron en mis oídos sin que yo conociera el sentido de sus frases. Su música se quedaba rondando en mi cabeza cuando ni siquiera me había percatado del poder de la memoria. El primer contacto físico con ellas, siendo tan pequeña que no alcanzaba a tocar el pasamanos en la baranda de hierro del balcón aunque extendiera los brazos hacia arriba lo más alto posible, no fue por el oído sino que me sentía una punzada en el medio del pecho que se iba desplazando hacia la izquierda. Pedro Vargas cantaba: “te he buscado por doquiera que yo voy y no te puedo hallar...”. Yo recostaba la frente en los herrajes de la baranda y me quedaba quieta. Pedro Vargas cantaba: “hay en la taberna un piano viejo que dibuja en un espejo su sonrisa de marfil...” y no me importaba el ignorar qué cosa quería decir con eso. Así, me acostumbré a saber que hay algo misterioso dentro de nosotros gracias a las canciones.<br>Aterricé en el mundo el día que llegué a mi casa con un bolero en la cabeza y le busqué los acordes en la guitarra, pero no tuve la curiosidad de anotar la fecha. Ese debió tomarse entonces como el verdadero día de mi cumpleaños. Una canción fue siempre, en lo adelante, lo mejor que podía ponerme a inventar para salvar las tardes y las noches del miedo a lo desconocido. Luego encontré una familia creciente de personas de todas las edades a quienes pude considerar mis iguales entre aquéllos que las inventan, aquéllos que las tocan o las cantan y aquéllos que, sabiamente, las escuchan.<br>Uno no sabe qué puede pasar con su canción si consigue que eche a rodar entrándole a la gente por los oídos directamente al pecho (donde se corre un poco hacia la izquierda para luego instalarse en la memoria). A veces me resiento por la falta de espacio y comienzo a revolver los papeles en el viejo disquero de caoba donde guardo mis guiones, mis partes de piano ya amarillos, en busca de algo que rasgar, y termino volviendo a colocarlos juntos, bien apretados, tal como los fui agrupando a lo largo de tantísimos años.<br>Pocas dichas he podido comparar al alumbramiento de una canción desde el momento en que empieza a rondarme, a interrumpirme el sueño. Ella me sale al paso por el camino que me conduce hasta la guitarra; yo me dejo sumergir sin remedio, la tuerzo y la enderezo, la saco a caminar y la regreso al rincón donde, por fin, tacho esta palabra, le añado una cuerda al aire a aquel acorde y me deslizo hasta el alivio final. <br>He visto nacer muchas canciones que vuelven y vuelven a sonar al paso de los años, instalándose con igual intensidad en la sensibilidad de la gente. Esa emoción de haberlas escuchado en el inicio de sus vidas fue incomparable porque me acostumbró a detectar de primera mano dónde está la semilla de lo perdurable.<br>Muy pronto la gente comenzó a identificarme, en la medida en que soy una fuerza generadora de canciones, como sólo eso, y yo misma los escucho y me escucho, me miro en mis criaturas como si fueran un espejo que ha ido iluminándose con el paso del tiempo para devolverme la verdadera imagen de lo que soy.»<br>Y en otra parte de su texto apunta Marta Valdés: «En honor a la verdad, nada se asemeja más a la naturaleza de la vida que la música. No por gusto suceden ambas en el tiempo. Los episodios que vivimos eligen invariablemente, para configurarse luego en la memoria, la forma musical que más se ajusta a su propio devenir. Unos optan por la forma sonata, otros podrían compararse a una fuga. La presente historia tiene toda la pinta de un rondó, aunque a veces pienso que podría mejor definirla como un tema con variaciones.»<br>Debuta, en 1958, en la radio como intérprete de sus canciones, y en 1959, lo hace en la televisión. En 1963 participa, junto a otros compositores, en el Forum del Feeling efectuado en la [[Biblioteca Nacional|Biblioteca Nacional José Martí]], y donde [[Alejo Carpentier|Alejo Carpentier]] dictara una importante conferencia sobre esta modalidad de la canción cubana. En 1964 comienza a trabajar en el Grupo Teatro Estudio como asesora musical; en 1967 participa en el Encuentro de la Canción Protesta, auspiciado por la [[Casa de las Américas|Casa de las Américas]]. <br>En la década del 60 los valores establecidos en años anteriores se consolidan y alcanzan plenitud de posibilidades, pero, según [[Guillermo Rodríguez Rivera|Guillermo Rodríguez Rivera]]: «hacia la mitad de esa propia década comienza a advertirse la búsqueda de una nueva expresión en el marco de la canción cubana. Marta Valdés, la figura más importante de una segunda promoción de filinistas, inicia una decantación de la sonoridad dominante hasta entonces en el marco de la tendencia. Y por esos mismos años se inicia la popularidad de [[Teresita Fernández|Teresita Fernández]] [...]. Creo que tanto la obra de Marta Valdés como la de Teresita Fernández serán una suerte de puente hacia la aparición de una nueva canción en Cuba. Y no sólo en el orden de la estricta estética musical, sino también en el ámbito poético. Composiciones como ''Por si vuelves'' y ''Yo me quedo'', de Marta Valdés, son piezas claves en la búsqueda de nuevas sonoridades y también en el replanteo de la poesía amorosa en la canción, en el caso de la primera, y de un íntimo acceso hacia la preocupación social, en el caso de la segunda [...]».<br>Desde el punto de vista musical, Marta Valdés se caracteriza en sus composiciones por salirse del cuadro convencional armónico de los acordes tonales y extratonales agrandados, muy arraigados en los compositores del filin, y empieza a confeccionar en profusión giros melódicos que en apariencia no son modulantes, porque modular no es difícil. En realidad, si se conocen las reglas que rigen en los tratados de armonía, no son verdaderas modulaciones, pues la modulación significa cambio de tonalidad; esta técnica, para reafirmarse, reclama su correspondiente paso cadencial. Nada de esto está presente en la obra de Marta Valdés. Cuando se escuchan algunas de sus canciones, parece que va a modular, pero con audacia se mueve hacia otra aparente nueva tónica en la cual no se detiene. Ella, con una manifiesta inquietud tonal, coquetea con los diversos tonos, pero sin entregarse a ellos. A esto pudiéramos llamarlo tonalizaciones.<br>Esa inquietud tonal presente en casi todas sus canciones es uno de los ingredientes más peculiares de ese nuevo estilo exclusivamente suyo. Su arte no cabe en ninguna de las escuelas conocidas. Sus canciones: No hagas caso y Llora, son un fiel ejemplo del análisis que acabamos de hacer. <br>Sobre este aspecto expresó Marta Valdés: «Esto de comenzar muy lejos [se refiere a las tonalidades lejanas], venir dando rodeos y llegar a la tónica al final de la primera idea, es herencia del José Antonio Méndez de Novia mía y La gloria eres tú [...]. La diferencia está en que él sí está planteando una idea en su texto y se sirve de estos recursos para darle, intuitivamente, mayor intensidad a lo que dice mediante un discurso musical que al venir de la idea textual, garantiza la comunicación de esa intensidad emocional que es siempre el objetivo de una canción que ha de decirse con feeling, mientras que muchos de mis textos plantean, comiencen o no en la tónica o en sus alrededores, situaciones conflictivas, impartiéndoles un sentido más dramático [...]. Sólo En la imaginación, Tú dominas, Tú no sospechas y Hay todavía una canción, se ponen de manifiesto los sentimientos o las inquietudes con un sentido más lírico.»<br>Escribió la música incidental para El becerro de oro, de Joaquín Lorenzo Luaces, con la que en 1985 mereció el premio a la mejor creación de este tipo de música en el Concurso Nacional de Teatro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y en 1986 le fue otorgado el premio a la mejor música elaborada para una puesta en escena, en el Festival de Teatro de Camagüey por La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca. <br>En 1987 viajó a México como integrante del espectáculo Toda una época, junto a [[César Portillo de la Luz|César Portillo de la Luz]], [[José Antonio Méndez|José Antonio Méndez]], Elena Burke y Consuelo Vidal, cuando se presentaron en la televisión y varios centros nocturnos. Ese mismo año volvió a ese país para participar en el Festival del Bolero que tuvo lugar en el teatro Reforma y en el Auditorio Nacional; en 1988 regresó a México, esta vez para actuar en el Teatro Ciudadela; en 1991, viaja a Colombia con el espectáculo de poesía y canción Piedra Pulida, que comparte con la poetisa [[Nancy Morejón|Nancy Morejón]]; ese mismo año participa en Colombia en el Festival Boleros de América, así como en conciertos realizados en ese país en compañía de la [[Orquesta Aragón|Orquesta Aragón]] y otros solistas, encabezados por la cantante [[Elena Burke|Elena Burke]]. En 1993, realizó giras por Colombia y Venezuela, donde participa en festivales de boleros; en este último país forma parte del jurado y recibe el homenaje a su música por parte de las cantantes Corina Peña, venezolana, y Carmen Prieto, chilena. <br>En 1996 viaja a España como intérprete de sus canciones; y en 1999 regresa a ese país, donde graba un disco (publicado como libro-disco) acompañada por el pianista Chano Domínguez, titulado Marta Valdés/Chano Domínguez: Tú no sospechas, con dirección musical y producción de Chano, en el que participaron el bajista Javier Colina y el baterista Guillermo Mc Gill. Este disco, grabado en Kirios, Madrid, contiene, de su autoría: ''Llora, En la imaginación, Palabras'', ''Canción del año'' y ''Hacia dónde''; además, ''Mi ayer'', [[Ñico Rojas|Ñico Rojas]]; ''Debí llorar'', [[Piloto y Vera|Piloto y Vera]]; ''La noche de anoche'', [[René Touzet|René Touzet]], y ''Cómo fue'', Ernesto Duarte. <br>En el Cubadisco 2001 obtuvo, en la categoría de cancionística, el Premio por su disco en compañía del guitarrista y compositor Sergio Vitier, Nuestra canción, al que también se le otorgó el Gran Premio; en el 2002, el disco Sin ir más lejos, en el que [[Sara González|Sara González]] interpreta una selección de sus canciones, obtiene premio en la categoría cancionística; ese mismo año, en el VI Premio de la Música, que otorga la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores de España), quedó entre los tres finalistas con su disco Marta Valdés/Chano Domínguez Tú no sospechas. En el 2003, grabó Marta Valdés/Doce boleros míos, acompañada por el guitarrista Rey Ugarte. Otra de las intérpretes consagradas de la obra de Marta Valdés, es [[Miriam Ramos|Miriam Ramos]], quien ha grabado una buena parte de la obra de esta compositora. <br>Por otra parte, Marta Valdés se destaca —como puede apreciarse en su bibliografía activa— como crítica, con un pensamiento coherente, conocimiento profundo sobre todo lo que escribe sobre un músico, una obra en particular, un espectáculo o de un disco, como puede apreciarse en la columna que durante varios años, con el título Discos/Show/Éxitos, mantuvo en el periódico habanero Revolución, que firmaba como M. Elevé; y la que escribió a partir de 1979, y durante varios años, para la revista Cuba Internacional: Nota musical. También escribió artículos para la revista [[Gaceta Oficial de la República de Cuba | La Gaceta de Cuba]], de la [[Unión de Escritores y Artistas de Cuba|Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba]], UNEAC. Muchos de estos textos fueron recogidos en su libro Donde vive la música. Sobre la selección de reseñas, entrevistas, notas de discos, y artículos que aparecen en esta obra, dice, con su acostumbrada lucidez y valentía, Marta Valdés: «Me fascina la idea de hacer memoria, me enternece repasar episodios que, en la medida en que armaban momentos de las vidas de quienes no pasábamos de los treinta y pico, nos darían fuerzas para que no nos cansáramos de hacer música. Me hace muy feliz el haber tenido la ocurrencia de entregarles a mis contemporáneos de hoy estos fragmentos del ayer, seguramente útiles a quien se proponga arrojar sus propias luces sobre el momento actual o trazar sus propias pistas para acometer la acción del mañana. Me satisface mucho el no haber sido jamás indiferente a lo que despedía sus primeros chispazos o a lo que ya brillaba con luz propia y el haber sido ciega al destello de los fuegos artificiales y sorda al llamado de las modas que comenzaron a removernos el complejo isleño creándonos, a finales de aquella década, el espejismo de estarse “quedando atrás”, así como generalizando la confusión que mantendría alejados del disco y de los medios masivos, todavía joven, para ceder a la imitación —con bastante retraso— de sonoridades y comportamientos escénicos importados desde algunos puntos de la vieja Europa.»<br>Y en otra parte sentencia: «Afortunadamente, nuestra tierra es una mina de música, un crisol donde sólo se funde lo que es capaz de ser asimilado para impulsar pasos firmes en el camino de lo que llegará a fructificar como nuestro. Por eso, a pesar de todos los embates que les tocó sufrir a quienes desde la guitarra iniciaban una de las corrientes más robustas de nuestra historia musical, el arte de los nuevos trovadores, nacido en un momento de crisis, resistió y dio frutos. Por eso sobrevivió también entre nosotros el jazz de [[Frank Emilio|Frank Emilio]] y creció el arte de [[Chucho Valdés|Chucho Valdés]] [...] para poner en claro, de manera radical, el valor de haberse impulsado desde las propias raíces y el poder de asimilación y transformación, que engendran vida, a diferencia del mimetismo, que mata.»  
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Realizó sus estudios de música con dos destacadas pedagogas de la guitarra: Francisqueta Vallalta, 1945, y Leopoldina Núñez, 1957; con Aida Teseiro, solfeo y teoría, 1962; en 1963 se incorpora a los cursos que por entonces se impartían en el Seminario de Música Popular, dirigido por el pianista y musicólogo [[Odilio Urfé|Odilio Urfé]], y con un profesorado integrado por Vicente González-Rubiera (Guyún), [[Alejo Carpentier|Alejo Carpentier]], [[Manuel Moreno Fraginals|Manuel Moreno Fraginals]] y Alfredo Diez Nieto, entre otros; los completó, a partir de 1971, con el compositor [[Harold Gramatges|Harold Gramatges]]. <br>En la nota al disco-libro Marta Valdés/[[Chano Domínguez|Chano Domínguez]], Tú no sospechas, recuerda lo que representó para ella desde etapa muy temprana la música; este texto es, en cierta medida, otra gran composición: «Las canciones sonaron en mis oídos sin que yo conociera el sentido de sus frases. Su música se quedaba rondando en mi cabeza cuando ni siquiera me había percatado del poder de la memoria. El primer contacto físico con ellas, siendo tan pequeña que no alcanzaba a tocar el pasamanos en la baranda de hierro del balcón aunque extendiera los brazos hacia arriba lo más alto posible, no fue por el oído sino que me sentía una punzada en el medio del pecho que se iba desplazando hacia la izquierda. Pedro Vargas cantaba: “te he buscado por doquiera que yo voy y no te puedo hallar...”. Yo recostaba la frente en los herrajes de la baranda y me quedaba quieta. Pedro Vargas cantaba: “hay en la taberna un piano viejo que dibuja en un espejo su sonrisa de marfil...” y no me importaba el ignorar qué cosa quería decir con eso. Así, me acostumbré a saber que hay algo misterioso dentro de nosotros gracias a las canciones.<br>Aterricé en el mundo el día que llegué a mi casa con un bolero en la cabeza y le busqué los acordes en la guitarra, pero no tuve la curiosidad de anotar la fecha. Ese debió tomarse entonces como el verdadero día de mi cumpleaños. Una canción fue siempre, en lo adelante, lo mejor que podía ponerme a inventar para salvar las tardes y las noches del miedo a lo desconocido. Luego encontré una familia creciente de personas de todas las edades a quienes pude considerar mis iguales entre aquéllos que las inventan, aquéllos que las tocan o las cantan y aquéllos que, sabiamente, las escuchan.<br>Uno no sabe qué puede pasar con su canción si consigue que eche a rodar entrándole a la gente por los oídos directamente al pecho (donde se corre un poco hacia la izquierda para luego instalarse en la memoria). A veces me resiento por la falta de espacio y comienzo a revolver los papeles en el viejo disquero de caoba donde guardo mis guiones, mis partes de piano ya amarillos, en busca de algo que rasgar, y termino volviendo a colocarlos juntos, bien apretados, tal como los fui agrupando a lo largo de tantísimos años.<br>Pocas dichas he podido comparar al alumbramiento de una canción desde el momento en que empieza a rondarme, a interrumpirme el sueño. Ella me sale al paso por el camino que me conduce hasta la guitarra; yo me dejo sumergir sin remedio, la tuerzo y la enderezo, la saco a caminar y la regreso al rincón donde, por fin, tacho esta palabra, le añado una cuerda al aire a aquel acorde y me deslizo hasta el alivio final. <br>He visto nacer muchas canciones que vuelven y vuelven a sonar al paso de los años, instalándose con igual intensidad en la sensibilidad de la gente. Esa emoción de haberlas escuchado en el inicio de sus vidas fue incomparable porque me acostumbró a detectar de primera mano dónde está la semilla de lo perdurable.<br>Muy pronto la gente comenzó a identificarme, en la medida en que soy una fuerza generadora de canciones, como sólo eso, y yo misma los escucho y me escucho, me miro en mis criaturas como si fueran un espejo que ha ido iluminándose con el paso del tiempo para devolverme la verdadera imagen de lo que soy.»<br>Y en otra parte de su texto apunta Marta Valdés: «En honor a la verdad, nada se asemeja más a la naturaleza de la vida que la música. No por gusto suceden ambas en el tiempo. Los episodios que vivimos eligen invariablemente, para configurarse luego en la memoria, la forma musical que más se ajusta a su propio devenir. Unos optan por la forma sonata, otros podrían compararse a una fuga. La presente historia tiene toda la pinta de un rondó, aunque a veces pienso que podría mejor definirla como un tema con variaciones.»<br>Debuta, en 1958, en la radio como intérprete de sus canciones, y en 1959, lo hace en la televisión. En 1963 participa, junto a otros compositores, en el Forum del Feeling efectuado en la [[Biblioteca Nacional|Biblioteca Nacional José Martí]], y donde [[Alejo Carpentier|Alejo Carpentier]] dictara una importante conferencia sobre esta modalidad de la canción cubana. En 1964 comienza a trabajar en el Grupo Teatro Estudio como asesora musical; en 1967 participa en el Encuentro de la Canción Protesta, auspiciado por la [[Casa de las Américas|Casa de las Américas]]. <br>En la década del 60 los valores establecidos en años anteriores se consolidan y alcanzan plenitud de posibilidades, pero, según [[Guillermo Rodríguez Rivera|Guillermo Rodríguez Rivera]]: «hacia la mitad de esa propia década comienza a advertirse la búsqueda de una nueva expresión en el marco de la canción cubana. Marta Valdés, la figura más importante de una segunda promoción de filinistas, inicia una decantación de la sonoridad dominante hasta entonces en el marco de la tendencia. Y por esos mismos años se inicia la popularidad de [[Teresita Fernández|Teresita Fernández]] [...]. Creo que tanto la obra de Marta Valdés como la de Teresita Fernández serán una suerte de puente hacia la aparición de una nueva canción en Cuba. Y no sólo en el orden de la estricta estética musical, sino también en el ámbito poético. Composiciones como ''Por si vuelves'' y ''Yo me quedo'', de Marta Valdés, son piezas claves en la búsqueda de nuevas sonoridades y también en el replanteo de la poesía amorosa en la canción, en el caso de la primera, y de un íntimo acceso hacia la preocupación social, en el caso de la segunda [...]».<br>Desde el punto de vista musical, Marta Valdés se caracteriza en sus composiciones por salirse del cuadro convencional armónico de los acordes tonales y extratonales agrandados, muy arraigados en los compositores del filin, y empieza a confeccionar en profusión giros melódicos que en apariencia no son modulantes, porque modular no es difícil. En realidad, si se conocen las reglas que rigen en los tratados de armonía, no son verdaderas modulaciones, pues la modulación significa cambio de tonalidad; esta técnica, para reafirmarse, reclama su correspondiente paso cadencial. Nada de esto está presente en la obra de Marta Valdés. Cuando se escuchan algunas de sus canciones, parece que va a modular, pero con audacia se mueve hacia otra aparente nueva tónica en la cual no se detiene. Ella, con una manifiesta inquietud tonal, coquetea con los diversos tonos, pero sin entregarse a ellos. A esto pudiéramos llamarlo tonalizaciones.<br>Esa inquietud tonal presente en casi todas sus canciones es uno de los ingredientes más peculiares de ese nuevo estilo exclusivamente suyo. Su arte no cabe en ninguna de las escuelas conocidas. Sus canciones: No hagas caso y Llora, son un fiel ejemplo del análisis que acabamos de hacer. <br>Sobre este aspecto expresó Marta Valdés: «Esto de comenzar muy lejos [se refiere a las tonalidades lejanas], venir dando rodeos y llegar a la tónica al final de la primera idea, es herencia del José Antonio Méndez de Novia mía y La gloria eres tú [...]. La diferencia está en que él sí está planteando una idea en su texto y se sirve de estos recursos para darle, intuitivamente, mayor intensidad a lo que dice mediante un discurso musical que al venir de la idea textual, garantiza la comunicación de esa intensidad emocional que es siempre el objetivo de una canción que ha de decirse con feeling, mientras que muchos de mis textos plantean, comiencen o no en la tónica o en sus alrededores, situaciones conflictivas, impartiéndoles un sentido más dramático [...]. Sólo En la imaginación, Tú dominas, Tú no sospechas y Hay todavía una canción, se ponen de manifiesto los sentimientos o las inquietudes con un sentido más lírico.»<br>Escribió la música incidental para El becerro de oro, de Joaquín Lorenzo Luaces, con la que en 1985 mereció el premio a la mejor creación de este tipo de música en el Concurso Nacional de Teatro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y en 1986 le fue otorgado el premio a la mejor música elaborada para una puesta en escena, en el Festival de Teatro de Camagüey por La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca. <br>En 1987 viajó a México como integrante del espectáculo Toda una época, junto a [[César Portillo de la Luz|César Portillo de la Luz]], [[José Antonio Méndez|José Antonio Méndez]], Elena Burke y Consuelo Vidal, cuando se presentaron en la televisión y varios centros nocturnos. Ese mismo año volvió a ese país para participar en el Festival del Bolero que tuvo lugar en el teatro Reforma y en el Auditorio Nacional; en 1988 regresó a México, esta vez para actuar en el Teatro Ciudadela; en 1991, viaja a Colombia con el espectáculo de poesía y canción Piedra Pulida, que comparte con la poetisa [[Nancy Morejón|Nancy Morejón]]; ese mismo año participa en Colombia en el Festival Boleros de América, así como en conciertos realizados en ese país en compañía de la [[Orquesta Aragón|Orquesta Aragón]] y otros solistas, encabezados por la cantante [[Elena Burke|Elena Burke]]. En 1993, realizó giras por Colombia y Venezuela, donde participa en festivales de boleros; en este último país forma parte del jurado y recibe el homenaje a su música por parte de las cantantes Corina Peña, venezolana, y Carmen Prieto, chilena. <br>En 1996 viaja a España como intérprete de sus canciones; y en 1999 regresa a ese país, donde graba un disco (publicado como libro-disco) acompañada por el pianista Chano Domínguez, titulado Marta Valdés/Chano Domínguez: Tú no sospechas, con dirección musical y producción de Chano, en el que participaron el bajista Javier Colina y el baterista Guillermo Mc Gill. Este disco, grabado en Kirios, Madrid, contiene, de su autoría: ''Llora, En la imaginación, Palabras'', ''Canción del año'' y ''Hacia dónde''; además, ''Mi ayer'', [[Ñico Rojas|Ñico Rojas]]; ''Debí llorar'', Piloto y Vera; ''La noche de anoche'', [[René Touzet|René Touzet]], y ''Cómo fue'', Ernesto Duarte. <br>En el Cubadisco 2001 obtuvo, en la categoría de cancionística, el Premio por su disco en compañía del guitarrista y compositor Sergio Vitier, Nuestra canción, al que también se le otorgó el Gran Premio; en el 2002, el disco Sin ir más lejos, en el que [[Sara González|Sara González]] interpreta una selección de sus canciones, obtiene premio en la categoría cancionística; ese mismo año, en el VI Premio de la Música, que otorga la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores de España), quedó entre los tres finalistas con su disco Marta Valdés/Chano Domínguez Tú no sospechas. En el 2003, grabó Marta Valdés/Doce boleros míos, acompañada por el guitarrista Rey Ugarte. Otra de las intérpretes consagradas de la obra de Marta Valdés, es [[Miriam Ramos|Miriam Ramos]], quien ha grabado una buena parte de la obra de esta compositora. <br>Por otra parte, Marta Valdés se destaca —como puede apreciarse en su bibliografía activa— como crítica, con un pensamiento coherente, conocimiento profundo sobre todo lo que escribe sobre un músico, una obra en particular, un espectáculo o de un disco, como puede apreciarse en la columna que durante varios años, con el título Discos/Show/Éxitos, mantuvo en el periódico habanero Revolución, que firmaba como M. Elevé; y la que escribió a partir de 1979, y durante varios años, para la revista Cuba Internacional: Nota musical. También escribió artículos para la revista [[Gaceta Oficial de la República de Cuba | La Gaceta de Cuba]], de la [[Unión de Escritores y Artistas de Cuba|Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba]], UNEAC. Muchos de estos textos fueron recogidos en su libro Donde vive la música. Sobre la selección de reseñas, entrevistas, notas de discos, y artículos que aparecen en esta obra, dice, con su acostumbrada lucidez y valentía, Marta Valdés: «Me fascina la idea de hacer memoria, me enternece repasar episodios que, en la medida en que armaban momentos de las vidas de quienes no pasábamos de los treinta y pico, nos darían fuerzas para que no nos cansáramos de hacer música. Me hace muy feliz el haber tenido la ocurrencia de entregarles a mis contemporáneos de hoy estos fragmentos del ayer, seguramente útiles a quien se proponga arrojar sus propias luces sobre el momento actual o trazar sus propias pistas para acometer la acción del mañana. Me satisface mucho el no haber sido jamás indiferente a lo que despedía sus primeros chispazos o a lo que ya brillaba con luz propia y el haber sido ciega al destello de los fuegos artificiales y sorda al llamado de las modas que comenzaron a removernos el complejo isleño creándonos, a finales de aquella década, el espejismo de estarse “quedando atrás”, así como generalizando la confusión que mantendría alejados del disco y de los medios masivos, todavía joven, para ceder a la imitación —con bastante retraso— de sonoridades y comportamientos escénicos importados desde algunos puntos de la vieja Europa.»<br>Y en otra parte sentencia: «Afortunadamente, nuestra tierra es una mina de música, un crisol donde sólo se funde lo que es capaz de ser asimilado para impulsar pasos firmes en el camino de lo que llegará a fructificar como nuestro. Por eso, a pesar de todos los embates que les tocó sufrir a quienes desde la guitarra iniciaban una de las corrientes más robustas de nuestra historia musical, el arte de los nuevos trovadores, nacido en un momento de crisis, resistió y dio frutos. Por eso sobrevivió también entre nosotros el jazz de [[Frank Emilio|Frank Emilio]] y creció el arte de [[Chucho Valdés|Chucho Valdés]] [...] para poner en claro, de manera radical, el valor de haberse impulsado desde las propias raíces y el poder de asimilación y transformación, que engendran vida, a diferencia del mimetismo, que mata.»  
  
 
=== Llora  ===
 
=== Llora  ===

Revisión del 16:15 18 jul 2011

Plantilla:Personaje artístico

Marta Valdés (Marta Emilia Valdés González): Compositora y guitarrista. La Habana, 6 de julio de 1934.


Vida

Realizó sus estudios de música con dos destacadas pedagogas de la guitarra: Francisqueta Vallalta, 1945, y Leopoldina Núñez, 1957; con Aida Teseiro, solfeo y teoría, 1962; en 1963 se incorpora a los cursos que por entonces se impartían en el Seminario de Música Popular, dirigido por el pianista y musicólogo Odilio Urfé, y con un profesorado integrado por Vicente González-Rubiera (Guyún), Alejo Carpentier, Manuel Moreno Fraginals y Alfredo Diez Nieto, entre otros; los completó, a partir de 1971, con el compositor Harold Gramatges.
En la nota al disco-libro Marta Valdés/Chano Domínguez, Tú no sospechas, recuerda lo que representó para ella desde etapa muy temprana la música; este texto es, en cierta medida, otra gran composición: «Las canciones sonaron en mis oídos sin que yo conociera el sentido de sus frases. Su música se quedaba rondando en mi cabeza cuando ni siquiera me había percatado del poder de la memoria. El primer contacto físico con ellas, siendo tan pequeña que no alcanzaba a tocar el pasamanos en la baranda de hierro del balcón aunque extendiera los brazos hacia arriba lo más alto posible, no fue por el oído sino que me sentía una punzada en el medio del pecho que se iba desplazando hacia la izquierda. Pedro Vargas cantaba: “te he buscado por doquiera que yo voy y no te puedo hallar...”. Yo recostaba la frente en los herrajes de la baranda y me quedaba quieta. Pedro Vargas cantaba: “hay en la taberna un piano viejo que dibuja en un espejo su sonrisa de marfil...” y no me importaba el ignorar qué cosa quería decir con eso. Así, me acostumbré a saber que hay algo misterioso dentro de nosotros gracias a las canciones.
Aterricé en el mundo el día que llegué a mi casa con un bolero en la cabeza y le busqué los acordes en la guitarra, pero no tuve la curiosidad de anotar la fecha. Ese debió tomarse entonces como el verdadero día de mi cumpleaños. Una canción fue siempre, en lo adelante, lo mejor que podía ponerme a inventar para salvar las tardes y las noches del miedo a lo desconocido. Luego encontré una familia creciente de personas de todas las edades a quienes pude considerar mis iguales entre aquéllos que las inventan, aquéllos que las tocan o las cantan y aquéllos que, sabiamente, las escuchan.
Uno no sabe qué puede pasar con su canción si consigue que eche a rodar entrándole a la gente por los oídos directamente al pecho (donde se corre un poco hacia la izquierda para luego instalarse en la memoria). A veces me resiento por la falta de espacio y comienzo a revolver los papeles en el viejo disquero de caoba donde guardo mis guiones, mis partes de piano ya amarillos, en busca de algo que rasgar, y termino volviendo a colocarlos juntos, bien apretados, tal como los fui agrupando a lo largo de tantísimos años.
Pocas dichas he podido comparar al alumbramiento de una canción desde el momento en que empieza a rondarme, a interrumpirme el sueño. Ella me sale al paso por el camino que me conduce hasta la guitarra; yo me dejo sumergir sin remedio, la tuerzo y la enderezo, la saco a caminar y la regreso al rincón donde, por fin, tacho esta palabra, le añado una cuerda al aire a aquel acorde y me deslizo hasta el alivio final.
He visto nacer muchas canciones que vuelven y vuelven a sonar al paso de los años, instalándose con igual intensidad en la sensibilidad de la gente. Esa emoción de haberlas escuchado en el inicio de sus vidas fue incomparable porque me acostumbró a detectar de primera mano dónde está la semilla de lo perdurable.
Muy pronto la gente comenzó a identificarme, en la medida en que soy una fuerza generadora de canciones, como sólo eso, y yo misma los escucho y me escucho, me miro en mis criaturas como si fueran un espejo que ha ido iluminándose con el paso del tiempo para devolverme la verdadera imagen de lo que soy.»
Y en otra parte de su texto apunta Marta Valdés: «En honor a la verdad, nada se asemeja más a la naturaleza de la vida que la música. No por gusto suceden ambas en el tiempo. Los episodios que vivimos eligen invariablemente, para configurarse luego en la memoria, la forma musical que más se ajusta a su propio devenir. Unos optan por la forma sonata, otros podrían compararse a una fuga. La presente historia tiene toda la pinta de un rondó, aunque a veces pienso que podría mejor definirla como un tema con variaciones.»
Debuta, en 1958, en la radio como intérprete de sus canciones, y en 1959, lo hace en la televisión. En 1963 participa, junto a otros compositores, en el Forum del Feeling efectuado en la Biblioteca Nacional José Martí, y donde Alejo Carpentier dictara una importante conferencia sobre esta modalidad de la canción cubana. En 1964 comienza a trabajar en el Grupo Teatro Estudio como asesora musical; en 1967 participa en el Encuentro de la Canción Protesta, auspiciado por la Casa de las Américas.
En la década del 60 los valores establecidos en años anteriores se consolidan y alcanzan plenitud de posibilidades, pero, según Guillermo Rodríguez Rivera: «hacia la mitad de esa propia década comienza a advertirse la búsqueda de una nueva expresión en el marco de la canción cubana. Marta Valdés, la figura más importante de una segunda promoción de filinistas, inicia una decantación de la sonoridad dominante hasta entonces en el marco de la tendencia. Y por esos mismos años se inicia la popularidad de Teresita Fernández [...]. Creo que tanto la obra de Marta Valdés como la de Teresita Fernández serán una suerte de puente hacia la aparición de una nueva canción en Cuba. Y no sólo en el orden de la estricta estética musical, sino también en el ámbito poético. Composiciones como Por si vuelves y Yo me quedo, de Marta Valdés, son piezas claves en la búsqueda de nuevas sonoridades y también en el replanteo de la poesía amorosa en la canción, en el caso de la primera, y de un íntimo acceso hacia la preocupación social, en el caso de la segunda [...]».
Desde el punto de vista musical, Marta Valdés se caracteriza en sus composiciones por salirse del cuadro convencional armónico de los acordes tonales y extratonales agrandados, muy arraigados en los compositores del filin, y empieza a confeccionar en profusión giros melódicos que en apariencia no son modulantes, porque modular no es difícil. En realidad, si se conocen las reglas que rigen en los tratados de armonía, no son verdaderas modulaciones, pues la modulación significa cambio de tonalidad; esta técnica, para reafirmarse, reclama su correspondiente paso cadencial. Nada de esto está presente en la obra de Marta Valdés. Cuando se escuchan algunas de sus canciones, parece que va a modular, pero con audacia se mueve hacia otra aparente nueva tónica en la cual no se detiene. Ella, con una manifiesta inquietud tonal, coquetea con los diversos tonos, pero sin entregarse a ellos. A esto pudiéramos llamarlo tonalizaciones.
Esa inquietud tonal presente en casi todas sus canciones es uno de los ingredientes más peculiares de ese nuevo estilo exclusivamente suyo. Su arte no cabe en ninguna de las escuelas conocidas. Sus canciones: No hagas caso y Llora, son un fiel ejemplo del análisis que acabamos de hacer.
Sobre este aspecto expresó Marta Valdés: «Esto de comenzar muy lejos [se refiere a las tonalidades lejanas], venir dando rodeos y llegar a la tónica al final de la primera idea, es herencia del José Antonio Méndez de Novia mía y La gloria eres tú [...]. La diferencia está en que él sí está planteando una idea en su texto y se sirve de estos recursos para darle, intuitivamente, mayor intensidad a lo que dice mediante un discurso musical que al venir de la idea textual, garantiza la comunicación de esa intensidad emocional que es siempre el objetivo de una canción que ha de decirse con feeling, mientras que muchos de mis textos plantean, comiencen o no en la tónica o en sus alrededores, situaciones conflictivas, impartiéndoles un sentido más dramático [...]. Sólo En la imaginación, Tú dominas, Tú no sospechas y Hay todavía una canción, se ponen de manifiesto los sentimientos o las inquietudes con un sentido más lírico.»
Escribió la música incidental para El becerro de oro, de Joaquín Lorenzo Luaces, con la que en 1985 mereció el premio a la mejor creación de este tipo de música en el Concurso Nacional de Teatro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), y en 1986 le fue otorgado el premio a la mejor música elaborada para una puesta en escena, en el Festival de Teatro de Camagüey por La zapatera prodigiosa, de Federico García Lorca.
En 1987 viajó a México como integrante del espectáculo Toda una época, junto a César Portillo de la Luz, José Antonio Méndez, Elena Burke y Consuelo Vidal, cuando se presentaron en la televisión y varios centros nocturnos. Ese mismo año volvió a ese país para participar en el Festival del Bolero que tuvo lugar en el teatro Reforma y en el Auditorio Nacional; en 1988 regresó a México, esta vez para actuar en el Teatro Ciudadela; en 1991, viaja a Colombia con el espectáculo de poesía y canción Piedra Pulida, que comparte con la poetisa Nancy Morejón; ese mismo año participa en Colombia en el Festival Boleros de América, así como en conciertos realizados en ese país en compañía de la Orquesta Aragón y otros solistas, encabezados por la cantante Elena Burke. En 1993, realizó giras por Colombia y Venezuela, donde participa en festivales de boleros; en este último país forma parte del jurado y recibe el homenaje a su música por parte de las cantantes Corina Peña, venezolana, y Carmen Prieto, chilena.
En 1996 viaja a España como intérprete de sus canciones; y en 1999 regresa a ese país, donde graba un disco (publicado como libro-disco) acompañada por el pianista Chano Domínguez, titulado Marta Valdés/Chano Domínguez: Tú no sospechas, con dirección musical y producción de Chano, en el que participaron el bajista Javier Colina y el baterista Guillermo Mc Gill. Este disco, grabado en Kirios, Madrid, contiene, de su autoría: Llora, En la imaginación, Palabras, Canción del año y Hacia dónde; además, Mi ayer, Ñico Rojas; Debí llorar, Piloto y Vera; La noche de anoche, René Touzet, y Cómo fue, Ernesto Duarte.
En el Cubadisco 2001 obtuvo, en la categoría de cancionística, el Premio por su disco en compañía del guitarrista y compositor Sergio Vitier, Nuestra canción, al que también se le otorgó el Gran Premio; en el 2002, el disco Sin ir más lejos, en el que Sara González interpreta una selección de sus canciones, obtiene premio en la categoría cancionística; ese mismo año, en el VI Premio de la Música, que otorga la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores de España), quedó entre los tres finalistas con su disco Marta Valdés/Chano Domínguez Tú no sospechas. En el 2003, grabó Marta Valdés/Doce boleros míos, acompañada por el guitarrista Rey Ugarte. Otra de las intérpretes consagradas de la obra de Marta Valdés, es Miriam Ramos, quien ha grabado una buena parte de la obra de esta compositora.
Por otra parte, Marta Valdés se destaca —como puede apreciarse en su bibliografía activa— como crítica, con un pensamiento coherente, conocimiento profundo sobre todo lo que escribe sobre un músico, una obra en particular, un espectáculo o de un disco, como puede apreciarse en la columna que durante varios años, con el título Discos/Show/Éxitos, mantuvo en el periódico habanero Revolución, que firmaba como M. Elevé; y la que escribió a partir de 1979, y durante varios años, para la revista Cuba Internacional: Nota musical. También escribió artículos para la revista La Gaceta de Cuba, de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC. Muchos de estos textos fueron recogidos en su libro Donde vive la música. Sobre la selección de reseñas, entrevistas, notas de discos, y artículos que aparecen en esta obra, dice, con su acostumbrada lucidez y valentía, Marta Valdés: «Me fascina la idea de hacer memoria, me enternece repasar episodios que, en la medida en que armaban momentos de las vidas de quienes no pasábamos de los treinta y pico, nos darían fuerzas para que no nos cansáramos de hacer música. Me hace muy feliz el haber tenido la ocurrencia de entregarles a mis contemporáneos de hoy estos fragmentos del ayer, seguramente útiles a quien se proponga arrojar sus propias luces sobre el momento actual o trazar sus propias pistas para acometer la acción del mañana. Me satisface mucho el no haber sido jamás indiferente a lo que despedía sus primeros chispazos o a lo que ya brillaba con luz propia y el haber sido ciega al destello de los fuegos artificiales y sorda al llamado de las modas que comenzaron a removernos el complejo isleño creándonos, a finales de aquella década, el espejismo de estarse “quedando atrás”, así como generalizando la confusión que mantendría alejados del disco y de los medios masivos, todavía joven, para ceder a la imitación —con bastante retraso— de sonoridades y comportamientos escénicos importados desde algunos puntos de la vieja Europa.»
Y en otra parte sentencia: «Afortunadamente, nuestra tierra es una mina de música, un crisol donde sólo se funde lo que es capaz de ser asimilado para impulsar pasos firmes en el camino de lo que llegará a fructificar como nuestro. Por eso, a pesar de todos los embates que les tocó sufrir a quienes desde la guitarra iniciaban una de las corrientes más robustas de nuestra historia musical, el arte de los nuevos trovadores, nacido en un momento de crisis, resistió y dio frutos. Por eso sobrevivió también entre nosotros el jazz de Frank Emilio y creció el arte de Chucho Valdés [...] para poner en claro, de manera radical, el valor de haberse impulsado desde las propias raíces y el poder de asimilación y transformación, que engendran vida, a diferencia del mimetismo, que mata.»

Llora

Letra y música: Marta Valdés

Llora
Por lo que nunca hiciste
Por lo que nunca fuiste
Y quieres ser ahora,

Llora, llora
Por el amor que vuelve
Y por el amor
Que jamás hallarás.

Llora
Por los amores viejos
Que se quedaron lejos
Y que tal vez añoras.

Llora
Por este amor que crece
Y aunque después te pese
Confiesa que me adoras.
Llora, llora, llora.

Manuscrito de la autora.


Obras

Balada

¿Hacia dónde?, 1967.

Bolero

Y con tus palabras, 1955; No es preciso, Tú dominas, 1956; No te empeñes más, Para qué rectificar, 1957; Deja que siga sola, 1958; Tú no hagas caso, Vuelve en ti, 1959; Si vuelves, 1963; Sin ir más lejos, 1968; Mutis, 1970; Cantaré victoria y Saludo y homenaje a Alicia Alonso, texto: Eliseo Diego, 1978; Hay todavía una canción, Vienes, 1988.

Canción-bolero

Demasiado que pedir, En la imaginación, 1955; Llegabas, 1959.

Canción

Es contigo, Envenéname los labios, Por este amor; Juego a olvidarme de ti y Tengo, 1957; Precisamente a ti y Tú no sospechas, 1958; Llegabas, 1960; ¡Qué largo camino anduve!, 1962, texto: Nicolás Guillén; Canción sin título, Como un río, Hay mil formas, Romance de tus nombres, Sin ir más lejos y Llora, 1968; Canción desde otro mundo, 1969; Canción difícil, Canción fácil y Mutis, 1970; La canción, 1972; Aida y Macayá, 1973; José Jacinto, 1974; ¡Ay Plácido! (al poeta Plácido), 1976; Canción eterna de la juventud, 1978; Canción del año nuevo y Trini, 1981.

Criolla

Aunque no te vi llegar, 1968.

Habanera

Por La Habana, 1968; Ave de madera, 1978.

Música incidental para teatro

Pasado a la criolla, 1962, de José R. Brene, bajo la dirección de Berta Martínez; El becerro de oro, 1985 (obtiene el premio a la mejor música para una puesta en escena en el Concurso de Artes Escénicas (convocado por la UNEAC), de Joaquín Lorenzo Luaces, bajo la dirección de Armando Suárez del Villar; La zapatera prodigiosa, 1986 (obtiene el premio a la mejor utilización de la música para una puesta en escena, en el Festival de Teatro de Camagüey), de Federico García Lorca, bajo la dirección de Berta Martínez.

Son montuno

Sorpresa de harina con boniato, 1960.


Bibliografía Activa

«La aparición de Freddy en el Capri». Revolución (La Habana), 5 de octubre de 1959: 22; «Grabaciones Gema: habla Álvarez Guedes». Revolución (La Habana), 9 de febrero de 1960: 13; «Música popular». Revolución (La Habana), 8 de marzo de 1960: 15; «Los Bucaneros, una vocación ejemplar». Revolución (La Habana), 23 de marzo de 1960: 15; «La invitación de Talía». Revolución (La Habana), 2 de mayo de 1960: 29; «En torno a los Festivales Folklóricos, entrevista a Odilio Urfé». Revolución (La Habana), 11 de febrero de 1961: 13; «Se llama Miriam y canta». La Gaceta de Cuba (La Habana), año III (37), 20 de mayo de 1964; «El 26 con Bola». Bohemia (La Habana), año 56 (32): 23, 7 de agosto de 1964; «José Antonio, el feeling y “lo comercial”». La Gaceta de Cuba (La Habana), año III (40), octubre de 1964; «Doris y Enriqueta». La Gaceta de Cuba (La Habana), año III (41), 3 de noviembre de 1964; «Su majestad, Elena Burke». La Gaceta de Cuba (La Habana), año IV (42), enero-febrero de 1965; «Recital de Teresa, Bellas Artes, octubre 18 de 1965». La Gaceta de Cuba (La Habana), año IV (47): octubre-noviembre de 1965; «Recital de canciones de Ela O’Farrill, interpretadas por la autora». La Gaceta de Cuba (La Habana), año V (50), abril-mayo de 1966; Cancionero propio. Matanzas, Ediciones Vigía, 1995; «El bolero en la imaginación». La Gaceta de Cuba (La Habana) (5): 30-31, septiembre-octubre de 1998; «Desde la mano derecha de Silvio». La Gaceta de Cuba (La Habana) (1): 64, enero-febrero de 1999; «Pavana para un ladrón con feeling (en memoria de José Antonio Méndez)». La Gaceta de Cuba (La Habana) (6): 56-57, noviembre-diciembre de 1999; «Urfé: arquitecto de un sueño». Clave (La Habana), segunda época, año 1 (1): 50-53, julio-septiembre de 1999; «Elena o el valor de cantar». La Gaceta de Cuba (La Habana) (5): 28-29, septiembre-octubre de 2003; Portillo de la Luz: cancionero mínimo. [Matanzas, Ediciones Vigía], s.a.; Donde vive la música. La Habana, Ediciones Unión, 2004.

Bibliografía Pasiva

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Fuente

Radamés Giro. Diccionario enciclopédico de la música en Cuba. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2009.